Hablar hoy de «Reconquista» –uno de los términos más asentados, pero también cuestionados y manipulados de nuestra historia– supone un ejercicio no exento de riesgo. Porque, lejos del fenómeno lineal que se nos contó en el pasado, con dos grandes bloques, el islámico y el cristiano, enfrentados a lo largo y ancho del territorio peninsular, el rápido avance del islam en la Península y el lento retroceso que le siguió estuvieron llenos de ambigüedades y matices, pues no fueron pocas las ocasiones en que los supuestos rivales religiosos se aliaron contra un enemigo común, por no hablar de los habituales conflictos entre los reinos cristianos.

Asedio a un castillo cristiano
Asedio a un castillo cristiano
Asalto musulmán a una fortaleza cristiana. Miniatura de las Cantigas de Santa María, del rey Alfonso X el Sabio. Detalle de la Cantiga 187. Siglo XIII. Biblioteca del Monasterio de El Escorial.
Oronoz / Album
Tierra de murallas
Los movimientos de las distintas facciones en la Península durante la Edad Media dejaron un rastro que aún es patente: los castillos y las murallas que se levantaron para demarcar fronteras y asentar y defender los sucesivos avances sobre el terreno. Algunos son obras extraordinarias; otros adquieren valor sobre todo al ser contemplados formando parte de un conjunto, dibujando lo que podríamos llamar «constelaciones de frontera». Son líneas defensivas que solían aprovechar el relieve del terreno para otear la lejanía y establecer comunicación entre ellas mediante señales, mientras los ríos y valles servían como fosos naturales capaces de entorpecer los avances.
Cronología
la península, una trama de fronteras
722
Tiene lugar la batalla de Covadonga, que marca el inicio del proceso de reconquista de la península ibérica por parte de los diferentes reinos cristianos.
912
Los castellanos alcanzan el río Duero. El castillo de Gormaz será objeto de disputa entre cristianos y musulmanes hasta su reconquista final en 1059.
1085
El 6 de mayo, Alfonso VI, rey de León, conquista Toledo, tras cuatro años de asedio a la ciudad. Con ello, la reconquista cristiana alcanza el río Tajo.
1118
Alfonso I El Batallador, rey de Aragón y de Pamplona, toma la ciudad de Zaragoza, asentando el dominio cristiano sobre la cuenca del río Ebro.
1212
Tiene lugar la batalla de las Navas de Tolosa, en la que una coalición de reinos cristianos vence a los almohades, abriendo el camino a la conquista de Andalucía.
1492
Los Reyes Católicos toman Granada, el último reino musulmán de la península ibérica, hecho que se considera como final del proceso de Reconquista.

Mapa de situación
Cartografía: Eosgis.com
La larga confrontación entre la cristiandad y el islam en la península ibérica provocó un desarrollo inusitado de la arquitectura militar. Ya en los siglos IX y X se erigieron importantes fortalezas, como las de Mérida, Oviedo, Gauzón, Catoira, Baños de la Encina, Osma, Curiel o Gormaz. Cuando en el resto de Europa se levantaban simples empalizadas y motas de madera, los castillos hispanos se erigían ya con fuertes muros de piedra y adoptaban novedades como las torres pentagonales o las buhederas, rendijas que servían para defender los accesos.

Castillo de Gormaz, Soria
Castillo de Gormaz
La fotografía muestra el lado norte de la fortaleza, cuajado de torreones. Cambió varias veces de manos hasta su conquista definitiva por los cristianos en 1059.
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Siempe de forma pionera, y por influencia musulmana, la arquitectura defensiva peninsular se enriquecería con otras novedades, como los pasos en línea quebrada, las torres albarranas (separadas de los muros o cortinas para mejorar su defensa), las barbacanas o antemurallas, o los matacanes, galerías desde las que se lanzaban proyectiles a las tropas enemigas.
Un breve recorrido por los castillos y las murallas fronterizos podría comenzar en la actual provincia de Soria, donde, transcurrido un milenio, todavía existen restos monumentales de ambos lados de la frontera. A solo doce kilómetros de distancia, acompañados por el curso serpenteante del Duero, se levantan en lo alto de sendas cumbres dos castillos impresionantes, uno islámico y otro cristiano: el de Gormaz y el de Osma.

