Símbolos y sonidos

El origen del alfabeto, el sistema de signos que cambió la escritura

Hace casi cuatro mil años, gentes que hablaban una lengua semítica se inspiraron en los jeroglíficos egipcios para crear un sistema de escritura adaptado a su propio idioma.

Inscripción fenicia

Inscripción fenicia

Sobre estas líneas, estela de Tiro con un texto en alfabeto fenicio, origen de los demás alfabetos del Mediterráneo, como el griego y el hebreo. Museo del Louvre.

RMN-Grand Palais
Inscripción fenicia

Inscripción fenicia

Inscripción fenicia

Copia de una tablilla de terracota con el alfabeto de Ugarit. Siglo XIV a.C.

Scala, FIrenze

Los primeros sistemas de escritura que se desarrollaron en el Próximo Oriente, tanto en el área de Mesopotamia como en Egipto, se caracterizaban por su notable complejidad. La escritura cuneiforme sumeria, que tal vez ya existía en torno a 3500 a.C. y que más tarde sería adaptada por los acadios y por otros pueblos, se basaba en un conjunto de signos pictográficos que representaban palabras y objetos originalmente relacionados con el comercio. Con el paso de los siglos, esos signos se fueron estilizando. Así, por ejemplo, el símbolo «cabeza» se convirtió en 𒊕. Al mismo tiempo, los signos, junto al valor ideográfico que tenían originalmente, adquirieron un valor fonético: en el ejemplo anterior, el signo «cabeza» representaba esta parte del cuerpo y también el sonido sag, como se decía cabeza en sumerio, por lo que el signo se podía usar para escribir palabras que contenían ese sonido. Era un sistema ingenioso, pero que tenía el inconveniente de requerir un gran número de símbolos. En la época neoasiria (después del siglo X a.C.), cuando la escritura cuneiforme se estandarizó, se alcanzó el millar de signos. 

Vista del Monte Sinaí

Vista del Monte Sinaí

Vista del Monte Sinaí

En 1905 se hallaron en una mina egipcia de la península del Sinaí varios textos escritos con el alfabeto más antiguo de la historia, el protosinaítico. 

Anton Petrus / Getty Images

La escritura jeroglífica egipcia, contemporánea en su origen a la cuneiforme sumeria, también contaba con un complejo sistema que combinaba los símbolos ideográficos y los consonánticos, esto es, signos que representaban una o más consonantes. En conjunto, se conocen más de 6.000 signos diferentes en el período más tardío de la escritura jeroglífica, aunque el repertorio usado habitualmente por los escribas nunca superó los 700-1.000 signos. En estas condiciones, el uso de la escritura estaba reservado a unos pocos privilegiados que aprendían sus complicadas reglas en escuelas y templos. 

Cronología

Nace el alfabeto

3500-3200 a.C.

Nace la escritura cuneiforme sumeria, con cientos de signos, algunos de tipo ideográfico y otros con valor fonético (silábico).

3300 a.C. 

Surge la escritura jeroglífica egipcia, formada por logogramas, signos consonánticos y determinantes.

1850 a.C. 

Uso del alfabeto protosinaítico, de carácter consonántico, según testimonia un yacimiento arqueológico del Sinaí.

1500 a.C.

Inspirado tal vez en el protosinaítico, el alfabeto ugarítico cuenta con 31 letras y se escribe sobre arcilla en cuneiforme.

Siglos XII-XI a.C.

Uso del alfabeto cananeo-fenicio de 22 letras, surgido a partir del protosinaítico. Será el origen de los alfabetos occidentales.

Siglo VII a.C.

A través del etrusco, los latinos adoptan la variante occidental del alfabeto griego para elaborar el alfabeto latino.

Jeroglíficos egipcios

Jeroglíficos egipcios

Jeroglíficos egipcios

Bajo estas líneas, Estela de la Victoria del faraón Merneptah (1213-1203 a.C.), descubierta por Flinders Petrie en 1896.

