La armonía del cosmos

Curiosidades del sexo en Egipto

Los dioses egipcios enseñaban que el acto sexual era la base de la armonía del cosmos y la fertilidad de la tierra. De ahí que la sexualidad humana estuviera sometida a ciertas reglas, que, sin embargo, no excluían la búsqueda del placer.

Reyes y dioses

Reyes y dioses

En este relieve procedente de la capilla Roja de Hatshepsut en Karnak vemos a esta reina, con apariencia masculina, abrazando al dios Amón en forma de Min, dios itifálico de la fecundidad.  

Foto: UIG / Album

La información sobre las relaciones sexuales de los antiguos egipcios que ha llegado hasta nosotros es de un carácter muy diferente a la que se encuentra en otras culturas. Por un lado, en los textos sagrados las relaciones sexuales aparecen descritas abiertamente con verbos explícitos, mientras que en los textos literarios profanos siempre aparecen de forma metafórica o eufemística, intentando esconder el acto. A la inversa, son pocas las representaciones visuales de actos sexuales que han llegado hasta nosotros procedentes de entornos sagrados, como tumbas o templos; tales tipos de imágenes se encuentran tan sólo en la documentación no oficial, que escapa a las normas de decoro. De ello cabe deducir que la sexualidad, como el resto de las actividades fisiológicas, era una prerrogativa de las divinidades, y no podía ser representada ni debía utilizarse de manera explícita en ámbitos que no fueran sagrados.

La unión de Gea y Nut

La unión de Gea y Nut

En esta escena representada en el sarcófago del escriba Butehamun, la diosa del Cielo Nut está a punto de unirse sexualmente con Geb, el dios de la Tierra. Museo Egipcio, Turín.

Foto: UIG / Album

Cópulas divinas

La sexualidad era parte fundamental de la mentalidad egipcia. Prueba de ello es que el acto sexual tiene una importancia manifiesta en la creación del cosmos. En los Textos de las pirámides, considerado el primer corpus religioso documentado, el demiurgo o dios creador aparece solo y se masturba para dar origen a su progenie. Es una divinidad andrógina capaz de parir por él mismo, y a partir del cual se crea la diferenciación sexual: «Atum es quien surgió como masturbador en Heliópolis. Él cogió su falo con su puño, hizo un orgasmo con él y los dos gemelos fueron paridos: Shu junto con Tefnut». Con el tiempo, y por asimilación con otras tradiciones sobre la creación, el acto sexual del demiurgo se hace más complejo. El dios pasa de masturbarse a copular con su mano, entendida como una parte femenina divinizada diferenciada de su cuerpo, eyacula en su boca y ésta, como símil del útero materno, concibe y pare su descendencia.

Estatuilla erótica

Estatuilla erótica

En época ptolemaico-romana, la sexualidad se representa a veces de un modo satírico, como en esta figurilla en la que el hombre aparece con un falo desproporcionado. Museo de Marsella.

Foto: Jean-Luc Maby / RMN - Grand Palais
El dios Osiris

El dios Osiris

Osiris renació gracias a su esposa Isis, que copuló con él para concebir a su hijo, el dios halcón Horus. En la imagen, Osiris representado en la tumba de Horemheb en el Valle de los Reyes.

Foto: Bridgeman / ACI

El acto sexual también juega un papel clave en el ciclo mítico del dios Osiris. Después de que su hermano Set lo asesine y descuartice, la diosa Isis reconstruye el cuerpo despedazado de su esposo, se transforma en un ave rapaz y se posa sobre su falo para copular con él: «Tu hermana Isis ha venido hacia ti regocijándose por tu deseo sexual. Tú la has colocado sobre tu falo y tu semen ha fluido dentro de ella, siendo ella efectiva en su condición de Sotis. Y Horus el efectivo ha salido de ti en su condición de Horus que procede de Sotis». El resultado
de este acto sexual establece los dos pilares de la monarquía del antiguo Egipto. Por un lado, el orgasmo de Osiris es el detonante de su (re)nacimiento y lo convierte en el soberano del más allá y, por otro, su esposa y hermana Isis queda embarazada y pare a su hijo Horus, el dios con el que se identifica el faraón, encarnación de Horus en la tierra.

Los humanos y el sexo

Las relaciones sexuales también eran fundamentales en el mundo terrenal egipcio. Todo buen egipcio, al llegar a la edad adulta, debía formar una familia y tener descendencia, hecho que pasaba inevitablemente por el acto sexual vaginal. Así, por ejemplo, en las Enseñanzas de Ani se dice: «Toma una mujer mientras seas joven, para que ella haga un hijo para ti. Ella parirá para ti cuando seas joven. Enseña a tus hijos a ser adultos. Feliz es el hombre cuyas gentes son numerosas, se le respeta en proporción a sus hijos».