Castillo de Osma
Castillo de Osma. Está situado entre las localidades de Osma y Burgo de Osma, en Castilla y León. Ramiro II de León promovió su construcción hacia 930.
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Un territorio de frontera
Del castillo de Gormaz, erigido en el siglo X, se ha dicho que es la mayor fortaleza de su tiempo en Europa, y que representa para la arquitectura califal militar lo mismo que la mezquita de Córdoba para la religiosa y Madinat al-Zahra para la civil. Con su perímetro de más de un kilómetro, era, en realidad, algo más que un castillo: en su interior se cobijaba una población que contaba con una mezquita, casas para la guarnición así como un alcázar, una fortaleza palaciega que fue reconstruida en el siglo XIV. Al interior de este amplio recinto se accedía por varias puertas, la principal de las cuales es una obra maestra del arte califal, levantada durante el reinado de al-Hakam II. Cada uno de los lados de su alargada planta tiene un carácter distinto: mientras al sur, dirigido a al-Andalus, abre su monumental portada, al norte presenta ante los cristianos un hosco frente tachonado de torreones, con muros de hasta diez metros de altura. Una cisterna y una alberca aseguraban el abastecimiento de agua.
A escasa distancia hacia el norte, el castillo de Osma fue un importante jalón del avance cristiano. Gracias, en parte, a un sistema de aspilleras muy novedoso y eficaz, fue capaz de repeler varios ataques del ejército del califa Abd al-Rahman III en la década de 930. Construido con expolios de la antigua ciudad romana de Uxama, sería, a su vez, expoliado en el siglo XVIII para surtir de material a la imponente torre catedralicia de El Burgo de Osma. Gormaz y Osma son dos hitos dentro de un paisaje que aún posee la fascinación de lo fronterizo, en el que se yerguen multitud de atalayas usadas por ambos bandos para controlar los movimientos del adversario.

Castillo de Loarre
Castillo de Loarre
Asentada sobre un promontorio de roca caliza, esta monumental fortaleza románica controlaba toda la llanura de la Hoya de Huesca desde su privilegiada ubicación. Fue construida entre los años 1033 y 1035 por el rey Sancho Garcés III de Pamplona.
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Castillos románicos
La primera muralla capaz de contener el avance de la conquista islámica de la península ibérica fueron las cordilleras Cantábrica y Pirenaica. Nada más rebasar los Picos de Europa, los ejércitos musulmanes abandonaron el extremo norte peninsular, dejando Asturias y la Marca Hispánica (la franja al sur de los Pirineos que había estado bajo la soberanía de Carlomagno y sus descendientes) como el solar donde irían recomponiéndose, poco a poco, los distintos reinos cristianos.
El traslado de la capital del reino de Asturias a León en 910 simbolizó la gran expansión reconquistadora por toda la cuenca del Duero en los siglos IX y X. En 1031, cuando se desmoronó definitivamente el califato de Córdoba, la frontera entre cristiandad e islam se extendía a lo largo del Sistema Central, con toda la meseta norte en manos del reino de León. En cambio, en la mitad oriental de la península el avance reconquistador había sido mucho más lento. En la zona que va de Navarra a Cataluña se configuró un tupido sistema de fortalezas frente a la amenaza de los ejércitos musulmanes que partían de Tudela, Zaragoza o Lérida. Fue solo en el siglo XII cuando los soberanos de Navarra, Aragón y Cataluña llegaron hasta el río Ebro. Esa es la razón por la que en esas regiones se conservan tantos castillos de la época románica (siglos XI-XII).
Tal es el caso del castillo de Loarre. Al principio fue un punto fortificado más, dentro de una larga cadena de torres y atalayas dispuestas por el monarca navarro Sancho III el Mayor para controlar la frontera con al-Andalus y fijar una línea a partir de la cual se pudiese tomar la ciudad de Wasqa, o Huesca. El largo asedio de Huesca, hasta su conquista a finales del siglo XI, dejó margen para que a partir de una simple torre de vigilancia surgiese en Loarre una amplia fortaleza, cuyo crecimiento coincidió con el de un nuevo reino escindido del de Pamplona: el reino de Aragón.
Loarre está considerado como el mejor ejemplo existente de castillo románico, sin apenas modificaciones posteriores y enriquecido, además, con multitud de elementos escultóricos exquisitos. Era una especie de castillo-convento, concebido para alojar a una guarnición y a una comunidad monástica, como proclama el volumen de su enorme capilla, dedicada a san Pedro.
Incluso cuando no se encontraban unidas físicamente a los castillos románicos, como en Loarre, las iglesias estaban siempre cerca de ellos. Esta asociación se ve todavía muy bien en los castillos de Mur y Llordà, en Cataluña. Mur es, quizás, el ejemplo más completo, con un castillo pequeño pero de construcción muy cuidada y, a su costado, la iglesia de Santa María. El de Llordà interesa por los elementos de tipo civil que ha conservado: la cocina de campana (quizá la cocina de ese tipo más antigua que se conserva), las ventanas, tan parecidas a las de la torre de la Reina de Loarre, o el vasar, antepasado del tinell o aparador que servía para guardar y exhibir la vajilla, flanqueado significativamente por dos lavabos. Igual que las letrinas y chimeneas de Loarre, estos restos reflejan (aunque muy mermados) un grado de confort y hasta de hedonismo muy superior al que solemos esperar de unos castillos tan antiguos.

