A finales de agosto de 1619, «veintitantos» cautivos africanos tomaron tierra en Point Comfort, parte de la nueva colonia británica en Virginia. Estos hombres y mujeres habían sido raptados de sus casas en África y obligados a subir a un barco que los transportó durante meses hacia lo desconocido. Fueron los primeros esclavos africanos en una colonia inglesa de América del Norte. Muchos historiadores consideran que su llegada supuso el inicio de 400 años de historia negra en Estados Unidos, repletos de tragedias y con una herencia tan cargada de resiliencia como de desigualdad y opresión.
El origen de estos primeros cautivos negros de Norteamérica está al otro lado del Atlántico, donde Portugal libraba una guerra con Ndongo, un poderoso reino de la costa de África occidental situado entre los ríos Cuanza y su afluente Lukala, en la actual Angola. En 1618, las fuerzas portuguesas se aliaron con los adversarios de Ndongo, sus vecinos imbangala, para invadir el reino. Entre 1618 y 1619, la alianza entre portugueses e imbangalas llevó a la captura y esclavización de millares de ndongos. Como consecuencia de ello, se enviaron al menos 36 barcos cargados de cautivos a las colonias españolas y portuguesas de América. Uno de ellos era el San Juan Bautista, que en la primavera de 1619 partió de la capital de la Angola portuguesa, Luanda, hacia Veracruz, en el actual México, con unos 350 africanos, muchos de los cuales debían de ser cautivos ndongo.

El viaje de los primeros esclavos
El viaje de los primeros esclavos
Foto: Ng maps
Durante la travesía oceánica escaseaban el agua y la comida, al tiempo que se sucedían los abusos y las enfermedades.
La travesía oceánica entre África y las colonias europeas de América, conocida como Middle passage («Pasaje del medio»), duraba tres meses y se realizaba en condiciones espantosas: la falta de agua y comida, los abusos y el hacinamiento causaban la muerte de alrededor de un tercio de cautivos por barco. Sobrevivir al Pasaje del medio era una proeza en sí, porque se hundían centenares de naves, se producían motines de esclavos a pequeña o gran escala, y las enfermedades y el hambre eran generalizadas.
El San Juan Bautista no fue una excepción. La enfermedad se propagó a bordo, y de los 350 hombres, mujeres y niños africanos capturados, unos 150 murieron en el viaje. Además de las abundantes muertes en el barco, la tripulación también estaba preocupada por los corsarios ingleses, que esperaban apoderarse del cargamento de barcos españoles y portugueses. Una amenaza que se hizo realidad.
Interceptados por los piratas
A finales de julio o principios de agosto de 1619, unas semanas antes de la llegada prevista al puerto de Veracruz, la nave esclavista fue atacada por dos barcos corsarios: el White Lion, comandado por John Jope, y el Treasurer, con el capitán Daniel Elfrith al mando. El ataque se produjo en la bahía de Campeche, al sur del golfo de México. Los piratas lograron hacerse con unos cincuenta africanos como parte de su botín, con los que se dirigieron hacia el Caribe oriental.
Mientras el San Juan Bautista continuaba hacia Veracruz, donde vendería a los 147 esclavos que conservaba, los piratas ingleses zarparon hacia la colonia británica de Virginia –fundada en 1607– con los cautivos africanos divididos en dos grupos, uno en cada barco. El White Lion llegó primero, tomando tierra en Point Comfort. El colono inglés John Rolfe dejó constancia del momento: «Un buque de guerra con carga de 160 toneladas llegó a Point Comfort, al mando del capitán Jope. No traía un cargamento cualquiera, sino veintitantos negros, que el gobernador y el jefe comercial compraron a cambio de provisiones». Por su parte, la segunda nave, el Treasurer, llegó unos días después y realizó una transacción rápida en la cercana Kicotan, de donde zarpó rápidamente hacia las islas Bermudas. Allí, los corsarios canjearon los bienes que les quedaban y vendieron a los esclavos africanos que aún llevaban consigo.
Durante la travesía oceánica escaseaban el agua y la comida, al tiempo que se sucedían los abusos y las enfermedades
Las colonias inglesas en América del Norte estaban en expansión, y la llegada de esclavos les suministraría una mano de obra muy necesaria. Según se ha documentado, en marzo de 1620 vivían en Virginia 32 africanos, de los cuales 15 eran hombres y 17 mujeres. En 1624, esta pequeña comunidad había quedado reducida a 21 personas, probablemente debido a muertes por enfermedades, a la rebelión de los indios powhatan de 1622 o a su reventa en el comercio atlántico.Probablemente, el primer afroamericano natural de Norteamérica nació en la plantación de Flowerdew Hundred o en el asentamiento de Kicotan, ambos a orillas del río James.
No existe ningún registro del estatus legal oficial de esos primeros africanos de Virginia. En las colonias españolas y portuguesas existía una jerarquía racial establecida y resulta lógico pensar que los ingleses siguieron ese mismo modelo. Posiblemente consideraban a los africanos distintos de los trabajadores forzosos temporales (indentured servants), un estatus frecuente entre los blancos pobres.
Un legado sombrío
Los primeros censos de Virginia demuestran que muchos africanos jamás fueron registrados por su nombre, sino sólo por su «raza». Esta distinción supuso el inicio de una casta racial que quedaría formalizada en las leyes de Virginia a principios de la década de 1650, cuando hombres y mujeres africanos se convirtieron en una propiedad sujeta a tributo. En la década de 1660, el estatus de esclavas de las mujeres africanas llegó a las leyes de Virginia, dado que sus hijos lo heredaban automáticamente al nacer, independientemente de quién fuese el padre. Esta condición hereditaria dio lugar a un esclavismo permanente.
Los historiadores conocen pocos detalles sobre aquellos primeros africanos de Virginia. Se supone que hablaban algún tipo de idioma bantú, ya fuera el kikongo del reino del Congo o el kimbundu de Ndongo. Los nombres documentados son de origen español, probablemente los que les fueron asignados durante su paso por el San Juan Bautista.

