Estilicón, el salvador de Roma

Hijo de un guerrero vándalo, Estilicón combatió de un extremo a otro del Imperio romano para defenderlo frente al asalto de los pueblos bárbaros.

El general Estilicón

El general Estilicón

El general y político de origen vándalo Flavio Estilicón representado en un díptico de marfil. Tesoro de la catedral de Monza.

Scala, Firenze

Siempre ha parecido paradójico que Estilicón, el gran defensor del Imperio romano frente a las invasiones de los pueblos bárbaros, fuera hijo de un guerrero vándalo y de una noble romana. En realidad, este tipo de familia no tenía nada de excepcional.

Hebilla de cinturón vándala

Hebilla de cinturón vándala

Hebilla de cinturón vándala. Museo Británico, Londres.

RMN-Grand Palais

En contra de lo que suele creerse, bárbaros y romanos no vivían en mundos separados, sino que mantenían relaciones intensas y continuas.

La frontera romana no era impermeable, y muchos bárbaros conseguían prosperar dentro del Imperio sin que su origen étnico interfiriera demasiado en sus posibilidades de ascenso profesional y social. Roma era un imperio abierto para quien deseara integrarse en él.

El ascenso del padre de Estilicón –que alcanzó el grado de tribuno de la caballería en tiempos del emperador Valente– era también típico de su época. Entre los siglos III y VI, Roma fue un imperio dotado de una asombrosa movilidad social, en el que hombres y mujeres nacidos en lo más bajo de la sociedad ascendían a lo más alto, incluso al trono. Baste recordar que el emperador Diocleciano (284-305) fue porquero en su niñez, y la madre de Constantino (306-337) fue stabularia, dueña de un simple albergue. Así pues, Estilicón nació en un mundo amenazado, mestizo y lleno de posibilidades para alguien con ambición y genio suficientes como para reclamarlas.

El Danubio, frontera del Imperio

El Danubio, frontera del Imperio

El Danubio, frontera del Imperio

El río Danubio formaba la frontera o limes del noroeste del Imperio romano. En la imagen, el estrechamiento del río conocido como Puertas de Hierro, entre Serbia y Rumania.

Una carrera fulgurante

Estilicón siguió la carrera del ejército y rápidamente se integró en el círculo de oficiales que formaban el Consilium militar del emperador Teodosio. Tras actuar con éxito como jefe de una embajada a Persia en 383, su ascenso en el escalafón militar romano fue imparable. En 385 fue nombrado comandante de la caballería (magister equitum) y comes domesticorum, jefe de la guardia de corps del emperador. Además, obtuvo la mano de Serena, sobrina e hija adoptiva del emperador. El hijo del guerrero vándalo ingresaba así en la familia imperial.

Cronología

Una vida dedicada a luchar

H. 360

Nace Estilicón cerca de Constantinopla, fruto del matrimonio formado por un oficial de caballería de origen vándalo y una romana provincial.

394

Como general de Teodosio, Estilicón combate en la batalla del río Frígido contra el usurpador Eugenio. En 395 es nombrado regente de Honorio.

397-398

Estilicón se centra en la defensa de Occidente: lucha contra Gildón en África y vence a alamanes y francos en el Rin. Acude a Britania para luchar en Escocia.

402

Tras derrotar a los bárbaros en el Danubio en 401, Estilicón vence a Alarico en Pollentia. Honorio traslada la capital a Ravena.

405

El jefe bárbaro Radagaiso lidera una gran horda de bárbaros que ataca la frontera del Danubio. Estilicón los vence y los obliga a retirarse.

408

Cada vez más receloso de Estilicón, Honorio ordena decapitar a su suegro y antiguo tutor.

Estilicón sirvió a Teodosio en múltiples frentes. Combatió al usurpador Magno Máximo, que se proclamó emperador de Occidente en Britania. Entre 391 y 392, a los 30 años, derrotó en Tracia a una banda de guerreros godos, los visi, comandados por otro joven caudillo: Alarico. En lo sucesivo, las vidas de ambos se entrecruzarían una y otra vez. De hecho, los dos se encontraron en la mayor y más dura batalla de todo el período, la librada en 394 en el río Frígido, en la actual frontera entre Italia y Eslovenia, formando parte de las fuerzas de Teodosio que se enfrentaban al usurpador Eugenio. 

