Hoy es el museo más concurrido del mundo, con 9,6 millones de visitantes en 2019. La pirámide de cristal diseñada por el arquitecto sinoestadounidense Ieoh Ming Pei en 1989, bajo la presidencia de François Mitterrand, se ha convertido en la icónica puerta de entrada a una colección artística sin igual. Pero el Louvre no fue siempre un museo. Su historia empezó hace ochocientos años, como un simple torreón defensivo, para convertirse luego en una residencia real. Fue en el siglo XVI cuando los reyes de Francia emprendieron la gran transformación que hizo del Louvre un símbolo del poder de la monarquía francesa.
Cronología
Castillo, palacio, museo
Siglo XII
Felipe II Augusto construye la fortaleza del Louvre, para proteger París de un ataque inglés desde Normandía (hoy en día sus cimientos se ven en el Museo).
Siglo XIV
Tras ampliar las murallas de París, Carlos V acondiciona la fortaleza del Louvre, situada ahora intramuros, como residencia real, creando nuevos aposentos.
Siglo XVI
Francisco I inicia la reconstrucción del Louvre y para ello llama al arquitecto Pierre Lescot. Los trabajos siguen con Enrique II; con él y sus hijos, el Louvre deviene residencia real.
Siglo XVII
Enrique IV inicia su Gran Diseño para eliminar los restos de la fortaleza medieval. Bajo Luis XIII se construyen diversas alas, y su sucesor, Luis XIV, erige la Columnata de Perrault.
Siglo XIX
Abierto al público como museo desde 1793, el Louvre adquiere su forma actual con Napoleón III, que culmina la integración con el vecino palacio de
las Tullerías.
Reconstruido en estilo renacentista, decorado por los mejores escultores y pintores, conectado con el vecino palacio de las Tullerías por una majestuosa galería, el Louvre se erigió en el principal palacio de los reyes Valois (1328-1589) y Borbones (1589-1792), pese a lo cual pocos de ellos residieron de forma habitual en aquel espléndido recinto. Bajo Luis XIV, Versalles, a unos veinte kilómetros al suroeste de París, se convirtió en el palacio real por antonomasia y el Louvre quedó prácticamente abandonado, disponible, ahora sí, para transformarse en un museo de arte, como ocurrió a partir de 1793.
De fortaleza a palacio
Cuando el rey Felipe Augusto mandó erigir el primer Louvre, hacia 1190, pretendía demostrar el poder militar de la monarquía. Situada fuera de las murallas de París, recién construidas, esta fortaleza de modesto tamaño afirmaba el poder protector del soberano hacia el oeste, de donde venía la amenaza de los ingleses, dueños entonces de Normandía. Formado por un donjon –un gran torreón circular de 30 metros de altura–, el Louvre era un símbolo del poder feudal del soberano sobre los señores del reino. Todas las actas expedidas por el monarca en su condición de señor feudal estaban firmadas «en la gran torre del Louvre». En cambio, la fortaleza no servía de residencia real; el poder político, judicial y sagrado de los reyes se situaba en el palacio de la Cité, junto a la catedral de Notre Dame.

Felipe II Augusto. Miniatura del siglo XIV. Biblioteca Británica, Londres.
Foto: British Library / AKG / Album
Todo cambió en el siglo XIV. La nueva muralla de París iniciada por Carlos V en 1356 dejó al Louvre en el interior de la ciudad. Desaparecida su función militar, el castillo se convirtió en un palacio, lo que obligó a realizar importantes obras para hacerlo habitable. Se conservó la gran torre central, pero convertida en un elemento puramente simbólico, y los edificios a su alrededor se ampliaron, añadiendo ventanas más grandes para hacerlos más soleados y colocando tejados provistos de remates dorados. Sin embargo, los reyes no pasaron mucho tiempo en el Louvre. En los siglos XV y XVI preferían sus palacios a orillas del río Loira, como los de Blois y Amboise, y cuando iban a París se alojaban en hôtels como los de Tournelles o Saint-Paul, espléndidas mansiones urbanas.

El rey sabio de Francia. Carlos V ha pasado a la historia como un rey culto y sabio. Fundó la primera biblioteca real y la instaló en el Louvre. Estatua del palacio de Versalles.
Foto: Gérard Blot / RMN-Grand Palais
Fue Francisco I (1515-1547) quien volvió a cambiar el destino del Louvre. Gran monarca del Renacimiento, el rey comprendió la necesidad de asegurarse el apoyo de su «gran ciudad», en particular al volver en 1526 de su cautiverio en España tras el desastre de la batalla de Pavía. El estallido de las primeras manifestaciones de la Reforma protestante en Francia hacía también importante asegurarse la fidelidad de París, y para ello nada mejor que instalarse en la ciudad, aprovechando el palacio del Louvre.

