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Arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México han registrado durante diez días, entre los pasados 15 y 25 de marzo, un fenómeno de luz y sombra en la Pirámide de los Nichos, en la zona arqueológica de El Tajín, en Veracruz, en la parte oriental del país, que hasta 1785 permaneció prácticamente oculta tras la maleza. La Pirámide de los Nichos, que se denomina así por los nichos u oquedades que decoran su fachada, fue un marcador astronómico ligado al calendario agrícola y para los antiguos habitantes de la ciudad prehispánica de El Tajín posiblemente simbolizó el descenso del dios Quetzalcóatl a la tierra, que daba comienzo al inicio de la siembra, informó el INAH el pasado 25 de marzo.
Un equipo multidisciplinar, en el que han intervenido la arqueóloga Patricia Castillo y el arqueoastrónomo Stanislaw Iwaniszewski, ha documentado y analizado el sitio prehispánico durante cuatro años y a continuación ha iniciado una serie de mediciones astronómicas en el cerro de los Mantenimientos, ubicado detrás de la Pirámide de los Nichos. Dichos estudios se han realizado para corroborar si El Tajín fue construido y orientado en función de la astronomía y en relación con el paisaje, como sucede en otras ciudades importantes de Mesoamérica. Tras comprobar que la pirámide principal del sitio está exactamente alineada con el cerro de los Mantenimientos, los investigadores han observado cómo se refleja la luz solar en el edificio en distintas fechas del año. El equipo ha podido comprobar que la luz va avanzando por los extremos del paisaje, se posiciona detrás del edificio y a una hora exacta, cuando el sol empieza a salir justo por encima del cerro de los Mantenimientos, la luz comienza a iluminar la pirámide de manera controlada, desde la cúspide, en el séptimo cuerpo, cada minuto irradia un nuevo cuerpo, hasta llegar a la base y tocar la tierra, quedando todo el edificio bañado de luz, mientras que el resto de las edificaciones permanecen en penumbra, proceso que se desarrolla en siete minutos.
La arqueóloga Patricia Castillo ha explicado que el registro de este juego de luces y sombras es una prueba más de que El Tajín fue la ciudad sagrada de una de las cuencas del Golfo de México, equivalente a Teotihuacán en el Altiplano y Chichén Itzá en el área maya.
Por otro lado, el pasado 22 de marzo, el INAH anunció la localización de tres canchas de juego de pelota, dos edificaciones denominadas «balcones» y habitáculos de más de 1.000 años de antigüedad en la zona arqueológica de El Tajín. Estas construcciones, que permanecían ocultas por la vegetación y los sedimentos, se descubrieron a lo largo de 2012. Su detección ha sido posible mediante el uso de tecnología basada en la combinación de sensores remotos, que se aplica por primera vez en México.
En El Tajín se ha localizado ya un total de 20 canchas de juego de pelota, de diferentes dimensiones y características. Los «balcones» son plataformas de aproximadamente 10 por 15 metros de base y de 10 a 12 metros de altura, colocadas en zonas altas de la antigua ciudad, desde donde se obtiene una vista panorámica del sitio. Las futuras excavaciones determinarán su uso, «aunque es seguro que debieron funcionar como ejes visuales», explica la arqueóloga Zetina Gutiérrez. Por último, los habitáculos son «espacios en cuya arquitectura se observa que hubo gran inversión de tiempo, trabajo y materiales que, por sus dimensiones y características, podemos decir que probablemente ahí vivieron familias extensas; están ubicados en pequeños lomeríos, lo que refiere cómo aprovecharon estos espacios para construir sus casas, toda vez que el área está formada por terrenos bajos inundables. De manera que además estamos obteniendo datos de cómo vivieron los antiguos habitantes del sitio».