Sentada en el regazo

Sentada en el regazo

Esta curiosa y delicada escena muestra a la reina Nefertiti, vestida con una túnica drapeada, sentada con dos de sus hijas sobre las rodillas de su esposo Akhenatón. Frente a ellos hay una mesa de ofrendas. Relieve. Museo del Louvre.

Foto: UIG / Album
Una pareja practica sexo

Una pareja practica sexo

En este ostracón alguien dibujó a una pareja copulando. La mujer pasa sus piernas alrededor del cuello del hombre. Deir el-Medina. 

Foto: UIG / Album

A pesar de que no tenemos información sobre este aspecto, las relaciones sexuales debían de ser algo común y no muy privado. Los egipcios vivían en casas pequeñas y con muy pocas habitaciones, en las que residía un gran número de personas: padres, hijos, abuelos e incluso tías. Por tanto (y a diferencia de la privacidad sexual que requiere nuestra cultura) es posible que fuera normal que los adultos egipcios mantuvieran relaciones sexuales mientras compartían habitación con otros miembros de la familia.

Aunque la documentación escrita parece reducir el acto sexual a la procreación, otras fuentes nos informan de que realmente no era así. Las imágenes, principalmente el llamado Papiro satírico-erótico de Turín, nos muestra una gran variedad de posiciones sexuales, siendo la más documentada el coito a tergo, en el que el hombre penetra a la mujer por la parte posterior –imágenes que pueden aludir tanto a una penetración vaginal como anal–.

En otros casos, el hombre copula acostado sobre la mujer, él de pie y ella yaciendo boca arriba o sentada... y, en tan sólo una ocasión, la mujer copula encima del varón. Esta variedad sexual es indicativa de una búsqueda del placer sexual para ambos sexos, hecho que no ocurre en sociedades que restringen la cópula a la procreación. Además de este tipo de coitos, las fuentes documentan, aunque en un número menor, otro tipo de actividades sexuales cuya finalidad en ningún caso es reproductiva, sino placentera. Por ejemplo, como se ha visto, la masturbación, el sexo anal o incluso la felación.

El pueblo de los artesanos

El pueblo de los artesanos

El poblado de Deir el-Medina, en la orilla occidental de Tebas, acogió a los artesanos que construyeron las tumbas del Valle de los Reyes. En el lugar se ha hallado abundante documentación sobre la vida de sus habitantes.

 

Foto: Angus MC Comiskey / Alamy / ACI

Adúlteros y adúlteras

Excepto el faraón, la sociedad egipcia era monógama. A pesar de ello, todo parece indicar que el adulterio era una actividad más habitual de lo que el ideal de vida egipcio pretendía. Ya en las confesiones negativas del Libro de la salida al día (las declaraciones de inocencia que el difunto efectuaba ante el tribunal de Osiris y que aparecen en el capítulo 125) se debía negar haber mantenido relaciones sexuales con una mujer casada: «Yo no he copulado con la mujer de un hombre». Del mismo modo, en algunos cuentos, utilizados para aleccionar oralmente a la masa analfabeta, se narran casos de adulterio y sus consecuencias. En ellos siempre se da la misma situación: una mujer casada seduce a un hombre de clase social inferior que se ve atraído por sus encantos, los amantes son descubiertos por el marido engañado y son condenados a muerte.

Una pareja recibe ofrendas

Una pareja recibe ofrendas

En esta estela de la tumba de un personaje llamado Ramose aparecen él y su esposa sentados, recibiendo ofrendas de alimentos y de incienso por parte de su hijo y su hija. Museo Arqueológico, Florencia.

Foto: DEA / Album

También se conservan distintos documentos judiciales que atañen a casos de adulterio. La acusación contra un hombre por haber mantenido una relación sexual con una mujer casada sigue siempre el mismo patrón. Por ejemplo, entre las acusaciones dirigidas contra Penanquet, un sacerdote uab («puro») de Elefantina, se dice: «Cargo concerniente a la cópula que él hizo con la ciudadana Mutnemeh, hija de Pasekhet, cuando era la mujer del pescador Djehutyemheb, hijo de Pentaur. Cargo concerniente a la cópula que él hizo con Tabes, hija de Shuy, cuando era la mujer de Ahauty». Desafortunadamente, no se conoce el veredicto de ninguno de estos procesos, por lo que no sabemos qué castigo se reservaba a los adúlteros.

