Desde aproximadamente el año 2000 a.C., el curso medio del río Tigris fue el núcleo de un poderoso imperio que marcó durante más de un milenio los destinos de Mesopotamia. Jalonado por grandes ciudades como Nínive y Nimrud, el Imperio asirio tuvo como primera capital, desde principios del II milenio a.C., otra ciudad que a la vez fue el centro religioso del país: Assur.
Durante el Imperio neoasirio (911-609 a.C.) Assur perdió su preeminencia, y en 614 a.C. fue conquistada y destruida por los medos, el mismo destino que sufrieron otras ciudades asirias. Aunque reviviría más tarde, sus restos acabaron enterrados en un lugar que los árabes llamaron Qalat Sherqat, hoy en Irak, en el que sólo sobresalía un montículo de treinta metros de altura, que correspondía a su imponente zigurat.
Cronología
Capital asiria
2025-1750 a.C.
Poblada desde 2500 a.C., Assur es la capital del Imperio Antiguo Asirio. Fue su primera capital desde principios del II milenio a.C.
1850
Layard y su colega Rassam hacen algunos sondeos en el yacimiento de Assur.
1903-1914
Walter Andrae dirige la excavación de la Sociedad Alemana de Oriente en Assur.
1988-1990
Nueva campaña de excavaciones alemanas en Assur, continuada en el año 2000.
A mediados del siglo XIX, dos pioneros de la arqueología mesopotámica, Austen Henry Layard y Hormuzd Rassam, realizaron algunos sondeos en la colina sobre la que se asentaba la antigua ciudad, pero no encontraron objetos de valor equiparables a los de otros yacimientos de la zona y desistieron de proseguir las excavaciones.
Hubo que esperar a inicios del siglo XX para que se emprendiera la primera excavación sistemática en el lugar. El impulso vino de la mano de la Sociedad Alemana de Oriente, una asociación arqueológica fundada en Berlín en 1898. Al año siguiente, una misión de esta asociación, liderada por Robert Koldewey, inició la excavación del yacimiento de Babilonia, que sacaría a la luz restos tan célebres como la puerta de Ishtar.
Alemanes en Irak
Poco después, el rey de Prusia, Guillermo II, que tenía un interés personal por estas investigaciones, llegó a un acuerdo con el sultán otomano Abdul-Hamid, soberano de lo que hoy es Irak, para que permitiera a los arqueólogos alemanes excavar un nuevo yacimiento, el de Assur. Koldewey confió esta misión a Walter Andrae, su más destacado discípulo.
Nacido en Leipzig, Andrae se había formado como arquitecto y fue seleccionado como dibujante para la misión alemana en Babilonia. Sus años de trabajo junto a Koldewey resultaron esenciales: con él aprendió que la arqueología no tenía como único fin encontrar obras valiosas que exhibir en los museos, sino que ante todo debía servir para comprender el funcionamiento de las sociedades del pasado, lo que obligaba a documentar con la máxima exactitud todos y cada uno de los objetos y las estructuras que se iban exhumando. Las dotes de planificador de Koldewey también fueron un ejemplo. En sus memorias, Andrae recordaría así el momento en que asumió su nueva responsabilidad, en 1903: «Una nueva tarea se anunciaba ya nítidamente en el horizonte futuro: tras las vacaciones en casa ya no volvería a Babilonia, sino que me encargaría de dirigir una nueva excavación proyectada en Assur».
En el templo de Assur, Andrae halló una estancia que en su tiempo estuvo cubierta de oro
Durante diez años de trabajo prácticamente ininterrumpido –sólo se tomó un permiso en el verano de 1908–, Andrae, dirigiendo un equipo de 180 trabajadores, sacó a la luz templos, palacios y fortificaciones de la antigua Assur. Los restos más antiguos se remontaban al III milenio a.C. El templo del dios Assur, que el rey Shamshi-Adad I completó hacia 1800 a.C., era un edificio construido en adobe y profusamente decorado, con tres patios y varias habitaciones y capillas dedicadas a otras divinidades. Al fondo, en el rincón más inaccesible, se encontraba la estancia del dios que, según una inscripción de otro soberano, Assarhaddón, estaba completamente cubierta de oro, y en su interior se hallaba una estatua de Assur.
Las excavaciones de Andrae descubrieron de manera casual el templo de Ishtar, diosa del amor. Se trata de uno de los edificios más antiguos de la ciudad, que se remonta al III milenio a.C. Aquí, Andrae llevó a cabo el primer gran corte estratigráfico, que permitiría determinar la antigüedad real de la ciudad.

