Leonardo di Ser Piero da Vinci. Un nombre que aún hoy está en boca de todos y que mueve enormes sumas de dinero en el mercado del arte, donde cada poco tiempo aparecen supuestas obras suyas. De su vida, sobre todo de su juventud, sabemos poco si nos alejamos de la mitificación no sustentada en documentos de la época. De su mente, por el contrario, contamos con una inmensa documentación: sus propios cuadernos.
Artista universal
Leonardo fue un artista en el sentido renacentista del término, polifacético y formado en todos los campos del saber. Como todos los artistas humanistas de los siglos XV y XVI, Leonardo se dedicó a la búsqueda de la naturaleza del hombre en un mundo que se consideraba hecho a la medida del ser humano. El mismo Leonardo dejó plasmada esta idea en una pequeña hoja de papel, donde dibujó un hombre que es la medida del mundo que le rodea, el Hombre de Vitruvio.
Con su mente que nunca descansaba, Leonardo diseccionó el mundo como nadie lo había hecho antes. Su ojo fue la ventana de una mente en ebullición constante. Leonardo se obsesionaba constantemente con la belleza de la naturaleza y del ser humano, pero también con proyectos, con utopías, con artilugios, con el vuelo de los pájaros, con el movimiento de las aguas, con armas de guerra... Leonardo es el ojo de la curiosidad, como él mismo dejó escrito en su Tratado de pintura: «El ojo es el que abraza la belleza de todo el mundo […] y es la ventana del cuerpo humano».

Volúmenes con apuntes y dibujos de Leonardo Da Vinci conservados en el Instituto de Francia, en París
Foto: Ojeda - Roger / RMN-GGrand Palais
Lo que resulta fascinante para nosotros es que Leonardo dibujaba y escribía sobre el papel todo lo que entraba por sus ojos. Como humanista del Renacimiento, Leonardo necesitaba entender la naturaleza en todos sus aspectos y lo hacía plasmando lo que veía sobre el papel. Su idea se convertía así en algo material, un concepto visual sobre el papel. En Leonardo, el dibujo, que antes era sólo un medio para realizar la obra de arte final, se convirtió en una obra acabada y con valor propio.
Un océano de folios
Formado en la Florencia de Lorenzo el Magnífico, dentro del taller de Verrocchio, Leonardo marchó al Milán de los Sforza en 1482, cuando tenía 30 años. Fue entonces cuando empezaron a nacer sus apuntes de artista; al menos, no se ha conservado ninguno de época anterior. Leonardo dibujaba constantemente y, de hecho, no hizo casi nada más que eso; su trabajo pictórico en el convento de Santa Maria delle Grazie se eternizó por ese motivo. Cabe suponer que se pasaba el día tomando apuntes y realizando esbozos del natural por la calle y en la naturaleza, aunque también dedicó mucho tiempo a llenar páginas y páginas con escritos y apuntes en su estudio.
A su muerte en 1519 sus apuntes pasaron a manos de su discípulo y heredero Francesco Melzi. Fue a la muerte de éste cuando comenzó la dispersión de los manuscritos de Leonardo. A finales del siglo XVI, coleccionistas como el escultor Pompeo Leoni formaron códices (manuscritos encuadernados), alguno de ellos con más de un millar de folios, como el Códice atlántico, desmontando los cuadernos originales y a veces cortando sus hojas para adaptarlas al nuevo formato. Algunos cuadernos aún conservan en parte el carácter unitario original de Leonardo, como el Códice sobre el vuelo de los pájaros o los códices Madrid I y II, que llevan una numeración parcial de los folios debida a la mano de Leonardo. En todo caso, la unidad y ordenación original de los folios que componen los cuadernos es muy discutida y compleja.