El resto de documentación relacionada con la vida cotidiana, en la mayoría de los casos cartas, también nos informa de infidelidades, sobre todo femeninas. Se trata de informaciones personales en las que alguien desvela affaires sexuales entre individuos casados. Del conjunto de documentos se deduce que tanto hombres como mujeres buscaban fuera del núcleo familiar compañeros sexuales para disfrutar de un sexo «distinto» al que tenían con su pareja oficial. Pero las reglas del juego eran diferentes para ellos y para ellas: mientras que el hombre casado podía mantener relaciones sexuales con otras mujeres, siempre y cuando éstas no tuvieran pareja, a la mujer casada no se le permitía tener ningún tipo de relación sexual extramatrimonial, y la mujer soltera no podía mantener relaciones sexuales con hombres casados.

Arpista en una escena erótica

Arpista en una escena erótica

Este fragmento de cuero conserva una escena erótica en la que aparece una mujer que tañe un arpa, bajo un emparrado, y un hombre desnudo en el que destacan sus genitales. Museo Metropolitano, Nueva York.

Foto: MMA / RMN - Grand Palais

Prostitución y homosexualidad

Quizá los hombres también podrían disfrutar del sexo extramatrimonial acudiendo a los prostíbulos. Tradicionalmente se ha considerado que la prostitución ya existía en el antiguo Egipto. Ciertos términos que aluden a mujeres han sido traducidos por «prostituta», pero, si se observa su contexto, veremos que en todos los casos están asociados, en primer lugar, a la música, y, en segundo lugar, a la bebida, nunca a actividades sexuales.

Ramose y su esposa

Ramose y su esposa

La tumba de Ramose, que fue visir bajo los reinados de los faraones Amenhotep III y Akhenatón, es una de las más bellas de la necrópolis de Sheik Abd el-Qurna, situada en la orilla occidental de Luxor. En este relieve aparecen Ramose y su esposa Merytptah –que lo abraza– tocados con elaboradas pelucas.

 

Foto: DEA / Scala, Firenze

A esto cabe añadir que en Egipto la moneda no se introdujo hasta el período persa, así que el pago por los servicios prestados debía darse a través del trueque o de un sistema que desconocemos. Así pues, a partir de la documentación que ha llegado hasta nosotros no se puede asegurar la existencia de la prostitución. Pero también se debe tener en cuenta que el antiguo Egipto era una sociedad patriarcal donde prevalecía la masculinidad hegemónica, un tipo de sociedad en la que es usual que se dé algún tipo de explotación sexual femenina.

Pese a la libertad sexual que parece caracterizar el mundo egipcio, había límites a algunas actividades sexuales. Por ejemplo, en las Enseñanzas de Ptahhotep se prohíbe explícitamente mantener relaciones sexuales con niñas: «No copules con una mujer-niño». Otros documentos indican que no se podía entrar en lugares sagrados, como tumbas o templos, tras haber mantenido una relación sexual, excepto si se había pasado por una purificación ritual.

Un niño recostado

Un niño recostado

«No copules con una mujer-niño», se dice en las Enseñanzas de Ptahotep, lo que indica que la pederastia no era algo aceptable socialmente. Estatuilla de un niño. Época ptolemaica.  

 

Foto: AKG / Album

Pero seguramente el acto sexual más condenable entre los egipcios era la práctica homosexual. Como ya se ha visto, todo buen egipcio debía formar una familia, por lo que ya por este motivo la homosexualidad quedaría fuera de la normalidad social por ser una relación infértil. De hecho, en las confesiones negativas del Libro de la salida al día, el difunto debe declarar: «Yo no he hecho una felación ni he copulado con un penetrado». Aun así, todo parece indicar que sí era habitual una práctica homosexual masculina: la penetración anal.

Este acto sexual se utilizaba como castigo o incluso como sistema de humillación hacia el enemigo vencido. La parte activa, el penetrador, era el vencedor o castigador, mientras que la parte pasiva, el penetrado, el perdedor o castigado, era feminizado a través de la penetración anal, puesto que adoptaba el papel femenino en la relación sexual. La aversión hacia los hombres que habían sido penetrados analmente era tan grande entre los egipcios, que incluso es común encontrar un insulto que alude a ello: nkkw, literalmente «el que es repetidamente copulado».

A partir del Reino Nuevo es bastante normal encontrar maldiciones hechas, precisamente, a partir de un acto sexual. La más corriente era desear que un animal, normalmente un burro –aunque también perros–, copulara con el individuo y sus allegados: «Que un burro copule con él y que un burro copule con su mujer», reza una de ellas. Incluso en ocasiones se une con actos de incesto: «Que un burro copule con su mujer y que su mujer copule con su hijo».

