Cronología
Érase una vez en el Oeste
1859
Nace en Nueva York William McCarthy, futuro Billy el Niño, hijo de una irlandesa emigrada a Estados Unidos. En 1860 residen en Indiana.
1878
Estalla la «guerra del condado de Lincoln» entre dos grupos de ganaderos, en la que Billy el Niño se ve implicado.
1879
Billy el Niño escapa de la cárcel de Lincoln al advertir que el gobernador de Nuevo México no le va a conceder la amnistía.
1881
Capturado por el sheriff Pat Garret, Billy huye de nuevo de la cárcel matando a dos hombres. Garret le dará muerte en Fort Sumner.
Sus últimas palabras en vida, momentos antes de recibir un tiro en el pecho disparado por Pat Garrett, fueron en español: «¿Quiénes son? ¿Qué hacen esos hombres ahí fuera, don Pedro?». Sucedió el 14 de julio de 1881, en una noche de luna llena, en la casa de Peter Maxwell en Fort Sumner (Nuevo México). Así terminó una vida de leyenda: la de Billy The Kid, Billy el Niño, «el chavito» para los hispanos que lo veneraban.

Una pistola letal
Un Colt Single Action Army de seis disparos, el revólver más famoso del Salvaje Oeste. Fue el arma que empleó Pat Garrett para matar a Billy.
Foto: Don Troiani / Bridgeman / ACI
En realidad, se llamaba Henry McCarthy, alias Henry Antrim, alias Billy H. Bonney, y era de ascendencia irlandesa. En su corta y azarosa vida –no llegó a cumplir los 21 años– fue un joven en busca de su lugar en el mundo, en un tiempo en que el suroeste de Estados Unidos aún se regía por el código de la frontera y donde la violencia era común. Nació en Nueva York en 1859, pero muy pronto se trasladó al Oeste, tierra de oportunidades, con su madre Catherine y su hermano. Primero se instalaron en Wichita, luego en Santa Fe y por último en Silver City, donde su madre se casó con el minero William Antrim. Billy fue creciendo en esa vida azarosa y haciéndose rebelde. Tras robar en la lavandería de un chino en Silver City, el sheriff lo encerró en la cárcel, pero él se escapó por la chimenea. A la muerte de su madre, mató a un hombre durante una pelea. Fue el inicio de una vida siempre en conflicto con la ley.

A LA CONQUISTA DEL OESTE
La estación de tren de Albuquerque, en Nuevo México, formaba parte de la vía férrea de Santa Fe, la principal ruta de llegada de colonos. Fotografía de finales del siglo XIX.
Foto: Granger / Album
En 1877, Billy se trasladó de Silver City a Lincoln, capital del condado (la provincia) del mismo nombre. La mayoría de su población estaba formada por agricultores, pastores y jornaleros hispanos con quienes Billy se entendía bien. Tal vez aquel chico huérfano buscaba entre sus compadres hispanos la ternura perdida. Había aprendido el español en Silver City, con los muchachos con los que se relacionaba, y llegaría a leerlo fluidamente. De hecho, entre los pocos libros que leyó en su vida figuraban dos en español sobre Hernán Cortés –el conquistador de México– que le regaló su amigo, el maestro y juez José Córdoba.