La última cena. Fresco en el convento milanés de Santa Maria delle Grazie, pintado por Leonardo entre 1495 y 1498.
Foto: Lynn Johnson / National Geographic Image Collection
En este océano de folios se encuentra el verdadero Leonardo, su complicada mente, su laberinto obsesivo. La belleza que sus ojos captaban se transformaba en un universo sin igual de dibujos y escritura a contracorriente. No podemos saber la razón de que Leonardo escribiera al revés, de derecha a izquierda. Se ha dicho que era un modo de esconder la modernidad de sus ideas y sus hallazgos científicos o que lo hacía para evitar plagios, aunque es más probable que se debiera a que era zurdo y de ese modo no emborronaba la página. Quien busque a Leonardo lo encontrará allí, si es capaz de encontrarlo, porque nadie ha llegado aún nunca a poder estudiar con absoluta profundidad las más de 4.100 hojas que componen los 25 códices hoy conservados.
Secretos de un precursor
Sobre Leonardo sabemos en realidad muy poco. Como demostró Daniel Arasse en Leonardo da Vinci: el ritmo del mundo, ni sabemos siquiera cuál era su aspecto real, aparte de una imagen atemporal e idealizada de un anciano con barba blanca, plasmada en su supuesto autorretrato de Turín –no aceptado por todos los estudiosos–. Pero Leonardo vivió 67 años y esta supuesta imagen correspondería a su vejez. Por ello, la ingente cantidad de información visual y escrita que nos proporcionan los códices resulta aún más importante.

Al servicio de los señores de Milán. Leonardo pasó en la corte milanesa de los Sforza el período comprendido entre 1482 y 1500, uno de los más fructíferos de su carrera. En la imagen, el castillo de los Sforza.
Foto: Massimo Ripani / Fototeca 9x12
La mente de Leonardo, que explota sobre el papel, se adentra definitivamente en el mundo moderno, adelantándose a lo que será la Ilustración. Una época, esta última, que tanto debe a la apertura mental y a la disección del hombre y la naturaleza que Leonardo realizó en los tempranos siglos XV y XVI. En sus códices se hallan las bases de los grandes avances mentales y sociales que la humanidad realizará después.
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LOS CÓDICES DISPERSOS DE LEONARDO
Los manuscritos de Leonardo da Vinci hoy conservados son sólo una parte de los que realizó, y han tenido a lo largo de los siglos una historia azarosa, al albur de legados testamentarios, compraventas, robos y confiscaciones.

Retrato de Leonardo da Vinci de perfil, atribuido a su discípulo Francesco Melzi. Hacia 1515. Colección Real Británica.
Foto: Royal Collection Trust © Her Majesty Queen Elizabeth II, 2021 / Bridgeman / ACI
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Vista del río Arno. Dibujo a pluma. 1473. Galería de los Uffizi, Florencia.
Foto: Leemage / Getty Images
Primeros dibujos
HOJAS SUELTAS
Aunque los primeros cuadernos que se conservan de Leonardo datan de su período milanés, es probable que adoptara el hábito de tomar apuntes ya antes, mientras residió en Florencia. En todo caso, de esa fase de juventud se conservan varias hojas sueltas. El primer dibujo conocido de Leonardo es una vista del río Arno, fechada por él mismo el 5 de agosto de 1473, cuando tenía 21 años; un paisaje en el que muestra un dominio pleno de la perspectiva y su interés por la naturaleza, con ausencia de personajes o motivos mitológicos o religiosos. En él se encuentra el primer testimonio de su escritura de derecha a izquierda.

Ahorcado en la conjura de 1478. Dibujo a pluma. 1479. Museo Bonnat, Bayona.
Foto: Getty Images
Otro dibujo de su período florentino es una pequeña hoja en la que dibujó a uno de los partícipes en la conjuración de los Pazzi, una intriga que pretendía asesinar a Lorenzo el Magnífico y su hermano. Leonardo vio con sus propios ojos cómo colgaron del Palazzo della Signoria a todos los implicados, y en un diminuto trozo de papel dibujó a uno de ellos, Bernardo Bandini Baroncelli, colgando de la soga ya exánime. Describió fríamente, pero con detalle, los colores de cada una de las prendas que vestía quizá porque pensaba realizar un cuadro posterior.