Amir Makar / Getty Images

La invención del alfabeto, el sistema por el que cada símbolo o letra expresa un sonido, permitió simplificar radicalmente toda la complicación de las escrituras cuneiforme y jeroglífica. Frente a los cientos de símbolos que utilizaban estas, con el alfabeto se podía escribir de manera exitosa cualquier idea mediante un sistema simple compuesto por poco más de dos docenas de signos diferentes. Ello supuso una revolución social y cultural sin precedentes, pues el privilegio de leer y escribir se «democratizó» y se extendió a otras clases sociales, fuera de la élite de los escribas. Hoy se piensa que en la época de los orígenes del alfabeto mucha gente llegó a ser capaz de entender y reproducir estos nuevos textos. 

Inscripción protosinaítica

Inscripción protosinaítica

Inscripción protosinaítica

En la imagen, inscripción en la mina faraónica de Serabit al-Khadim, en la península del Sinaí (Egipto), con signos pertenecientes al alfabeto protosinaítico.

Bridgeman / ACI

Pese a las grandes diferencias que presentan a primera vista, los alfabetos que se utilizan hoy en día –como el latino, el griego, el árabe o el hebreo– están emparentados entre sí y proceden de un mismo alfabeto originario. Desde el siglo XIX, los estudiosos demostraron el papel fundamental que el alfabeto fenicio tuvo en el triunfo del sistema alfabético. En efecto, de ese alfabeto fenicio primitivo, desarrollado en torno a 1100 a.C. en las grandes ciudades mercantiles de la costa del actual Líbano e Israel, derivan el griego, origen a su vez del etrusco y el latín, y el arameo primitivo, del que surgieron los diversos alfabetos que se usaban en el Próximo Oriente, como el siriaco, el árabe primitivo y el judío (o hebreo). Durante mucho tiempo se aceptó que fueron los fenicios los que crearon el alfabeto inspirándose en los caracteres egipcios. Hoy sabemos, sin embargo, que el alfabeto fenicio fue el resultado de una evolución que se inició siglos antes. El alfabeto más antiguo conocido se remonta al menos a 1800 a.C. y su rastro se encuentra en un yacimiento arqueológico del desierto del Sinaí.

Serabit al-Khadim

Serabit al-Khadim

Serabit al-Khadim

Los pilares con inscripciones jeroglíficas de esta imagen pertenecen al templo de Hathor, erigido junto a unas ricas minas de turquesa en la actual Serabit al-Khadim.

Erich Lessing / Album

La pista del Sinaí

En diciembre de 1905, en el transcurso de una prospección en varios lugares arqueológicos de la península del Sinaí, el egiptólogo británico Flinders Petrie y su esposa Hilda hallaron unos extraños grafitos en un templo dedicado a la diosa Hathor, en la actual localidad de Serabit al-Khadim, cerca de una mina de turquesa que los antiguos egipcios explotaron desde tiempos del faraón Sesostris I (1920-1875 a.C). En total, aparecieron unas 40 inscripciones en los caminos de acceso del templo y cuatro en dos estatuillas de forma humana y en una esfinge que se encontraban dentro del recinto. Los especialistas actuales coinciden en datar esas inscripciones entre los siglos XVIII y XVI a.C. 

Petrie determinó rápidamente que esos símbolos tenían el aspecto de jeroglíficos egipcios, pero le extrañó que solo se usaran unos pocos signos. Además, estos estaban realizados de manera muy rudimentaria, sin la disposición ni la proporción que requerían la norma y la elegancia de la escritura jeroglífica. En un artículo escrito un año después de su hallazgo, Petrie ya sugirió que probablemente se trataba de un primitivo alfabeto, tal vez utilizado por gentes iletradas. 

Once años después, Alan Gardiner, gran especialista en jeroglíficos egipcios, ofreció la demostración definitiva de que se trataba de un alfabeto cuando publicó su propia interpretación de los símbolos hallados en las minas y el templo de Serabit al-Khadim. Gardiner demostró que, en realidad, esos torpes signos eran una versión primitiva de los que unos siglos más tarde usarían los cananeos y los fenicios para escribir sus lenguas. Según su interpretación, en ese asentamiento perdido en el desierto trabajaban prisioneros de guerra semitas que sintieron la necesidad de poner por escrito sus dedicatorias religiosas en el templo de Hathor, y para ello se sirvieron del único sistema de escritura que existía entonces, los jeroglíficos egipcios, que probablemente algunos conocieran de manera muy rudimentaria. El origen de los primeros textos alfabéticos conocidos tuvo, por tanto, una finalidad religiosa.

