Exploraciones y descubrimientos

A la deriva por el Ártico: la odisea del Polaris

Los supervivientes de la expedición de Charles Francis Hall al Polo Norte en 1871 recorrieron casi 3.000 kilómetros sobre témpanos de hielo antes de ser rescatados.

El 'Polaris' atrapado en el hielo durante el retorno de la expedición polar. Óleo por William Bradford. 1875. Museo de Arte Taubman, Roanoke (EE. UU.).

El 'Polaris' atrapado en el hielo durante el retorno de la expedición polar. Óleo por William Bradford. 1875. Museo de Arte Taubman, Roanoke (EE. UU.).

Foto: Taubman Museum of Art, Roanoke, Virginia.

Al término de la guerra de Secesión (1861-1865), Estados Unidos necesitaba recuperar la unidad y el orgullo nacional, y nada mejor para ello que una gran proeza que llenara las páginas de los periódicos y diera que hablar en todo el mundo. Eso debió de pensar el presidente Ulysses S. Grant cuando decidió patrocinar una expedición que debía alcanzar un objetivo en el que muchos otros países habían fracasado: la conquista del Polo Norte.

El designado para dirigirla fue Charles Francis Hall, que en los años anteriores se había dado a conocer por dos expediciones al Ártico. Su entusiasmo era indudable. «Muchos piensan que soy de espíritu aventurero y de corazón audaz para intentar ir al Polo Norte. No es así […]. La región del Ártico es mi hogar. Lo amo profundamente», afirmó. Sin embargo, Hall tenía escasos conocimientos de marinería –era periodista de profesión– y además demostraría carecer de auténticas dotes de mando.

El gobierno estadounidense entregó a Hall un remolcador de vapor usado durante la reciente guerra, que fue reforzado y bautizado para la ocasión como USS Polaris. Hall zarpó al mando de una tripulación de varias nacionalidades. Con ellos iba el alemán Emil Bessels, jefe del equipo científico encargado, entre otras cosas, de efectuar observaciones astronómicas y de la trayectoria y velocidad de los glaciares. Además, Hall hizo subir a bordo a un matrimonio inuit con su hija adoptiva.

Hall acompañado por dos inuit en su primer viaje al Ártico (1860-1862).

Hall acompañado por dos inuit en su primer viaje al Ártico (1860-1862).

Foto: British Library / Album

El 29 de junio de 1871, el Polaris zarpó de los muelles de la Armada en Nueva York. Un mes después estaba ya navegando por el sur de la costa occidental groenlandesa y, tras una fuerte tormenta, traspasaba el Círculo Polar Ártico, a 66˚ 33’ de latitud norte. En Proven, Hall contrató a un experto cazador y explorador groenlandés llamado Suersaq que subió al barco con su mujer y sus tres hijos.

Conforme progresaban hacia el norte, los marineros se impacientaban ante la forma en que Hall ejercía su autoridad. George E. Tyson, ayudante de navegación, explicó que «algunos miembros de la tripulación están siempre dispuestos a desobedecer, y si Hall quiere que se haga algo eso es justo lo que no harán. Ya hay dos partes, sino tres, a bordo».

Rumbo a lo desconocido

El barco iba acercándose a la máxima latitud a la que habían llegado los navegantes anteriores. Cada milla que avanzaban, surcando unas aguas repletas de hielos a la deriva que presionaban el casco del barco, era un paso más hacia lo desconocido. En vísperas de superar el estrecho de Smith y asomarse al océano Ártico, Hall escribió en su diario: «El Polaris se despide de la civilización. Que Dios nos acompañe». Cuando el día 2 de septiembre (otras versiones dicen el 30 de agosto) alcanzaron los 82˚ 16’, el Polaris se convirtió en el barco que más al norte había navegado de la historia.

Gracias al tiempo extraordinariamente benigno de aquel año estaban a tan sólo 800 kilómetros de su objetivo. Algunos tripulantes creían que se podía seguir avanzando mientras que otros lo consideraban una locura. Hall, por su parte, se mostraba indeciso. Al final, la corriente hizo retroceder el navío sin que se dieran cuenta. Decidieron detenerse en una pequeña bahía en el noroeste de Groenlandia, en los 81˚ 38’ N, en un fondeadero que Hall llamó Puerto Gracias a Dios, para pasar allí el invierno y reanudar el viaje al Polo la primavera siguiente.

Estrecho de Smith. En esta zona al norte de la bahía de Baffin, el 'Polaris' se estrelló contra un iceberg y una parte de los tripulantes quedaron a la deriva sobre un témpano.

Estrecho de Smith. En esta zona al norte de la bahía de Baffin, el 'Polaris' se estrelló contra un iceberg y una parte de los tripulantes quedaron a la deriva sobre un témpano.