Collar de cauríes que perteneció a un esclavo norteamericano de origen africano.
Collar de cauríes que perteneció a un esclavo norteamericano de origen africano.
Foto: Album
Algunos de los primeros esclavos llegados hasta principios de la década de 1620 dejaron la huella de su existencia en la documentación judicial de Virginia. En 1624, los registros judiciales mencionan el testimonio de «John Phillips», y en el censo aparecen «Anthoney» e «Isabella» como habitantes de Elizabeth City, y «Angelo», de Jamestown.
La llegada de «veintitantos» africanos supondría el inicio de la expansión de la esclavitud por las colonias británicas de Norteamérica. A aquellos primeros africanos de Virginia les siguieron más de 400.000 cautivos, capturados y traídos directamente desde África occidental y central hasta los puertos de esclavos
de Estados Unidos, desde Nueva Inglaterra hasta Nueva Orleans. La esclavitud hereditaria, sancionada por una serie de leyes conocidas como «Códigos de esclavos», se convertiría en un pilar de la sociedad colonial norteamericana e implantó profundamente el racismo en el ADN estadounidense.
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Esclavos especializados
Los esclavos capturados en África eran seleccionados por sus capacidades, ya fuese como agricultores, como constructores o como artesanos especializados. Los congo, por ejemplo, eran famosos herreros dotados de una pericia única. Estas habilidades eran de gran valor para el desarrollo de las colonias norteamericanas.

Marineros portugueses saludan al rey del Congo. Grabado de 1598.
Marineros portugueses saludan al rey del Congo. Grabado de 1598.
Foto: DEA / Getty Images
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Cruz africana
Algunos objetos cotidianos de yacimientos coloniales evidencian la fusión de rituales tradicionales africanos y católicos. Para rezar a sus ancestros, los esclavos empleaban el cosmograma Congo, con forma de cruz.

Fragmentos de pipas de arcilla del siglo XVII cuya decoración refleja influencias africanas. Plantación Stratford, Virginia.
Fragmentos de pipas de arcilla del siglo XVII cuya decoración refleja influencias africanas. Plantación Stratford, Virginia.
Foto: Amy Connolly / Stratford Hall Plantation
Este artículo pertenece al número 226 de la revista Historia National Geographic.