En la primavera de 1860, Robert Murdoch Smith, un teniente del ejército británico de servicio en Malta, concibió el proyecto de un viaje de exploración arqueológica por el norte de África. Convenció a un compañero, el también teniente Edwin Augustus Porcher, de que se le uniera en la aventura. A lo largo de sus carreras, ambos habían sido testigos de numerosos descubrimientos arqueológicos que habían tenido un eco sin precedentes en Inglaterra, por lo que también querían probar suerte en este campo. Quizá podrían exponer en Londres espléndidos tesoros de la Antigüedad hallados en su expedición.
Como destino, Smith y Porcher eligieron la costa de Libia, un territorio aún poco explorado por los europeos. En el siglo VII a.C., los colonos griegos habían fundado allí Cirene, que se convirtió en uno de los centros urbanos más importantes de la región. Tras un gran terremoto en el año 365 d.C., la ciudad quedó prácticamente en ruinas, y desde entonces fue frecuentada tan solo por nómadas y algunos habitantes locales. Pese a ello, podían verse sus monumentales necrópolis y los sugerentes restos de antiguos templos.
En las primeras décadas del siglo XIX, diversos viajeros europeos la visitaron y reflejaron sus impresiones en sugerentes crónicas y grabados. Entre ellos se contaron los hermanos Frederick y Henry Beechey (1821) y James Hamilton (1851). El coronel Herman, cónsul británico en Libia, visitó el lugar en 1849 y escribió una descripción completa de la ciudad que aguzó la curiosidad de Smith y Porcher.
Cronología
La ciudad de Apolo
365 d.C.
Un gran terremoto destruye Cirene, que queda en ruinas y condenada al abandono.
1860
Robert M. Smith y Edwin A. Porcher comienzan a excavar en la antigua ciudad.
I-1861
Salen a la luz el templo de Apolo y una estatua fragmentada del dios.
VI-1861
Los fragmentos de la estatua de Apolo se envían a Londres y son reensamblados.
Empieza la expedición
Tras pedir los permisos necesarios de las autoridades turcas, pues entonces Libia formaba parte del Imperio otomano, Smith y Porcher partieron de Malta y llegaron a Cirene el 23 de diciembre de 1860. Cuando exploraron las monumentales necrópolis que rodean la ciudad constataron que gran parte de las tumbas habían sido saqueadas. Por ello decidieron utilizar las cámaras funerarias como lugar de reposo y campamento, y trasladaron su exploración al área urbana de Cirene. Allí había columnas, restos de poderosos muros, un teatro, fuentes y podios que hacían intuir el pasado glorioso de la ciudad abandonada y engullida por la naturaleza.
Tras realizar sondeos en diversos puntos, el 31 de enero de 1861 comenzaron los trabajos de excavación en una zona que hoy se conoce como área de los santuarios. Allí localizaron una fuente monumental y los restos de un edificio que originalmente tuvo notables dimensiones. Dos inscripciones dedicadas a Apolo encontradas en las inmediaciones les llevaron a considerar que se trataba de un templo dedicado a esta divinidad. Los restos estaban limitados por campos de cultivo que la población musulmana de la zona deseaba preservar, lo que impedía una excavación completa del recinto.
El trabajo se hizo por partes, y la tierra que se extraía se depositó en zonas previamente desenterradas. Smith y Porcher hallaron muros y pavimentos superpuestos que indicaban que los espacios habían sido reutilizados a lo largo de la Antigüedad. En el estrato más antiguo localizaron parte de la pavimentación original, columnas y restos de materiales destinados a la cubierta del templo.
El tesoro artístico que ansiaban encontrar apareció en el interior de la cella, el espacio más sagrado del antiguo templo de Apolo. El primer hallazgo fue una estatuilla femenina con finas vestimentas. Más tarde encontrarían una estatua del emperador Adriano, un busto de la diosa Minerva y otro de Cneo Cornelio Léntulo Marcelino, primer pretor romano de Cirene, así como estatuillas en pequeño formato, como las de Júpiter Amón, la ninfa Cirene con un león, y una cazadora, tal vez la diosa Diana. Las piezas debieron de adornar el templo en la Antigüedad y quedaron enterradas seguramente como consecuencia del terremoto que arrasó Cirene en el año 365.
¿Esculapio o Apolo?
Una de las piezas halladas destacaba sobre las demás. Desplomada sobre el suelo, cerca de un gran basamento donde una vez estuvo expuesta, apareció una gran estatua de una divinidad antigua, rota en tres partes grandes, que correspondían al cuerpo, y en decenas de fragmentos que evocaban pliegues del ropaje, una cítara, una serpiente y el tronco de un árbol. Inicialmente, Smith pensó que se trataba de una representación de Esculapio, el dios de la medicina. «No hay inscripción, pero se trata de Esculapio debido a la presencia de una serpiente [símbolo de este dios] enroscada en el tronco de un árbol», escribió en una carta, y supuso que el templo estaba dedicado a esta deidad. El estudio completo de la pieza, una vez trasladada a Londres, demostró que se trataba de una imagen de Apolo y confirmó la intuición inicial de Smith y Porcher de que el templo estaba dedicado a ese dios.
En el suelo del templo apareció una gran estatua de una divinidad, rota en tres partes
Un conflicto con los trabajadores por su paga obligó a volver a enterrar los restos de la estatua de Apolo de manera provisional hasta que llegaron nuevos operarios. Luego, con la ayuda de un camello y de tres hombres se trasladaron los fragmentos a la tumba de la necrópolis donde se alojaban Smith y Porcher. Allí, a modo de almacén, los exploradores habían ido depositando los demás restos de la escultura encontrados los días anteriores.