Foto: Bertrand Rieger / Gtres

En las semanas que siguieron Hall y sus hombres se dedicaron a explorar los alrededores en trineo. Fue en una de esas expediciones cuando Hall empezó a encontrarse mal: estaba débil, tenía vómitos y fiebre. Al cabo de unos días empezó a delirar. Aunque el doctor Bessels le diagnosticó «parálisis y también apoplejía», quizá se trató de una embolia cerebral. Hall murió la noche del 8 de noviembre de 1871. Al día siguiente, toda la tripulación participó en su cortejo fúnebre. «Así terminan los ambiciosos proyectos del pobre Hall», escribió Tyson en su diario. Bessels, por su parte, confesaba fríamente que su fallecimiento «era lo mejor que podía haberle pasado a la expedición».

A la deriva

En realidad, lejos de calmar los ánimos, la muerte del comandante empeoró la situación. El nuevo jefe de la expedición, Sidney O. Budington, permitió que los marineros se dedicaran a beber, robar comida, jugar a las cartas y pelearse constantemente en medio de la fría y oscura noche groenlandesa. El hielo mantuvo apresado al Polaris hasta bien entrado el verano. El 12 de agosto de 1872, la esposa de Suersaq dio a luz un niño, al que llamaron Charlie Polaris. Como si de un buen augurio se tratase, aquel mismo día el hielo se rompió y el barco pudo reanudar la navegación, pero no hacia la meta polar, sino hacia el sur, de vuelta a casa. Desaparecido Hall, nadie deseaba continuar la aventura, y el que menos Budington, que «pensaba que toda la empresa era una condenada tontería», según declaró otro tripulante.

Pero el retorno no fue fácil. El Polaris debía abrirse paso a través de la banquisa bajo vientos huracanados y tormentas de nieve. El 15 de octubre, un inmenso iceberg chocó contra el navío. Pensando que la embarcación podía hundirse, los tripulantes empezaron a desembarcar las provisiones sobre un témpano de hielo y a evacuar el barco. Cuando se dieron cuenta que había sido una falsa alarma y que el Polaris apenas había sufrido daños ya era demasiado tarde.

Navegando sobre témpanos. En una ocasión el hielo se rompió cuando los náufragos descansaban en una tienda improvisada. Ilustración de 1876.

Navegando sobre témpanos. En una ocasión el hielo se rompió cuando los náufragos descansaban en una tienda improvisada. Ilustración de 1876.

Foto: Biblioteca Ambrosiana / DEA / Getty Images

El iceberg estalló y el navío, con parte de la tripulación, empezó a alejarse irremisiblemente de los otros 19 tripulantes, entre ellos las dos familias inuit, que quedaron abandonados sobre un témpano de hielo de unos seis kilómetros de circunferencia. Contaban al menos con algunas provisiones – «lo mínimo que necesita el cuerpo humano para no sucumbir», en palabras de Tyson– así como embarcaciones, fusiles y lámparas de aceite. Aun así, si lograron sobrevivir durante el invierno a temperaturas de 40 grados bajo cero fue gracias a los inuit, que cazaron y construyeron iglúes para el grupo.

Rescate in extremis

El 22 de abril de 1873, Tyson escribió en su diario: «No tenemos nada que comer; todo se ha acabado». Felizmente, el 30 de abril, tras seis meses y medio deambulando por el estrecho de Davis, fueron rescatados por el Tigress, en la costa del Labrador. Habían recorrido cerca de 2.900 kilómetros sobre témpanos de hielo. Por su parte, los 14 supervivientes que habían quedado en el Polaris vivieron su propia odisea. Cuando el barco encalló, lo desmantelaron y construyeron con sus restos dos barcas en las que emprendieron el viaje hacia el sur. Fueron rescatados el 23 de junio de 1873 por un ballenero cerca del cabo York, en el noroeste de Groenlandia.

Los supervivientes del Polarishabían protagonizado uno de los viajes polares más extraordinarios de la historia, en el que sólo se tuvo que lamentar la pérdida de una vida: la del explorador enamorado del Ártico que no tenía madera de líder.

---

En ruta hacia el Polo Norte

Antes del viaje del Polaris otros navegantes exploraron la ruta al Polo Norte a través del noroeste de Groenlandia, remontando la bahía de Baffin. En 1852, el británico Edward Ingelfield descubrió que el estrecho de Smith era navegable. Entre 1853 y 1855, el norteamericano Elisha Kent Kane remontó el canal hasta que el hielo detuvo su barco a los 78˚ N; una incursión a pie los llevó hasta un récord de latitud, 81˚ N. A su regreso, Kane fue recibido en Estados Unidos como un héroe. Unos años más tarde, en 1861, el también estadounidense Isaac Hayes, alcanzó los 80˚ N.

---

La comitiva fúnebre de Hall. Grabado de 1880.

La comitiva fúnebre de Hall. Grabado de 1880.

Foto: DEA / Scala, Firenze

¿Envenenado?

Hall murió creyendo que alguien lo había envenenado. En 1968 se exhumó su cuerpo y las pruebas mostraron que había ingerido una gran cantidad de arsénico en sus últimas semanas, aunque en aquella época la sustancia también se usaba como medicina.

---

Este artículo pertenece al número 210 de la revista Historia National Geographic.

Para saber más

Un barco fantasma navega en un mar embravecido durante una noche tormentosa.

La leyenda del "Octavius"

Leer artículo

Para saber más

137 Franklin 1

La expedición perdida de Franklin en el Ártico

Leer artículo