Una pareja masculina

Una pareja masculina

Knumhotep y Niankhkhnum fueron peluqueros reales durante el reinado de Niuserre, faraón de la dinastía V. Algunos autores ven en ellos a una pareja homosexual. Escena de su tumba en Saqqara.

Foto: M. Chambers / AGE Fotostock
Joven desnuda. Estatuilla de marfil datada en la Baja Época (664-332 a.C.). La muchacha sólo lleva puesta una peluca corta. Museo del Louvre, París.

Joven desnuda. Estatuilla de marfil datada en la Baja Época (664-332 a.C.). La muchacha sólo lleva puesta una peluca corta. Museo del Louvre, París.

Joven desnuda. Estatuilla de marfil datada en la Baja Época (664-332 a.C.). La muchacha sólo lleva puesta una peluca corta. Museo del Louvre, París.

Foto: Bridgeman / ACI

Una cuestión cultural

Los antiguos egipcios no percibían la sexualidad como un acto con una finalidad tan sólo reproductiva, sino también placentera, como lo prueba la gran variedad de posturas y actos sexuales que muestran las fuentes. Esta búsqueda del gozo sexual puede parecernos obvia, ya que está presente en el mundo occidental. En cambio, a nivel religioso –y a diferencia de lo que estamos acostumbrados– la sexualidad en Egipto se concibe como un acto más de las divinidades; de hecho, es necesaria para el buen funcionamiento del cosmos. De ahí que las prácticas sexuales de cada sociedad sean un hecho diferencial respecto de las demás. El estudio de la sexualidad humana constituye un elemento más que distingue unas culturas de otras, como la lengua, la escritura, la religión o la forma de vestir.

El asno como maldición

El asno como maldición

Uno de los animales más recurrentes en una maldición de tipo sexual era el asno. Arriba aparece un burro atado junto a tres espíritus armados con cuchillos. Papiro de Chesumose. Museo de Historia del Arte, Viena.

Foto: Erich Lessing / Album

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El papiro satírico erótico de Turín

Papiro satírico erótico de Turín

Papiro satírico erótico de Turín

Papiro satírico erótico de Turín

Foto: Michal Boubin / AGE Fotostock
Escenas del Papiro satírico erótico de Turín

Escenas del Papiro satírico erótico de Turín

Escenas del Papiro satírico erótico de Turín

Foto: Michal Boubin / AGE Fotostock

Hallado en Deir el-Medina, este documento, de contenido satírico, consta de dos partes: una muestra a animales realizando actividades humanas mientras que la otra contiene ilustraciones sexuales explícitas. Al parecer, Champollion las separó y esta última permaneció oculta en los almacenes del Museo Egipcio de Turín. Contiene doce viñetas, a modo de caricatura, que recrean escenas sexuales entre hombres de aspecto grotesco y bellas mujeres, posiblemente en un prostíbulo.

Erotismo y realeza en la intimidad del faraón

Tutankhamón y Ankhesenamón

Tutankhamón y Ankhesenamón

La reina Ankhesenamón se representa sentada a los pies de su esposo. Viste una túnica drapeada transparente que deja a la vista un pecho y su vientre. La reina porta una peluca corta sobre la que luce la corona shuty, con dos altas plumas. El faraón vierte un líquido, tal vez un ungüento, en la mano derecha de su esposa, que lo recibe mientras apoya su brazo izquierdo sobre las rodillas del faraón. El líquido vertido tiene una connotación sexual relacionada con el renacimiento y la cosmogonía.  Tutankhamón mira a su esposa mientras vierte el ungüento en su mano. El rey, sentado en un taburete plegable acabado en patas de león, sostiene una flor de loto con mandrágoras en su mano izquierda, porta la corona azul jepresh, viste una larga túnica y luce un collar usej. 

 

 

 

Foto: Bridgeman / ACI

En la antecámara de la tumba de Tutankhamón en el Valle de los Reyes, Howard Carter descubrió una pequeña capilla de madera dorada destinada a una estatua de culto. El templete estaba decorado con relieves en los que aparecen el soberano y su esposa Ankhesenamón en diferentes situaciones afectuosas y se describe metafóricamente la unión sexual entre ambos.

Para saber más

Cupido y Psique Antonio Canova

10 curiosidades sobre el sexo en la antigua Roma

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Este artículo pertenece al número 194 de la revista Historia National Geographic.