"Un gran hombre me gritaba y me decía 'ven hacia mí: he hallado una casa que está construida, más que una casa sin las vigas del tejado'. Se sentó en el centro del dromos (pasadizo). Me dijo 'trae tu abundante comida [para] los sesenta mil ibis". Este texto pertenece a un óstraco (fragmento de cerámica usado para escribir) que forma parte de una singular colección de textos conocidos como "el archivo de Hor", y que fueron descubiertos por el egiptólogo Walter Emery en las galerías de los ibis de Saqqara durante sus excavaciones en el yacimiento en la década de 1960.
Estos textos fueron escritos por un sacerdote llamado Hor, procedente del nomo (provincia) de Sebenitos, en el Egipto Medio. Su lectura ofrece una visión impagable de las actividades que los sacerdotes y los fieles llevaban a cabo en este oculto y sagrado lugar en el siglo II a.C. Al parecer, Hor nació hacia el año 200 a.C., y tras establecerse en Menfis trabajó como sacerdote en estas galerías de Saqqara. Allí, el sacerdote plasmó en varios fragmentos cerámicos lo que él consideraba que eran sueños proféticos, además de una relación de algunas de las actividades que allí se llevaban a cabo.

Pintura que recrea la alimentación de los ibis sagrados. Edward Johan Poynter. Siglo XIX.
Pintura que recrea la alimentación de los ibis sagrados. Edward Johan Poynter. Siglo XIX.
Bridgeman
En busca de imhotep
Pero ¿que son las galerías de los ibis descubiertas por Emery? El egiptólogo británico estaba decidido a encontrar la tumba del sabio Imhotep, el arquitecto de la pirámide escalonada del faraón Zoser, de la dinastía III (2592-2566 a.C.) en Saqqara. Estaba convencido de que el genial arquitecto, médico y visir, divinizado como dios de la medicina durante la Baja Época, estaba enterrado allí, cerca de la tumba de su señor.

Estatuilla que representa a Imhotep. Baja Época. Museo Asmolean, Oxford.
Estatuilla que representa a Imhotep. Baja Época. Museo Asmolean, Oxford.
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Emery descubrió varias mastabas importantes de la dinastía III en Saqqara. Hasta que en el pozo funerario de una de ellas halló algo sorprendente: 500 recipientes cónicos que contenían, cada uno de ellos, un ibis momificado. No era la tumba de Imhotep, pero allí encontró la entrada de lo que se conoce como las "galerías de los ibis". En ese laberinto de pasadizos había nichos con decenas de miles de estas aves momificadas que fueron dispuestas allí por los fieles como ofrendas al dios Thot, la divinidad con cabeza de ibis.
En una mastaba de Saqqara, Emery halló la entrada de lo que se conoce como las "galerías de los ibis".

Relieve pintado con la efigie del dios Thot. Escena de la tumba del príncipe Khamewaset II, hijo de Ramsés III.
Relieve pintado con la efigie del dios Thot. Escena de la tumba del príncipe Khamewaset II, hijo de Ramsés III.
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Durantes sus exploraciones, Emery también descubrió una galería de mandriles momificados, cada uno de ellos en su ataúd y dispuesto en un nicho excavado en el muro de piedra caliza. Ambos animales, ibis y mandril, eran encarnaciones del dios lunar Thot, divinidad de la sabiduría y la escritura, y estaban relacionados con Imhotep.
Ibis momificados... y ni rastro de imhotep
Emery consumió seis campañas de excavaciones en Saqqara en busca del esquivo sabio, y en su transcurso sacó a la luz más galerías repletas de momias de animales, incluida una dedicada a los halcones, el animal sagrado del dios Horus. En 1970, el egiptólogo descubrió una estela con una inscripción que hacía referencia a Imhotep. Parecía que la tumba del gran arquitecto estaba cada vez más cerca.
Pero el trabajo en estas galerías presentaba grandes dificultades debido a la ingente cantidad de momias de aves que lo entorpecían y retrasaban enormemente. Desgraciadamente, antes de poder lograr su objetivo, Emery murió a causa de una apoplejía, al pie del cañón. Su colega Geoffrey T. Martin continuó con los trabajos y dibujó el primer mapa detallado de las laberínticas galerías, que se extendían kilómetros y kilómetros. Todas ellas repletas de momias. Aunque la tumba de Imhotep siguió oculta, esperando a ser descubierta algún día.
Geoffrey T. Martin, colega de Emery, continuó con los trabajos y dibujó el primer mapa detallado de las laberínticas galerías.

