Obra de arte

El caballero, la muerte y el diablo

Este célebre grabado de Durero constituye una alegoría del cristiano que, al modo de un caballero, avanza por el camino de la justicia y resiste las tentaciones de los demonios.

Una de las estampas más conocidas del artista alemán Alberto Durero (Albrecht Dürer) es El caballero, la muerte y el diablo. La misteriosa imagen, un grabado a buril, muestra a un caballero ataviado con armadura completa –inspirada en los modelos alemanes contemporáneos– y portando espada y lanza, muy semejante a otras obras de Durero dedicadas al tema de la caballería.

En un segundo plano, acompañando al anónimo jinete, cabalga sobre un rocín una siniestra figura vestida de blanco y portando un reloj de arena, en alusión al paso del tiempo. Si el espectador se fija en su rostro, éste parece en estado avanzado de descomposición; es casi una calavera, de la que surgen serpientes.

En la iconografía medieval ésta es una representación de la muerte, también evocada por el cráneo situado en el ángulo inferior izquierdo, junto a la tablilla en la que el autor incluye la fecha –«s. 1513», esto es, salus o «en el año de gracia» de 1513– y el monograma con sus iniciales, AD. Tras el caballero se muestra otra terrible figura monstruosa, un demonio. Completa la escena un perro, que corre bajo la montura del caballero. En la lejanía, sobre un montículo, se ve una ciudad fortificada.

El caballero cristiano

Una vez identificados los protagonistas, cabe preguntarse por el significado de la obra: símbolo del declive de la caballería medieval para unos o representación de los caballeros bandidos que abundaban en Alemania en esos años para otros. También se ha querido ver en el jinete una suerte de heraldo de la muerte. Sin embargo, la interpretación más extendida es la que vincula el grabado con la concepción ideal del «caballero cristiano» formulada por el humanista neerlandés Erasmo de Róterdam en su Manual del caballero cristiano (1504). Según Erasmo, el caballero cristiano no era un guerrero, sino cualquier persona que decidiera poner en práctica en su vida diaria las auténticas virtudes cristianas.

En su grabado, Durero ofrece una sutil alegoría del caballero cristiano de Erasmo. Así, presenta al caballero armado con la oración y la fe mientras avanza por el camino de la justicia –la salamandra bajo el perro se consideraba un símbolo de esto último–. El can que acompaña al caballero, por su parte, simboliza la fidelidad. La muerte llegará –como indica la arena del reloj que sostiene el diablo y que aún no ha caído completamente– y será entonces cuando los hechos del caballero le puedan llevar a la salvación, encarnada en esa suerte de evocación de la Jerusalén celestial que es la lejana ciudad, atravesando el valle de la muerte que parece encarnar el paisaje por el que avanza.

El grabado se ha ligado tradicionalmente a otras dos célebres estampas del mismo Durero: San Jerónimo en su estudio (1514) y Melancolía I (1514). Así, mientras el caballero reflejaría una forma activa de ver el mundo, san Jerónimo representaría la visión espiritual, vinculada al estudio y la contemplación, y la Melancolía, la mirada a través del intelecto.

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Víctima de plagio

Foto: Album

Nacido en Núremberg en 1471, Durero destacó como pintor y llegó a trabajar para el emperador Maximiliano I. Cultivó asimismo el arte del grabado, con tanto éxito que sus obras eran copiadas con su monograma incluido, por lo que llevó a los tribunales a otros grabadores importantes, como al italiano Marcantonio Raimondi. A la izquierda, su Autorretrato, conservado en el Museo del Prado.

Este artículo pertenece al número 195 de la revista Historia National Geographic.