Pocos meses más tarde, en enero de 395, el emperador murió, dejando el gobierno de la parte occidental del Imperio romano a su hijo menor, Honorio, de tan solo diez años, con Estilicón como su regente. Pero Estilicón no se conformaba con esa posición de poder: también quería controlar Oriente.

Teodosio, el último emperador

Teodosio, el último emperador

Teodosio, el último emperador

Tras la muerte de Teodosio (en la imagen, en el anverso de un sólido), el Imperio se dividió entre sus dos hijos, Arcadio y Honorio.

MAN, Madrid

El salvador del Imperio 

Teodosio I el Grande fue el último emperador que reinó sobre todo el Imperio romano. Sus hijos Arcadio, de 18 años, y el niño Honorio tenían que compartir el poder.
El primero gobernaría desde Constantinopla y el segundo, desde Milán. Pero ambos quedaron desde el primer momento a la sombra de dos hombres ambiciosos: Rufino en Oriente y Estilicón en Occidente. 

Estilicón parecía tener mejores cartas que su rival. En enero de 395, tras la campaña del río Frígido, buena parte de las mejores tropas de Oriente estaban bajo su mando. Rufino solicitaba su regreso a Constantinopla, pero Estilicón trataba de retenerlas en Occidente. Este, además, exigía la reincorporación a la parte occidental del Imperio de las provincias del Ilírico, que en 379 habían sido provisionalmente puestas bajo la administración de Oriente. En el fondo, Rufino y Estilicón trataban de minar la posición de su rival y controlar todo el Imperio.

El emperador Honorio

El emperador Honorio

El emperador Honorio

Aupado al trono cuando era un niño, Honorio hizo de Estilicón su mano derecha. La leyenda sostiene que, tras ordenar su ejecución, fue tan inconsciente que se entretenía dando de comer a sus aves cuando Alarico se disponía a asediar Roma. Óleo por John W. Waterhouse. 1883. Galería de Arte del Sur de Australia, Adelaida.

Album

Sin embargo, Rufino tenía un arma secreta: el descontento Alarico. Tras la batalla del río Frígido, el jefe bárbaro había esperado que lo nombraran magister militum, la máxima autoridad militar del Imperio, pero en vez de eso fue enviado de vuelta a su asentamiento. Así que a Rufino no le costó mucho inducirlo a que se alzara y cayera sobre Macedonia y Tesalia, provincias reclamadas por Estilicón. Rufino buscaba señalar a Estilicón como culpable de dejar indefensas aquellas provincias.

Estilicón reaccionó entonces presentándose como el «salvador de Roma». Acudió a la cabeza de sus legiones y derrotó a Alarico en una campaña relámpago. Si Alarico y su pueblo no fueron aniquilados fue porque Rufino logró que Arcadio, el emperador de Oriente, exigiera a Estilicón que regresara de inmediato a Occidente.

El deseo insatisfecho de Alarico

El deseo insatisfecho de Alarico

El deseo insatisfecho de Alarico

El jefe bárbaro, que sirvió un tiempo en el ejército romano, se rebeló cuando no obtuvo el cargo de comandante al que aspiraba. En la imagen, efigie de Alarico. Museo de las Termas, Roma.

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En noviembre de 395, Estilicón envió de vuelta a Constantinopla a las unidades orientales. Rufino parecía haber triunfado. Pero la venganza se sirve fría: cuando Rufino pasaba revista a las tropas «devueltas» por Estilicón, Gainas, el general godo que las comandaba, hizo una señal y algunos de sus soldados cayeron sobre Rufino, lo descuartizaron a golpes de espada y pasearon sus restos por Constantinopla. Nadie dudó de que detrás del asesinato estaba la mano de Estilicón. Pero si este pensaba que había triunfado se equivocaba. El puesto de Rufino fue ocupado por Gainas y por el eunuco Eutropio, y el enfrentamiento entre las dos mitades del Imperio no hizo más que agudizarse.

En 396, Alarico, sintiéndose marginado tanto por el Imperio de Oriente como por el de Occidente, volvió a la carga. El joven caudillo bárbaro seguía aspirando a que lo nombraran magister militum, y para conseguirlo decidió invadir Grecia, saqueando y reduciendo a escombros Esparta y muchas otras ciudades. Una vez más, Estilicón se mostró ante la opinión pública como el protector del Imperio: acudió como un rayo para derrotar y acorralar a Alarico, quien solo pudo escapar gracias, de nuevo, a la exigencia de Constantinopla de que Estilicón se retirara de inmediato a Italia.

