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El 17 de marzo del año 45 a.C. tuvo lugar en Munda, no muy lejos de Córdoba, un lugar que los investigadores aún no han logrado identificar (algunos creen que se trata de Monda, otros de Ronda y algunos más de Montilla), una batalla decisiva que decidiría quien se haría con el poder absoluto en Roma durante los años siguientes. Allí se enfrentaron dos ejércitos romanos en el marco de la guerra civil entre César y los pompeyanos, que, tras la muerte de su líder, Cneo Pompeyo Magno, luchaban a las órdenes de sus hijos, Cneo y Sexto, y del general Tito Labieno, antiguo lugarteniente de César en las Galias.
En Munda, cerca de Córdoba, se enfrentaron el 17 de marzo de 45 a.C. los ejércitos de César y las tropas pompeyanas.
Se trataba de la última oportunidad de los pompeyanos de derrotar a Julio César, cuyas tropas llegaban al combate con la moral muy alta tras su victoria en la batalla de Ategua meses antes, el 19 de febrero. César había tomado la ciudad y en un gesto de clemencia perdonado la vida a sus habitantes, tal como lo cuenta Dión Casio: "Obligado César a continuar la guerra en invierno, no intentó nada contra Córdoba, pero se enteró de que en la ciudad de Ategua había mucho trigo, y se volvió contra ella y, sin tener reparo por ser una plaza muy fuerte, y confiando que sus habitantes se aterrarían al ver su numeroso ejército, por temor le entregarían la ciudad. En poco tiempo la rodeó con empalizada y foso". Tras su victoria, fue proclamado imperator.
Enfrentamiento en el Campus Mundensis
Ese 17 de marzo, en el Campus Mundensis se enfrentaron trece legiones pompeyanas contra las ocho de César, que además de hallarse en inferioridad numérica tenían que atravesar un río para poder atacar a sus enemigos, bien atrincherados en una colina. La Legio X Equestris, la favorita de César, se encontraba en la vanguardia, la quinta y la tercera, en el flanco izquierdo y las otras cinco formaban el centro. A pesar de que el terreno no les era favorable, los cesarianos desplegaron la caballería (más numerosa que la de sus contrincantes) por la retaguardia.
Pese a que el terreno no les era favorable, las tropas del César desplegaron la caballería por la retaguardia.
Los dos ejércitos lucharon enconadamente, y por un momento pareció que los pompeyanos tenían las de ganar, cuando los cesarianos flaquearon y el propio César acudió a diez pasos de la línea enemiga, esquivando proyectiles como un soldado más. Al final, la Legio X se abrió camino practicando una brecha en el flanco izquierdo del enemigo. Entonces Cneo Pompeyo ordenó a Labieno llevar allí una legión para tapar ese hueco, pero la caballería de Julio César empezó a envolver el otro flanco pompeyano. Entonces Labieno trasladó a sus hombres para interceptarla, pero este movimiento fue un error, ya que el resto del ejército pompeyano interpretó que se trataba del inicio de una retirada, y emprendió la huida a toda velocidad.
El vencedor se queda con todo
De hecho, fue una victoria pírrica para César, puesto que mil hombres dejaron su vida en el campo de batalla (incluso más que en Farsalia), aunque al parecer las tropas pompeyanas tuvieron muchas más bajas. Los hombres de César, eufóricos, levantaron un trofeo macabro a las afueras de la ciudad de Munda para aterrorizar a sus habitantes: una torre con las cabezas cercenadas de sus enemigos.
"Se dice que César manifestó que siempre había luchado por la victoria, pero que en esta ocasión también había tenido que luchar por su vida".

Muerte de Julio César
Los honores otorgados a César despertaron los recelos de sus opositores, que temieron que quisiera proclamarse rey. Un grupo de senadores acabó con su vida el 15 de marzo del 44 aC, en la conjura conocida como "los idus de marzo". Imagen: "La muerte de Julio César", del pintor Carl Theodor von Piloty. Museo Estatal de la Baja Sajonia (Hannover, Alemania).
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De la dureza de la batalla son testimonio las palabras del propio César transmitidas por el historiador romano Plutarco: "Se dice que César manifestó que siempre había luchado por la victoria, pero que en esta ocasión también había tenido que luchar por su vida". De hecho, Labieno murió durante el combate, Cneo resultó herido, pero logró escapar (aunque fue capturado semanas después y decapitado) y Sexto huyó y se puso al frente de una pequeña flota de navíos de guerra. La guerra civil había acabado y tenía un claro vencedor: Julio César. El Senado decretó 50 días de agradecimientos y concedió a César el título de Libertador, una distinción que podría ostentar de por vida (un privilegio que no se había concedido a ningún general hasta entonces). Antes de regresar a Roma como amo y señor absoluto, César permaneció durante un tiempo en Hispania acabando con los últimos brotes de resistencia pompeyana.