Editorial del Número 221 de Historia National Geographic

El joven Ned Parfett reparte los periódicos que anuncian la magnitud de la catástrofe el 16 de abril de 1912 en Londres.

El joven Ned Parfett reparte los periódicos que anuncian la magnitud de la catástrofe el 16 de abril de 1912 en Londres.

Foto: Look and Learn / Bridgeman / ACI

La sala de máquinas está inundada hasta las calderas». Éste fue el mensaje que el transatlántico Carpathia recibió poco antes de las dos de la madrugada del 15 de abril de 1912, hace exactamente 110 años. Provenía del Titanic y fue uno de los últimos que se emitieron desde aquel inmenso transatlántico antes de que se lo tragaran las gélidas aguas del Atlántico Norte, después de chocar contra un iceberg. Aunque el Carpathia se hallaba tan sólo a 53 millas del Titanic (unos 90 kilómetros), también estaba rodeado por icebergs y hasta las cuatro de la madrugada no alcanzó los botes salvavidas de los náufragos. Su tripulación recogió a unos setecientos supervivientes, y cuando terminó el rescate se celebró a bordo un breve funeral por las víctimas antes de poner rumbo a Nueva York. En el peor accidente de la historia marítima transatlántica fallecieron mil quinientas personas, pero en la muerte, como en la vida, también hay clases; en este caso literalmente. De los pasajeros de primera clase sobrevivieron casi todas las mujeres y menos de un tercio de los hombres; de quienes iban en tercera clase salvaron la vida menos de la mitad de las mujeres y sólo uno de cada siete hombres. En cuanto a los niños, sobrevivieron todos los que iban en primera y segunda clase menos uno; en cambio, murieron dos de cada tres niños de tercera clase. Ésta fue la otra dimensión de la tragedia. No es extraño que el diario socialista Daily Herald, de Londres, publicase un punzante editorial titulado Slaughter of the Steerage («Matanza de la tercera clase»), en el que se preguntaba: «¿Fueron tratados los pasajeros de tercera como animales salvajes a los que mantener abajo?». Así lo mostró la oscarizada película de James Cameron, Titanic (1997). Pero la verdad de lo sucedido aquella noche nunca se sabrá.

Este artículo pertenece al número 221 de la revista Historia National Geographic.