De joven rebelde a héroe

Duguay-Trouin, corsario de confianza de Luis XIV

A finales del siglo XVII, un marino de Saint-Malo puso en jaque a las Armadas inglesa y holandesa con ataques fulminantes contra navíos mercantes en busca de botín

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Retrato de René Duguay-Trouin por Antoine Graincourt. Siglo XVIII.

Gérard Blot / RMN-Grand Palais

En el siglo XVII, la ciudad bretona de Saint-Malo, en la costa del canal de la Mancha, se transformó en uno de los principales puertos de Francia. Sus barcos pesqueros llegaban hasta Terranova y su flota mercante comerciaba con la América española, Inglaterra y el Báltico. Pero no todos los navegantes de Saint-Malo eran pacíficos comerciantes. Muchos eran corsarios que se dedicaban a capturar navíos en alta mar en busca de botín. 

 

Cronología

Del canal de la Mancha a Brasil

1673

René Duguay-Trouin ve la luz en Saint-Malo. Su padre es armador y su madre desciende de una familia de navegantes.

1689

Durante la guerra de los Nueve Años, Duguay-Trouin inicia su carrera de corsario atacando navíos ingleses y holandeses.

1709 

Luis XIV le otorga la nobleza por haber capturado más de 300 navíos mercantes y de guerra enemigos.

1711

Duguay-Trouin comanda una expedición para capturar y saquear Río de Janeiro.

1736

Tras una expedición contra el bey de Túnez, René Duguay-Trouin fallece en París.

 

A diferencia de los piratas, la actuación de estos corsarios estaba regulada por la ley. El rey de Francia les autorizaba a atacar las flotas enemigas en tiempo de guerra mediante un permiso o «patente de corso» que incluía el nombre de la embarcación, el del capitán y el número de tripulantes y de cañones a bordo. Tras cada acción, el botín se repartía entre el rey, los armadores y la tripulación según porcentajes predeterminados. El oficio de corsario, pues, era una profesión a todos los efectos, hasta el punto de que muchas familias bretonas la transmitieron de generación en generación y construyeron así importantes fortunas. 

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René Duguay-Trouin fue uno de los corsarios más célebres de Saint-Malo. Nacido en 1673 en el seno de una familia de armadores malvinos, su padre, Luc Trouin de La Barbinais, lo había destinado a la carrera eclesiástica y lo envió a estudiar a Rennes, pero al poco tiempo el joven fue expulsado del seminario por su arrogancia y por sus aventuras amorosas. Marchó luego a estudiar en Caen, pero frecuentaba más los cabarets y salas de juego que las aulas. Su afición por los duelos a espada le creó problemas con las autoridades, por lo que huyó a París. Allí encontró a su hermano mayor y decidió regresar a Saint-Malo. 

 

Luis XIV

Luis XIV

Luis XIV. Medalla por Charles Chéron. Siglo XVII.

Fine ART / Album

En 1689, con apenas 16 años, se embarcó como voluntario en una fragata corsaria de 18 cañones. El primer abordaje en el que participó fue dramático: «Nuestro contramaestre, a cuyo lado me encontraba, quiso ser el primero en saltar. Por desgracia cayó entre los dos barcos, los cuales chocaron entre sí en ese mismo instante y aplastaron ante mis ojos todos sus miembros, desparramando una parte de su cerebro por mi vestido», escribió en sus memorias. 

Este bautismo de fuego no lo arredró. Al año siguiente se embarcó de nuevo como voluntario en una fragata de 28 cañones fletada por su tío. Cuando encontraron un convoy de 15 barcos ingleses fue el primero en lanzarse al abordaje de la nave capitana y logró capturar a su comandante tras herirlo con el sable.

Luis XIV recurrió a los corsarios para hostigar a Inglaterra y Holanda

Esas demostraciones de valor convencieron a su familia para entregarle el año siguiente el mando de una fragata de 18 cañones. Desde entonces su carrera como corsario no se detuvo. En esos años Francia libraba contra Inglaterra y los Países Bajos la guerra de los Nueve Años (1688-1697). Las Armadas inglesa y holandesa pronto demostraron su superioridad frente a la francesa, lo que llevó a Luis XIV, el Rey Sol, a recurrir cada vez más a los ataques corsarios. Eran las circunstancias perfectas para un joven adinerado y aventurero como René de Duguay-Trouin, que no tardó en destacar por su participación en innumerables asaltos a barcos enemigos. 

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Así, en 1692 descubrió frente a la costa de Inglaterra 30 navíos mercantes ingleses escoltados por dos fragatas de guerra de 16 cañones cada una.En sus memorias, Duguay explica que, con su fragata de 19 cañones, «los combatí solo y me adueñé de las dos fragatas de guerra inglesas tras una hora de combate bastante vivo». En la acción capturaron doce de los navíos mercantes ingleses, que condujeron hasta un puerto de Bretaña para repartirse la carga. 

