La cólera de Aquiles, el episodio que inaugura el primer canto de la Ilíada, provocó la temprana irrupción literaria de una de las divinidades más destacadas del panteón heleno. Según relata Homero, durante el asedio griego a Troya estalló una violenta disputa entre Agamenón, rey de Micenas, y el mirmidón Aquiles por la posesión de la esclava Briseida. Cuando Aquiles, llevado por la ira, se disponía a asesinar a su rival, Atenea, descendiendo velozmente del cielo enviada por Hera –la hermana y esposa de Zeus–, lo retuvo sujetándolo por su rubia cabellera.

Atenea parthenos
Sección de la cella del Partenón, donde se alzaba la colosal estatua criselefantina de Atenea, obra de Fidias. Dibujo de 1879. Escuela Nacional Superior de Bellas Artes, París.
RMN-Grand Palais
Según un autor del siglo I d.C. llamado Heráclito, este célebre lance homérico demostraba que la diosa era la encarnación de la inteligencia de Zeus, capaz de arrancarnos de la embriaguez de la furia para devolvernos a un estado racional. Tal es, en efecto, uno de los rasgos que distinguen a Atenea de las demás divinidades del panteón griego: su capacidad de imponer la razón sobre la visceralidad. Según explica Platón en su diálogo Crátilo, el mismo nombre de la diosa procedería de Theonoa, contracción de theou noesis, «inteligencia de dios».

Mediadora en conflictos
Atenea impide que Aquiles asesine a Agamenón. Fresco de la villa Valmarana, en Vicenza, por Giambattista Tiepolo. 1757.
Ghigo Roli / Album
El nacimiento de una guerrera
El nacimiento de Atenea es una metáfora de sus poderes divinos. La diosa Gea había advertido a su hijo Zeus de que el vástago que naciera de su unión con Metis (hija de Océano y la diosa Tetis) se convertiría en señor de los cielos. Zeus, temeroso de quedar relegado por su propio hijo, decidió engullir a su amante. Pero aquella desesperada medida no impidió que la semilla que ya había germinado en el vientre de Metis continuara su proceso de gestación en el cuerpo del propio Zeus.

Atenea pronaia
A un kilómetro del santuario del dios Apolo en Delfos se alza este tholos o templo circular dedicado a Atenea y erigido en 390 a.C.
Karol Kozlowski / AWL Images
Así que, al poco tiempo, se produjo uno de los más extraños partos de la mitología griega, cuando Hefesto –o, según otra versión, Prometeo– le abrió la cabeza a Zeus de un hachazo y Atenea irrumpió de un salto ante los asombrados inmortales, armada con su lanza y emitiendo un grito estremecedor. Quedaba claro que aquella muchacha, dispuesta para el combate desde su nacimiento, era una diosa guerrera, aunque asociada a la inteligencia y la estrategia, en contraste con Ares, el feroz y brutal dios de la guerra.

Nacimiento de Atenea
Nacimiento de Atenea
La decoración de esta ánfora ática de figuras negras representa el momento en que la diosa Atenea nace, completamente armada y adulta, de la cabeza de su padre, el dios supremo Zeus. Siglo VI a.C. Museo del Louvre, París.
Stéphane Maréchalle / RMN-Grand Palais
Esta dimensión guerrera hizo que Atenea, representada a menudo con una lanza y un escudo, fuera considerada como una diosa protectora de las ciudades. Uno de sus epítetos más conocidos era el de Atenea Polias o Poliouchos, la diosa «de la ciudad» o «protectora de la ciudad». Por ello eran muchas las ciudades que tenían un santuario dedicado a Atenea como templo principal. Este era el caso de Argos, Esparta, Gortina, Lindos, Larisa o, naturalmente, de Atenas, cuyo templo del Partenón estaba dedicado a Atenea Parthenos, la Virgen, otro de los atributos de la diosa.

