Nacido en Valencia el 29 de enero de 1867, Vicente Blasco Ibáñez es uno de autores más respetados e influyentes de finales del siglo XIX y principios del XX, además de uno de los miembros más destacados de la Generación del 98. Blasco Ibáñez, antimonárquico y republicano declarado, participó activamente de la política española de su tiempo. El autor valenciano plasmó sus ideas en El Pueblo, el periódico que fundó en el año 1893, unas ideas que acabarían llevándole a la cárcel en más de una ocasión.
Valencia en el corazón
De padres aragoneses, Vicente Blasco Ibáñez nació en Valencia, y, según recordaría años después, una de las primeras imágenes que recordaba de su infancia fueron las barricadas que se levantaron en su calle cuando él tenía seis años, durante la rebelión cantonal que estalló al inicio de la Primera República. En su juventud, Blasco Ibáñez estuvo muy ligado al famoso editor y escritor aragonés Mariano de Cabrerizo, cuya influencia hizo del joven un ávido lector, en especial de autores románticos como Manzoni o Lamartine. Según el historiador valenciano Ramiro Reig, Los Miserables, del escritor francés Víctor Hugo, marcaría de tal manera al joven Blasco Ibáñez que a "partir de ese momento tuvo claro lo que iba a ser: un escritor revolucionario".
Según el historiador valenciano Ramiro Reig, 'Los Miserables', del escritor francés Víctor Hugo, marcaría de tal manera al joven Blasco Ibáñez que a 'partir de ese momento tuvo claro lo que iba a ser: un escritor revolucionario'.
A Blasco Ibáñez le fascinaba profundamente la huerta valenciana, un paisaje que dejó huella en su alma cuando de pequeño recorría con su madre, Ramona, aquellos terrenos exuberantes. Asimismo, se sentía profundamente impresionado cuando veía una vieja y desvencijada barraca que se desmoronaba en la soledad del campo. Sería precisamente este paisaje de su juventud el escenario de su primera obra titulada Carmen, quizás inspirada en un primer amor.

Vista de una barraca en la huerta valenciana en la actualidad.
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Blasco Ibáñez hizo muy pronto sus primeras incursiones en el mundo de la prensa, en el semanario El Miguelete, que posteriormente pasaría a llamarse El Turia. Aunque el periódico que resultó clave para el desarrollo de sus proyectos periodísticos fue el que fundó él mismo en el año 1894, y al que llamó El Pueblo. Blasco Ibáñez llenaría sus páginas de más de mil artículos, incontables gacetillas y otros artículos sin firmar.
El Blasco Ibáñez más político
Tras una escapada a Madrid, donde conocería al folletinista Manuel Fernández y González, Blasco Ibáñez regresó a Valencia donde siguió cursando la carrera de Derecho, que había comenzado en 1882. En la ciudad del Turia empezó a asistir a las reuniones que organizaba el Partido Republicano Federal en el casino de las Juventudes Federales, donde el escritor empezó a pronunciar discursos que, ante su propia sorpresa, entusiasmaban a los asistentes. Precisamente fueron algunos de estos discursos los que lo acabarían llevando, según el propio Blasco Ibáñez, una treintena de veces a prisión. Pero la gota que colmó el vaso fue cuando se enteró de que Enrique de Aguilera y Gamboa, marqués de Cerralbo, uno de los principales líderes carlistas, estaba en Valencia. Blasco Ibáñez hizo entonces un llamamiento a boicotear su presencia en la ciudad desde el periódico La Bandera Federal. Acusado de injurias, el escritor tuvo que huir a París, donde trabajó como periodista entre 1890 y 1891.
Empezó a asistir a las reuniones que organizaba el Partido Republicano Federal en el casino de las Juventudes Federales, donde Blasco Ibáñez empezó a pronunciar discursos que, ante su propia sorpresa, entusiasmaban a los asistentes.

Blasco Ibáñez durante un mitin republicano en el frontón central de Madrid, en mayo de 1905.
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Durante su exilio parisino, su afición a la historia quedó reflejada en diversas obras, como la Historia de la revolución española, que empezó entonces a escribir. Asimismo, desde la capital francesa, Blasco Ibáñez presentó su candidatura como diputado a las elecciones de 1891 por el partido Unión Republicana y se acogió a una amnistía para poder regresar a su Valencia natal. Ese mismo año, Blasco Ibáñez se casaría con María Blasco del Cacho, con la que tuvo cuatro hijos: Mario, Libertad, Julio César y Sigfrido. Dedicado a numerosos proyectos editoriales, Blasco Ibáñez fundó junto a su amigo Miguel Senent la editorial La Propaganda Democráticay junto a Francisco Sempere editó La Historia de la Revolución Francesa. También fundó la editorial Prometeo, con la que publicaría obras de Shakespeare, Quevedo y Tolstoi, entre otros autores universales.
¡Blasco Ibáñez condenado!
La sublevación en Cuba, en 1896, que supuso el envío inmediato de tropas a la isla, motivó la ira de Blasco Ibáñez que en un artículo titulado El rebaño gris se expresaba en estos términos: "Los que sobrevivan, si pueden volver a España, tienen asegurado el porvenir. Entre los que les despidieron ayer no faltará quien les compre los abonarés irrisorios con un descuento del 99 por 100. Si quedan inválidos, pueden aprender a tocar la guitarra para pedir una caridad a cualquiera de esas familias enriquecidas en Cuba y es posible que, desde sus carruajes, les arrojen dos céntimos". Movido por su activismo, participó en una manifestación declarada ilegal contra Estados Unidos, por lo que fue de nuevo condenado a prisión, aunque logró escapar y refugiarse en una barraca de Almàssera, donde escribiría un cuento titulado Venganza moruna, que constituiría el germen de una de sus novelas más celebradas, La barraca. De hecho, durante aquellos años de activismo político verían la luz algunas de las que están consideradas como sus mejores novelas: Arroz y tartana (1894), Flor de Mayo (1895) Entre naranjos (1900) y Cañas y barro (1902).
Blasco Ibáñez fue condenado a prisión, pero escapó y se refugió en una barraca de Almàssera, donde escribió un cuento titulado 'Venganza moruna', que constituiría el germen de 'La barraca'.