Estatuilla de un ibis. Baja Época. Museo de Bellas Artes, Houston.
Estatuilla de un ibis. Baja Época. Museo de Bellas Artes, Houston.
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La enorme extensión de estas galerías nos ofrece una idea muy detallada de la poderosa industria de momificación de animales para venderlos como ofrendas a los peregrinos durante el Período Tardío de Egipto, a partir de 664 a.C. Así, algunos investigadores consideran que es bastante probable que existieran enormes granjas dedicadas a la cría de ibis para satisfacer la gran demanda entre los fieles, que necesitaban hacerse con un pájaro momificado y ofrecerlo al dios para que le concediese su petición. Aunque no todos los expertos están de acuerdo con estas conclusiones.
el gran negocio de las momias de ibis
De hecho, y volviendo a Hor y su mención a la comida para los 60.000 ibis, eso podría significar que en las galerías también vivían numerosos ibis vivos. Hor hace referencia en sus escritos al "guarda de la puerta", una persona de confianza que debía ocuparse de la vigilancia de los pájaros y de sus crías (precisamente la mención a los polluelos es lo que ha hecho pensar a muchos egiptólogos que realmente había ibis vivos en este lugar). Asimimo Hor habla de una "capilla de nacimientos", lo que podría referirse a un criadero de estas aves.
Pero ¿sesenta mil ibis no son demasiados? Debemos pensar que Hor da esta cifra en el contexto de un sueño profético. La realidad es que las galerías de los ibis estuvieron en funcionamiento durante cuatro siglos y allí se enterraron aproximadamente unos dos millones de aves, medio millón por siglo, lo que daría una cifra de 5.000 por año. Por lo tanto, no resulta muy plausible que alguna vez hubiese 60.000 ibis viviendo allí al mismo tiempo. Sea como fuere, las cantidades son ingentes, lo que haría de este espacio un sitio con mucho movimiento de peregrinos entregando ofrendas de aves a los sacerdotes encargados, como Hor.
La realidad es que las galerías de los ibis estuvieron en funcionamiento durante cuatro siglos y allí se enterraron unos dos millones de aves.

Momia de ibis en su envoltorio. Museo de Arte, Brooklyn.
Momia de ibis en su envoltorio. Museo de Arte, Brooklyn.
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Hor también nos ofrece en sus escritos una visión del funcionamiento burocrático de las galerías. El sacerdote afirma que tuvo que tomar medidas para asegurarse de su buena marcha y vigilar la actuación de algunos empleados descuidados, como los encargados de tomar parte en la procesión anual que se celebraba para llevar a cabo un enterramiento masivo de los ibis ofrecidos durante el año. Al parecer, algunos funcionarios no acudían a la procesión tal como era su obligación.
El solícito Hor también quiso asegurarse de que no se engañase a los peregrinos y ordenó que hubiese "un dios en cada uno de los recipientes", es decir una momia de ibis auténtica y no un puñado de huesos revueltos y trapos, que es lo que se vendía a veces a los fieles como si fuera un ave de verdad. El negocio de los ibis era algo realmente lucrativo y a menudo daba lugar a este tipo de picarescas, aunque, afortunadamente, siempre ha habido gente honrada, como Hor, empeñada en hacer las cosas correctamente.