Sublevación en 1428

Cómo los aztecas se adueñaron de México

En 1428, varias ciudades del valle de México se rebelaron contra el dominio de los tepanecas de Azcapotzalco. Entre ellas estaba la capital de los aztecas, Tenochtitlán.

Nezahualcóyotl. Ilustración del códice Ixtlilxóchitl. Biblioteca Nacional, París.

Nezahualcóyotl. Ilustración del códice Ixtlilxóchitl. Biblioteca Nacional, París.

Foto: Alamy / ACI

En los primeros años del siglo XV, el valle de México, la región que pronto se convertiría en corazón del Imperio azteca y que Hernán Cortés conquistaría en 1519, estaba dominado por la ciudad de Azcapotzalco. Situada a orillas del lago Texcoco, era la base de poder del pueblo tepaneca, que bajo el largo reinado de su huey tlatoani o emperador Tezozómoc había extendido su hegemonía sobre un amplio territorio en torno al lago. Varias ciudades de la zona quedaron reducidas a la condición de tributarias, e incluso pasaron a manos de hijos o parientes de Tezozómoc después de conflictos sangrientos.

Una de ellas era Texcoco, situada en la orilla opuesta del lago. Su gobernante, Ixtlilxóchitl, fue el mayor competidor político de Tezozómoc hasta que en 1418 éste lo hizo asesinar. El crimen, sin embargo, no acabó con el desafío de los texcocanos. El hijo adolescente del soberano difunto, Nezahualcóyotl, había contemplado –escondido en la copa de un árbol– cómo mataban a su padre, tras lo cual logró escapar y se preparó para vengar aquella muerte y recuperar el trono de Texcoco.

La conjura desbaratada

Tezozómoc puso precio a la cabeza del príncipe Nezahualcóyotl. Estaba tan obsesionado con él que poco antes de morir tuvo un sueño en el que vio claramente cómo el joven, convertido en águila y jaguar, destruía todo lo que él había conseguido durante su reinado. Agitado y espantado, y sabiendo que su muerte estaba cerca, Tezozómoc convocó a tres de sus hijos: Maxtla, Tayauh y Cuacuapitzáhuac. Les explicó el sueño y les instó a que, «si ellos querían ser señores del imperio, matasen a Nezahualcóyotl cuando viniese a las honras de su muerte, que sería muy pronto, porque él se hallaba muy a lo último de sus días», cuenta Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, cronista del siglo XVII y descendiente de los gobernantes de Texcoco.

En la misma reunión, Tezozómoc anunció una decisión que tendría graves consecuencias: había elegido a Tayauh como su sucesor. A los pocos días, Tezozómoc falleció en su palacio, «desamparado de la naturaleza humana como hombre que había vivido muchos años». Corría el año 1426, y hacía más de medio siglo que el difunto soberano ocupaba el trono de los tepanecas.

Mapa de Tenochtitlán procedente de las cartas de relación de Hernán Cortés.

Mapa de Tenochtitlán procedente de las cartas de relación de Hernán Cortés.

Foto: AKG / Album

En contra de la voluntad del rey fallecido, quien ocupó el trono de Azcapotzalco no fue Tayauh, sino su hermano Maxtla, que alegó que como primogénito tenía mayor derecho a la sucesión. El golpe palaciego de Maxtla tuvo repercusiones en todo el valle de México, principalmente a causa de la reacción de los aztecas. Este pueblo guerrero, también llamado mexica, se había asentado desde principios del siglo XIV en unos islotes del lago Texcoco, donde erigieron su capital: Tenochtitlán. Antes los mexicas debieron obtener el permiso del señor de Azcapotzalco, a cambio de lo cual quedaron obligados a entregar un tributo.

Cuando Maxtla accedió al trono, el gobernante mexica Chimalpopoca decidió apoyar abiertamente a Tayauh, el heredero designado por Tezozómoc. Las crónicas cuentan que Chimalpopoca invitó a Tayauh a su palacio y lo animó a asesinar a su hermano para recuperar el trono de Azcapotzalco. Sin embargo, el príncipe tepaneca había llevado consigo un paje enano, el cual escuchó la conversación y, cuando volvió con Tayauh a Azcapotzalco, se apresuró a contar a Maxtla lo que había oído. Éste «determinó en su corazón hacer aquello mismo que a su hermano habían aconsejado contra él, para quedarse señor del imperio». De hecho, Maxtla decidió matar no sólo a su hermano, sino también a sus aliados: Chimalpopoca y el gobernante de Tlatelolco, una ciudad vecina a la capital mexica.

Maxtla, rey de Azcapotzalco, apresó al jefe de los aztecas y lo dejó morir de hambre en prisión

Las fuentes divergen sobre el modo en que murieron los rivales de Maxtla. Según unos, Chimalpopoca fue apresado y se le dejó morir de hambre en prisión, mientras que otros afirman que lo asesinaron en una sala del templo, en Tenochtitlán, de un golpe en la cabeza, o bien que fue estrangulado en sus aposentos privados. En cuanto al señor de Tlatelolco, fue ahorcado o bien lo alancearon cuando huía de sus asesinos en una canoa. Maxtla encargó este trabajo sucio a esbirros de una ciudad aliada, Tlacopán. Pese a la muerte de sus señores, los mexicas y sus vecinos de Tlatelolco decidieron unirse para seguir la lucha contra su común enemigo: Maxtla, el rey de Azcapotzalco.

