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Compañera inseparable del fusil, la bayoneta se convirtió en una de las armas más temibles y de mayor impacto psicológico sobre la moral del soldado desde finales del siglo XVII. Este binomio revolucionó para siempre las tácticas en el campo de batalla, ya que permitía al soldado de infantería realizar las funciones de fuego propias de los mosqueteros o arcabuceros así como las de la lucha cuerpo a cuerpo. Con ello, la pica –que hasta entonces había sido el arma reina de la infantería– quedó relegada a pieza de museo.
Cronología
El triunfo de la bayoneta
1647
En la Guerra de los Treinta Años se usan bayonetas de taco.
Hacia 1670
Se ensayan sistemas de aros para sujetar la bayoneta al cañón sin impedir el disparo.
1680
Aparece la bayoneta de cubo en el ejército de Luis XIV.
1689
El inglés MacKay diseña una variante de bayoneta de aros.
1702 - 1714
Durante la Guerra de Sucesión, la bayoneta desplaza a la pica.
Se dice que el término «bayoneta» proviene del nombre de la localidad vascofrancesa de Bayona, lugar en el que la leyenda sitúa su uso por primera vez cuando, faltos de munición, los lugareños ataron sus navajas a la punta de sus armas de fuego y se lanzaron sobre su enemigo. Una teoría más prosaica sostiene que a principios del siglo XVII se fabricaban en esa población unos cuchillos de monte de gran calidad con un mango de madera que permitía encajarlos en la boca del cañón –en francés, bâillonner, «amordazar», «tapar la boca»– y transformar el fusil en una media pica, en lo que sería el precedente de las bayonetas llamadas de taco. Una tercera hipótesis hace derivar el término del diminutivo español «bayneta» o vaina pequeña, referida a la funda en la que el soldado portaba la bayoneta cuando no estaba calada.

Un soldado de infantería cala su bayoneta en un grabado francés de 1696. Museo de la Armada, París.
Un soldado de infantería cala su bayoneta en un grabado francés de 1696. Museo de la Armada, París.
Foto: RMN - Grand Palais
Existe constancia del uso esporádico de bayonetas de taco por parte de las tropas francesas y holandesas a finales de la guerra de los Treinta Años, hacia 1647; lo más probable es que la conocieran todos los contendientes, aunque no la emplearan de forma sistemática. En la segunda mitad del siglo XVII se había extendido su uso dentro del ejército francés, pero la bayoneta de taco no podía tener mucho recorrido porque al incrustarse en la boca del cañón del arcabuz impedía hacer fuego con éste.

Bayoneta de taco del siglo XIX con su estuche.
Bayoneta de taco del siglo XIX con su estuche.
Foto: Quintlox / Album
Una mejora definitiva
La Francia de Luis XIV, el Rey Sol, se había convertido por entonces en el poder hegemónico en Europa y sus ejércitos eran un semillero de innovación táctica y tecnológica. Voltaire menciona que el coronel Jean Martinet, inspector general de infantería, había reglado en 1669 el empleo de la bayoneta en algunos regimientos franceses, si bien desconocemos a qué modelo de bayoneta se refiere el filósofo.
A partir de la década de 1670, algunos armeros probaron a sujetar la bayoneta al cañón por medio de aros (que realizaban la función de abrazadera), con la idea de no entorpecer la maniobra de carga ni el disparo. El problema era conseguir una buena fijación dada la disparidad de calibres de las armas de fuego de la época.
El avance definitivo se produjo con la aparición de la llamada bayoneta de encaje tubular o de cubo, cuyos primeros ensayos se realizaron a finales de la década de 1680 en Francia, aunque algún autor atribuye su invención al general inglés MacKay, quien diseñó en 1689 lo que probablemente no fuera más que una variante de la bayoneta de aros con un sistema de fijación mejorado. Por otro lado, los españoles introdujeron la bayoneta en 1685 para dotar a sus compañías de granaderos, aunque todavía se trataba del modelo de taco.
Fue después de la guerra de los Nueve Años cuando la bayoneta de cubo se generalizó, hasta que desplazó completamente a la pica durante la guerra de Sucesión española.

Fusil prusiano del siglo XVIII junto a una bayoneta de tubo.
Fusil prusiano del siglo XVIII junto a una bayoneta de tubo.
Foto: Alamy / ACI
El típico modelo de bayoneta de cubo consistía en una acerada hoja de tres cortes, que sobresalía unos cuarenta centímetros de la boca del fusil. La daga estaba soldada a un casquillo, el cubo, mediante un recodo diseñado para descentrar de la línea de tiro la aguda punta de la bayoneta, facilitando así la carga y disparo del arma de fuego. El cañón se embocaba en el cubo, que se ajustaba a pocos centímetros de la boca por medio de un punto o tetón y de un pequeño muelle que hacía más firme el conjunto. Una muesca en zigzag facilitaba el acople del punto de mira.
La posibilidad de hacer uso simultáneo del fuego y del arma blanca cambió definitivamente la faz de la guerra en el siglo XVIII. Se adoptaron novedades tácticas como las formaciones lineales, que permitían disponer del mayor número de armas de fuego apuntando hacia la línea contraria, confiando en la utilidad de la bayoneta cuando llegase el momento del choque. No es de extrañar que se la llegara a definir como «el arma más terrible que ha podido inventar el genio de la destrucción».
Este artículo pertenece al número 194 de la revista Historia National Geographic.