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¿Cómo fotografiar el horror? ¿Es posible? ¿Es necesario o es obsceno? Hoy las imágenes del horror inundan nuestras retinas hasta hacerlas unas veces casi insensibles y otras hipócritamente sentidas.
¿Qué transmitir fotográficamente del sangriento sacrificio de toda una generación cuando es algo que sucedió hace cien años?
Te acercas, te aproximas desde tan lejos en el tiempo a las cifras, a la documentación, a los excepcionales testimonios gráficos del momento y por fin al terreno real, al escenario en el que se desarrollaron los combates.
En los cuatro meses y medio que duró la batalla del Somme cayeron una media de 7.500 hombres cada día
La belleza del valle del Somme, la exquisita pulcritud de todos y cada uno de los pueblos que le dan vida, se funde con una abrumadora presencia de recuerdos del conflicto en forma de no menos exquisitos y pulcros cementerios, unos enormes y otros minúsculos, grandes memoriales, museos, esculturas, cruces o lápidas conmemorativas.
Todo cuanto te rodea visitando esa zona del norte de Francia te mete de lleno en ese incomprensible acontecimiento. Y las cifras, las más frías que nunca cifras, te sobrecogen aunque tengas el espíritu forrado de uralita; las edades que se pueden leer en lápidas y cruces no suelen ir mucho más allá de los diecinueve, veintipocos años; en los cuatro meses y medio que duró la batalla del Somme cayeron una media de 7.500 hombres cada día, hasta rondar el millón de bajas, entre heridos y fallecidos de ambos bandos y estamos hablando de un frente de batalla de apenas 30 kilómetros.
7.500 al día.
Y todo cuanto ves a tu alrededor hoy es hermoso.
Cuando reflexiono y pienso en cómo afrontar el trabajo fotográfico no puedo evitar el imaginarme el día a día de aquellos chicos dentro de una trinchera y estoy convencido de que absolutamente nada que mi ojo y mi cámara puedan captar en esos cautivadores parajes de fértiles campos y coquetos bosques, se puede acercar ni como mero ejercicio visual, ni como evocador de sensaciones a lo vivido en 1916.
Muerte en las trincheras
¿En 1916? Sonido atronador de las permanentes explosiones de piezas de artillería de grueso calibre, todo tipo de obuses que los soldados aprendieron a identificar, veinticuatro horas al día, durante meses; no hay campos, lo que antes eran bosques no son sino una triste amalgama de “postes” que asoman de la tierra como recordando paradójicamente un cementerio; delante de las trincheras el terreno es un barrizal sembrado de cráteres y alambre de espino; los hombres se hunden a cada paso en un fango viscoso, casi líquido y ensangrentado que apenas les permite desplazarse unos metros en cada intento de avanzadilla; les llueven las balas de las ametralladoras y la tierra de las explosiones de los obuses que remueven una y otra vez el maltrecho camino; están rodeados de restos humanos y el hedor de los cadáveres de sus compañeros y de sus enemigos hace que difícilmente puedan respirar; muchos de esos cadáveres llevan allí días, puede que meses. Algunos incluso han podido recibir una sepultura digna, pero los obuses, si no respetan a los vivos, menos aún a los muertos. Y mientras tanto, las siempre presentes ratas del Somme correteando a sus anchas a pesar de las incomodidades que les proporcionaban unos y otros con sus peleas.
Y así un día, y otro, y otro…
7.500 hombres cada jornada de lucha.
Un día, dejé de hacer fotos, me senté al lado de las tumbas de soldados británico y me dije/les dije: “va por vosotros chicos”
Finalmente he optado por darle prioridad a la composición y a las lecturas visuales que inviten a la reflexión. De ahí la escultura de espaldas de Vimy, la amapola con el alambre de espino o un resto de trinchera con un pequeño cementerio que caprichosamente asoma soleado al fondo en Beaumont-Hamel.
El drama está grabado en los muros de Thiepval y en la penumbra de un cementerio en el que vemos una tumba de un soldado judío al lado de otro católico, ambos alemanes.
Un día, dejé de hacer fotos, me senté al lado de las tumbas de soldados británicos, algunos de los cuales salieron de su casa desde Australia o Terranova para ir a morir allí mismo, y me dije/les dije: “va por vosotros chicos”.