Grandes descubrimientos

El tesoro etrusco de la tumba Regolini-Galassi

En 1836, Vincenzo Galassi, un general retirado aficionado a la etruscología, y Alessandro Regolini, arcipreste de Cerveteri, descubrieron en la necrópolis etrusca de El Sorbo, en Cerveteri, un sepulcro con un soberbio ajuar funerario del siglo VII a.C.

Tumbas en una de las necrópolis etruscas de Cerveteri.

Tumbas en una de las necrópolis etruscas de Cerveteri.

Tumbas en una de las necrópolis etruscas de Cerveteri.

Foto: iStock

En esta época encontramos Roma llena de asombro, y a todos sus sabios ocupados en especulaciones sobre el estupendo descubrimiento de la tumba Regolini-Galassi en Cerveteri". Así se expresaba la viajera inglesa lady Hamilton Gray en el relato de su estancia en Italia en 1839. Se refería al más sensacional descubrimiento del siglo XIX en el campo de la etruscología, que se había producido cerca de las murallas de Ceisra (Caere, en latín) en territorio de la moderna Cerveteri.

Caere fue uno de los principales centros de la Etruria meridional, que, gracias a su actividad comercial a través de los puertos de Alsium (Ladispoli), Pyrgi (Santa Severa) y Punicum (Santa Marinella), alcanzó un enorme desarrollo económico y artístico durante el siglo VII a.C.

Apoyo papal

Cuando tuvo lugar el hallazgo, ya hacía algunos años que el papado promovía una intensa exploración de las necrópolis de la antigua Etruria situadas dentro de los límites de los Estados Pontificios, que entonces se extendían por buena parte de la Italia central. Habían comenzado a explorarse las tumbas rupestres de Castel D’Asso, se habían abierto más de un millar de sepulturas en Veyes, se habían descubierto las primeras tumbas pintadas de Tarquinia, y se habían localizado los más famosos vasos y bronces de Vulci. 

Cuando tuvo lugar el hallazgo, ya hacía algunos años que el papado promovía la exploración de las necrópolis de la antigua Etruria.

Interior de la Tumba de los Leopardos, en la necrópolis etrusca de Tarquinia.

Interior de la Tumba de los Leopardos, en la necrópolis etrusca de Tarquinia.

Interior de la Tumba de los Leopardos, en la necrópolis etrusca de Tarquinia.

Foto: iStock

El papa Gregorio XVI favorecía especialmente los estudios de antigüedades, y concedió numerosos permisos para la excavación de los monumentos etruscos a los propietarios de los terrenos donde aquéllos se encontraban. Sin embargo, más que una exploración metódica, la exhumación de las tumbas constituía un auténtico saqueo, que perseguía como único fin la recuperación de materiales valiosos para su venta en el mercado de antigüedades, del que se abastecían los museos transalpinos. 

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Tráfico de permisos

En este contexto, se exploraron gran cantidad de túmulos de las necrópolis de CaereEn 1835, el historiador y arqueólogo Pietro Manzi localizó una importante tumba en la necrópolis occidental de la ciudad, conocida como el Sorbo. Uno de sus trabajadores comunicó el descubrimiento a otros dos arqueólogos: Vincenzo Galassi, un general retirado aficionado a la etruscología, y Alessandro Regolini, arcipreste de Cerveteri. Galassi y Regolini lograron que Manzi les cediera el permiso de excavación que le había concedido el papado a cambio de algunos "vasos negros" (un tipo de cerámica etrusca, conocida como bucchero negro), y de inmediato iniciaron los trabajos en el lugar. 

Galassi y Regolini lograron que Manzi les cediera el permiso de excavación que le había concedido el papado.

Brazaletes de oro decorados descubiertos en el interior de la tumba Regolini-Galassi.

Brazaletes de oro decorados descubiertos en el interior de la tumba Regolini-Galassi.

Brazaletes de oro decorados descubiertos en el interior de la tumba Regolini-Galassi.

Foto: Cordon Press

Ambos socios comenzaron por desenterrar una serie de hipogeos del siglo VI a.C. excavados en la roca, todos ellos ya expoliados. Tras múltiples e infructuosos trabajos cayeron en la cuenta de que todos los sepulcros se hallaban incluidos en una misma circunferencia y que, por tanto, habían estado cubiertos bajo un mismo túmulo circular de tierra, allanado a lo largo de los siglos por las labores agrícolas de los campos de cultivo que ocultaban la necrópolis.