Hombre de Vitruvio. Estudio sobre las proporciones del cuerpo humano. Galería de la Academia, Venecia.
Foto: Fine Art / Getty Images
Finalmente, otro dibujo, quizá el más célebre de Leonardo, marca la transición entre su época florentina y la etapa en Milán: el Hombre de Vitruvio. El dibujo pone al hombre terrenal como medida del universo –en lugar de Zeus o Cristo– y representa la perfección matemática de un nuevo mundo en perspectiva.
Y el resto se dirá en la medida universal del hombre

Máquina voladora. Detalle del mecanismo del ala. Manuscrito 'París B'. Hoja 74 recto. Biblioteca del Instituto de Francia, París.
FOTO: Ojeda - Roger / RMN-Grand Palais
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Un libro desgajado
EL CÓDICE PARÍS B
En Milán, adonde llega en 1482, Leonardo elabora sus primeros cuadernos, de formato muy pequeño. En ellos plasma sus obsesiones: el caballo y su anatomía, ideas y proyectos de arquitectura y los sistemas de vuelo, entre otros. A este grupo pertenecen los códices Forster, conservados en el Museo Victoria y Alberto de Londres, y los códices de París, conservados en la Biblioteca del Instituto de Francia, ubicada en esta última ciudad.

Máquina voladora. Manuscrito 'París B'. Hoja 74 verso. Biblioteca del Instituto de Francia, París.
FOTO: Ojeda - Roger / RMN-Grand Palais
Entre estos últimos destaca el Códice París B. Originalmente constituía un solo volumen, pero, después del robo de una parte del códice por el conde Guglielmo Libri en el siglo XIX y su posterior devolución, hoy está encuadernado en dos partes separadas. Los folios 3 y 84 no se recuperaron nunca. En este códice, dentro de los cien folios de la primera encuadernación, encontramos algunos de los primeros proyectos de máquinas de vuelo realizados por Leonardo (una obsesión derivada de su interés por el vuelo de las aves), así como un proyecto de submarino.
Vas a probar este instrumento sobre un lago y llevarás una bolsa de piel de cabra larga, atada a tu alrededor, de manera que, si caes, no te hagas daño

Flores y apuntes. Dibujo de flores y mecanismo para soldar plomo. Manuscrito 'París B'. Hoja 14 recto.
FOTO: Ojeda - Roger / RMN-Grand Palais
En la parte hoy encuadernada como un segundo volumen, la que fue robada por Libri, podemos encontrar una interesante sección dedicada a la arquitectura. En ella aparecen dibujos de plantas de iglesias y de sistemas de construcción de cúpulas, todo con el aparente objetivo de conseguir una planta central perfecta considerada la mejor por arquitectos como Bramante (la planta central es la que tiene forma circular o poligonal). Los bocetos son el fruto de unos años en los que Leonardo entabló amistad con Bramante en Milán; de ahí que Leonardo reelabore en sus hojas personales conceptos ópticos de la arquitectura de aquél.
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Máquinas. Maquinaria para elevar agua. 'Códice atlántico'. Folio 26 verso. Biblioteca Ambrosiana, Milán.
Foto: Alamy / ACI
Ingeniería y arquitectura
EL CÓDICE ATLÁNTICO
Pompeo Leoni, uno de los herederos de los papeles de Leonardo en el siglo XVI, reunió un gran número de dibujos del artista florentino en un códice, hoy conocido como Códice Atlántico. Con sus 1.119 folios es el más vasto de los manuscritos leonardianos. Sus hojas, clasificadas por Leoni con un criterio estético más que temático, reflejan los múltiples intereses intelectuales de Leonardo en todas las etapas de su carrera. Hay dibujos de geometría y álgebra, instrumentos, máquinas, ingenios para volar, proyectos de ingenie- ría imposibles –como la desviación del curso del Arno–, utopías arquitectónicas y urbanísticas, dibujos de anatomía... En el folio 559 aparece un inventario de los libros que poseía Leonardo, sobre temas que iban de literatura clásica y la gramática a la matemática, la aritmética y la religión; una biblioteca personal que contradice el célebre mito de Leonardo como un omo sanza lettere, «hombre sin letras».

