La unificación de Gran Bretaña

Los últimos príncipes de Gales

Entre los siglos XI y XIII, los reyes de Inglaterra lanzaron diversas campañas para someter a los príncipes que gobernaban los reinos independientes de Gales. Tras siglos de guerras, lograron incorporarlos a la corona inglesa.

Snowdonia

Snowdonia

Foto: iStock/Darren Wordley

En la Edad Media, ingleses y galeses eran enemigos naturales; como ingleses y escoceses, o ingleses e irlandeses, o ingleses y otros ingleses. La conquista normanda unificó la dividida Inglaterra anglosajona y dio como resultado un poder central mucho más sólido, que no tardaría en volverse contra los reinos vecinos.

Gales había sido una tierra irreductible desde los tiempos de la conquista romana. En la Plena Edad Media (periodo que abarca los siglos XI, XII y XIII) era un conjunto de reinos independientes, cuya unidad era meramente cultural y lingüística. Sus príncipes no dudaban en aliarse con los señores ingleses si así podían ganar ventaja sobre sus vecinos galeses, una costumbre que al final pagaron cara y les condujo a la derrota y al fin de la independencia galesa.

Normandos y galeses

Tras hacerse con el poder en Inglaterra, los normandos no se preocuparon inicialmente por Gales. Guillermo el Conquistador, el primer rey normando, había invadido el país para reclamar sus derechos de sucesión a la corona inglesa y no para librar una guerra de conquista de toda Gran Bretaña. Además, su prioridad era crear un gobierno central fuerte que asegurase su poder sobre los nobles sajones, acostumbrados a gobernar de forma autónoma.

Pero en el oeste de la isla la indiferencia no era recíproca. Los galeses detestaban a los recién llegados, a los que consideraban unos bárbaros, y sus príncipes temían la amenaza que podía suponer una corona inglesa fuerte. Por ese motivo apoyaron rebeliones sajonas en contra de los normandos, volviendo hacia ellos la atención de los nuevos señores. Debido al escaso control que todavía tenían sobre Inglaterra, lanzar una campaña contra Gales habría sido muy arriesgado, por lo que se conformaron con establecer una serie de condados en la frontera anglo-galesa para que actuasen como barrera y obtuvieron el control de algunos territorios del sur.

Gwynedd era el más poderoso y problemático de los reinos galeses, ya que sus gobernantes se proclamaban príncipes de toda Gales

De los reinos que restaban, el de Gwynedd era el más poderoso y problemático. Sus gobernantes pertenecían a la casa de Aberffraw, que antiguamente había gobernado también el vecino reino de Powys, por lo que se proclamaban príncipes de toda Gales. Durante el siglo XII estallaron diversas rebeliones contra los reyes normandos, que se retiraron de algunos territorios ocupados a cambio de un juramento de lealtad simbólico de los príncipes galeses. Un factor clave para ese cambio de tornas fue que Inglaterra vivió décadas convulsas, incluyendo una guerra civil por la corona.

Los reyes de Gwynedd

A principios del siglo XII, el reino de Gwynedd había ganado suficiente poder como para acariciar la idea de librarse del juramento de lealtad a los reyes ingleses. Un primer intento fue llevado a cabo en 1211 por el príncipe Llywelyn ap Iorwerth, conocido como Llywelyn el Grande, contra el rey inglés Juan sin Tierra. Aunque la rebelión fracasó, el rey Juan se encontraba en una posición demasiado débil para controlar Gales directamente, más aún cuando pocos años antes había perdido el control de Normandía: por ello optó por ofrecer la paz al príncipe galés junto con la mano de su hija ilegítima Juana, con la esperanza de que actuase como embajadora y asegurase la lealtad de Gwynedd y, por extensión, del resto de Gales.

Los reyes ingleses intentaron reducir los príncipes galeses a la obediencia más que obtener el control directo sobre Gales, por el coste que supondría una ocupación permanente

Las tensiones volvieron a emerger sesenta años después durante el reinado de su nieto, Llywelyn ap Gruffydd. En 1275 este rehusó renovar su juramento de lealtad al rey inglés Eduardo I y, además, se prometió con la hija de Simon de Montfort, un noble que se había rebelado contra el padre de Eduardo. En noviembre de 1276 el rey inglés declaró la guerra a Llywelyn, pero una vez más su intención era reducirlo a la obediencia más que obtener el control directo sobre Gales, ya que la ocupación permanente sería mucho más costosa en términos de dinero y soldados.

En un principio pareció que el rey cumpliría su objetivo. Tras un año de batallas, logró unos términos de paz que parecían muy favorables para la corona inglesa: la división de Gwynedd entre Llywelyn y su hermano Dafydd y el vasallaje del resto de reinos galeses. Pero la ilusión no duró mucho, ya que en 1282 estalló una rebelión coordinada de los reinos sometidos a la corona inglesa con el apoyo de Gwynedd. Sería el último intento de independencia de los príncipes galeses: Llywelyn murió en la batalla de Orewin Bridge y Dafydd fue capturado y ejecutado por traición. Con la caída de Gwynedd, Gales perdió toda esperanza de resistirse a la conquista.

Llywelyn Monument

Llywelyn Monument

El monumento a Llywelyn en Cilmeri señala el lugar de la batalla de Orewin Bridge, en la que perdió la vida el príncipe galés.

Foto: CC/Rhion Pritchard

Eduardo integró los reinos galeses a la corona, dividiéndolos en principados y marquesados, y para asegurar su control construyó numerosos castillos por todo el país. Impuso la ley inglesa salvo en algunos asuntos civiles, favoreció el asentamiento de colonos ingleses en ciudades de nueva creación y la reubicación forzosa de campesinos galeses. El coste total de la conquista, como había temido, fue enorme: solo las operaciones militares y la ocupación inmediata, con la construcción de castillos y ciudades, ascendía a cuatro veces los ingresos anuales de la corona inglesa.

Gales siguió siendo oficialmente un conjunto de principados hasta el siglo XVI, cuando fueron asimilados completamente mediante las Leyes de Actas de Gales. Irónicamente, quienes dieron la simbólica estocada final a su existencia como país fueron los Tudor: esta dinastía era de origen galés y, concretamente, procedía del territorio que antiguamente había sido Gwynedd, el reino que más ferozmente se había opuesto a los ingleses durante siglos.

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