Ladrillo votivo de fayenza

Ladrillo votivo de fayenza

Fragmento de ladrillo votivo de fayenza con una inscripción jeroglífica hallado en Serabit al-Khadim por Flinders Petrie.

Album

Para adaptar los jeroglíficos egipcios a su lengua, los trabajadores semitas de Serabit al-Khadim utilizaron un método que los lingüistas llaman acrofonía, o «sonido inicial». Su principio consiste en dar a un símbolo un valor fonético que coincide con el primer sonido de la palabra que expresa. En cierto modo, los egipcios utilizaron este mismo método para dar valor fonético a sus signos, por lo que a esos semitas no debió de resultarles demasiado difícil aplicar la misma técnica a su propio sistema de escritura.

La dificultad residía en que ellos hablaban una lengua distinta del egipcio, por lo que debían establecer nuevas correspondencias entre los símbolos y los sonidos. Así, el agua, en egipcio nt, era en lengua semita maym, por lo que el jeroglífico egipcio para agua, 𓈖, escrito ahora de forma más simple M, adoptó el valor m. Del mismo modo, la cabeza se llamaba en egipcio tp, mientras que en la lengua que hablaban esos anónimos escribanos era ra’, por lo que el jeroglífico egipcio 𓁶 , escrito R, tomó el valor r. Por otra parte, puesto que el egipcio jeroglífico no escribía las vocales, los semitas de Serabit al-Khadim tampoco representaron los sonidos vocálicos, por lo que su alfabeto era solo consonántico.

Los textos de Wadi el-hol

Los textos de Wadi el-hol

Los textos de Wadi el-Hol

Calco de las inscripciones halladas en 1999 cerca de Luxor por los egiptólogos estadounidenses John y Deborah Coleman.

Alamy / ACI

El hallazgo de Serabit al-Khadim demuestra, pues, que el primer alfabeto de la historia, conocido como protosinaítico, deriva de los jeroglíficos egipcios. Una cuestión diferente es si fue la comunidad de trabajadores semitas en Serabit al-Khadim la que ideó por sí misma el alfabeto. 

Esta es la hipótesis que se mantuvo durante mucho tiempo después de los hallazgos de Flinders Petrie. Sin embargo, un descubrimiento realizado hace algunos años invita a corregir ese planteamiento. Se trata de dos inscripciones que los egiptólogos norteamericanos John y Deborah Coleman encontraron en 1999 en Wadi el-Hol, un valle al noroeste de Luxor, y que llaman la atención por la gran semejanza formal de sus signos con las inscripciones de Serabit al-Khadim. Ambos textos están datados entre 1900 y 1800 a.C., por lo que son probablemente más antiguos que las inscripciones halladas por Petrie. 

Cabe pensar que estos textos también los escribieron semitas que vivían en Egipto. Si fuera así, la invención del sistema alfabético habría tenido lugar en el reino de los faraones. Podría incluso pensarse que el primer alfabeto surgió en Canaán (el territorio del Próximo Oriente entre el Mediterráneo y el río Jordán), y sería patrimonio común de las poblaciones semitas de origen cananeo, tanto las asentadas de manera más o menos pacífica en el valle del Nilo durante el Reino Medio como las que permanecieron en sus lugares de origen, y no la invención de los mineros de turquesa que trabajaban de manera forzada o voluntaria en la península del Sinaí.

Un desafío para los filólogos

Un desafío para los filólogos

Un desafío para los filólogos

Detalle de la inscripción del sarcófago de Eshmunazar II. En los dos años que siguieron a su hallazgo diversos especialistas propusieron once traducciones diferentes.