La excavación se dio por terminada el 20 de abril, cuando los trabajadores se marcharon para atender la cosecha de sus campos. Llegó entonces el momento de embalar en cajas todas las piezas y los fragmentos para trasladarlos a Inglaterra. La gran cantidad de objetos recuperados obligó a Smith y Porcher a hacer una selección; algunas estatuas tuvieron que quedarse in situ debido a su peso, entre ellas la del emperador Adriano.
Viaje de los mármoles
El 29 de mayo, una comitiva con camellos y dos carruajes transportó la preciada carga hasta el puerto en el que esperaba el navío británico Assurance. A su llegada a Londres, el Apolo de Cirene fue sometido a una meticulosa restauración, que permitió ensamblar los tres fragmentos principales y otros 118 más pequeños. Cabe señalar que este gran número de fragmentos indica que la estatua no había sido destruida intencionadamente por saqueadores, sino que se había hecho pedazos al caerse de su pedestal, seguramente en el terremoto de 365.
Gracias a este trabajo, hoy podemos contemplar una estatua de dimensiones
imponentes (2,29 metros de altura) y de gran calidad artística, realizada en el siglo II d.C. a partir de un original helenístico de entre los años 200-150 a.C. Muestra a Apolo como dios de la música, sosteniendo una lira que, a su vez, descansa sobre el tronco de un árbol, al tiempo que aplasta con su pie a la serpiente Pitón. Una obra que es uno de los tesoros más preciados del Museo Británico de Londres.
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Antiguas tumbas de Cirene
Antiguas tumbas de Cirene en un grabado de 1860.
AGE Fotostock
Tumbas expoliadas
Los colonos de Cirene aprovecharon las laderas de los montes para excavar en ellas cámaras funerarias, a las que añadieron fachadas monumentales de estilo griego, con columnas, entablamentos y frontones. Los ajuares funerarios depositados en las cámaras fueron saqueados a lo largo del tiempo.
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Esculturas de Cirene
En el santuario de Apolo y en otros templos de Cirene se han recuperado numerosas esculturas como las que se muestran aquí.

Isis
Estatua que representa a la diosa egipcia Isis, hallada en su templo en Cirene.
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Acrótera
Acrótera decorada con rostro de Gorgona, del templo de Apolo.
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Cabeza de un rey ptolemaico
Cabeza de un rey ptolemaico descubierta en el templo de Apolo.
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León del templo de Apolo
Uno de los leones en pie que decoraban la exedra ante el templo de Apolo.
AGE Fotostock
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Santuario de Apolo
El templo de Apolo se hallaba en un recinto sagrado separado del término urbano.
El recinto sagrado (témenos) de Apolo en Cirene estaba rodeado por una muralla. En su interior se alzaba el edificio de culto destinado al dios Apolo bajo la advocación de Apolo Pítico, patrón de las empresas coloniales como la que llevó a cabo Bato al colonizar Cirene. A su lado se levantaba un santuario de tamaño mucho menor dedicado a su hermana Ártemis, la diosa virgen y cazadora. Delante del templo de Apolo se construyó un gran y macizo altar sagrado donde tenían lugar sacrificios de animales durante las fiestas que se celebraban en honor a este dios. Asimismo, en la esquina sudoriental del templo de Apolo se abría una exedra semicircular, en la que se alzaba una columna cónica (meta) sobre una base de acanto, con dos estatuas de leones en pie en sus extremos.
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El dios Apolo y la ninfa Cirene
Apolo, dios oracular, asociado a la luz y la armonía, protector de la música y de la medicina, participó directamente en la fundación de Cirene. Se contaba que los habitantes de Tera (la actual Santorini, una de las islas Cícladas), preocupados por las dificultades por las que estaba atravesando su pueblo, acudieron a pedir consejo al dios en su oráculo de Delfos. Apolo les ordenó entonces peregrinar al norte de Libia y fundar allí una ciudad.
Según un mito, el nombre de Cirene procede de una ninfa tesalia llamada así, hija del rey lapita Hipseo, que vivía en los bosques del monte Pelión. Su carácter libre y salvaje llamó la atención del dios Apolo, que se enamoró de ella. Apolo raptó a la ninfa en un carro de oro, la llevó a Libia y allí le otorgó el dominio de la tierra que recibiría su nombre: Cirene.
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Militares italianos en las ruinas de Cirene
Militares italianos en las ruinas de Cirene. Fotografía tomada entre 1911 y 1915.
DEA / Scala, Firenze
Italianos en Cirene
En 1911,Libia se convirtió en una colonia de Italia, pese a la fuerte oposición de la población local. Las autoridades italianas impulsaron las excavaciones arqueológicas en su nuevo dominio, particularmente en Cirene, donde se excavó el santuario de Apolo, el ágora, el templo de Zeus, algunos edificios de la acrópolis y las necrópolis. Los trabajos siguieron los criterios científicos más avanzados y se acompañaron de la restauración de muchas construcciones, lo que aumentó el atractivo del yacimiento. Tras la segunda guerra mundial, y con Libia independiente desde 1951, trabajaron en Cirene varios equipos británicos, así como una nueva misión italiana, que, entre otras cosas, restauró el templo de Zeus.
Este artículo pertenece al número 234 de la revista Historia National Geographic.