Un país en evolución constante
Estados Unidos en 1872. Nuevo México todavía no era un estado.
Foto: UIG / album
Las primeras noticias sobre Billy surgen en lo que se llamó la «guerra del condado de Lincoln». Este conflicto opuso a dos facciones que se disputaban el control del ganado, las tiendas y el banco local. La primera era la de «La Casa», sociedad del excomandante Lawrence G. Murphy, el excoronel Emil Fritz y el exsoldado James J. Dolan. Los tres estaban a las órdenes del Círculo de Santa Fe, un grupo formado por masones a las órdenes del fiscal Thomas B. Catron, que controlaba el poder, la prensa y grandes extensiones de tierra: hacia 1880 era el mayor propietario de Nuevo México, con tres millones de acres, unos 12.000 kilómetros cuadrados. En su ansia de tierra y dinero, el Círculo disputaba a los propietarios hispanos los pastos y las aguas. Por entonces, arrinconados o vencidos los indios, los hispanos eran el objetivo a someter. «La Casa» de Murphy les ponía los productos cada vez más caros en las tiendas y los apretaba cuanto podía. No es de extrañar que los hispanos fueran enemigos del Círculo y apoyaran a la facción opuesta, la del ganadero Chisum, el ganadero inglés Tunstall y el abogado McSween, que se oponían a los «murphies».
De vaquero a bandido
Billy encontró empleo como cowboy o vaquero de Tunstall. Hombre con modales de auténtico gentleman, Tunstall trató a Billy como un hijo y le regaló una silla e incluso algunos libros. Por eso, cuando en el curso del conflicto Tunstall murió asesinado ante los ojos del propio Billy a manos del sheriff Brady y sus ayudantes –que habían tomado partido por Murphy, enemigo declarado del inglés–, el muchacho juró venganza contra «La Casa» y sus secuaces. Junto con otros compañeros formó parte de los «reguladores», un grupo que recibió de un juez de Santa Fe la orden de arrestar a los asesinos de Tunstall, aunque luego esos mandatos fueron revocados.

Calles polvorientas
A finales del siglo XIX, Lincoln era un condado al que llegaba gran número de colonos. En la imagen, la calle principal de Corona, una localidad al norte del condado.
Foto: Mary Evans / Scala, Firenze
Ocho de esos reguladores, entre ellos Billy, tendieron una emboscada a la patrulla del sheriff el 1 de abril en las calles de Lincoln, matando a Brady y a uno de sus ayudantes. La guerra de Lincoln culminó la noche del 19 de julio de 1878. Con el apoyo de las tropas del ejército, los pistoleros de Murphy y Dolan abatieron a cinco personas, entre ellas a Alexander McSween. Fue esa noche cuando el Niño se rebeló como un joven valiente, frío, certero y resuelto al lograr escapar a tiros de la casa en llamas de McSween, junto con José Chávez y Chávez.

Brady, verdugo y víctima
El sheriff de Lincoln organizó el asesinato del patrón de Billy, John Tunstall. Tiempo después, él mismo murió en una emboscada en la que participó Billy el Niño. Abajo, una fotografía de William Brady en 1878.
Foto: Alami / ACI
En esos años, Nuevo México estaba bajo la autoridad del gobernador Lew Wallace (el célebre autor de la novela Ben-Hur), quien hacía grandes esfuerzos para pacificar la zona. Billy creyó que en esa situación podría lograr el perdón y decidió entregarse a la justicia, ofreciéndose para testificar sobre un asesinato del que había sido testigo, el del abogado Chapman, a manos de Dolan y sus esbirros. Con la amnistía general que había decretado, y atrayéndose a hombres como Billy, Wallace pretendía acabar con los actos de venganza que aún se daban entre los dos bandos.

De general a político
Lew Wallace, gobernador de Nuevo México entre 1878 y 1881.
Foto: Granger / Album
En la cárcel de Lincoln, Billy jugaba a las cartas con los vigilantes mientras por la ventana se oían muchas noches serenatas que los hispanos le dedicaban. En esas veladas musicales se notaban el calor y el cariño que los hispanos dispensaban al Kid. El gobernador Wallace no podía entender semejante devoción por aquel muchacho desafiante e insolente. Algunos de los ciudadanos hispanos más distinguidos de Lincoln –como el capitán Saturnino Baca, líder de la comunidad, el comerciante José Montaño y el juez de sucesiones Florencio González– estimaban al «chavito» y abogaron por su liberación.

