La historia en imágenes

Desembarco de inmigrantes en Ellis island, Nueva York

Desde mediados del siglo XIX, millones de personas llegaron a EE. UU. desde todos los rincones del mundo, pero sobre todo de Europa. Nueva York era la puerta de entrada de la inmensa mayoría, entre 1855 y 1890, la ciudad recibió ocho millones de emigrantes. Para gestionar esta afluencia masiva, en 1891 el gobierno federal decidió centralizar la política migratoria –en manos, hasta entonces, de cada estado– y construir un recinto apropiado para recibir esta avalancha en la bahía de Nueva York. Así, a partir de 1892, los todo aquel que llegaba a la Gran Manzana debía pasar por el centro de control migratorio de Ellis Island, donde les hacían una inspección médica y comprobaban si reunían todos los requisitos para instalarse en el país.

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Procesador de inmigrantes

Ellis Island es un islote de apenas un cuarto de kilómetro cuadrado situado en la bahía de Nueva York. Hasta 1954 pasaron por sus instalaciones 12 millones de personas, a razón de entre 2.000 y 5.000 al día, y la isla fue ampliándose de manera artificial hasta alcanzar el aspecto que tiene en la actualidad, en la década de 1930. En esta fotografía de 1936 vemos el edificio principal, con las dependencias de cocina y lavandería a su lado; detrás, una estación eléctrica, y enfrente, un complejo hospitalario, todo ello construido a inicios del siglo XX. Más tarde se levantaron los pabellones y otros edificios administrativos que vemos en primer término.

Instalaciones modernas

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Instalaciones modernas

El edificio principal, situado en la dársena que divide la isla, fue construido en 1900, para sustituir al antiguo, destruido por un incendio. La nueva estructura, de estilo renacentista francés, construida a prueba de incendios con un armazón de hierro y fachada de ladrillo rojo, contaba con una sección central y dos alas a este y oeste de tres pisos, tal como muestra esta fotografía, tomada en la década de 1910. En su interior más de un centenar de habitaciones albergaban oficinas, salas de registro, equipaje, inspecciones médicas o detención y dormitorios.

Una travesía dura

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Una travesía dura

La inmensa mayoría de inmigrantes hacían el trayecto en la bodega de tercera clase: "era un lugar enorme. Debía haber entre doscientas y trescientas personas en esa enorme zona cavernosa infestada de ratas", recordaría Morris Schneider sobre su viaje. Por su parte, Celia Kotz Alder, proveniente de Rusia, rememoraba que "fueron días muy malos. No veíamos la luz y la mayoría de la gente estaba mareada. Dormíamos en colchones en el suelo, había gente por todas partes". El trayecto también tenía momentos buenos, Max Sedenko recordaría ver por primera vez una ballena, "no sabía qué era". Sobre estas líneas un grupo de inmigrantes en la cubierta de tercera de un trasatlántico en 1907.

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La tierra prometida

Al llegar a la bahía, los inmigrantes se agolpaban en las cubiertas del barco para contemplar por primera vez la "tierra prometida". Para todos ellos era un momento de gran emoción: "Nunca olvidaré la alegría que sentí al ver los altos edificios de Nueva York y la Estatua de la Libertad después de tantos días oscuros a bordo de ese barco lleno de gente. Ahí estaba el símbolo de todos mis sueños. Libertad para empezar una nueva vida".  En esta fotografía varios pasajeros contemplan la Estatua de la Libertad en 1910.

Desembarco

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Desembarco

Los pasajeros de primera y segunda clase eran inspeccionados en el propio buque en el puerto de Manhattan. El control en Ellis Island se reservaba para los inmigrantes que habían llegado con un pasaje de tercera. Arriba, un grupo de emigrantes desembarca con su equipaje, que dejarán en la gran sala de la planta baja del edificio principal mientras pasan las inspecciones pertinentes. El documento que algunos llevan en la boca es una tarjeta de identificación con algunos datos personales, como nombre, nacionalidad, edad o puerto de procedencia, que más adelante debían presentar a las autoridades.

