El 3 de mayo de 1682 una pequeña flota de diez naves abandonaba el puerto de Margate Road rumbo a Edimburgo. A bordo iba Jacobo, duque de York, y heredero a la corona del anciano rey Carlos II. Tras pasar algunos años exiliado en Escocia por su fe católica, el duque había logrado recuperar su posición en Londres tras el cierre del Parlamento, y viajaba en el imponente HMS Gloucester de 54 cañones para traer a su familia a casa.
Junto al duque se había reunido una pequeña corte de nobles y literatos deseosos de congraciarse con su futuro rey, entre ellos el capitán John Churchill (futuro duque de Marlborough y antepasado del primer ministro), y Samuel Pepys uno de los principales autores de la época.

Una flota de yates reales como los de este cuadro de Willem van de Velde el Joven acompañó al Gloucester en su último viaje.
Foto: Wikimedia Commons, National Maritime Museum Greenwich
Al cabo de tres días de navegación la flotilla alcanzó un área peligrosa llena de bancos de arena, y a bordo del Gloucester se desató una amarga discusión sobre la mejor manera de evitar el peligro. El capitán de la nave Sir John Berry creía que debían salir a mar abierto para entrar en aguas más profundas, mientras que su experimentado piloto James Ayres opinaba que la mejor opción era ir hacia la costa, para aprovechar un canal que les permitiría esquivar los bajíos.
Una catástrofe evitable
Sin hacer caso ni a uno ni a otro Jacobo usó su rango almirante de Escocia para ordenar que la flota atravesara los bancos de arena, optando por arriesgar sus naves para así llegar antes a Edimburgo. Sin autoridad para oponerse a esta orden suicida los capitanes pusieron proa al norte, y a las 5.50 de la madrugada del día 6 el Glouchester se estrelló contra el fondo arenoso.

Naufragio del Gloucester según Johan Danckerts.
Foto: Wikimedia Commons, National Maritime Museum Greenwich
En un primer momento Jacobo consideró que la nave no había sufrido daños de gravedad y que podría ser rescatada por los otros barcos de la flota, pero según pasaba el tiempo y el casco se iba llenando de agua terminó por ordenar la evacuación a toda prisa.

Al haber esperado demasiado antes de ordnenar la evacuación, el duque de York causó la muerte de la mayoría del pasaje y la tripulación.
Foto: Wikimedia Commons
En esa ocasión no serían las mujeres ni los niños los que embarcarían primero, si no que el primer bote fue destinado al duque, sus confidentes y la caja de caudales en la que guardaba su diario personal. La nave solo contaba con otra lancha de salvamento, así que la mayoría de las 330 personas que iban a bordo tuvieron que saltar por la borda.
Mientras Jacobo se alejaba del naufragio sin mirar atrás marineros y cortesanos luchaban por mantenerse a flote, pero en una época en la que pocos sabían nadar muchos no pudieron resistir hasta que llegaron los botes del resto de naves, se cree que 250 hombres y mujeres perecieron ahogados.

La carrera naval de Jacobo había sido un desastre hasta el momento, enfrentándose a los holandeses en una desastrosa guerra en la que las naves enemigas invadieron el estuario del Támesis y destruyeron la mayor parte de la flota británica. El duque retratado por Henri Gascar como Marte en 1672.
Foto: Wikimedia Commons
Dado que era el heredero al trono el duque no podía hacerse responsable de semejante desastre, y tanto los periódicos como la corte marcial culparon a Ayres, que fue condenado a cadena perpetua (aunque sería liberado al cabo de un año por orden del rey).
En busca del Gloucester
Durante más de 300 años la nave permaneció oculta bajo el mar, pero en 2007 los hermanos Julian y Lincoln Barnwell dieron con ella tras explorar con su equipo de buceo una área de 5.000 millas náuticas frente a la costa de Norfolk. Los Barnwell informaron del hallazgo a las autoridades, y habiéndose graduado en arqueología submarina se unieron a la apasionante excavación del pecio.

Julian y Lincoln posando con la campana del barco en 2012.
Foto: NORFOLK HISTORIC SHIPWRECKS, University of East Anglia.
La identidad de la nave fue confirmada con la recuperación de su campana en 2012, pero los arqueólogos mantuvieron el hallazgo en secreto, para poder recuperar los restos que albergaba la nave con tranquilidad sin temer a los saqueadores y turistas que pudiera atraer la prensa.

La inscripción de la campana que marcaba las horas a bordo permitió identificar el pecio como el HMS Gloucester.
Foto: NORFOLK HISTORIC SHIPWRECKS, University of East Anglia
Los trabajos han continuado hasta el día de hoy, cuando al fin la Universidad de Anglia Oriental ha dado a conocer los sorprendentes objetos recuperados tras 15 años de prospecciones y trabajos arqueológicos.
Vino añejo
Afortunadamente para nosotros tras su naufragio el Gloucester quedó semi-enterrado por una capa de arena, que ha protegido su valioso cargamento de la acción erosiva del tiempo. De este modo se han conservado elementos orgánicos como ropa y zapatos, que usualmente se pudren y desaparecen al cabo de unos años en el mar.

Las botellas de vidrio no eran solo propiedad del duque: en una de ellas se encontró el sello de George Legge, ayudante de cámara de Jacobo y antepasado de George Washington, el futuro primer presidente de los Estados Unidos.
Foto: NORFOLK HISTORIC SHIPWRECKS, University of East Anglia
Entre los restos excavados destacan sobre todo las decenas de botellas de vino encontradas en la bodega, un artículo de lujo y prohibido por su procedencia francesa, que Jaime llevaba siempre consigo como muestra de desprecio hacia los edictos del Parlamento y una manera de impresionar a los nobles ingleses con su poder y riqueza.

Decoradas con fieros rostros como el de la imagen las botellas de cerámica son uno de los hallazgos más curiosos del pecio.
Foto: NORFOLK HISTORIC SHIPWRECKS, University of East Anglia
Aunque pueda parecer increíble algunas de estas botellas todavía conservan bebida en su interior, y los arqueólogos esperan poder establecer su composición y procedencia mediante el análisis de este vintage en el laboratorio.
Junto a ellas han aparecido numerosas armas, concretamente pequeñas dagas como las que llevaban habitualmente los miembros de la élite y algunos de los cañones con los que iba equipada la nave.

Los anteojos eran un objeto de lujo en el siglo XVII, por lo que los dos encontrados en el Gloucester podrían haber pertenecido a uno de los ilustres miembros de la corte de Jacobo.
Foto: NORFOLK HISTORIC SHIPWRECKS, University of East Anglia
Además de armamento, en el pecio se han descubierto objetos de uso cotidiano como cucharas, pero lo que más ha impresionado a los investigadores son dos anteojos conservados con su funda y un bote lleno de ungüento cosmético o medicinal.

Instrumentos navales como estros tres compases son uno de los hallazgos más inusuales descubiertos a bordo.
Foto: NORFOLK HISTORIC SHIPWRECKS, University of East Anglia
La localización exacta del pecio sigue siendo un misterio, y se espera poder sacar el casco del fondo para exponerlo junto a los artefactos en un museo, como ya se hizo en 1982 con el galeón Mary Rose de la época de Enrique VIII (conservado actualmente en Portsmouth).