Castillo de Mur
Castillo de Mur
Comparado con Loarre, este castillo ilerdense destaca por su estructura reducida y simple, con una torre circular rodeada por un pequeño recinto murado hecho con piedras muy pequeñas. A escasa distancia se alza una iglesia en torno a la cual se desarrolló un poblado.
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Más allá de Toledo
Tras la conquista de Toledo por Alfonso VI, en 1085, se produjo la descomposición de los ya debilitados reinos de taifas musulmanes y la entrada de los almorávides norteafricanos en la Península. Ni ellos ni los almohades que les siguieron lograron recuperar Toledo, pero sí hostigaron las ciudades fronterizas situadas al sur del Sistema Central, convertido en una eficaz muralla natural: la misma Toledo, pero también otras poblaciones como Guadalajara, Talavera o Madrid, debieron reforzar sus defensas a causa de estos ataques, que, sin embargo, no llegaron a otras urbes bien provistas de murallas pero situadas más al norte, como Ávila o Segovia.
En 1212, la victoria de los reinos cristianos en las Navas de Tolosa supuso el establecimiento de una nueva línea fronteriza. Pocos años después caerían rápidamente las principales ciudades de al-Andalus –Jaén, Córdoba, Sevilla, Murcia–, dejando el reino de Granada como único reducto del islam peninsular.

Fortaleza de Calatrava la Nueva
Fortaleza de Calatrava la Nueva
Mezcla de castillo y monasterio, Calatrava la Nueva se alza en la provincia de Ciudad Real. Inspirado en las fundaciones cistercienses, se levantó a principios del siglo XIII, justo después de la victoria de los reinos cristianos en la batalla de las Navas de Tolosa, que tuvo lugar en 1212.
Alamy / ACI
A las puertas de Andalucía
Siguiendo el ejemplo de sus predecesores, Fernando III, rey de Castilla y León, y su hijo Alfonso X establecieron núcleos urbanos y fortalezas que consolidaran el dominio cristiano de la meseta sur. Muchos castillos quedaron bajo la custodia de las entonces pujantes órdenes militares, como la de Calatrava, que ocupó una antigua fortaleza musulmana (Calatrava la Vieja) y levantó un nuevo castillo-convento, el de Calatrava la Nueva.
Aunque artísticamente no se le pueda comparar, hay motivos para considerar a este último como «el Loarre de la Mancha», un conjunto complejísimo que comprende el recinto exterior o albacar, para cobijar población y ganado, murallas, alcázar, iglesia y dependencias monásticas: claustro, sala capitular, almacenes, refectorio, dormitorio…
No conservamos decoraciones, pero es probable que los muros de mampostería y ladrillo estuviesen ornamentados interiormente con yesos y pinturas de tipo andalusí y cubiertos con bellas techumbres; una riqueza que aún se adivina, muy mermada, en la soberbia arquitectura gótica de su iglesia.
Así pues, siglo y medio después de que se levantase el castillo de Loarre, la combinación medieval de lo religioso, lo civil y lo militar seguía vigente, encarnando un mundo en el que todo estaba mezclado y en el que la cultura, como siempre ha ocurrido, no tenía dificultad en saltar por encima de murallas y fronteras.
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nacimiento de un castillo
El castillo de Montsoriu, aunque no sea propiamente de frontera, ilustra bien los componentes básicos de las fortalezas medievales y su evolución a lo largo del tiempo, desde la torre feudal originaria a la construcción románica.
En época románica, algunas antiguas atalayas vieron surgir a su alrededor recintos complejos, con recorridos quebrados que dificultaban el acceso y murallas provistas de cubos, almenas y aspilleras que permitían defenderlas desde diferentes ángulos y alturas. Esos lienzos de muralla pasaron a englobar en su interior, en su parte principal, diferentes estancias: una capilla más amplia que la primigenia, una sala de aparato o de recepción (lo que en la Edad Media se denominaba «palacio»), que desde el siglo XI podía contar con una chimenea, estancias para la guardia y la servidumbre, cuadras, almacenes… Por otra parte, el recinto se prolongaba para formar un albacar, una superficie despejada donde, en caso de necesidad, podía resguardarse el ganado. Desde entonces, el castillo no dejaría de evolucionar, incorporando los magníficos ámbitos palatinos que caracterizan muchas fortalezas góticas.

La torre original
La torre original
En esta ilustración puede verse el aspecto de la torre originaria, una atalaya como tantas otras que se edificaron en territorios cristianos como en al-Andalus alrededor del año Mil. Está situada sobre una elevación natural del terreno; de forma excepcional, junto a la torre se elevan un pequeño recinto y una capilla.
Trabajo llevado a cabo por 3D Stoa – Patrimonio y Tecnología / Digivision / MEMGA
Este artículo pertenece al número 239 de la revista Historia National Geographic.