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Huyendo de la miseria

Hasta finales del siglo XIX, la gran mayoría de inmigrantes que llegaron a Nueva York provenía del este y el norte de Europa, pero coincidiendo con la etapa de funcionamiento de Ellis Island, el centro geográfico viró hacia el sur, iniciándose una gran oleada de migraciones desde Italia. El motivo era primordialmente económico, escapar de la extrema pobreza. Mary Stracco,que llegó a Ellis Island en 1912, recordaba: "Tuve una vida muy dura, pero sana. Caminaba descalza. Nunca tuve zapatos". En la fotografía sobre estas líneas una madre acompañada de su hijos provenientes de Italia, en la solapa lucen felices la tarjeta que revela que han pasado el control aduanero y que indica su destino final en el país. 

Huyendo de la guerra y la miseria

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Un continente en guerra

Las guerras y las persecuciones políticas en Europa fueron en muchos casos las causantes de las penurias económicas que empujaron a esos inmigrantes a cruzar el Atlántico. El detonante final fue, en 1914, el inicio de la Primera Guerra Mundial. Esta familia alemana espera para entrar en las instalaciones de Ellis Island provenientes de Alemania en 1915, en plena Gran Guerra. Los estragos de la posguerra fueron los que obligaron a emigrar también a Joseph Haas, que llegó solo con 14 años en 1922: "Me preguntaron por qué me fui de Alemania. Y bueno, les dije que yo era el mayor de ocho hijos y la comida era escasa, y tenía que ir a algún lado, así que tuve la oportunidad y me largué".

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Granger / Album

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Persecución religiosa

Un judío armenio llegado a Ellis Island en 1926. Sobre la imagen, el fotógrafo apuntó: "Este judío armenio probablemente dejó su tierra natal para escapar de la persecución turca tras la guerra mundial. Su barba es la típica de los judíos ortodoxos de Europa y de Oriente Medio". La persecución religiosa era un motivo añadido al de la miseria para escapar de Europa en un número considerable de casos. En el caso de los judíos, se produjo una gran oleada migratoria procedente de Alemania durante la primera mitad del siglo XIX, a la que se sumó otra a inicios de siglo XX provocada por los pogromos desatados en Rusia. Entre septiembre de 1906 y junio de 1908 entraron en EE. UU. 131.910 judíos, la mayoría a través de Ellis Island.

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La temida revisión médica

Nada más desembarcar, los candidatos a entrar en el país eran conducidos al edificio principal y, tras dejar sus equipajes en la planta baja, subían en una larga cola hasta la sala de registro, en el primer piso. Aquí se realizaba el examen médico, con el objetivo de detectar cualquier signo de discapacidad, trastorno mental o enfermedad contagiosa. Era la llamada inspección de los seis segundos, el tiempo que tenían los doctores para realizar cada observación. En esta fotografía de 1907 vemos a una mujer con sus tres hijos y, al fondo, un médico haciendo una de las inspecciones más temidas por los inmigrantes, la ocular. Los médicos buscaban signos del tracoma, una enfermedad ocular contagiosa, y para levantar el párpado usaban un rudimentario gancho.

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Espera interminable

Tras la inspección médica, los inmigrantes debían esperar en el conocido como "gran salón" del primer piso a que los llamara el oficial de aduanas: "Un gran edificio con un montón de bancos, y todos los inmigrantes con estas pequeñas maletas esperando a que alguien las recogiera" rememoraría Philip Bornstein, llegado de Lituania a los 9 años.

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La entrevista definitiva

Tras la larga espera, los inmigrantes se presentaban ante el oficial de aduanas, que empezaba preguntándoles la razón de su venida a Estados Unidos. Los agentes comprobaban igualmente si los inmigrantes carecían de antecedentes penales, si alguien les daba acogida y si llevaban dinero suficiente. En muchos casos, la entrevista se realizaba con un traductor, en este caso el hombre a la derecha del inmigrante. Pero incluso así, los problemas lingüísticos persistían, como el cambio de nombre, Anna Kikta recordaba que su padre "les escribió el nombre. Porque había oído hablar de otras personas a las que simplemente les cambiaron el nombre para siempre después de que estuviera mal escrito". 