Típicas barracas de la zona de Valencia.
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Al final, a raíz de un enfrentamiento con su amigo el político y escritor Rodrigo Soriano, Blasco Ibáñez dejó de escribir novelas con Valencia como telón de fondo y publicó La Catedral en 1903, en la que narra las aventuras de un seminarista llamado Gabriel Luna que, tras el fin de la tercera guerra carlista, se instala en Francia. De esta nueva etapa son El Intruso (1904), La Bodega (1905) y La Horda (1905). Por aquella época, Blasco Ibáñez conoció a una mujer chilena llamada Elena Ortúzar, que marcaría de manera decisiva su vida y su obra (con Elena se casaría en segundas nupcias en 1925, tras enviudar de María). De ese período son la publicación de La maja desnuda (1906), Sangre y arena (1908) y Los muertos mandan (1909). Blasco Ibáñez emprendió entonces un viaje por Europa que lo llevaría hasta Turquía, un periplo cuyas experiencias narra su obra Oriente (1907). Más fascinante sería para el autor su viaje a Argentina, donde impartió conferencias relacionadas con temas de la actualidad española. También viajó por tierras chilenas. Finalmente, en 1914 regresó a París.
Vuelta al mundo y exilio
Con el estallido la Primera Guerra Mundial, Blasco Ibáñez publicó Historia de la guerra europea de 1914, Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1916), Mare Nostrum (1918) y Los enemigos de la mujer (1919). En 1922 se publicó La tierra de todos y en agosto de ese mismo año ultimó los preparativos de uno de sus proyectos más ambiciosos: dar la vuelta al mundo. Como era de esperar, este largo periplo de Blasco Ibáñez daría lugar a un entretenido relato de viajes al que tituló La vuelta al mundo de un novelista (1924). A su regreso a Francia, e instaurada en España la dictadura de Primo de Rivera, reaparecería el Blasco Ibáñez más combativo, que volvería a denunciar la situación política que se vivía en su país. A esto hay que añadir sus virulentos ataques contra Alfonso XIII, que, de nuevo, desencadenaron una serie de procesos judiciales contra el escritor y la persecución de su familia en España.
En 1922 se publicó 'La tierra de todos' y en agosto de ese mismo año ultimó los preparativos de uno de sus proyectos más ambiciosos: dar la vuelta al mundo. El resultado fue la obra 'La vuelta al mundo de un novelista'.

Imagen de Blasco Ibáñez durante su periplo sudamericano en el año 1910.
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Retirado en la Costa Azul, Blasco Ibáñez publicó varias obras más: El Papa del mar (1925), A los pies de Venus (1926) y, de manera póstuma, En busca del gran Kan y El caballero de la Virgen (1929). Un día antes de cumplir los sesenta y un años, el 28 de enero de 1928, el prolífico escritor valenciano murió como consecuencia de una neumonía que había contraído. Tras la proclamación de la II República en España, el 29 de octubre de 1933, sus restos regresaron a su Valencia natal, donde el escritor había expresado su voluntad de descansar para siempre. Fueron recibidos en un acto multitudinario por el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, y por el alcalde de la ciudad. Trasladado por voluntarios, en su féretro, en cuya tapa podía verse un libro abierto, diseñado por el escultor valenciano Mariano Benlliure, donde podía leerse Los muertos mandan, el titulo de uno de sus libros.
El salto a la gran pantalla
La obra de Blasco Ibáñez ha traspasado fronteras y algunas de sus novelas, con los años, darían el salto a la gran pantalla. Podemos decir que el escritor valenciano triunfó en Hollywood. Así, algunos de sus guiones fueron adquiridos por la Metro, como por ejemplo Los cuatro jinetes del Apocalipsis en 1921 y Sangre y arena en 1922. Ambas películas fueron protagonizadas por el galán de la época, Rodolfo Valentino. Estas dos cintas tendrían su remake años después de la muerte del autor. Sangre y arena en 1941, con el actor Tyrone Power como protagonista, y Los cuatro jinetes del apocalipsis, que volvió a ser llevada al cine de la mano del director Vicente Minelli en 1962. Aunque no serían estas las únicas novelas de Blasco Ibáñez que fueron convertidas en películas, sobre todo en España, donde muchas de sus novelas han sido llevadas al cine como La barraca (1979), Cañas y barro (1954 y 1978), de nuevo Sangre y arena (1989) y Entre naranjos (1998). La última ha sido Arroz y Tartana, de Antonio Escrivá, en el año 2003.