Grandes descubrimientos

Dos naves fenicias bajo las aguas de Mazarrón

En 1988 y en 1994 se descubrieron frente a la costa murciana dos embarcaciones con rasgos fenicios de los siglos VII y VI a.C.

Detalle de la excavación Mazarrón-1, el primer barco fenicio que se descubrió en aguas de esta localidad murciana.

Detalle de la excavación Mazarrón-1, el primer barco fenicio que se descubrió en aguas de esta localidad murciana.

Detalle de la excavación Mazarrón-1, el primer barco fenicio que se descubrió en aguas de esta localidad murciana.

Foto: Archivo Museo Nacional de Arqueología Subacuática

La construcción de un puerto deportivo en Puerto de Mazarrón (una pedanía del municipio murciano de Mazarrón) en el verano de 1988 iba a dar lugar a dos de los más notables hallazgos de la arqueología subacuática española. En efecto, los cambios en las corrientes marinas y en la sedimentación provocados por el nuevo puerto sacaron a la luz algunos restos arqueológicos en las aguasfrente a la llamada Playa de la Isla. Al recibir la alerta, los expertos del Centro Nacional de Investigaciones Arqueológicas Submarinas (CNIAS) realizaron una serie de prospecciones en la zona, y descubrieron, a 50 metros de la Playa de la Isla y a 2,5 metros de profundidad, restos de madera pertenecientes a una embarcación antigua.

Cronología

1988

En Playa de la Isla, en Mazarrón, se descubren los restos de una embarcación de tradición fenicia, Mazarrón-1.

1994

Arqueólogos del CNIAS descubren en el mismo lugar una segunda embarcación de tipo fenicio, Mazarrón-2.

1995 - 2007

Una vez terminada la excavación del pecio Mazarrón-1 se inicia el proceso para extraer sus restos y conservarlos.

Barco fenicio representado en una moneda de plata. Museo Arqueológico Nacional, Beirut.

Barco fenicio representado en una moneda de plata. Museo Arqueológico Nacional, Beirut.

Barco fenicio representado en una moneda de plata. Museo Arqueológico Nacional, Beirut.

Foto: Erich Lessing / Album

Para investigar estos restos nació, en enero de 1993, el proyecto Nave Fenicia, dirigido por el arqueólogo subacuático Iván Negueruela, por entonces nuevo director del Museo Nacional de Arqueología Marítima-CNIAS, en Cartagena. Los objetivos del proyecto eran documentar arqueológicamente el pecio y trasladar los restos al museo para conservar, estudiar y exponer las maderas del navío, que fue bautizado con el nombre de Mazarrón-1.

La primera nave

Iván Negueruela y el también arqueólogo Juan Pinedo, responsables de excavar y extraer los restos, los situaron en un contexto cultural fenicio. Entre los escasos elementos conservados destacaba la quilla, la columna vertebral de la embarcación, construida en madera de ciprés y de unos cuatro metros de longitud, que se había conservado prácticamente entera. Presentaba un singular encaje con la roda (la pieza de madera que forma la proa de una nave), compuesto de dos lengüetas formando una T.

Asimismo se recuperaron nueve tracas o planchas de madera de pino que conformaban parte del casco de la embarcación, lo que permitió determinar que para construir el navío se había empleado un característico sistema de ensamblaje de maderas llamado punicana coegmenta, según lo definía el romano Marco Porcio Catón. Esta técnica ya aparece en el pecio de Uluburun, un barco mercante del siglo XIV a.C., y se difundió por todo el Mediterráneo en la Antigüedad.

Se trataba de un sistema en el que las maderas del casco de la nave se unían entre sí a lo largo mediante pequeñas lengüetas insertadas en hendiduras (mortajas) y fijadas por pasadores perpendiculares (clavijas) que atravesaban las lengüetas. Estos pasadores eran de madera de olivo. Completaban los restos de la embarcación cuatro ramas de higuera desbastadas y que cumplían la función de rudimentarias cuadernas (las piezas curvas sobre la quilla, a modo de las «costillas» de un buque). Éstas aparecían unidas al casco mediante unas ataduras en forma de aspa.

Zona central de la embarcación, donde se observa el ánfora que transportaría el agua de la tripulación y donde aparecieron restos de un cabo, posiblemente para atarla al mástil.

Zona central de la embarcación, donde se observa el ánfora que transportaría el agua de la tripulación y donde aparecieron restos de un cabo, posiblemente para atarla al mástil.

Zona central de la embarcación, donde se observa el ánfora que transportaría el agua de la tripulación y donde aparecieron restos de un cabo, posiblemente para atarla al mástil.

Foto: Acuario de Investigación Monterey Bayrchivo Museo Nacional de Arqueología Subacuática

La acción de las corrientes marinas y la fragilidad de los materiales obligaron a extraer las maderas para su conservación. Tras pasar doce años en proceso de conservación en los laboratorios, hoy se exponen en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena (ARQVA).

