Fundación Palarq

El Argar, una élite del Bronce

Los yacimientos de La Bastida y La Almoloya revelan la complejidad de una sociedad avanzada y conquistadora

El Argar

El Argar

La Almoloya. Vista de la trama urbana característica de la fase de apogeo de este asentamiento.

Foto: ©ASOME-UAB

Hasta hace poco, se creía que el surgimiento de la civilización en Europa occidental se debió a la influencia de griegos y fenicios, y luego, a la conquista romana. Pero hoy sabemos que hace ya 4.000 años, en el sureste de la península Ibérica se desarrolló una sociedad compleja, dividida en clases, con centros urbanos y élites guerreras que dominaron un territorio de casi 35.000 kilómetros cuadrados.

Esta sociedad, conocida con el nombre de El Argar, se desarrolló a inicios de la Edad del Bronce, entre 2200 y 1550 antes de nuestra era, y ahora la conocemos mucho mejor gracias a las últimas excavaciones en La Bastida (Totana) y La Almoloya (Pliego-Mula), en Murcia, a cargo del equipo Arqueoecología Social Mediterránea, de la Universidad Autónoma de Barcelona, que ha contado con la ayuda de la Fundación Palarq y el Grupo Fuertes.

La Bastida

La Bastida

La Bastida cuenta con la mayor estructura de almacenamiento hídrico de la Prehistoria europea: esta balsa, cerrada por un dique artificial (a la izquierda de la imagen) de casi 21 metros de longitud y capacidad para más de 300.000 litros. Además, se ha identificado un canal tallado en la roca, de unos tres metros de profundidad, que traía agua desde fuentes situadas extramuros. 

Foto: ©ASOME-UAB

La Bastida, edificada sobre un escarpado cerro de casi cinco hectáreas oculto entre montañas, fue uno de los yacimientos más grandes de la Edad del Bronce peninsular. La Almoloya era quince veces más pequeño, pero poseía un valor estratégico excepcional al dominar visualmente miles de kilómetros cuadrados. En su apogeo, La Bastida fue el asentamiento más poblado de la Península, con alrededor de un millar de habitantes, y ostentó la capitalidad de un territorio de unos 3.000 kilómetros cuadrados. Sus poderosas fortificaciones la convierten en un ejemplo único en la Europa prehistórica; desde allí, un poder militarista conquistó y colonizó el sureste peninsular.

La historia de La Almoloya corrió en paralelo a la de La Bastida. En sus inicios fue punta de lanza de esa expansión militar hacia el interior; siglos más tarde, en el apogeo de El Argar, era un destacado centro de poder político, y grandes edificios ocupaban la cima del cerro donde se levantaba.

Tumba Almoyola

Tumba Almoyola

La tumba principesca de La Almoloya, con los dos difuntos y su ajuar funerario.

Foto: ASOME-UAB

Dirigentes de El Argar

De entre todos aquellos espacios, destaca la llamada «Sala del Parlamento», donde una cincuentena de dirigentes tomaban decisiones que afectaban a miles de personas. Esta sala formaba parte de un palacio donde residía la clase dominante argárica. Dos de sus miembros, una mujer y un hombre adultos, fueron sepultados en una de las tumbas más ricas del Bronce Antiguo europeo, con ofrendas que incluían ámbar y joyas de oro y plata.

Poco después de su entierro, un incendio destruyó el palacio y los edificios vecinos. Décadas más tarde, La Almoloya fue abandonada, al igual que La Bastida: la sociedad de El Argar había colapsado. Hoy, desvelar las causas de su desaparición es un reto tan apasionante como averiguar las razones de su formación.

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Ajuar La Almoloya - Pieza 1

Ajuar La Almoloya - Pieza 1

Foto: ©ASOME-UAB
Ajuar La Almoloya - Pieza 2

Ajuar La Almoloya - Pieza 2

Foto: ASOME-UAB

Entre el ajuar funerario de la pareja de gobernantes de La Almoloya aparecieron dilatadores de oro para los lóbulos de las orejas (unas joyas reservadas a la élite) y una diadema o corona de plata; este emblema de las mujeres de la élite gobernante ceñía la cabeza de la mujer
allí enterrada.

Este artículo pertenece al número 197 de la revista Historia National Geographic.