En 1935, durante un vuelo en busca de nuevos terrenos de prospección para la Compañía Petrolera Anglo-Iraní (actual British Petroleum) en el sudoeste de Irán, en la región de Juzestán, el piloto divisó una colina de aspecto irregular. En las mismas fechas, otro miembro del equipo de prospección halló en la zona un ladrillo con inscripcionesantiguas.
Los responsables de la compañía avisaron al Servicio Arqueológico Iraní, que a su vez transmitió la información a la delegación arqueológica francesa que trabajaba en el yacimiento de Susa, la antigua capital del reino de Elam, situada a apenas 40 kilómetros de distancia. Cuando los arqueólogos inspeccionaron el lugar se dieron cuenta de que aquel «montículo en forma de cesta» (eso es lo que significa la denominación local ChogaZanbil) ocultaba vestigios con miles de años de antigüedad.
Cronología
Vuelta a la vida
Hacia 1340 a.C.
Con la subida al trono de Untash Napirisha se empieza a construir Dur Untash, la actual Choga Zanbil.
Hacia 1000 a.C.
Después de casi tres siglos de vida, la ciudad es abandonada definitivamente y se descubrió miles de años más tarde.
1935
Se descubren los restos de Dur Untash y, quince años después, empiezan las primeras excavaciones.
1997-2005
Una expedición iranioalemana continúa la excavación del yacimiento.
La ciudad de Untash
Las campañas de excavación comenzaron en 1936, bajo la dirección del arqueólogo Roland de Mecquenem. Los textos cuneiformes que se hallaron permitieron identificar enseguida aquel lugar con DurUntash, «la ciudad de Untash», construida por el rey Untash Napirisha hacia mediados del siglo XIII a.C. e integrada en el reino de Elam, una amplia confederación tribal que abarcaba la parte centro-occidental del altiplano iraní y las llanuras de la frontera con el actual Irak. Los trabajos de los arqueólogos franceses tenían que prolongarse cinco años, pero quedaron interrumpidos por el estallido de la segunda guerra mundial en 1939.
Hubo que esperar a 1951 para que se reanudase la investigación, ahora de la mano de Roman Ghirshman, el nuevo jefe de la delegación arqueológica francesa en Irán. Ghirshman era un judío ruso que había emigrado a Francia tras la revolución soviética de 1917 y allí emprendió una fructífera carrera como arqueólogo. Excavó un importante yacimiento elamita en Irán, Sialk, así como la antigua ciudad sasánida de Bishapur. Luego investigó Begram, en Afganistán (un notable yacimiento de la cultura Kushan), y en 1946 regresó a Irán para trabajar en Susa, la antigua capital de la Persia aqueménida. Mientras se encontraba allí recibió el encargo de excavar Choga Zanbil.

Zigurat de Choga Zanbil, según la reconstrucción de Roman Ghirshman.
Foto: Shutterstock
El gran zigurat
Diez años de campañas arqueológicas sacaron a la luz un gran complejo religioso dominado por una enorme estructura de ladrillo de planta cuadrada que, en el momento de la excavación, medía 105 metros de lado y 25 de altura; según los últimos estudios, se cree que en su época alcanzó una altura de 53 metros. Ghirshman no tuvo ninguna dificultad para identificar esta estructura como un zigurat, la torre templo que constituye la máxima expresión de la arquitectura religiosa mesopotámica, en cuya cima se colocaba un santuario consagrado a una divinidad. Como escribió el historiador de las religiones Mircea Eliade: «El zigurat estaba construido a imagen del mundo; sus planos simbolizaban las diversas divisiones del universo: el mundo inferior, la tierra,
el firmamento».
Sólo una pequeña parte de esas inmensas construcciones ha llegado hasta nosotros, en su mayoría en un estado bastante precario, ya que a diferencia de Egipto, que adoptó la piedra para su arquitectura monumental, en Mesopotamia (nombre griego que significa la «Tierra entre los dos ríos») se usó el ladrillo, que se degrada mucho más fácilmente. Sin embargo, el zigurat de Choga Zanbil y su conjunto de templos se hallan en excelente estado de conservación, tanto que en 1979, tras una serie de ambiciosos proyectos de restauración, fueron incluidos en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.
El yacimiento, con una superficie de casi cien hectáreas, está delimitado por una muralla fortificada de más de cuatro kilómetros de longitud. En su interior hay dos sectores principales: el zigurat con sus dependencias (siyan-kuk) y el «barrio real». Parece que el resto del área situada dentro de las murallas nunca fue habitada de modo significativo.