En 1694, el joven Duguay se encontraba al mando de la fragata real La Diligente. Durante un asalto a un barco inglés fue herido en una pierna y capturado. Trasladado a Plymouth, fue sometido a una dura prisión cuando los ingleses se enteraron de que en una ocasión anterior Duguay los había atacado enarbolando el pabellón inglés, pero poco después Duguay consiguió escapar con la ayuda de una hermosa comerciante conocida suya y de su pretendiente, un refugiado francés que era su carcelero. 

Saint-malo

Saint-malo

Saint-malo se asienta sobre una isla conectada al continente por un corredor. En el siglo XVII fue fortificada para hacer frente a Inglaterra. 

René Mattes / Gtres

Al año siguiente, Duguay volvió a embarcar para perseguir barcos ingleses y holandeses. Quizá para triunfar en la piratería había que ser joven e imprudente: con sólo 24 años consiguió apresar un convoy holandés de doce barcos mercantes y tres buques de guerra. Duguay demostró así ante el Gobierno la eficacia de su táctica corsaria, y en 1697 ingresó de pleno derecho como capitán de fragata en la flota de la Marina militar real.

La guerra de Sucesión

En la guerra de Sucesión de España (1701-1714), el corsario bretón tuvo un papel más destacado si cabe que en el anterior conflicto. Entre sus diversos éxitos, cabe mencionar su victoria sobre una flota de 70 naves inglesas frente a Portugal, una hazaña que hizo que Luis XIV le concediera el título de caballero de la orden de San Luis por sus servicios. Tanta confianza tenía el monarca francés en Duguay que en 1711 le encargó la misión más atrevida y espectacular de su carrera: la toma de Río de Janeiro. 

En 1710, el capitán francés Duclerc había lanzado un ataque contra el que era el principal puerto del Brasil portugués, pero fue capturado junto a 600 de sus hombres y asesinado más tarde en circunstancias oscuras. Para vengar esta muerte y liberar a los marineros presos, Luis XIV organizó una nueva expedición. Confió a Duguay-Trouin el mando sobre una flota de quince naves en la que iban 6.000 hombres. Con las arcas del Estado vacías, la expedición tuvo que ser financiada por los armadores de Saint-Malo, que con ella esperaban conseguir un rico botín. 

Río de Janeiro en 1711. Este mapa de la época muestra la entrada de la flota francesa.

Tras un viaje de tres meses, la flota llegó a su destino el 12 de septiembre. Francisco Castro y Moraes, gobernador de la colonia, pecó de presunción, y, convencido de que la plaza era inexpugnable, no se tomó demasiado en serio a la flota enemiga. Ésta logró conquistar en menos de una hora la isla de las Cabras, situada justo delante de la ciudad. Tras colocar su artillería, el 19 de septiembre Duguay-Trouin exigió al gobernador que se rindiera, y ante su negativa dio la orden de bombardear Río. La flota enemiga también fue asaltada y siete barcos fueron incendiados. Dos días más tarde, la ciudad se hallaba en manos de los franceses.

Acto seguido, Duguay-Trouin empezó a negociar a la manera corsaria. Amenazó al gobernador con destruir la ciudad si no le pagaba un rescate satisfactorio. El portugués ofreció 600.000 cruzados, cifra que Duguay rechazó, aunque al final debió conformarse con 10.000 cruzados más y 500 cajas de azúcar. Además, vendió a los ciudadanos los bienes que sus tropas habían saqueado de las casas. Pese a la pérdida de un navío en el viaje de retorno, el balance de la expedición fue extraordinario y los armadores obtuvieron un 92 por ciento de beneficio.

La expedición a Río de Janeiro consagró a Duguay como uno de los grandes marinos de la época del Rey Sol. Fue reconocido con brillantes cargos en la Armada, y cuando acudía a Versalles las damas lo rodeaban para poder «ver un héroe vivo». Instado por sus amigos, escribió unas memorias que plasmaron la imagen de un marino valiente, líder nato y entregado al servicio de su rey.

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El rey sol consagra al héroe

«En el mando de los navíos y flotas enteras el señor René Duguay-Trouin ha demostrado que es digno de las gracias más honorables [...] pues, desde los inicios de su carrera naval, ha tomado más de 300 navíos mercantes y 20 barcos de guerra a los corsarios enemigos». Así justificaba en 1709 Luis XIV su decisión de conceder el privilegio de nobleza a René Duguay-Trouin, el más célebre de sus corsarios, así como a su hermano menor Luc, armador en Saint-Malo, «promotor en tierra de la gloria que su hermano mayor adquiría en el mar», según decía uno de sus conciudadanos.

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Obediencia ciega

Figura en madera

Figura en madera

Figura en madera de René Duguay-Trouin.

Bridgeman / ACI

Como jefe corsario, Duguay-Trouin era muy respetado por sus hombres. Éstos sabían que no los expondría sin necesidad, por lo que «nunca dejaban de ejecutar, tanto en mar como en tierra, las órdenes y los movimientos que les ordenaba», recordaba el propio Duguay con orgullo. 

 

 

Este artículo pertenece al número 231 de la revista Historia National Geographic.