Casandra y el paladión de Troya
Casandra y el paladión de Troya
La hija de Príamo, Casandra, busca la protección de la sagrada estatua de madera de Atenea durante la conquista de Troya por los griegos. Casa de Menandro, Pompeya.
Scala, Firenze
Incluso Troya rendía culto a Atenea, a pesar de que esta era una de las divinidades que más apoyo brindó a los sitiadores aqueos. El mito de la guerra de Troya narra cómo el destino de este estratégico enclave de Asia Menor se encontraba ligado a su Paladión, una pequeña estatua de madera de la diosa que se creía que había caído del cielo y servía como talismán. Los griegos solo pudieron someter a los troyanos después de que Odiseo y Diomedes entraran en la ciudad por la noche y sustrajeran esa estatuilla.

Estatua de Atenea
Estatua de Atenea. La diosa aparece representada con un elaborado peplo plisado, tocada con su casco y en actitud de arrojar su lanza. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.
RMN-Grand Palais
Cómplice de los héroes
El sabio concurso de Atenea fue determinante en las peripecias de muchos héroes de la mitología griega. Allá donde los mortales tenían que acometer tareas imposibles, la diosa acudía en su ayuda. Heracles, el más importante de los héroes legendarios helenos, recibió la asistencia de Atenea en diversas ocasiones. Así sucedió durante la Gigantomaquia, la rebelión de los Gigantes contra los dioses del Olimpo. Estos temibles enemigos, hijos de Gea y Urano, eran inmortales, salvo Alcioneo, el más alto y fuerte de todos ellos, que solo era invulnerable mientras se encontrara en la península de Palene, en Calcídica, el lugar de donde habría brotado de las entrañas de la tierra. Atenea fue la encargada de reclutar para la causa de los dioses a un mortal, Heracles, al que explicó con todo detalle el modo en que debía abatir al temible gigante. El héroe lo hirió con una flecha y lo arrastró para que muriera fuera de los límites de su territorio.

Heracles
Heracles abate al gigante Alcioneo gracias a los consejos de Atenea. Metopa. Museo Arqueológico Nacional, Paestum.
Scala, Firenze
Otro de los héroes que recabó la ayuda de Atenea fue Perseo. Su madre, Dánae, lo había concebido cuando Zeus se unió a ella metamorfoseado en lluvia dorada. Expulsada por su padre de su ciudad natal, Argos, Dánae llegó con su hijo a la isla de Sérifos. El rey de ese territorio, Polidectes, cautivado por la belleza de la muchacha, decidió librarse de la enojosa presencia de Perseo encargándole la imposible misión de decapitar a la gorgona Medusa, una pavorosa criatura capaz de petrificar con su terrible mirada a todo aquel que estableciera contacto visual con ella. Atenea se apareció entonces a Perseo y lo instó a aproximarse a su objetivo guiándose por el reflejo de la bestia sobre un escudo de bronce bruñido que la propia diosa sostendría por encima de la cabeza de Medusa. De esta forma, Perseo pudo decapitar al monstruo.

La peligrosa mirada de Medusa
La peligrosa mirada de Medusa
A los pies de la diosa Atenea, el héroe Perseo muestra la cabeza de Medusa para petrificar a su enemigo Fineo, que le disputaba la posesión de Andrómeda. Jean-Marc Nattier. 1718. Museo de Bellas Artes, Tours.
Album
Atenea también fue una de las principales divinidades protectoras de Cadmo, hijo de Agénor, el rey de Tiro. Cadmo partió en busca de su hermana Europa, que Zeus había raptado transformándose en un hermoso toro blanco e invitando a la joven a subir a su lomo.
Desesperando de hallarla, Cadmo recorrió toda Grecia y llegó al santuario de Delfos, donde la Pitia, su sacerdotisa, le dijo que debería fundar una nueva ciudad siguiendo el camino de una vaca hasta que esta desfalleciera. Cadmo obedeció, y allí donde la vaca se detuvo fundó la histórica ciudad de Tebas.