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El descubrimiento

El 21 de abril de 1836, Alessandro Regolini ordenó cavar un pozo en la parte central del gran túmulo y perforó la bóveda de una cámara sepulcral, lo que provocó el derrumbe de uno de los muros. Dentro de la cámara halló un magnífico tesoro de orfebrería etrusca que adornaba un cuerpo allí inhumado veintiséis siglos atrás. Por temor a que los valiosos objetos fueran robados por los propios trabajadores o por los vecinos del pueblo "que durante la noche anterior habían merodeado para aprovecharse malamente de tan importante descubrimiento", se extrajeron con premura los sillares caídos y toda la tierra contenida en la cámara, que se cribó con esmero en el exterior. 

Fíbula de oro que formaba parte del ajuar funerario hallado en la tumba Regolini-Galassi.

Fíbula de oro que formaba parte del ajuar funerario hallado en la tumba Regolini-Galassi.

Fíbula de oro que formaba parte del ajuar funerario hallado en la tumba Regolini-Galassi.

Foto: Cordon Press

Las piezas encontradas, datadas entre 675 y 650 a.C., eran en su mayoría de oro. Entre ellas destacaban un pectoral, un broche decorado con leones en altorrelieve, colgantes con incrustaciones de ámbar del Báltico, cadenas, fíbulas y brazaletes. Copas y páteras (platos destinados a la libación) de plata de origen fenicio se hallaban colgadas de las paredes con clavos de bronce. También aparecieron dos recipientes de plata con las inscripciones Larthia y Mi-Larthia en alfabeto etrusco, y al principio se pensó que era el nombre de la mujer enterrada allí, aunque hoy se cree que se refieren a un sacerdote de nombre Larth.

Aparecieron dos recipientes de plata con las inscripciones Larthia y Mi-Larthia en alfabeto etrusco.

Desde esta cella se liberó el acceso originario a la tumba, que había quedado oculto por la construcción del gran túmulo en el que se habían abierto otros hipogeos. Éstos rodeaban la tumba más interna y antigua, también cubierta por un túmulo de dimensiones más reducidas, que por esta razón quedó preservada de los saqueos. 

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Escudos de bronce

A través de una puerta, cerrada por un muro hasta media altura, los arqueólogos accedieron a una antecámara rectangular, usada a finales del siglo VII a.C. para el enterramiento de un segundo cuerpo. Éste yacía sobre un magnífico lecho de bronce enrejado, en torno al cual se habían colocado cuarenta figuras de terracota de diez centímetros de altura en actitud de aflicción solemne. El vehículo sobre el que había sido transportado el difunto hasta la tumba quedó dispuesto junto al lecho.

Detalle de la decoración en relieve de una copa fenicia de plata descubierta en la tumba Regolini-Galassi.

Detalle de la decoración en relieve de una copa fenicia de plata descubierta en la tumba Regolini-Galassi.

Detalle de la decoración en relieve de una copa fenicia de plata descubierta en la tumba Regolini-Galassi.

Foto: Cordon Press

En la cámara se depositaron objetos de uso bélico, como ocho escudos de bronce y gran número de flechas de hierro; y otros de uso doméstico, como un quemador de incienso con ruedas y un caldero de bronce decorado con cabezas de grifos. A ambos lados de la cella se abrían otras dos cámaras de planta circular, en una de las cuales aparecieron los restos incinerados de otro cuerpo y gran cantidad de cerámica de bucchero negro.

En la cámara se depositaron objetos de uso bélico, como ocho escudos de bronce y gran número de flechas de hierro.

Pocos días después del descubrimiento, Emil Braun, miembro del Instituto de Correspondencia Arqueológica, fue guiado por el general Galassi al interior del sepulcro y publicó el primer informe académico sobre el hallazgo, ampliado después por el arquitecto y arqueólogo Luigi Canina en su obra Descrizione di Cere antica. Meses más tarde, los ricos objetos extraídos de la tumba fueron adquiridos por el gobierno pontificio y pasaron a formar parte de la colección del Museo Gregoriano Etrusco, inaugurado en febrero de 1837.