En esta empresa contaron con un aliado que resultaría decisivo: Nezahualcóyotl, el príncipe a quien los tepanecas habían arrebatado el trono de su ciudad, Texcoco. Maxtla le había tendido varias trampas para matarlo o capturarlo a traición, pero Nezahualcóyotl siempre consiguió escapar. Finalmente, logró que le permitiera vivir en Tenochtitlán bajo la supervisión de sus tíos, ya que su madre era una princesa azteca. Fue allí donde decidió unirse a las filas de los mexicas, ahora gobernados por su tío Itzcóatl, en la guerra contra Maxtla.

Vista aérea de la plaza de las Tres Culturas de Ciudad de México, con los restos del templo de la antigua ciudad de Tlatelolco.

Vista aérea de la plaza de las Tres Culturas de Ciudad de México, con los restos del templo de la antigua ciudad de Tlatelolco.

Foto: Ulrikestein / Getty Images

Lucha por la hegemonía

De esta manera se perfilaron dos grandes bloques. Uno, encabezado por Maxtla, que defendía su derecho a reinar en Azcapotzalco, contó con un enorme número de ciudades aliadas, entre ellas la sometida Texcoco. El otro lo dirigían quienes tenían cuentas pendientes con Maxtla y los tepanecas: Nezahualcóyotl, a quien los tepanecas habían arrebatado su ciudad, Texcoco; los mexicas de Tenochtitlan, con Itzcóatl al frente, y la ciudad de Tlatelolco. Pero las aspiraciones de Nezahualcóyotl e Itzcóatl iban más allá de la venganza: pretendían iniciar la expansión sin trabas por el valle de México tras acabar con la hegemonía tepaneca. Los mexicas formaron un numeroso ejército con aliados de Tlaxcala y Huexocotzinco, y demostraron en el combate su excepcional destreza como guerreros, fruto del concienzudo entrenamiento al que se sometían en sus escuelas militares.

Al parecer, se produjo una batalla decisiva en la que Nezahualcóyotl, vestido con la armadura de sus antepasados, subió a un cerro y allí «encendió una llama de fuego» que debía de ser la señal del inicio del combate. «Hecha la seña dieron sobre sus enemigos, en donde tuvieron grandes y crueles batallas, muriendo de ambas partes mucha cantidad de gente con grandísimas crueldades».

El dios Tlaloc. Columna de un edificio de Azcapotzalco.

El dios Tlaloc. Columna de un edificio de Azcapotzalco.

Foto: Bridgeman / ACI

Azcapotzalco arrasado

A continuación, los aztecas y sus aliados entraron en Azcapotzalco y capturaron a Maxtla. El destino final del gobernante tepaneca varía según las crónicas. Unas dicen que logró huir, mientras que otra versión asegura que lo hallaron en el interior de «un temazcal, que es un baño que estaba en un jardín [en Azcapotzalco], y lo llevaron casi arrastrando delante de Nezahualcóyotl, el cual mandó hacer, en medio de la plaza, un cadalso grande donde le sentenció y mató por su mano, sacándole el corazón y la sangre de él derramándola por cuatro partes, y el cuerpo mandó le hicieran las honras y entierro con toda solemnidad como tal señor conviene». En cuanto a Azcapotzalco, fue arrasada. Nezahualcóyotl ordenó que «de allí adelante no fuese sino un lugar donde se vendiesen esclavos», y la misma suerte corrieron otras poblaciones aliadas de los tepanecas.

Tras su victoria sobre los tepanecas, se dice que Nezahualcóyotl ejecutó a Maxtla sacándole el corazón y vertiendo su sangre

Al término del conflicto, que se prolongó de 1428 a 1431, Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopán crearon la Triple Alianza, una organización de apoyo mutuo. La inclusión de Tlacopán fue quizá un intento de Nezahualcóyotl de equilibrar el predominio de los aztecas. Si fue así sirvió de poco, porque en los años siguientes los mexicas emprenderían una marcha imparable para crear un imperio en todo el altiplano mexicano.

Pero ¿sucedió todo tal como lo hemos contado? El mexica Itzcóatl, que había sustituido al asesinado Chimalpopoca en el trono de Tenochtitlán y acaudilló la guerra contra los tepanecas, pertenecía a una rama dinástica que no hubiera podido reinar sin la desaparición de Chimalpopoca y su descendencia. Por tanto, no hay que menospreciar la idea de que Itzcóatl, y no Maxtla, orquestara el crimen (ejecutado por gentes de Tlacopán) que llevó a los mexicas a la guerra contra Azcapotzalco.

Ver más sobre la muerte de Tezozómoc.

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Los dominios de tezozómoc.

Los dominios de tezozómoc.

Cartografía: Eosgis.com

Los dominios de Tezozómoc

Los tepanecas se asentaron en el valle de México a mediados del siglo XIII. Desde Azcapotzalco, su capital, el hueytlatoani Tezozómoc conquistó Colhuacán y Xaltocán, y se dirigió después contra su gran rival: Texcoco. Después de conquistar esta ciudad y ordenar el asesinato de su gobernante, hueytlatoani Ixtlilxóchitl, Tezozómoc gobernó sin cortapisas hasta su muerte.

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Nezahualcóyotl, el guerrero invencible

Heredero del rey de Texcoco asesinado por los tepanecas, Nezahualcóyotl desempeñó un papel decisivo en la guerra que acabó con el poder de aquéllos. Aquí se lo representa listo para el combate, con un tambor para dar órdenes de retirada o ataque (teponaztli), armadura textil flexible (ichcahuipilli), espada de obsidiana (macuahuitl), escudo antiproyectil (chimalli), grebas en antebrazos y pantorrillas, y casco (cuatepoztli) de caoba en forma de cabeza de coyote o lobo. Bajo el labio inferior lleva un bezote de oro en forma de cabeza de águila.

Este artículo pertenece al número 196 de la revista Historia National Geographic.

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