Templo de Atenea nike
Templo de Atenea nike
Este pequeño templo de estilo jónico que se alza en una esquina de la Acrópolis de Atenas está dedicado a la diosa Atenea en su advocación de victoriosa (nike).
Reinhard Schmid / Fototeca 9x12
El héroe quiso hacer un sacrificio en honor de Atenea, para lo que envió a algunos de sus compañeros a recoger agua a una fuente próxima, llamada fuente de Ares, pero esta estaba guardada por un terrorífico dragón que acabó con casi todos los hombres. Sin embargo, Cadmo logró matarlo. Entonces se le apareció Atenea, que lo instó a enterrar los dientes del dragón. De tan extrañas semillas brotó un grupo de hombres armados que combatieron entre sí, y los pocos supervivientes dieron origen a las familias más importantes de la ciudad. Cadmo sirvió a Ares ocho años como expiación por la muerte del dragón, para luego convertirse en rey de Tebas gracias a la protección de Atenea.

Cadmo y los hijos del dragón
Cadmo y los hijos del dragón
Crátera de figuras rojas con el mito del héroe Cadmo, quien, por consejo de Atenea, tras matar a un dragón entierra sus dientes, de los que surgen guerreros. Siglo IV a.C. Louvre, París.
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La industriosa
En otros episodios mitológicos, Atenea aparece como una divinidad dotada de habilidades artesanales. Así, cuando Jasón y los argonautas hicieron construir el Argo, la nave con la que irían en busca del vellón de oro, Atenea proporcionó un madero procedente del santuario de Dodona, que se colocó en la proa de la nave. Ella misma lo talló y lo dotó de la palabra y del don de la profecía. También proporcionó el freno para domar a Pegaso, el caballo alado con el que el héroe Belerofonte se enfrentó a la temible Quimera.
Con esa dimensión técnica está relacionada otra de las habilidades más conocidas de la diosa: el trabajo del huso y el telar. Atenea Ergane (la industriosa) era la patrona de las tejedoras que fabricaban las grandes telas ornamentales, adornos indispensables del ámbito doméstico. Por ello, las mujeres atenienses tejían el peplo que la estatua de la diosa luciría en la festividad de las Panateneas.
La diosa de Atenas
Aunque Atenea fue adorada en todo el mundo heleno, mantuvo una vinculación privilegiada con Atenas. Cuenta el mito que en tiempos remotos, cuando los dioses se disputaban el favor de los hombres, Atenea y Poseidón se enfrentaron por el dominio de la capital del Ática, la región de Atenas. Cada uno de ellos quiso demostrar su soberanía con un gesto simbólico: Poseidón golpeó con su tridente el suelo en medio de la Acrópolis e hizo brotar un lago salado, mientras que la diosa plantó un olivo como réplica. Zeus nombró jueces de la querella a los doce dioses del Olimpo, que otorgaron la victoria a la diosa porque el rey ateniense Cécrope, que tenía un cuerpo híbrido de hombre y serpiente, testimonió que ella había sido la primera en plantar el olivo.
A continuación, Atenea bautizó a la ciudad con su propio nombre.

La diosa de ojos brillantes
La diosa de ojos brillantes
Las monedas de Atenas llevaban en el reverso la imagen de un mochuelo, y no de una lechuza como se ha apuntado a veces. Este animal es símbolo de la sabiduría que se atribuye a Atenea. Siglo V a.C. Museo Británico.
RMN-Grand Palais
Orgullosos de su relación con esta divinidad, los atenienses le consagraron el templo más célebre de la ciudad, el Partenón, así como una de las fiestas más destacadas de la Hélade, las Panateneas, en las que se celebraba el nacimiento de la diosa. La perspicacia de Atenea, capaz de ver en las tinieblas de la noche, se asimiló a los brillantes ojos del mochuelo, siempre vigilante en la oscuridad. Desde entonces, la silueta de esta ave nocturna no solo se convirtió en el símbolo de la ciudad, sino también en un icono del saber.
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Los atributos de la diosa