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Final feliz

Superados todos los trámites, lo inmigrantes podían coger las maletas y entrar en el país, como la familia italiana en esta fotografía de 1905. La madre con sus tres hijos espera que los recoja el marido, que había emigrado años antes. Esta era una pauta muy repetida, primero emigraba el marido, que tras años de trabajo lograba acumular el capital suficiente para costear los billetes de su esposa y de unos hijos, para los que, en muchos casos, era un completo desconocido.  

"Indeseables"

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"Indeseables"

Alrededor de un 20 por ciento de los inmigrantes no pasaba el examen médico o legal al que era sometido por los agentes de aduanas y eran sometidos a controles más exhaustivos, pero se calcula que al final del proceso tan solo se denegó la entrada en el país a un dos por ciento de las que pasaron por Ellis Island. Además de los portadores de enfermedades graves y contagiosas, otras personas fueron deportadas por anarquistas, tener antecedentes penales o "bajos valores morales". Esta imagen muestra a un grupo de "extranjeros indeseables" a bordo del barco que los llevaría de vuelta a Europa después que se les negara la entrada a los Estados Unidos.

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Los obligados a esperar

Normalmente el paso por la Isla de Ellis no se demoraba más que unas horas. Pero si un inmigrante no tenía la documentación completa, presentaba síntomas de una enfermedad o nadie iba a recogerlo podía quedarse varios días o incluso semanas en las instalaciones de inmigración. Además, como generalmente los inmigrantes llegaban en familia, si uno tenía un problema todos debían quedarse con él. Una inmigrante armenia que llegó a Estados Unidos con 15 años, en 1992, recordaba que los agentes pensaron que su padre "tenía algo mal en el ojo. Nos retuvieron en Ellis Island cuatro días. Era un lugar agradable y nos daban de comer, pero teníamos tanto miedo de que nos enviaran de regreso que no lo disfrutamos". En la imagen, inmigrantes retenidos en Ellis Island, en el comedor, hacia 1900.

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The Granger Collection / Cordon Press

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La primera escuela

Debido a los problemas burocráticos o de salud de sus padres, los niños quedaban al cuidado de las autoridades de inmigración. Durante el tiempo que duraba la estancia en Ellis Island recibían comida y un lugar donde dormir e incluso había un centro similar a una escuela donde los niños aprendían sus primeras palabras de inglés, como la italiana Angela Maria Pirrone: "íbamos a desayunar todas las mañanas. Ahí es donde comencé a aprender inglés. Las señoras, o enfermeras nos bañaba, nos daban ropa interior nueva, limpia y a veces hasta nos daban un vestido".Sobre estas líneas niños en una aula de la isla en 1940.

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Una nueva vida

Los inmigrantes recibían siempre con alivio el visto bueno para entrar en el país. Un turco que llegó en 1922 con su madre y tres hermanas recordaba el momento en que, tras 21 días de estancia en Ellis Island, los agentes llamaron a su madre: "Margaret Chavoor, Estados Unidos". "Eso es todo lo que queríamos escuchar. Cuando escuchamos eso, saltamos arriba y abajo y lloramos. Oh, Dios, fue realmente emocionante". Un avez admitidos, se dirigían al muelle para embarcar en el ferry que los trasladaría a Nueva York como la familia que aparece en esta fotografía de 1925 que parece contemplar un futuro lleno de esperanza y sueños.

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Comenzar de cero

Las grandes expectativas chocaban a veces con la realidad. En Lituania, Selma Siskin Rubin exclamaba ante una postal enviada por su padre desde Nueva York: "¿En serio tienen edificios tan altos?". Cuando la familia se reunió en Nueva York se instalaron "en un barrio pobre, obrero, menos que obrero, en un edificio de cinco pisos sin ascensor". La imagen arriba muestra una familia de inmigrantes instalada en un pequeño apartamento en el Lower East Side hacia 1910.