Raphaël Chipault / RMN-Grand Palais

El salto adelante de los fenicios

De lo que no cabe duda es de que existe una conexión directa entre los antiguos símbolos hallados en el Sinaí y Luxor y el sistema alfabético de 22 letras utilizado en Canaán y Fenicia, atestiguado en esa zona en torno a 1200 a.C. Frente a la antigua tesis de que los fenicios crearon el alfabeto inspirándose directamente en los caracteres egipcios, hoy sabemos que su alfabeto se entronca con el que usaban los pueblos de Canaán desde siglos atrás. En las áreas del interior se han hallado inscripciones en una escritura con signos que recuerdan los de Serabit al-Khadim y de Wadi el-Hol. Es el caso del óstracon hallado en 1976 en Izbet Sartah, un yacimiento situado en el centro del actual Israel. Contiene 80 signos escritos en cinco líneas difícilmente descifrables, la última de las cuales es un alfabeto escrito de izquierda a derecha. Por el entorno arqueológico en el que se halló se ha datado en el siglo XI a.C

Las inscripciones halladas por Flinders Petrie demuestran que el primer alfabeto de la historia derivó de los jeroglíficos egipcios

En cambio, en las ciudades fenicias se desarrolló un estilo caligráfico que tendría más seguidores e imitadores y que daría lugar a posteriores evoluciones del alfabeto. La escritura fenicia se escribía de derecha a izquierda y se basó en un número preciso de letras que recuerdan vagamente a las mayúsculas del alfabeto latino: 𐤀 𐤁 𐤂 𐤃... La precisión y la facilidad en el trazado de los signos, su excelente adaptabilidad a diferentes soportes como la piedra, la madera, el pergamino o el papiro, y la clara diferenciación entre letras fueron posiblemente el secreto del éxito de la escritura fenicia. 

Biblioteca de Éfeso

Biblioteca de Éfeso

Biblioteca de Éfeso

Uno de los usos que dieron los griegos a la escritura fue el de las inscripciones en monumentos públicos. Sobre estas líneas, columna de la biblioteca de Celso en Éfeso, ciudad griega de Asia Menor.

Gokhan Dogan / Alamy / ACI

Por ello, muchos pueblos del Mediterráneo que estaban en contacto con los mercaderes procedentes de Fenicia acabaron por adoptar su sistema de escritura y adaptarlo para escribir su lengua. Fue así como se originó la escritura cursiva aramea, que utilizaron los imperios asirio, babilónico y persa aqueménida. La utilización de esta escritura en la cancillería y en las administraciones del Imperio persa hizo que tuviera que adaptarse al uso de la pluma de tinta y a soportes como el papiro o el pergamino. Esto provocó que los signos se estilizaran, se simplificaran o se redujeran, al tiempo que se eliminaron sistemáticamente los trazos cerrados o triangulares.
Por ejemplo, la álef fenicia 𐤀 acabó escribiéndose 𐡀 en la cursiva aramea.

Los griegos también adoptaron el alfabeto tal y como lo habían diseñado los fenicios. Ellos mismos eran conscientes de ese origen de su alfabeto: Heródoto recogió la tradición de que los griegos habían aprendido la escritura a partir de un grupo de fenicios que se asentó en Beocia. Incluso hablaban de las phoinikeia grammata, «letras fenicias». El nombre griego de las letras evoca igualmente el origen fenicio. Así, el nombre de la a, alfa, deriva del fenicio alef; y el de la b, beta, del fenicio bet. Cabe destacar que, en comparación con los alfabetos semíticos que surgieron en la misma época, la escritura griega conservó mucho mejor la forma original de los trazos fenicios.

Escritura hebrea

Escritura hebrea

Escritura hebrea

Fragmento de los rollos del mar Muerto, realizados entre los siglos III y I a.C. principalmente con escritura hebrea. Museo de Israel, Jerusalén.