Asedio. 'Códice atlántico', folio 72 recto. Estudio del bombardeo de una fortaleza. Biblioteca Ambrosiana, Milán.
Foto: Alamy / ACI
También aparecen algunas relevantes, aunque crípticas, anotaciones del artista sobre su propia vida. En un folio se lee la célebre referencia a un recuerdo de infancia de Leonardo de un milano real que voló sobre su cuna y le abrió la boca con su cola.
Estando en la cuna, un milano real vino a mí y me abrió la boca con su cola, percutiendo muchas veces con la cola dentro de mis labios
En el folio 196, Leonardo confirma sucintamente que fue en el hospital de Santa Maria Nuova de Florencia donde realizó parte de sus estudios anatómicos, evidentemente con el método de la disección. Cabe destacar también el enigmático fragmento del folio 429, donde escribe lacónicamente «li medici mi creorono e desstrussono». Aún está por resolver la incógnita sobre si fueron los médicos o los Médicis (señores de Florencia) quienes lo crearon y destruyeron, aunque seguramente se refiere a los segundos.
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Anatomista. 'Códice Windsor'. Estudios de la anatomía del hombro. Biblioteca del Castillo de Windsor, Londres.
Foto: Album
El estudio del cuerpo humano
LOS DIBUJOS DEL CASTILLO DE WINDSOR
También creado por Leoni como un volumen encuadernado, el Códice Windsor es una colección de 600 folios que ahora se conservan sueltos. Contiene la serie más completa de dibujos de anatomía de Leonardo, porque probablemente Leoni lo formó con algunos de los cuadernos que el maestro dedicó a este tipo de apuntes. Encontramos allí estudios de los músculos humanos, los huesos, el sistema nervioso, el cráneo... Quizás el más sorprendente es el dibujo en el que Leonardo disecciona una cópula heterosexual, mostrando lo que sucede en el interior de cada uno de los cuerpos. Nos impacta, sobre todo, porque es difícil entender cómo el artista puede diseccionarlo de manera tan fidedigna.

La vida. 'Códice Windsor'. Dibujo de un feto humano dentro de la placenta. Biblioteca del Castillo de Windsor.
Foto: Getty Images
De gran belleza es el folio en el que se muestra a un feto humano dentro de su placenta, una de las primeras imágenes de la historia que representan esta realidad con detalle. La capacidad de Leonardo para mostrar el cuerpo humano en abierto es innovadora y extraordinaria.