Cartas al gobernador desde la celda
Billy el Niño escribió varias cartas al gobernador Lew Wallace para defenderse de las acusaciones que recaían sobre él. Sobre estas líneas, la misiva redactada en la cárcel de Santa Fe el 2 de marzo de 1881.
Foto: Alamy / ACI
Harto de esperar el perdón, un buen día Billy se fugó de la cárcel. Con sus amigos Tom Folliard, Charlie Bowdre y José Chávez comenzó una vida a salto de mata, pasando de las partidas de póquer en los salones a los robos de ganado. En esos años, un componente esporádico de la banda de Billy era Pat Garrett, con quien jugaba al póquer y al que ayudó incluso en sus intentos de montar una cantina en Fort Sumner. Decían de Billy que no sentía el miedo. Eterno niño, hacía bromas, cantaba, silbaba... Cabe verlo como una criatura leve entre hombres bragados, incapaz de someterse a la gravedad de la vida, que allí llevaba muchas veces el sello del plomo.
El sheriff y el bandido
La fama de Billy crecía mientras escapaba de marshalls y comisarios. La ley y los que mandaban en Nuevo México no podían permitir el ejemplo de ese joven desafiante. Comenzaban otros tiempos en el Oeste. Con la llegada del tren y el telégrafo, la época de los pistoleros empezaba a decaer. Cuando Pat Garrett, masón y con el apoyo del Círculo de Santa Fe, fue nombrado sheriff de Lincoln, su primera misión fue acabar con Billy y su banda.

Una vida violenta
Billy el Niño dispara a un hombre que previamente le había apuntado con su arma. grabado de finales del siglo XIX.
Foto: Granger / Album

El bandido más buscado de nuevo méxico
Al enterarse de la última huída de Billy el Niño, el gobernador Lew Wallace ofreció una recompensa de 500 dólares por su captura. Abajo, el anuncio publicado en un diario de Santa Fe.
Foto: Granger / Album
Pat le dio a Billy la oportunidad de desaparecer, pero éste no hizo caso. El sheriff, al frente de una numerosa patrulla, lo localizó el 23 de diciembre de 1880 en Fort Sumner. Billy y el resto de la banda, refugiados en una cabaña, acabaron cercados y debieron entregarse. En el juicio, celebrado en Mesilla, se achacaron a Billy una docena de muertes, pero fue condenado a la horca por la del sheriff Brady, que no está claro que cometiera. Luego lo trasladaron a Lincoln para la ejecución.

Entregarse o morir
Billy el Niño y su banda se rinden a Pat Garrett en Stinking Springs. grabado de la Auténtica Vida de Billy el Niño, escrita por Garret. 1882.
Foto: Granger / Aurimages
Billy siempre buscó aprovechar una oportunidad entre un millón. El 28 de abril de 1881, Garrett fue a encargar las maderas del patíbulo a White Oaks, a 40 millas de Lincoln. Olinger, uno de los carceleros, llevó al resto de los prisioneros a comer al hotel de enfrente, mientras que Billy, esposado y con grilletes en los pies, dijo a Bell, el otro carcelero, que quería ir al excusado, en el patio trasero. Al volver, de repente golpeó violentamente a Bell en la cabeza y se trabó una lucha en la que logró arrebatarle el revólver y matarlo cuando huía. Al oír los disparos, Olinger salió del hotel y se encontró con dos tiros de escopeta de Billy. Luego, con parsimonia, el «Bilito», amenazando con su escopeta a todos los que intentaran algo contra él, hizo que le cortaran las cadenas, mandó traer un caballo y se fue cantando entre el pasmo y la admiración de todos los que se habían asomado a la calle.