Aurimages

Las letras griegas

Los griegos también debieron adaptar el alfabeto fenicio a su propia lengua. El rasgo específico más notable fue la decisión de representar también los sonidos vocálicos, en contra del carácter consonántico de los alfabetos semíticos. Con tal fin, los griegos cambiaron el valor de algunos signos fenicios, convirtiendo en vocales aquellos signos que representaban sonidos consonánticos parecidos a las vocales griegas, o bien los que representaban sonidos inexistentes en griego. De este modo, la consonante fenicia he (𐤄) se convirtió en la vocal griega épsilon (E), mirando hacia el lado contrario; la consonante fenicia het (𐤇) se convirtió en la vocal eta (H); la yod (𐤉), en iota (I); la ayin (𐤏), en ómicron (O) –para la o larga, omega, añadieron simplemente un trazo debajo (V)–; mientras que la waw (ω) se convirtió en ípsilon (Y). Además, se añadieron algunos signos nuevos que no existían en el original semítico, como phi (w), khi (x) o psi (ψ). 

Por otra parte, los griegos acabaron decidiéndose por una dirección de escritura que iba de izquierda a derecha, aunque se conservan muchos ejemplos de escritura de derecha a izquierda o incluso en el llamado boustrofedon, es decir, el modo en el que «aran los bueyes», en las dos direcciones a la vez. 

Como es bien sabido, del alfabeto griego proceden el alfabeto latino (a través del etrusco) y también el cirílico, y, por consiguiente, todas las escrituras modernas empleadas en Europa. De este modo, cuando escribimos en nuestro alfabeto, debemos pensar que estamos reproduciendo unas letras que idearon antiguos semitas que vivieron entre Egipto y el Sinaí hace casi cuatro mil años: nuestra A sigue recordando a un buey, nuestra K a la palma de la mano, la M al agua, la N a una serpiente y la O a un ojo vacío… Reproducir estas y otras letras nos une con antiguas culturas que nos dejaron un legado cuya utilidad no ha sido superada hasta hoy. 

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El matrimonio petrie

colaboradora esencial

Matrimonio Petrie

Matrimonio Petrie

Matthew Flinders Petrie y su esposa Hilda en 1934, en la época en la que desarrollaban su trabajo arqueológico en Palestina.

Bridgeman / ACI

En su trabajo de campo como arqueólogo, Flinders Petrie contó con la notable colaboración de su esposa Hilda, una geóloga que a los 25 años se había incorporado a su equipo como dibujante. Desde 1896, Hilda había intervenido en varias excavaciones en Egipto, principalmente copiando inscripciones, relieves y pinturas. En 1905, Petrie dejó a su esposa y otros colaboradores en Saqqara mientras él iba a investigar las minas de turquesa y cobre del Sinaí. Pero cuando, tras terminar su trabajo en Wadi Maghara, comunicó a su esposa que iba a Serabit al-Khadim, donde sabía que había numerosas inscripciones, Hilda decidió sumarse a la expedición. Con una compañera arqueóloga, Lina Eckenstein, tomaron un tren hasta Suez y luego un barco hasta El Shatt. A continuación se internaron en el Sinaí en camello, con unos beduinos como guías y armadas con revólver, fusta, un libro de notas, una brújula y una cantimplora. Petrie agradeció enormemente la llegada de dos nuevas colaboradoras que le ayudarían a copiar las inscripciones de la antigua mina faraónica, entre ellas las escritas en algo parecido a un alfabeto. 

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escritura fenicia

Sarcófago de Eshmunazar

Sarcófago de Eshmunazar

Descubierto en 1855, el sarcófago de Eshmunazar II, rey de la ciudad fenicia de Sidón en el siglo VI a.C., destaca por sus inscripciones en escritura fenicia. El texto, el segundo en fenicio más extenso que se conserva, es una invocación de ultratumba puesta en boca del difunto.

Franck Raux / RMN-Grand Palais

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Un alfabeto cuneiforme

La escritura de Ugarit

Tablilla

Tablilla

Tablilla con escritura en el alfabeto cuneiforme de Ugarit. 1300 a.C. Museo del Louvre, París.