Las ruinas de Assur en 1914, vistas por un arqueólogo alemán, quizá Walter Andrae.
Foto: Dagli Orti / Aurimages
Palacios y tumbas
De acuerdo con los textos, en Assur existieron varios palacios reales. Walter Andrae y su equipo identificaron y excavaron tres de ellos: el palacio Antiguo, el palacio Nuevo y el del Heredero. El primero de ellos, llamado palacio del Padre por los asirios, constaba de una entrada monumental, un patio central y posiblemente un salón del trono.
En 1912, Andrae y sus colaboradores realizaron un hallazgo excepcional dentro del palacio Antiguo: las tumbas reales de Assur, grandes hipogeos o tumbas subterráneas a las que se accedía desde las estancias del palacio mediante una escalera. Podría decirse que se trataba de un panteón real, con una arquitectura abovedada única. Las sepulturas, de gran tamaño, consistían en una gran fosa en la que se colocaba un sarcófago de notables dimensiones que quedaba sellado por una losa. Los hipogeos no ofrecieron un número muy elevado de objetos reseñables, pues, como el resto de la ciudad, fueron saqueados por los medos en el año 614 a.C.

El dios Assur. Relieve del templo de Assur. Hacia 2000 a.C.
Foto: AKG / Album
Assur en el museo
El estallido de la primera guerra mundial en 1914 interrumpió los trabajos en Assur. Andrae no volvería a excavar en Irak, pero desarrollaría en Alemania una labor no menos importante como conservador y, desde 1928, como director del Museo del Próximo Oriente de Berlín. Una de sus tareas fue recuperar las piezas de las excavaciones en Assur que correspondían a Alemania según el reparto acordado con el gobierno otomano, dueño de Irak hasta el final de la primera guerra mundial. En 1914, el barco que las transportaba recaló en Oporto justo cuando Portugal entró en la contienda, por lo que el gobierno portugués decidió confiscarlas. En 1926, Andrae logró que se las entregaran a cambio de ceder otras obras procedentes de museos alemanes.
Andrae dedicó un ala del museo a los hallazgos en Assur, aunque serían sus reconstrucciones de la puerta de Ishtar y la vía procesional de Babilonia, inauguradas en 1930, las que tuvieron un mayor impacto en el público. Paralelamente, trabajó en un libro de síntesis titulado Assur renacida (1938), que, a juicio del arqueólogo Stefan M. Maul, es «una descripción magistral de la ciudad, tan viva y fascinante que parece que Andrae hubiera visto Assur con sus propios ojos en su época de esplendor».
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Un visionario
Walter Andrae era un magnífico dibujante; no en vano fue ese talento lo que le permitió formar parte de la expedición de Robert Koldewey en Babilonia. Allí, Andrae realizó casi a diario dibujos y pinturas que más tarde incluyó en varias de sus publicaciones. Sin embargo, Andrae iba más allá de esta imagen visual. En sus memorias asegura que necesitó muchos años para formarse una «visión interior», una «imagen espiritual» de cómo fue la vida en aquella ciudad en la Antigüedad, tal como la evocó en sus publicaciones de los años treinta.

Autorretrato del arqueólogo Walter Andrae.
Foto: AGE Fotostock
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El templo de los dioses Anu y Adad
Este dibujo, realizado en 1909, es una de las diversas reconstrucciones de Assur que Walter Andrae incluyó en sus publicaciones científicas. En él aparece el templo dedicado a Anu y Adad, dos divinidades del panteón asirio. Aunque el edificio se remonta a los siglos XII-XI a.C., Andrae lo muestra tal como debía de verse en época del rey Salmanasar III (858-824 a.C.). Se trata de un templo con una entrada monumental, un gran patio y un doble zigurat, uno dedicado al dios Anu y el otro al dios Adad. Entre los dos zigurats se situaban dos cámaras simétricas destinadas al culto de ambos dioses. Fuera del recinto del templo se reconocen el palacio Nuevo y el gran recinto amurallado situado al noroeste de la ciudad.
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Vestigios de Assur
El Museo del Próximo Oriente (Vorderasiatisches Museum), en Berlín, conserva numerosos objetos procedentes de las excavaciones de Andrae en Assur.

Collar de oro y piedras semipreciosas. Siglos XIV-XIII a.C.
Foto: BPK / Scala, Firenze

Maqueta de un carro de cuatro ruedas y 7 cm de altura. II milenio a.C.
Foto: BPK / Scala, Firenze

Fragmento de cerámica vidriada hallado en 1908. Siglos VIII-VII a.C.
Foto: BPK / Scala, Firenze

Altar del templo de Ishtar con la imagen del rey Tukulti-Ninurta I. Hacia 1220 a.C.
Foto: BPK / Scala, Firenze
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Arqueólogo en guerra
En 1914, Andrae había vuelto a Europa cuando, días después de contraer matrimonio, estalló la primera guerra mundial y fue llamado a filas. Luchó primero en las trincheras del frente francés, y luego fue destinado a Siria y Mesopotamia, combatiendo en el frente turco. Durante su estancia en Bagdad navegó por el Éufrates y visitó las ruinas asirias que ya conocía, como Nínive y Khorsabad, cerca del Tigris y de Mosul. Fue entonces cuando hizo sus pinturas más apreciadas desde el punto de vista artístico: paisajes de Irak que captaban con gran delicadeza la esencia y la luz del Próximo Oriente. Desde Bagdad participó en una campaña en Persia y en 1918 estuvo destinado en Tierra Santa. En 1919, tras la guerra, regresó de nuevo a su país.
Este artículo pertenece al número 217 de la revista Historia National Geographic.