Sentenciado a muerte
El histórico Palacio de Justicia del Condado de Lincoln, donde Billy el Niño mató a tiros a dos alguaciles para escapar.
Foto: M. L. Pearson / Alamy / ACI
Se dice que los hispanos lo ayudaron en aquella sorprendente huida. Sus amigos, desde luego, lo socorrieron después. Billy se detuvo en casa de José Córdoba para quitarse los grilletes que aún llevaba en los tobillos. Luego se dirigió a la sierra del Capitán, donde se refugió en Las Tablas, en el rancho de Higinio Salazar, su viejo compadre de los días de la guerra del condado. Sus amigos le aconsejaban que escapara a México, pero él prefirió seguir deambulando por la zona. Finalmente se arrimó a Fort Sumner, donde fue acogido por Paco Anaya y otros rancheros. Allí lo encontró un informador enviado por Garrett, y éste decidió marchar en su busca con todo sigilo.
El acto final
Si los hispanos y su relación con ellos fueron fundamentales en su vida, también resultaron decisivos en la muerte del «chavito». Aquella noche del 14 de julio de 1881, Billy, que pretendía marcharse a México al día siguiente, fue a despedirse de Paulita, la hermana de Peter Maxwell, enamorada de él y que probablemente iba a tener un hijo suyo. Después, tras deambular con algunos conocidos, fue a cenar a la casa de Sabal Gutiérrez, un pastor que trabajaba para Peter Maxwell, «don Pedro», y que dormía en una pequeña habitación del antiguo fuerte con su mujer y su hijo. Como no tenían carne, Sabal mandó a Billy a la casa de don Pedro, para que trajera un pedazo de un ternero sacrificado y colgado en el porche. El pastor, quizá celoso por las relaciones de Billy con su esposa, sabía que el sheriff Garrett y sus dos ayudantes acechaban en algún lugar cercano. Cuando Billy, al llegar a casa de Maxwell, preguntó: «¿Quiénes son? ¿Qué hacen esos hombres ahí fuera, don Pedro?», Garrett lo mató de un disparo en el corazón.

Último lugar de descanso
La tumba de Billy el Niño en el antiguo cementerio de Fort Sumner, donde fue enterrado al día siguiente de ser tiroteado.
Foto: Getty Images
Billy fue enterrado según el rito hispano católico de Nuevo México. Las mujeres prepararon su cuerpo y los residentes lo velaron toda la noche. La comunidad sentía a Billy como suyo y le rindió su último homenaje. Garrett ordenó a Alejandro Segura, ranchero de Cabra Arenoso, el juez de paz más cercano, que organizara un jurado para certificar las circunstancias en que murió el Kid, pues el sheriff necesitaba una prueba legal para cobrar los 500 dólares de recompensa que se habían ofrecido por Billy. El informe, redactado en español, concluyó que el Kid fue muerto esa noche por Pat Garrett y que se trató de un «homicidio justificable». El joven Paco Anaya, Jesús Silva –que trasladó el cadáver de Billy hasta la carpintería donde fue amortajado y velado– y Vicente Otero ayudaron a cavar la tumba donde el «Bilito» fue enterrado. Allí acabó su vida, pero, como una sombra que sigue al jinete, convertido en mito y en símbolo, Billy el Niño aún sigue cabalgando en los horizontes abiertos de Nuevo México.
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El niño, acorralado

Pat Garrett persiguió a Billy el Niño por todo el condado de Lincoln hasta que lo asesinó a tiros en Fort Sumner.
Foto: Everett collection / Alamy / ACI
La Navidad de 1880 fue el principio del fin para Billy. Iba a pasarla en Fort Sumner, pero en la fría noche del 22 de diciembre, Garrett y trece miembros de su patrulla dispararon a Billy y a su banda varias veces a la entrada del pueblo. El grupo de Billy huyó, pero un día después la patrulla de Garrett los localizó en una cabaña de Arroyo Taibán, en Stinking Springs. Charlie Bowdre, que en medio de la nieve salía a alimentar a los caballos con el sombrero de Billy, recibió una andanada de balas que lo dejaron herido de muerte. Tras intercambiar disparos durante varias horas, Billy y su grupo se rindieron. Garrett le confiscó a Billy un Colt Lightning calibre 44, su arma preferida.
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Las novias de billy el niño