Placas de terracota que decoraban el templo sobre el zigurat.
Foto: Alamy / ACI
Templos y palacios
El «barrio real» estaba formado por al menos tres grandes edificios con varios patios. Se trataba de palacios bien construidos y ricamente decorados, pues en ellos se hizo un amplio uso del ladrillo cocido, el estuco de yeso, la mayólica y el vidrio. El edificio I, el más importante, es un palacio-hipogeo (excavado en la roca) con cinco cámaras sepulcrales subterráneas abovedadas que permanecieron en uso hasta 1000 a.C. Pero la ciudad que iba a ser el centro de la dinastía de Untash Napirisha nunca se terminó, como lo prueba el hecho de que junto a cientos de ladrillos con el nombre del fundador se hallaran dos mil sin ninguna inscripción. Tras la muerte del rey, el lugar se mantuvo como un espacio de peregrinación y sepultura.
Por su parte, el zigurat estaba delimitado por dos muros adornados connichos y contrafuertes. A los pies de este edificio gigantesco se alzaban varios templos dedicados a diferentes divinidades, entre ellas Pinikir, la diosa madre elamita, así como Hishmitik y Ruhuratir, otras divinidades de Elam.
Método constructivo
Una de las principales aportaciones de Ghirshman fue su análisis del proceso de construcción del zigurat. Como ha escrito Laurianne Martinez-Sève, ésa fue «la primera vez que un arqueólogo exploraba un edificio de este tipo en todos sus detalles, y Ghirshman fue capaz de demostrar que los arquitectos no lo habían construido apilando planos horizontales, como presuponía, sino encajando los diferentes pisos entre sí y construyéndolos todos desde el suelo». Según Ghirshman, la edificación del zigurat comenzó con la construcción de un patio cuadrado abierto, pavimentado con ladrillo cocido y rodeado por todos sus lados de habitaciones largas y estrechas. Más adelante, el patio original se rellenó, y se fueron levantando una serie de terrazas superpuestas de ladrillo crudo, cada una de ellas más pequeña que la inferior.
El zigurat quedó formado por cuatro niveles, con el templo o kukunnum en su cima
Finalmente, el zigurat quedó formado por cuatro niveles, con el templo propiamente dicho (kukunnum) en la cima. Sólo conocemos el kukunnum por ciertos ladrillos con inscripciones, que sugieren que en algunos momentos estuvo dedicado al dios elamita Inshushinak, y en otros, tanto a Inshushinak como a Napirisha, deidad principal del reinoelamita.
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Estatua en bronce de la reina. Louvre, París.
Foto: Bridgeman / ACI
La reina Napirasu
Una de las obras de arte más fascinantes del período medio elamita es la estatua de la reina Napirasu, esposa de Untash Napirisha. En su superficie hay una inscripción en la que se puede leer: «El que tome posesión de mi estatua, si la destruye que sea golpeado por la maldición de Napirisha, Kiririsha e Inshushinka, que su nombre se extinga, que su descendencia sea estéril, que las fuerzas de Beltiya, la gran diosa, lo arrollen».
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Un tesoro abandonado
Las excavaciones de Ghirshman en el vasto complejo de Choga Zanbil sacaron a la luz un gran número de hallazgos como los que aquí se muestran, que formaban parte de los acabados y el mobiliario de palacios y templos.

Modelo de torre almenada hecho en terracota. Museo del Louvre, París.
Foto: Franck Raux / Rmn-Grand Palais

Estatua de toro con inscripciones. Museo Arqueológico Nacional, Teherán.
Foto: Prisma / Album

Hacha de plata y electro con cabezas de jabalí y león en el mango. Museo del Louvre, París.
Foto: Franck Raux / Rmn-Grand Palais

Tablilla de fundación con una inscripción cuneiforme, insertada en el zigurat de Choga Zanbil.
Foto: Bridgeman / ACI
Este artículo pertenece al número 206 de la revista Historia National Geographic.