El Louvre, castillo medieval. Esta miniatura de Las muy ricas horas del duque de Berry muestra a campesinos trabajando y, en la orilla opuesta del Sena, la muralla de París y el Louvre tal y como eran en el siglo XV.
Foto: Josse / Scala, Firenze
Reconstrucciones sucesivas
A pesar de las reformas, el Louvre seguía siendo una residencia medieval estrecha e incómoda, y en 1546, un año antes de su muerte, Francisco I puso en marcha un proyecto de reconstrucción del edificio. Inicialmente, las obras se centraron en el ala oeste del castillo. El encargado de dirigirlas fue Pierre Lescot, un arquitecto y humanista que quiso demostrar que los franceses eran tan capaces como los italianos de producir una arquitectura inspirada directamente en la Antigüedad, pero exaltando, a la vez, el genio nacional francés. Esta nueva ala estaba pensada para que el soberano pudiera exhibir su poder en las ceremonias de corte. El sucesor de Francisco I, su hijo Enrique II (1547-1559), acentuó aún más esta función: hizo colocar al norte del ala –y no en el centro– una gran escalera ceremonial, lo que permitió que hubiera dos salas de grandes dimensiones superpuestas. La inferior es la actual sala de las Cariátides, uno de los principales espacios del Museo del Louvre.

La sala de las cariátides. Esta estancia, construida por el arquitecto Pierre Lescot en 1546, debe su nombre a las esculturas que decoran uno de sus extremos.
Foto: Paul Maurer / RMN-Grand Palais
Los aposentos del rey se situaron en un pabellón elevado en el ángulo suroeste del edificio. La cuidada decoración de las estancias servía para realzar la majestuosidad real. Enrique II también inició la reconstrucción del ala sur, que destaca por la decoración escultórica obra de Jean Goujon, que glorifica a la vez al rey y a Francia con imágenes de los dioses romanos Baco y Ceres, la Historia y la Victoria, la Guerra y el Comercio, y los matemáticos griegos Arquímedes y Euclides.
En 1546, Francisco I puso en marcha la reconstrucción del Louvre para convertirlo en un palacio renacentista
Sin embargo, al final del reinado de Enrique II, el Louvre todavía presentaba un aspecto irregular, pues dos de las cuatro alas seguían siendo las del castillo medieval, con la corte enclaustrada en un palacio más pequeño que muchas otras residencias reales francesas. Fue esto lo que llevó a Catalina de Médicis, viuda de Enrique II y madre de los tres reyes siguientes –Francisco II, Carlos IX y Enrique III–, a construir, a unos cientos de metros del Louvre, ya fuera de las murallas, un palacio de nueva planta, regular y homogéneo: las Tullerías.
Entretanto, en el Louvre las obras avanzaban poco, lo que no impidió que el palacio se convirtiera en escenario de sucesos dramáticos de la historia de Francia. Así sucedió en 1571, durante la jornada de San Bartolomé, el terrible alzamiento de los católicos de París contra los hugonotes (protestantes), que fueron masacrados incluso dentro del palacio.

La reina Catalina de Médicis observa a los hugonotes masacrados en 1571 frente a una de las puertas del Louvre. Museo de Bellas Artes, Lausana.
Foto: AKG / Album
Llegan los Borbones
Bajo Enrique III, la corte francesa pasó a regirse por una etiqueta bien reglamentada. Siguiendo la rutina de las recepciones, comidas, fiestas y bailes reales, el Louvre se convirtió en un microcosmos donde todo giraba en torno al soberano, y con la llegada al poder del primer rey Borbón, Enrique IV (1589-1610), se reforzó el papel del Louvre como residencia real.
Originario del Béarn, en el sur de Francia, y educado como protestante, Enrique sólo fue aceptado como rey en París tras su conversión al catolicismo (según la frase famosa «París bien vale una misa»). El nuevo monarca entendió que para garantizarse la fidelidad de los parisinos debía vivir entre ellos, en su palacio del Louvre. Al mismo tiempo, Enrique conocía la importancia de la arquitectura para manifestar el poder de la monarquía. Si el Louvre iba a ser su residencia debía transmitir la grandeza y fastuosidad de una dinastía que se disputaba el dominio de Europa con España.
El rey concibió así el llamado «gran diseño» (grand dessin) del Louvre. El primer elemento del programa era unir el Louvre con el palacio de las Tullerías mediante una Gran Galería de 450 metros de longitud. Los arquitectos Métezeau y Androuet du Cerceau dirigieron el proyecto. El rey también quería un nuevo tipo de decoración monumental en el palacio. En el piso superior de la Pequeña Galería –la edificación que unía la Gran Galería y el Louvre propiamente dicho– encargó una decoración que incluía los retratos de los principales reyes de Francia, legitimando así la presencia del primer Borbón en el linaje real.
Otro aspecto del gran diseño de Enrique IV era la ampliación del Louvre mismo, algo que el monarca no pudo llevar a cabo pues fue asesinado en 1610 por Ravaillac, un exaltado católico (Enrique IV, trasladado moribundo al Louvre, fue el único rey francés que murió en el palacio). Sería su hijo y sucesor, Luis XIII, el encargado de realizar la ampliación. En 1624 encargó al arquitecto Jacques Lemercier que duplicara el ala oeste ampliándola hacia el norte, lo que significó cuadruplicar el tamaño de la la cour carrée, el patio cuadrado.