DEA / Scala, Firenze

Hacia mediados del siglo XVI a.C., surgió en la ciudad costera de Ugarit (al noroeste de la actual Siria) un sistema alfabético ideado principalmente para escribir la lengua semítica local. El alfabeto ugarítico, usado hasta la invasión de los Pueblos del Mar en el siglo XII a.C., que contribuyó al colapso de la ciudad, constaba de 31 letras y se escribía de izquierda a derecha.
Se basaba en la escritura cuneiforme, la más apropiada para escribir sobre arcilla con un estilete, como hacían los ugaríticos. De ella se seleccionaron una treintena de signos como letras con valor fonético; era un alfabeto consonántico, ya que las letras solo representaban las consonantes. Se han planteado diversas hipótesis sobre el origen de este sistema de escritura. Hay expertos que apuntan a una fuente en Mesopotamia (la región entre el Tigris y el Éufrates donde nació y se empleó el cuneiforme), mientras que otros sostienen que deriva de escrituras locales como la de Biblos. Hoy se cree que el ugarítico fue una adaptación local y con signos cuneiformes del alfabeto protosinaítico que dio lugar al alfabeto cananeo-fenicio. 

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La esfinge de Serabit al-Khadim

descifrar el alfabeto

En 1916, el egiptólogo Alan Gardiner descifró por primera vez una inscripción en alfabeto protosinaítico. Figuraba en una pequeña esfinge procedente de Serabit al-Khadim, junto a otras inscripciones jeroglíficas que ayudaron a Gardiner a determinar el significado de la primera.

Esfinge

Esfinge

British Museum / Scala, Firenze. Alfabeto: Alamy / ACI
Esfinge por el otro lado

Esfinge por el otro lado

British Museum / Scala, Firenze. Alfabeto: Alamy / ACI

 

Esta esfinge de arenisca rojiza,con la cara parcialmente desfigurada, fue descubierta por Flinders Petrie entre 1905 y 1906 en el interior de las ruinas del templo de Serabit al-Khadim. Las inscripciones que la adornan y sus pequeñas dimensiones (23 cm de largo) hacen pensar que era una ofrenda a la diosa egipcia Hathor, la señora del lugar. Lo más interesante de esta pieza, conservada hoy en el Museo Británico de Londres, es que en ella hay inscripciones realizadas con dos escrituras diferentes: jeroglíficos puramente egipcios y alfabeto protosinaítico. Cuando el egiptólogo Alan Gardiner estudió la pieza en 1916, supuso que esas inscripciones en las dos escrituras estaban relacionadas entre sí, lo que planteaba la posibilidad de descifrar el texto alfabético a la luz del jeroglífico, de un modo parecido a lo que se hizo con la Piedra de Rosetta, que contenía un mismo texto en griego, en demótico y en jeroglífico.

Alan Gardiner 

Alan Gardiner 

Alan Gardiner 

Formado en Inglaterra, Francia y Alemania, Alan Gardiner se convirtió en el máximo experto en escritura jeroglífica en su época. Además, estudió hebreo y árabe, lo que le ayudó en su tarea de descifrar el alfabeto protosinaítico.

National Portrait Gallery, London / Scala, Firenze

La inscripción jeroglífica contenía una invocación a la diosa Hathor: «Amado de Hathor [señora] de las turquesas». Gardiner pensó que el extraño texto que aparecía justo debajo del primero debía de contener una invocación del mismo tipo, dirigida quizás a una diosa propia de los cananeos. La clave la encontró en la inscripción completa del otro lado de la esfinge, cuyo último signo T se parece a la letra T en los alfabetos latino y hebreo. Gardiner recordó el nombre de una diosa cananea, Baalat, lo que significaría que los cuatro últimos signos  B[LT debían de contener el nombre de la diosa. Observó además que el primero de esos signos, B, era prácticamente igual que el jeroglífico 𓉐. En la escritura egipcia, este signo representa una casa, llamada en egipcio pr. En lenguas semitas, en cambio, casa es bet. Por ello, los autores de la inscripción adoptaron ese jeroglífico para representar el sonido b en su propia lengua. La transcripción completa del término seríab'lt, o baalat.

Hoy se piensa que este término, más que ser el nombre de una diosa, significa «dueña», en referencia a que Hathor era la dueña del cobre y las turquesas que los mineros extraían de la mina de Serabit al-Khadim. Por ello, el texto completo en alfabeto protosinaítico era una traducción aproximada en semítico del texto jeroglífico: «Amado de la Dueña». 

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Este artículo pertenece al número 235 de la revista Historia National Geographic.