Editorial del Número 237 de Historia National Geographic

Portada HNG 1

Portada HNG 1

Hemos cumplido veinte años! Estamos contentos, orgullosos y agradecidos. Contentos porque cuando empezamos esta aventura no podíamos imaginar que dos décadas después seguiríamos encontrándonos con nuestros lectores todos los meses, y que –por si eso fuera poco– Historia National Geographic contaría con ediciones en Italia, Francia, Países Bajos, Alemania… y Estados Unidos. Tampoco imaginábamos que íbamos a romper el techo de cristal de las publicaciones culturales y que –según el último Estudio General de Medios (EGM)– superaríamos el millón de lectores mensuales en España. Este reconocimiento dentro y fuera de nuestro país nos hace sentir orgullosos de nuestra labor. Y no podemos menos que estar agradecidos a todas las personas que nos leen, porque con ello hacen posible nuestro trabajo y le dan sentido. Me gusta pensar que ese rectángulo amarillo que aparece en nuestra portada y en la de todas las publicaciones de National Geographic Society es mucho más que una marca: es el símbolo de unos valores. No somos, desde luego, la Comunidad del Anillo que va a salvar la Tierra Media que imaginó Tolkien, pero creo que sí puedo decir que todos nosotros –lectores, autores y miembros de la redacción– somos la comunidad del marco amarillo; una comunidad que, ante todo, cree en la importancia del conocimiento. De ahí, por ejemplo, que en este número tan especial colaboren los arqueólogos que excavan el ejército de terracota de Xi’an o publiquemos las ilustraciones de Studio Inklink Musei, que reconstruyen el aspecto de los Foros Imperiales romanos a partir de las investigaciones más recientes. Permítanme que les diga que es un honor y un placer encontrarnos de nuevo –y con la misma ilusión de hace dos décadas– en estas páginas, que son y serán siempre las suyas.

Este artículo pertenece al número 237 de la revista Historia National Geographic.