Despechado, Estilicón decidió olvidarse por un tiempo de Oriente y centrarse en la defensa de Occidente. Entre los años 397 y 398 aplastó la sublevación de Gildón, que a la sazón había sustraído la rica África (la actual Túnez) al gobierno de Occidente. Ese mismo año Estilicón derrotó a alamanes y francos en el Rin y acudió luego a Britania, donde se enfrentó con éxito a los salvajes pictos, atacotes y escotos que amenazaban la frontera más septentrional del Imperio. En 401 derrotó en el Danubio a una coalición de pueblos bárbaros formada por suevos, vándalos, alanos, godos y jutungos. Pero la campaña decisiva se produjo al año siguiente, cuando salvó Italia de una invasión de los visigodos.

El joven Arcadio

El joven Arcadio

El joven Arcadio

A los 18 años, el hijo de Teodosio I devino emperador del Imperio romano de Oriente, territorio que ambicionaba Estilicón. En la imagen, busto de Arcadio en el Museo Arqueológico de Estambul.

Album

La fuerza de Roma 

Aprovechando que Estilicón se hallaba en el Danubio, Alarico, siempre deseoso de conquistar una posición de fuerza que le permitiera conseguir del Imperio tierras y su ansiado nombramiento como magister militum, cruzó los Alpes, saqueó Aquilea, derrotó a las escasas tropas romanas que se le oponían y asedió al emperador Honorio y a su corte en Milán. Era noviembre de 401 y Honorio estaba aterrorizado, como el Senado y el pueblo de la vieja Roma. Pero Estilicón no les falló. Tras vencer a los bárbaros en el Danubio ordenó a varias legiones acantonadas en Britania y Germania que se reunieran con él en Italia. Mientras tanto, al frente de un cuerpo de caballería, galopó hasta Milán, sorprendió a Alarico, rompió el cerco y penetró en la ciudad.
El caudillo godo se vio obligado a huir en dirección a las Galias, pero Estilicón lo persiguió hasta las cercanías de Pollentia. 

Allí, en abril del año 402, se libró una extraordinaria batalla. Los godos de Alarico, acorralados en la cima de una colina, lograron rechazar una carga de los caballeros alanos que servían a Estilicón y, a su vez, cargaron sobre la infantería romana. Sin embargo, las duras legiones de Britania y Germania frenaron en seco a los godos y, paso a paso, los fueron empujando hacia la cima de la colina. Una carga de los jinetes romanos terminó por romper las líneas de Alarico y los guerreros godos huyeron, dejando tras de sí miles de cadáveres y a sus familias en poder de los romanos. Alarico se contaba entre los que lograron escapar. 

Finalmente, después de nuevas batallas y negociaciones –y para sorpresa de todos–, Estilicón devolvió a Alarico su familia y le permitió abandonar Italia. Tras esta decisión había un cálculo político, pues Estilicón creía que Alarico podría serle útil en el futuro para coronar su sueño: imponer su control sobre Oriente.

Entretanto, Estilicón era el héroe de Roma. Cuando el 1 de enero de 403 hizo su entrada triunfal en la ciudad junto a Honorio, compartiendo ambos la misma cuadriga dorada, su amigo, el poeta Claudio Claudiano, lo llamó «la fuerza de Roma». En el circo Máximo ofreció juegos a la plebe y recibió sus aclamaciones. Fue el cénit de la carrera de Estilicón. Había logrado casar a su hija con Honorio, convirtiéndose así en suegro del emperador, y había demostrado una vez más ser un hombre invencible.

El devenir del Imperio 

El devenir del Imperio 

El devenir del Imperio 

Este mapa muestra el Imperio romano bajo el reinado de Constantino y la división posterior a la muerte de Teodosio I, así como las invasiones de los pueblos bárbaros.

Cartografía: Eosgis.com

Una ambición desmedida

En el año 405, la frontera danubiana del Imperio se vio nuevamente amenazada cuando una inmensa muchedumbre de bárbaros comandada por un jefe llamado Radagaiso pugnó por traspasar el limes. Estilicón retiró otra vez tropas de las fronteras para concentrarlas en Italia y aniquilar a los invasores, a los que derrotó. Los supervivientes fueron vendidos como esclavos o alistados en las unidades romanas. 