El patio cuadrado. El ala oeste del Louvre se compone de la sección construida por Lescot en el siglo XVI (a la izquierda) y del Pabellón del Reloj y la sección derecha, edificados por Lemercier en el siglo XVII.
Foto: René Mattes / Gtres
El primer palacio del absolutismo
A la muerte de Luis XIII, la obra no estaba terminada; fue su hijo Luis XIV (1643-1715), el Rey Sol, quien completó la empresa. El Louvre fue el primer palacio del absolutismo. Para Colbert, el todopoderoso ministro de finanzas, la finalización del Louvre era una prioridad: situado en la mayor ciudad de Europa, el mayor palacio del continente sería la expresión de la gloria del soberano.
Para Colbert, ministro de finanzas de Luis XIV, el Louvre debía expresar la gloria del soberano
Todo se hizo para que el Louvre fuera un palacio modelo. Le Vau continuó las obras del ala norte. La sección más importante era la nueva ala este, orientada a la ciudad, que debía albergar los aposentos reales. A partir de 1665, destacados arquitectos italianos se ocuparon del diseño, en primer lugar Carlo Rainaldi y Pedro de Cortona, y después el romano Bernini, que en ese momento estaba en la cima de su fama tras haber dirigido las obras en San Pedro de Roma. Bernini propuso una fachada grandiosa, con un patio circular en el centro, rematado por una enorme corona en forma de flor de lis. Pero el proyecto no colmaba las exigencias de Colbert y su deseo de exaltar el genio nacional francés. Para no enfadar a Bernini, se colocó la primera piedra, pero no le siguió ninguna otra.

El proyecto de Bernini. En 1665, el arquitecto italiano Bernini presentó un atrevido proyecto para el ala este del palacio del Louvre, pero las autoridades francesas lo desestimaron por considerarlo demasiado barroco.
Foto: Bridgeman / ACI
La responsabilidad de todo el programa de ampliación y reforma del Louvre pasó a un «pequeño consejo» formado por tres artistas: Louis Le Vau, Claude Perrault y Charles Le Brun. Su elección para el ala este recayó en un proyecto de carácter muy distinto al de Bernini: la columnata proyectada por Claude Perrault. Construida entre 1667 y 1674, su regularidad y el papel de sus columnas gemelas exaltan la potencia y el rigor del genio francés. Por otra parte, la sala del piso superior de la Pequeña Galería se decoró con un suntuoso conjunto de pinturas, obra de Charles Le Brun, que giraban en torno a la imagen del dios Apolo, trasunto del monarca. Salta a la vista su semejanza con la Galería de los Espejos del palacio de Versalles.

La galería de Apolo. Tras un incendio, Luis XIV, el Rey Sol, ordenó reconstruir el primer piso de la Pequeña Galería del Louvre con un nuevo salón espléndidamente decorado con pinturas de Charles Le Brun. Su diseño serviría de modelo para el Salón de los Espejos del palacio de Versalles.
Foto: Bertrand Rieger / Gtres
De palacio a museo
En los inicios del reinado de Luis XIV, el Louvre parecía un Versalles en ciernes. La diferencia radica en que el palacio parisino, cercado por casas y sin jardín, no permitía al rey organizar su espacio libremente. Por ello, Luis XIV seguía frecuentando palacios campestres como el de Saint-Germain-en-Laye, hasta que descubrió Versalles y empezó a construir allí un palacio grandioso sin limitaciones de ninguna clase. Desde 1666, el rey no ocupó el Louvre, y en 1678 se había instalado ya en Versalles, que cuatro años después se convertiría oficialmente en la sede de la autoridad real. En cambio, el Louvre fue abandonado progresivamente por falta de dinero: las alas norte y este permanecieron sin techar hasta la época de Napoleón.
El abandono por parte de los reyes permitió al Louvre conquistar una nueva función: la de museo. Desde 1611, los artistas al servicio del rey se alojaban en las zonas inferiores de la Gran Galería. Después de 1678, invadieron todos los espacios vacíos, transformando las áreas inacabadas del palacio en alojamientos improvisados. A partir de 1672, el rey creó varias academias en el Louvre. Allí, la Academia Francesa, la Academia de Pintura y Escultura y la Academia de Arquitectura debatían y exhibían sus mejores obras. Desde 1673, la Academia de Pintura y Escultura organizó exposiciones artísticas que en el siglo XVIII se celebraban en el Salón Cuadrado del Louvre; de ahí el término «salón» como sinónimo de exposición que sigue usándose hoy.