Atenea Parthenos
Copia romana de la Atenea Parthenos de Fidias. Museo Arqueológico Nacional, Atenas.
DEA / Album
Pericles encargó a Fidias una célebre estatua de Atenea que nos permite conocer sus principales atributos. La imagen vestía un peplo, adornado alrededor del cuello con la égida, una piel de cabra decorada con la cabeza de la gorgona Medusa. Dos caballos alados y una esfinge coronan su yelmo de penacho crestado.
En su mano derecha, que se apoya sobre una columna, sostiene a la diosa Nike, encarnación de la victoria. Su brazo izquierdo agarra un escudo, en cuyo interior se alojaba una espeluznante serpiente. Este reptil podría hacer referencia a Erecteo, el mítico rey de Atenas que tenía cuerpo de serpiente y que nació de la Tierra cuando esta fue fecundada accidentalmente con la simiente de Hefesto, después de que el dios intentara violar a Atenea.
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la historia de la hilandera aracne

Atenea y Aracne
Atenea castiga a la hilandera Aracne por haber querido compararse con ella, transformándola en una araña. Óleo por Luca Giordano. Siglo XVII. Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Oronoz / Album
De los mitos protagonizados por Atenea, uno de los más sugestivos es el de Aracne, tratado por literatos como el poeta romano Ovidio en el Libro VI de sus Metamorfosis y por pintores como Diego Velázquez en su famoso cuadro Las hilanderas. Ovidio cuenta que Aracne era una habilísima tejedora de Lidia que presumía de elaborar los mejores tapices. Las ninfas iban a verla trabajar y se maravillaban «cuando Aracne ovillaba el material o lo llevaba con sus dedos o tiraba suavemente de los vellones, o cuando hacía girar el huso o cuando bordaba». Todos decían que un arte tan consumado solo podía habérselo enseñado Palas Atenea, la divinidad industriosa, pero la arrogante Aracne negaba ser su discípula y se atrevió a desafiar a Atenea para que se viera quién realizaba la tela más bella.
Atenea se presentó disfrazada como una anciana y le aconsejó que se mostrara más humilde y no ofendiera a los dioses, pero Aracne respondió con insultos. Entonces Atenea se descubrió y aceptó competir como tejedora con la orgullosa doncella. Así, «tiende cada una de ellas su tela, y comienza a tejer. Apresurándose ambas, ceñidas al pecho las ropas, mueven los brazos, haciendo ligero el trabajo con el empeño que en él ponen». Ofendida por la perfección del trabajo de Aracne, Atenea destruye su tapiz «y luego golpea en la frente a su autora con la lanzadera de boj». Desesperada, Aracne decidió suicidarse colgándose con un lazo. Palas la levantó antes de morir, pero, «vengativa, la rocía con jugos de hierbas mágicas y la desfigura horriblemente, mudándola al cuerpo de una araña, de cuyo vientre nace un hilo con el cual ella sigue haciendo su oficio de tejedora».

Aracne y la araña
Detalle de un grabado de Gustave Doré que representa a Aracne en los infiernos. 1885.
Scala, Firenze
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Una diosa civilizadora

Atenea y el olivo
Atenea y Heracles ante un olivo, otro de los símbolos de la diosa. Oinócoe de figuras rojas. Siglo V a.C. Museo del Louvre, París.
Hervé Lewandowski / RMN-Grand Palais
El historiador alemán Walter Burkert, especialista en historia de las religiones, sostenía que, en la cultura griega, Atenea encarnaba la fuerza de la civilización. En el mito de la fundación de Atenas, el don que hace Atenea no es el olivo silvestre, sino el olivo cultivado, que da sus frutos para el hombre mediante la agricultura.
Atenea se distinguía claramente de otros dioses por sus rasgos civilizadores. Si Poseidón genera el caballo de impetuoso brío, Atenea lo embrida y domestica. Y si el mismo Poseidón levanta las olas, Atenea es quien construye las embarcaciones. Si Hermes multiplica los rebaños, es la diosa quien enseña a trabajar la lana. Y si Ares impulsa a guerrear con la fuerza bruta, Atenea nos enseña a usar la razón para combatir.
Este artículo pertenece al número 238 de la revista Historia National Geographic.