Dato histórico

Cómo se saludaban los romanos

En la antigua Roma, los amigos se saludaban dándose la mano, abrazándose o besándose; en cambio, ante los superiores había que descubrirse e incluso besarles la mano.

Tres tipos de saludo dirigidos al emperador Trajano mientras éste realiza un sacrificio. detalle de la Columna Trajana.

Tres tipos de saludo dirigidos al emperador Trajano mientras éste realiza un sacrificio. detalle de la Columna Trajana.

Tres tipos de saludo dirigidos al emperador Trajano mientras éste realiza un sacrificio. detalle de la Columna Trajana.

Foto: AKG / Album

Si uno habla de saludo romano, en seguida le viene a la mente el brazo alzado con la mano extendida. Sin embargo, ese popular gesto no proviene directamente de la Antigüedad, sino que fue inventado a finales del siglo XIX y principios del XX, y luego popularizado por los distintos regímenes fascistas y por las representaciones cinematográficas y televisivas.

Cuando dos romanos que ya se conocían y eran de igual rango se encontraban en la calle, uno solía decir salve o ave, mientras que el otro respondía salve et tu o ave et tu, «hola también tú». A la vez podían darse la mano derecha como hacemos hoy en día, puesto que hacerlo con la izquierda se consideraba que traía mala suerte. Otra opción era darse un cordial abrazo.

El beso también era utilizado como señal de saludo. Se daba en la mejilla o en la boca como gesto de afecto entre esposos, entre padres e hijos y entre hermanos o amigos.
A veces el beso no era lo más deseado, si tenemos en cuenta estos jocosos versos del poeta latino Marcial: «A unos, Póstumo, les das besos; a otros, la mano derecha. Me dices: “¿Qué prefieres? Elige”. Prefiero la mano». El mismo Marcial se queja en otro de sus poemas de un tal Lino que se dedicaba en pleno invierno a dar besos helados a Roma entera porque de su nariz pendía un carámbano y, además, su barba estaba tan rígida que cortaba.

Moneda en una de cuyas caras aparecen dos manos estrechándose. As acuñado en tiempos del emperador Nerva. 96-98 d.C.

Moneda en una de cuyas caras aparecen dos manos estrechándose. As acuñado en tiempos del emperador Nerva. 96-98 d.C.

Moneda en una de cuyas caras aparecen dos manos estrechándose. As acuñado en tiempos del emperador Nerva. 96-98 d.C.

Foto: Bridgeman / ACI

Besos a distancia

Otro beso de saludo era el que se hacía a distancia empleando la mano derecha. Se juntaban la punta del dedo índice y el pulgar, que se mantenía recto, se llevaba la mano a la boca para besarla y luego se lanzaba el beso. Esto se hacía habitualmente para adorar a las estatuas de las divinidades, pero el gesto se amplió a las personas admiradas. En el cuento de Apuleyo sobre Cupido y Psique, incluido en su novela El asno de oro, se dice que la hermosa Psique suscitaba la admiración de todos por su belleza, comparable a la de la diosa Venus, y que la gente mandaba un beso de saludo y adoración a su paso.

Este gesto también lo utilizaban los artistas cuando querían corresponder a la admiración de sus seguidores, tal como cuenta el fabulista Fedro que hizo cierto flautista con un público entregado que le aplaudía puesto en pie. Lo usó igualmente el fugaz emperador Otón en el año 69 d.C. cuando lanzó besos a los pretorianos que lo aclamaban como nuevo gobernante.

En una sociedad fuertemente jerarquizada como la romana, el saludo entre personas de distinta categoría social estaba muy bien definido. Así, un beso en la mano indicaba respeto y deferencia. Lo usaban los hijos con los padres en algunas ocasiones, los soldados con sus comandantes o los inferiores con los de rango superior. A veces los candidatos a algún cargo político besaban las manos de sus posibles votantes, aunque lo más habitual en esas ocasiones era el apretón de manos en la calle o en el foro.

Muestras de reverencia

Los buenos modales exigían que un ciudadano de a pie se levantase si estaba sentado cuando llegaba un magistrado, y lo mismo debían hacer los de clase inferior respecto a los de clase superior, los jóvenes si venía un anciano o los senadores cuando un magistrado o el propio emperador entraba o salía del recinto del Senado.

De igual modo, era de buena educación descubrirse la cabeza para saludar a un magistrado o a alguien a quien se deseaba honrar de forma especial. Por su parte, los magistrados sólo estaban obligados a saludar a los que ostentaban un rango superior a ellos. En cuanto al mundo militar, el soldado saludaba a su superior llevándose la mano derecha a la cabeza, de un modo similar a como ocurre en la actualidad.

Tanto valoraban los romanos el saludo social que tenían una institución llamada salutatio. Cada mañana, las residencias de los personajes más importantes abrían sus puertas para que amigos y «clientes» (las personas que estaban obligadas con ellos) acudieran a presentar sus respetos al señor de la casa. Los de rango igual o superior iban para reforzar sus
vínculos de amistad y poder, mientras que los más humildes acudían con la esperanza de llevarse a casa algunas monedas o el favor especial que habían venido a buscar.

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Despedirse a la romana

Dos soldados se abrazan y se besan en signo de amistad. Columna Trajana. Museo de la Civilización Romana, Roma.

Dos soldados se abrazan y se besan en signo de amistad. Columna Trajana. Museo de la Civilización Romana, Roma.

Dos soldados se abrazan y se besan en signo de amistad. Columna Trajana. Museo de la Civilización Romana, Roma.

Foto: AKG / Album

A la hora de despedirse, un ciudadano romano usaba la fórmula vale si se dirigía a una sola persona, o valete si los destinatarios del saludo eran más de uno. La expresión provenía del verbo latino valeo, que significa «tener salud», «estar bien». Por tanto, esta expresión significaba exactamente «que estés/estéis bien» o «que tengas/tengáis buena salud»; de ahí, por ejemplo, nuestra palabra «convaleciente». Una fórmula más larga, sobre todo si la despedida era por escrito, podía ser cura ut valeas, «procura estar bien; cuídate».

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Este artículo pertenece al número 194 de la revista Historia National Geographic.