Con más de 40 años, Estilicón se creía todopoderoso y puso de nuevo sus ojos en Oriente. Pero lo hizo en el peor momento posible. El avance de los hunos por las estepas de Asia provocó que muchos pueblos huyeran hacia Occidente, hasta las fronteras del Imperio romano. La presión que ejercieron fue insoportable, y el 31 de diciembre de 406 vándalos, suevos, alanos, burgundios, sármatas y alamanes cruzaron el Rin helado, desbordando las debilitadas defensas romanas. El infierno se desató sobre las Galias y Britania. Las disminuidas tropas que habían quedado en la isla se sublevaron y proclamaron a su propio emperador, Constantino III.

En esos momentos, Estilicón estaba negociando con Alarico para obtener su apoyo y obligar al Imperio de Oriente a plegarse a sus exigencias. Además, cuando en 408 murió el soberano de Oriente, Arcadio, dejando a un niño en el trono, Teodosio II, Estilicón se empeñó en acudir a Constantinopla para imponer allí su regencia. Era una locura. Con los bárbaros saqueando las Galias y con el usurpador Constantino controlando no solo Britania, sino también buena parte de la Galia e Hispania, viajar a Constantinopla suponía un auténtico suicidio.

Roma en peligro

Roma en peligro

Roma en peligro

En el año 410, Alarico, sin el freno que representó hasta entonces la presencia de Estilicón, asedió y saqueó Roma sin piedad. En la imagen, el Foro romano. En primer término, el templo de Saturno.

andré Heinermann / Getty Images

El final del hombre más poderoso

Estilicón estaba absolutamente cegado por su ambición. No se percataba de que su empeño en ir en persona a Constantinopla alarmaba a Honorio, que, alentado por sus cortesanos, desconfiaba cada vez más de su generalísimo. Sobre todo cuando este no solo abandonaba a su suerte Britania, las Galias e Hispania, sino que pagaba enormes sumas a Alarico para lograr su apoyo.

Todo eso selló el destino de Estilicón. El 22 de agosto de 408, Honorio ordenó la decapitación de su suegro y antiguo tutor. A continuación, se desató una brutal represión contra los seguidores de Estilicón y contra los bárbaros que servían en los ejércitos romanos: miles de ellos fueron masacrados junto con sus familias.

Puede que Estilicón fuera un mal político y un hombre ambicioso en extremo, pero también había sido «la fuerza de Roma». Sin esa «fuerza», todo se desmoronó. Alarico, que había pactado con Estilicón y que ahora veía cómo Honorio se negaba a cumplir lo acordado, optó por invadir Italia por segunda vez. La estupidez de Honorio y la debilidad extrema en que habían quedado los ejércitos romanos terminaron por propiciar el terrible saqueo de Roma en el año 410 a manos de las huestes del vándalo Alarico.

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la maldición de la virgen vestal

Díptico de Estilicón

Díptico de Estilicón

Fragmento del Díptico de Estilicón, que representa a
su esposa Serena y a su hijo Euquerio.

DEA / Album

Estilicón y su esposa Serena fueron fervorosos cristianos que nunca ocultaron su desprecio por los viejos dioses. En el año 394, Serena entró en el templo de la diosa Rea. Fascinada por el hermoso collar que adornaba la estatua de la divinidad, se lo arrebató y lo colocó sobre su propio cuello. Una anciana virgen vestal, horrorizada por el sacrilegio cometido por Serena, la maldijo: «¡Que los dioses arrebaten tu vida, la de tu esposo y la de tus hijos!», le gritó airada. Quince años más tarde, Serena volvía a estar en Roma. Para entonces, era ya la viuda de Estilicón y además había perdido a todos sus hijos. En ese momento, Roma estaba asediada por los ejércitos del godo Alarico. Con el entendimiento nublado por el pánico, el Senado, que buscaba un culpable, acusó a Serena de estar en connivencia con los bárbaros que amenazaban la ciudad, por lo que fue condenada a muerte. Cuando el verdugo se disponía a ponerle la soga al cuello, le quitó primero el collar que Serena arrebatara hacía años a la diosa Rea. En ese momento, la viuda de Estilicón recordó con amargura la maldición que años atrás le había lanzado la vestal.

