El conflicto que habría de decidir la suerte del Mediterráneo occidental empezó en el 219 a.C., cuando Aníbal sitió la ciudad hispana de Sagunto, firme aliada de Roma. Con esta provocación el general cartaginés rompía los tratados de no agresión firmados con el Senado, y ponía en marcha una invasión de Italia con la que pretendía destruir a Roma.
Con los mares controlados por la flota de la República, los cartagineses debían marchar por tierra, de manera que al año siguiente atravesaron el norte de Hispania y la Galia. En noviembre cruzaron los Alpes a la fuerza, dispersando as tribus de montañeses que guardaban sus pasos nevados.
Escaramuza en el Tesino
Ya en tierras italianas la situación de Aníbal era poco halagüeña, no solo había perdido la mitad de sus hombres en el camino, sino que las tribus celtas del norte de la península se mostraron hostiles, atacando a sus patrullas y empezando a reunir un ejército para expulsarlo de la zona.
Aníbal en cambio veía en ellos unos potenciales aliados en su guerra contra Roma, que había conquistado al zona hacía poco. No obstante hacía falta primero una demostración de fuerza, de modo que arrasó el principal asentamiento de los celtas Taurinos. Con los celtas cohibidos por esta carnicería, Aníbal pudo emprender una gira de reclutamiento por el valle del Po; ofreciendo a las tribus tanto oro como la posibilidad de sacudirse el pesado yugo romano y recobrar su independencia.

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Escipión salva la vida a su padre en el combate del Tesino. Litografía holandesa de 1939, colección Paul MR Maeyaert.
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Reforzado por estos contingentes mercenarios, el púnico entablaría combate con la vanguardia enemiga en el río Tesino al poco de cruzar el Po. Mandada por Publio Cornelio Escipión (padre del famoso Africano) la caballería romana cargó valientemente contra los cartagineses, a quienes mantuvieron a ralla por un tiempo hasta que los jinetes númidas les atacaron por el flanco. En la desbandada subsiguiente, Escipión solo logró escapar con vida gracias a la intervención de su hijo, quien por entonces contaba diecisiete años.
Esta primera victoria terminó de convencer a los celtas de que el bando cartaginés era el ganador, y los aliados indígenas de Publio le traicionaron. En palabras de Polibio “cayeron por la noche sobre los romanos acampados junto a ellos, matando e hiriendo a muchos […] cortando sus cabezas se pasaron a los cartagineses”.
La batalla del Trebia
Abandonados a su su suerte, los romanos debían derrotar al invasor antes de que siguiera avanzando por Italia incitando a itálicos y etruscos a la revuelta. Reforzados por la llegada del ejército consular de Tiberio Sempronio Longo, marcharon hacia la actual Plasencia, disponiéndose a un combate en campo abierto donde aparentemente tenían las de ganar.

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Fases de la batalla de Trebia
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El campo de batalla en el que Aníbal conseguiría su primer gran triunfo era una llanura atravesada por los ríos Luretta y Trebia, en cuyas orillas crecían unos pequeños bosques que serían decisivos en la derrota de Roma. Buen conocedor de la táctica romana de cargar en masa contra el campamento enemigo, Aníbal decidió ocultar a 4.000 hombres al mando de su hermano Magón entre los arbustos durante la noche, los cuales caerían sobre la retaguardia romana en cuanto la batalla estuviera en su punto crítico.
Al despuntar el alba Aníbal mandó a sus númidas al otro lado del río, con la misión de enfurecer a Tiberio con una incursión contra su campamento para incitarlo a atacar. Sin dar a sus hombres tiempo de desayunar, el cónsul respondió de manera harto predecible, lanzando a su caballería contra los africanos al tiempo que las legiones formaban en la llanura.

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Aníbal cruza los Alpes, grabado de Heinrich Leutemann, 1866.
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Según Polibio el avance romano fue de mal en peor pues “al principio su entusiasmo y afán los sostuvieron, pero cuando tuvieron que cruzar el Trebia […] la infantería tuvo gran dificultad, pues el agua les llegaba al pecho”. En la otra orilla cartagineses y celtas les esperaban descansados y con la barriga llena al calor de grandes hogueras, de modo que cuando los congelados romanos llegaron tiritando al combate su carga careció del ímpetu y la fuerza habituales.
Del mismo modo que haría en Cannas dos años después, Aníbal había dispuesto a sus mercenarios hispanos y celtas en el centro flanqueados por la infantería africana, los elefantes y los jinetes. De manera que podría rodear a los romanos con sus mejores unidades en los flancos antes incluso de que llegara la fuerza de Magón.
Encerrados en la trampa
La combinación de elefantes y caballería veterana fue demasiado para los nobles équites romanos, quienes “retrocedieron dejando expuestos los flancos de la infantería”. Con la victoria al alcance de la mano Aníbal hizo entrar en acción a los soldados de Magón, quienes cruzaron a toda prisa el Trebia, cayendo sobre la retaguardia romana y sumiendo al ejército de Tiberio “en la más completa confusión y angustia”.

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Moneda cartaginesa del siglo III a.C. Gabinete de Monedas, Berlín.
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Sin ligar al que huir, los legionarios fueron masacrados, y solo una pequeña parte logró escapar a Placentia abriéndose paso a golpe de gladio a través de los celtas del centro cartaginés. En total se calcula que Roma perdió ese día entre 15.000 y 20.000 soldados, dos tercios del ejército de Tiberio, quien intentó ocultar el desastre a los ciudadanos proclamando a través de mensajeros que había vencido a los cartagineses, un engaño que no tardó en ser descubierto.

Hannibal in Italy by Jacopo Ripanda Sala di Annibale Palazzo dei Conservatori Musei Capitolini Rome 2016 (2)
Aníbal marcha hacia Roma a lomos de un elefante. Fresco de Jacopo Ripanda, 1510, Palacio de los Conservadores, Roma.
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La batalla había abierto a Aníbal las puertas de Italia, y este dedicó los catorce años siguientes a ir desmantelando el poder romano ciudad a ciudad y batalla a batalla, en una guerra de desgaste que nunca parecía terminar. Al final sería el joven Escipión Africano quien derrotaría al temible general púnico en Zama, obligándole a regresar a Cartago tras haber conquistado Hispania e invadido África.