La columnata del Louvre. Construida entre 1667 y 1674, la fachada oriental del palacio del Louvre fue diseñada por el arquitecto Claude Perrault a partir de proyectos anteriores de Charles Le Brun y Louis Le Vau. Mide 183 m de longitud.
Foto: Arnaud Chicurel / Gtres
La idea de convertir el palacio en un museo surgió en el Siglo de las Luces. Luis XVI encargó a Hubert Robert esta tarea, que se llevó a cabo durante la Revolución, con la inauguración del museo el 18 de noviembre de 1793. Durante la semana estaba reservado a los artistas, pero los sábados y domingos estaba abierto a todos los ciudadanos. El museo representaba la idea de que la República podía concentrar en un solo lugar lo mejor del arte, no sólo de una nación, sino también universal, un enfoque único en Europa.
El «Gran Diseño» de Enrique IV fue completado por el emperador Napoleón III a mediados del siglo XIX, cuando ordenó arrasar el barrio al oeste del Louvre para crear una gran explanada hasta las Tullerías. En 1871, la Comuna destruyó este último palacio, símbolo del despotismo real. El Museo, en cambio, subsistió como el palacio de la Nación, depositario de un patrimonio artístico que el Estado francés iba a preservar.

La imagen muestra el amplio recinto del Louvre tal como se completó en época de Napoleón III. Hacia el oeste se prolonga por los jardines de las Tullerías, que toman su nombre del palacio que había en ellos.
Foto: Nisian Hughes / Getty Images
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Marcha al oeste
En torno al año 1600, Enrique IV ordenó conectar el Louvre con un nuevo palacio situado extramuros, las Tullerías, mediante la Gran Galería. Así comenzó un proceso de expansión del Louvre hacia el oeste, siguiendo el curso del Sena, que duraría prácticamente hasta las obras impulsadas por Mitterrand en la década de 1980. En el siglo XIX, ese espacio quedó totalmente despejado de casas y también del palacio de las Tullerías, destruido por la Comuna en 1871, creando una gran perspectiva a lo largo de los jardines de las Tullerías.
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El Louvre, de fortaleza a palacio real
En los siglos XVI y XVII, el antiguo baluarte de París se convirtió en una residencia palaciega que admiraba a los visitantes.
- El castillo medieval (siglo XIV)
De la antigua fortaleza del siglo XII, el rey Carlos V conserva los elementos principales, como la torre del homenaje y la entrada principal por el este. Adosados a los muros-cortina se construyen los aposentos destinados al rey y su corte. La muralla de la ciudad se extiende hacia el sur y protege así la fortaleza que se ha convertido en palacio.
El palacio renacentista (siglo XVI)
Los trabajos iniciados por Francisco I en 1546 tienen como resultado la reconstrucción en estilo renacentista de las alas oeste y sur, mientras que las otras dos alas medievales quedan como estaban. Los aposentos reales se sitúan en un nuevo pabellón, del que parte hacia el Sena una galería que más tarde se denominará Pequeña Galería. Entre el ala sur y la muralla a orillas del Sena se habilita un pequeño jardín.
- El «gran diseño» (hacia 1640)
Enrique IV decide unir el Louvre y el nuevo palacio de las Tullerías, aún en construcción, a través de una Gran Galería, o galería «a la orilla del agua». Sin embargo, detrás de la Gran Galería, el espacio entre los dos palacios está ocupado por casas, iglesias y terrenos de cultivo. Bajo Luis XIII la ampliación del Louvre comienza con la duplicación del ala oeste, en cuyo centro se erige el Pabellón del Reloj.
- El patio cuadrado (hacia 1675)
Bajo Luis XIV se completa la ampliación del recinto del Louvre; su superficie se cuadruplica al doblar la extensión de cada ala. En el ala este se construye una fachada monumental, la Columnata, obra de Claude Perrault. Sin embargo, la perspectiva queda deslucida por las casas que se alzan justo enfrente. Aunque el dibujo no lo refleje, en medio del patio cuadrado también había casas.
Este artículo pertenece al número 214 de la revista Historia National Geographic.