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canibalismo entre los atacotes

Pictos, escotos y atacotes

Pictos, escotos y atacotes

Estilicón luchó en Britania contra pictos, escotos y atacotes. En la imagen, uno de los fuertes del muro de Adriano.

Richard Bowden / Getty Images

En el año 398,Estilicón combatió en Britania contra uno de los pueblos más fieros de la Antigüedad: los atacotes. Originarios de Irlanda, se habían establecido en Escocia en la segunda mitad del siglo III. Un contemporáneo de Estilicón, san Jerónimo, destacaba las costumbres salvajes de este pueblo, entre ellas devorar a los enemigos que abatían en combate y la posesión en común de las mujeres por los guerreros. Estilicón, tras derrotarlos, alistó a muchos atacotes en sus filas y formó así nuevas unidades para el ejército romano. Una de esas unidades de «antropófagos», los Honoriani Atecotti Seniores, terminó sirviendo en Hispania, donde sembró el terror entre los años 408 y 409, durante la guerra civil entre Constantino III y los partidarios del emperador Honorio.

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la desgracia y la muerte

Ejecución de Estilicón

Ejecución de Estilicón

Estilicón es arrastrado hacia el lugar de su ejecución bajo la mirada del emperador Honorio. Grabado en color. Siglo XIX.

Alamy / ACI

En el año 408,el emperador Honorio tenía 25 años y contaba con un nuevo ministro de confianza, Olimpio. Pese a que era un antiguo protegido de Estilicón, fue Olimpio quien convenció al emperador de la necesidad de desembarazarse del todopoderoso general. Primero, Honorio y Olimpio organizaron una matanza de los partidarios de Estilicón en Pavía. Cuando se enteró, Estilicón se retiró a Ravena y, al saber que Honorio había enviado soldados para prenderlo, buscó refugio en una iglesia cristiana. Según cuenta el cronista Zósimo, «al alba, los soldados entraron en la iglesia y juraron en presencia del obispo que no tenían orden de matar a Estilicón sino tan solo de custodiarlo». Cuando Estilicón salió de la iglesia con esta garantía, un soldado mostró otra carta del emperador con una orden de ejecución «por los crímenes que había cometido contra el Estado». Estilicón se resignó a su suerte y no quiso que se derramara más sangre. «Al momento fue llevado al suplicio [...]. Sus criados, sus amigos y los extranjeros a su servicio quisieron salvarlo, pero él se lo impidió con amenazas y dejó que lo mataran», relata Zósimo.

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la batalla de fiesole

En el año 406, tras cruzar el Danubio al mando de un ejército de vándalos y alanos, Radagaiso se enfrentó cerca de Florencia a las tropas del Imperio romano que Estilicón había reunido.

La visión de Vasari

La visión de Vasari

La visión de Vasari

Entre 1563 y 1565, el artista representó la batalla de Fiesole en este fresco que decora la Galería de los Quinientos en el palacio Vecchio de Florencia.

Fine Art / Album

Los cronistas romanos afirmaban que Radagaiso invadió el Imperio al frente de un inmenso ejército de 200.000 hombres, cifra sin duda exagerada. Se dirigió a Italia y puso sitio a la ciudad de Florencia, que contaba con una exigua fuerza defensiva bajo la autoridad del obispo Ambrosio. Estilicón reunió a un importante contingente con el que logró forzar a los invasores a levantar el sitio y retirarse a las colinas de Fiesole, unos kilómetros al norte de Florencia. Allí, Radagaiso y sus hombres quedaron bloqueados, privados de provisiones. El jefe bárbaro se rindió y, pese a su linaje real, fue decapitado casi de inmediato. Muchos germanos que no murieron en la refriega fueron vendidos como esclavos a una pieza de oro por cabeza. Estilicón informó de su triunfo al emperador y al Senado, y recibió por segunda vez el título de Libertador de Italia. Sin embargo, fue un éxito pasajero: apenas unos meses más tarde, varios pueblos germanos, huyendo de la presión de los hunos, como Radagaiso, rompieron la frontera del Imperio en el Rin.

 

Pátera del Tesoro de Pietroasele

Pátera del Tesoro de Pietroasele

Pátera del Tesoro de Pietroasele, en Rumanía. Museo Nacional de Historia, Bucarest.

DEA / Scala, Firenze

Este artículo pertenece al número 235 de la revista Historia National Geographic.