Caballos y humanos. 'Códice Windsor'. Estudio de expresiones de furia en caballos, un león y un hombre. Biblioteca del Castillo de Windsor.
Foto: Alamy / ACI
El Códice Windsor destaca también por contener gran parte de la infinidad de estudios sobre la anatomía del caballo que Leonardo ejecutó para preparar el monumento ecuestre nunca realizado a Francesco Sforza. Nunca nadie había estudiado con tanta precisión el movimiento del caballo. De igual modo, esta colección conserva algunos de los estudios de caras grotescas y caracteres faciales realizados en los mismos años milaneses como preparación para el fresco de la Santa Cena. El Códice Windsor es un testimonio inmejorable del estallido creativo y obsesivo de la mente leonardiana durante aquellos años en Milán.
La parte del juicio parece encontrarse donde todos los sentidos se encuentran, y ésta es llamada el sentido común
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Buceo. 'Códice Arundel', hoja 24 verso. Estudio sobre aparatos para respirar bajo el agua.
Foto: Bridgeman / ACI
Un raro apunte biografico
EL CÓDICE ARUNDEL
Conservado en la Biblioteca Británica de Londres, el Códice Arundel es un gran compendio de reflexiones sobre geometría, mecánica, ingeniería y el vuelo de los pájaros. Llama la atención el folio 24, en el que Leonardo dibuja un artilugio para respirar debajo del agua, un prototipo de escafandra. En el folio 272 se encuentra uno de los fragmentos más relevantes de este códice y que, de hecho, destaca por encima de todas las notas de carácter personal escritas en sus cuadernos. Allí, como si de algo marginal se tratara, escribe con total frialdad: «El día 9 de julio de 1504, miércoles a las 7 horas, murió ser Piero da Vinci, notario del palacio del Podestà, mi padre. Tenía la edad de 80 años, dejó diez hijos varones y dos féminas». Una simple nota, escueta y lacónica, entre operaciones matemáticas y dibujos de geometría, le basta para dar cuenta de la muerte de su padre. Más sorprendente aún es que lo describa como padre de doce hijos, sin contarse a sí mismo. Ello indica que Piero da Vinci es su padre, pero él no es su hijo, porque no es legítimo. De hecho, Leonardo no recibirá nada de la herencia paterna y tendrá graves problemas con sus hermanastros.
Y este alambre debe ponerse alrededor de las junturas de las cañas, dentro de las pieles que unen dichas cañas
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Astros. 'Códice Leicester'. Hoja 1. Estudio del brillo de la luna en relación con el sol.
Foto: Getty Images
Un libro de récord
EL CÓDICE LEICESTER
Este pequeño códice, de sólo 18 hojas dobladas en dos, reúne bosquejos realizados por Leonardo entre 1508 y 1510. A diferencia de los códices de tipo misceláneo, éste presenta una clara unidad temática. De hecho, fue el mismo Leonardo quien reunió los dibujos en el volumen que ha llegado hasta nosotros. En sus páginas se encuentran preciosos dibujos sobre la luminosidad de la Luna, ya que Leonardo creía que su superficie estaba formada por agua que reflejaba la luz del Sol.
Además, hay partes dedicadas a la geología y al movimiento de las aguas. Sobre esto último, el tema principal del manuscrito, Leonardo desarrolla la teoría de que el agua circula por la Tierra como la sangre en los animales y la savia en las plantas: «Así sube el agua de las profundidades del mar a la cumbre de los montes, donde se derrama» en manantiales.

Libro y estuche. En el siglo XVII se encuadernó el 'Códice Leicester' con tapas de cuero y se creó la caja para guardarlo.
Foto: Seth Joel / Getty Images
Magnates del petróleo y de la informática
El Códice Leicester se ha conservado por una vía distinta a la herencia de Melzi. En el siglo XVI lo poseyó el escultor Guglielmo Della Porta, discípulo de Miguel Ángel. Sus herederos lo vendieron al pintor Giuseppe Ghezzi y en 1719 fue vendido al conde de Leicester. En 1980 fue adquirido por el magnate norteamericano del petróleo Armand Hammer, y en 1994 otro millonario estadounidense, Bill Gates, pagó por él treinta millones de dólares en una subasta.
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Una hoja de Leonardo
Dado el alto precio del papel en el siglo XV, Leonardo aprovechaba cada hoja hasta llenarla totalmente de anotaciones sobre asuntos de lo más diverso. Un buen ejemplo de tal práctica lo ofrece esta hoja del Códice Windsor, de gran formato (30 x 45 cm) y datada hacia 1490, cuando el artista residía en Milán. Leonardo fue haciendo en ella pequeños dibujos en función de lo que ocupaba su mente en cada momento.
Un primer ámbito de interés son las artes. Vemos así el retrato de un anciano (1), así como dos bosquejos de esculturas: una ecuestre (2), seguramente la del duque Ludovico Sforza, y otra de un guerrero (3). Un pequeño dibujo de un campanario (4) ilustra su interés por la arquitectura.
Otros dibujos se refieren al mundo natural. Varios representan vegetales: un lirio (5), un árbol (6), unas ramas cubiertas de follaje (7). Su interés por la geología se refleja en un pequeño paisaje montañoso (8), y su obsesión por el agua aparece en el detallado dibujo de dos cúmulos de nubes que parecen descargar sobre un estanque (9).
El Leonardo ingeniero surge a través del dibujo de una máquina (10), tal vez una prensa o una fundición. Y el aprendiz de geómetra se lanza a realizar varios diagramas de complejidad variable (11).
En un margen de la hoja, Leonardo incluyó algunas anotaciones manuscritas. Una de ellas (12) es una simple receta para «teñirse el pelo de rubio oscuro».
Este artículo pertenece al número 213 de la revista Historia National Geographic.