En 1994, el mar ofreció a la ciencia una segunda embarcación a escasos metros de la primera. Frente al estado fragmentario del primer navío, éste se había conservado casi íntegramente gracias a los sedimentos de arena fina y a la capa de posidonia oceánica muerta (una planta acuática) que lo protegieron durante siglos. Desde la quilla hasta la regala (las maderas que forman la borda), las viejas maderas aguardaban para ser estudiadas y completar la información ofrecida por su nave gemela.

El ánfora hallada en el Mazarrón-2 permite datarlo entre finales del siglo VII a.C. e inicios del VI a.C.

Ánfora hallada en el mazarrón-2. transportaba agua potable.

Ánfora hallada en el mazarrón-2. transportaba agua potable.

Ánfora hallada en el mazarrón-2. transportaba agua potable.

Foto: Archivo Museo Nacional de Arqueología Subacuática

Aparece otro navío

La nueva excavación sacó a la luz una nave o barca de 8,15 metros de eslora (longitud) por 2,25 metros de manga (anchura). A diferencia del primer navío, la segunda nave, bautizada como Mazarrón-2, conservaba la carga principal de su último viaje: 2.800 kilos de galápagos o lingotes de litargirio (óxido de plomo). Por otra parte, se han localizado un ancla de doble uña y cepo, algunos enseres de la tripulación (restos de cabos, molinos de mano, una espuerta...) y huesos de ovicápridos que probablemente están relacionados con la dieta de los marinos.

La técnica que se utilizó para construir el Mazarrón-2 era idéntica a la de su predecesor. La parte interior del casco contaba con un recubrimiento a base de resina de pino que –junto a una capa de abarrote, ramas y hojas dispuestas a modo de colchón– impedía que la carga dañara la embarcación, además de hacerla más estanca, esto es, de evitar la entrada de agua.

El misterio de la propulsión del Mazarrón-2 (y, por analogía, del Mazarrón-1) quedó desvelado cuando se localizó la carlinga, el encaje donde iría fijado el mástil para una vela. En cambio, no se hallaron evidencias de propulsión a remo.

A diferencia de lo que pasó con su embarcación gemela, la extracción y conservación de los restos del Mazarrón-2 presentan unas enormes dificultades logísticas y técnicas, de manera que aún hoy permanece en el lugar donde fue descubierto, protegido por una estructura metálica desmontable.

Trabajos de liofilización de la madera del pecio Mazarrón-1. Esta técnica permite conservar  la forma, la textura y el color original del material.

Trabajos de liofilización de la madera del pecio Mazarrón-1. Esta técnica permite conservar la forma, la textura y el color original del material.

Trabajos de liofilización de la madera del pecio Mazarrón-1. Esta técnica permite conservar  la forma, la textura y el color original del material.

Foto: Archivo Museo Nacional de Arqueología Subacuática

Expansión fenicia

Los expertos asociaron enseguida las dos embarcaciones al mundo fenicio, puesto que se sabía que la zona de Mazarrón había sido escenario de la expansión colonial fenicia y púnico-fenicia. Los resultados de las pruebas de carbono 14 confirmaron esta hipótesis. Más tarde, un ánfora hallada en el Mazarrón-2 permitió precisar aún más la cronología y situarla entre finales del siglo VII a.C. y principios del VI a.C. En esa época, el área de Mazarrón estaba cuajada de marismas y lagunas, y estas embarcaciones de pequeño calado eran perfectas para transportar los minerales por ríos y aguas poco profundas.

Recientemente, gracias a nuevos avances científicos, autores como Patrice Pomey, Víctor Guerrero Ayuso y Carlos de Juan han matizado la tesis de que se trate de «barcos fenicios». Sugieren que estas naves pudieron ser obra de artífices indígenas que, si bien adoptaron modelos navales fenicios, conservaron elementos constructivos locales que habían pasado de generación en generación y que habían dado buenos resultados. Estos autores proponen que los barcos de Mazarrón serían el producto de una mezcla de dos culturas; un excelente testimonio arqueológico de la lenta evolución de la arquitectura naval mediterránea.

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Comercio de plomo

Lingote de litargirio descubierto en el pecio Mazarrón-2.

Lingote de litargirio descubierto en el pecio Mazarrón-2.

Lingote de litargirio descubierto en el pecio Mazarrón-2.

Foto: Archivo Museo Nacional de Arqueología Subacuática

En el mazarrón-2, los arqueólogos descubrieron 1.797 fragmentos de lingotes de óxido de plomo (litargirio), un material que es un deshecho de la extracción de la plata. Todos estos restos formaban parte de lingotes en forma de disco, con perfil plano-convexo. Los análisis indican que el origen del mineral es la zona de Cartagena o Mazarrón,
donde se han hallado más lingotes de litargirio en distintos yacimientos de la zona.

Para saber más

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Este artículo pertenece al número 194 de la revista Historia National Geographic.