Retrato de una dama, por José María Estrada. Museo Nacional de Arte, Ciudad de México.
Foto: Granger / Aurimages
Decían que Billy tenía una querida en cada placita del Pecos que estaba muy orgullosa de ser la elegida. Al menos tres mujeres en Fort Sumner y alrededores estaban locas por él: Serena García, Nasaria Yerby y Celsa Gutiérrez. Eran el prototipo hispano de belleza: grandes ojos, labios sensuales, cara ovalada, peinado, zarzillos y collares sencillos. Se habló de que Billy también tuvo relaciones con la ardiente y esbelta Manuela Bowdre, esposa de Charlie Bowdre, un miembro de su banda,así como con Sally Chisum, la hija del que fuera su patrón, y con Paulita Maxwell. Fruto de esos amores nacieron varias niñas, que años después murieron durante una epidemia de difteria.
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Nueva tierra de promisión

Pastos y desierto
Los territorios del Oeste como Nuevo México atraían a numerosos colonos, ganaderos y mineros en busca de una vida mejor.
Foto: Witold Skrypczak / Alamy / ACI
Tras la derrota de México en la guerra con Estados Unidos en 1848, los hispanos, que hasta tres décadas antes eran ciudadanos españoles, pasaron a vivir bajo la nueva hegemonía norteamericana. Nuevo México se convirtió en un «territorio» de Estados Unidos, administrado por un gobernador; únicamente en 1912 sería declarado estado con los mismos derechos que los demás. El territorio se componía de varios condados, el más extenso de los cuales era el de Lincoln, llamado así en honor del presidente Abraham Lincoln, asesinado tras la guerra de Secesión. Comprendía más de 12.000 kilómetros cuadrados de un territorio libre e indómito, compuesto por secarrales de colinas entre cauces de agua, donde se concentraban los pastos para miles de cabezas de ganado, un número mucho mayor que el de los habitantes, que en 1870 superaban apenas los 10.000.
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La prensa crea un mito
La noticia de la huida de Billy el Niño de la cárcel de Lincoln se difundió en los periódicos de todo Estados Unidos. La leyenda del «niño» bandido nació entonces.

Un grabado recrea la huida de Billy el Niño de la cárcel de Lincoln el 28 de abril de 1881.
Foto: Granger / Aurimages
La escapada de Billy el Niño
Dispara a sus dos carceleros y escapa en un caballo robado
Chicago, 3 de mayo.–Un telegrama de Santa Fe, Nuevo México, dice: Nos han llegado todos los detalles de la huida de William Bonney, alias «Billy el Niño», el pasado 30 de abril, de la cárcel del condado de Lincoln. El Niño estaba a cargo de Bob Alinger y J. W. Bell, alguaciles, hombres fríos y valientes. Parece, sin embargo, que la conducta dócil del prisionero les había hecho bajar la guardia. La tarde del día en cuestión, Alinger fue a cenar, dejando a Bell vigilando al prisionero. Bell estaba sentado en el suelo hablando cuando el Niño, que llevaba pesados grilletes y esposas, se le acercó cordialmente y de repente se abalanzó sobre él con la agilidad de un gato salvaje, golpéandolo en la cabeza y fracturándole el cráneo. Luego le quitó a Bell la pistola y le disparó en el pecho. Bell corrió escaleras abajo y cayó al pie de las mismas ya cadáver. El Kid abrió la puerta de una patada, se procuró un hacha y rompió sus grilletes. También reventó la puerta de la armería y se apoderó de varias escopetas y pistolas. Bob Alinger, al oír el disparo, dejó su cena y corrió hacia la cárcel. Al cruzar una pequeña puerta en la valla de la cárcel, el Niño, que estaba arriba, le disparó con una escopeta cargada con perdigones, matándolo al instante. La ciudad de Lincoln parecía presa del terror, y a nadie se le pasó por la cabeza oponerse al Niño. Robó un caballo y escapó, armado con cuatro revólveres y un rifle Winchester.

Huida mediática
La noticia de la fuga en the Helena Independent Record, un periódico de Montana, el día 3 de mayo.
Foto: newspapers.com
Este artículo pertenece al número 213 de la revista Historia National Geographic.