En 1860, Auguste Mariette, por entonces director del Servicio de Antigüedades de Egipto, se encontraba trabajando en la necrópolis de Saqqara, a unos veinte kilómetros de El Cairo, un yacimiento que desde hacía unos años era su nuevo centro de operaciones. Allí había descubierto hacía una década el serapeum, el lugar de enterramiento de los sagrados toros Apis, un espacio laberíntico repleto de gigantescos sarcófagos de piedra que contenían las momias de estos bóvidos. Mariette acababa de hacer otro importante descubrimiento en la necrópolis: una mastaba del Reino Antiguo, concretamente de la dinastía III (2592-2544 a.C.), en la cara norte de la pirámide escalonada. Se trataba de la tumba de un hombre llamado Hesire, que vivió durante el reinado de Zoser, el constructor de la pirámide. El arqueólogo excavó la estructura de la sepultura, hecha con ladrillos de barro, e hizo un descubrimiento sorprendente que él mismo describe así: "La tumba de Hesire está construida de ladrillos de color amarillo y la cámara principal consiste en un largo corredor repleto de nichos rectangulares. Fue detrás de esos nichos donde encontramos las tablas...".

Pirámide escalonada de Zoser en Saqqara. En su cara norte, Mariette descubrió la tumba de Hesire.
Foto: iStock
Mariette descubrió en Saqqara una mastaba del Reino Antiguo, concretamente de la dinastía III, en la cara norte de la pirámide escalonada. Se trataba de la tumba de un hombre llamado Hesire, que vivió durante el reinado de Zoser, el constructor de la pirámide.
Pero ¿de qué tablas hablaba Mariette? En el transcurso de sus excavaciones en la tumba de Hesire, el arqueólogo descubrió cinco tablas de madera de cedro decoradas con magníficos relieves que medían aproximadamente un metro de altura. Las tablas fueron extraídas y llevadas al Museo de Bulaq, en El Cairo, antecedente del Museo Egipcio de la plaza Tahrir.

Auguste Mariette y el emperador Pedro II de Brasil en Giza, en 1871.
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Cuadros en las paredes
Al final, la localización de la tumba de Hesire acabó perdiéndose. Tras la excavación de una tumba, Mariette tenía la costumbre de volver a enterrarla para protegerla de saqueadores y curiosos. Así, esta mastaba no aparece en el mapa de la necrópolis que Jacques de Morgan, el nuevo director del Servicio de Antigüedades que sucedió a Gaston Maspero, publicó en 1897. La tumba se dio por perdida durante años hasta que entre 1911 y 1912, el arqueólogo James E. Quibell, que excavaba por aquel entonces en la necrópolis de Saqqara, volvió a localizarla. Quibell entonces procedió a su excavación y estudio, y después publicó los exhaustivos resultados de sus investigaciones.

Un joven Hesire con los útiles de escriba sobre su hombro aparece representado en otro de los paneles de madera hallados en su tumba.
Foto: Cordon Press
La tumba de Hesire es una mastaba o tumba de un tamaño considerable (43 m de largo por 6 de alto en algunas zonas) y básicamente se construyó con ladrillos de barro. Lo que destaca en ella, además de su temprana datación, es su decoración, de una gran calidad artística. La tumba consistía en un corredor largo y estrecho en cuyo lado occidental se abrían once nichos que en su momento contuvieron las famosas tablas de madera mencionadas por Mariette. Este se llevó cinco, que se encontraban en el extremo sur del pasadizo. Durante sus excavaciones, Quibell descubrió otra tabla, muy fragmentada, en el lado norte, y decidió no recuperar otras cinco dado su mal estado. Los muros de la tumba estaban decorados con elementos geométricos en vivos colores. Quibell describió detalladamente la decoración: "No había escenas de portadores de ofrendas, ni imágenes de carniceros con esos pequeños textos explicativos encima, ni figuras de animales, ni de hombres, sino una larga sucesión de marcos oblongos colocados sobre una superficie mate, que se asemejaban a los cuadros de una exposición". De hecho, tanto él como su esposa realizaron acuarelas de estos "cuadros", que tenían un carácter muy distinto a las pinturas que decorarían los muros de tumbas de época más tardía.
Durante sus excavaciones, Quibell descubrió otra tabla, muy fragmentada, en el lado norte, y decidió no recuperar otras cinco dado su mal estado. Los muros de la tumba estaban decorados con elementos geométricos en vivos colores.
La tumba contenía asimismo unas estancias subterráneas organizadas en tres niveles (el superior estaba sellado con una roca corrediza). Sin embargo, no se libró del saqueo ya en la antigüedad, por lo que fue muy poco lo que pudo recuperarse de su interior. Quibell documentó algunos huesos, restos de cerámica, recipientes de piedra rotos y un mango de hueso con el nombre de Hesire inscrito. La datación quedó confirmada por la presencia de un sello de barro en el que podía leerse el nombre del faraón Netjerykhet-Zoser.
Unos paneles de madera únicos
En cuanto a las tablas de madera de cedro decoradas con relieves que se localizaron en la tumba de Hesire, aunque no son las únicas de este tipo localizadas en una tumba del Reino Antiguo, sí son muy poco frecuentes. ¿Por qué? Aunque pueda parecer que la causa más probable de que no se hayan localizado muchos de estos paneles en tumbas de este período es la acción destructora de los insectos, sobre todo de la hormiga blanca, muy abundante en Egipto, en realidad el motivo es básicamente la escasez de madera de calidad en el país (que debía ser importada), por lo que este material acostumbraba a reutilizarse.

Uno de los paneles de madera de la tumba de Hesire: en su mano derecha lleva un cetro de poder y en la izquierda, los útiles de escriba.
Foto: Cordon Press
En los paneles se muestra al propietario de la tumba, el alto funcionario Hesire, representado en las distintas etapas de su vida: como un apuesto joven, un hombre en el apogeo de su vida y un anciano sentado ante una mesa de ofrendas.
De hecho, los relieves de madera descubiertos en la tumba de Hesire pueden considerarse obras maestras en su género, por la calidad de la talla y, sobre todo, por su delicadeza. En ellos se muestra al propietario de la tumba, el alto funcionario Hesire, representado en las distintas etapas de su vida: como un apuesto joven, un hombre en el apogeo de su vida y un anciano sentado ante una mesa de ofrendas. Los paneles muestran también varias columnas de textos jeroglíficos inscritos que se refieren al propietario de la tumba, y detallan los títulos y cargos que ostentó en vida. Entre ellos destaca uno, el de Wer-ibeḥsenjw, que significa "Gran cortador de marfil" o "Gran dentista". Al parecer Hesire era un hombre con grandes conocimientos de medicina y odontología. De hecho, es el primer dentista documentado de toda la historia. Una profesión que debía de tener gran importancia en el antiguo Egipto, puesto que caries y abscesos eran males habituales que afectaban tanto a la realeza (la momia de Amenhotep III mostraba una calidad dental pésima y la de Ramsés II presentaba un absceso que tal vez le costó la vida) como al más pobre de los campesinos...