Àlex Sala
Periodista especializado en Arte e Historia del Arte
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El 15 de abril de 1912, el Titanic se hundía para siempre en el fondo del océano y junto a él se llevaba la vida de 1.500 personas. La tragedia marítima más famosa ha despertado un gran interés desde que se conoció el desastre al día siguiente: libros, películas, leyendas y, cómo no, multitud de teorías sobre su hundimiento se han escrito desde entonces.
Entre los sospechosos como responsables del hundimiento del “Insumergible” se encuentran el capitán, el armador, el ingeniero o el vigía que no pudo ver el iceberg a tiempo. Pero más allá de buscar un único culpable, lo más sensato sería hablar de una concatenación de fallos y desgracias que llevaron al desastre final. Estos son más los señalados del desastre:
Edward Smith
El capitán del Titanic era un marino de 62 años que había entrado a trabajar para la White Star Line en 1880 y en el momento del hundimiento era el capitán con más experiencia de la compañía, por lo que se le encomendaba el mando de los nuevos transatlánticos en sus viajes inaugurales. Ya lo había hecho con el gemelo el Titanic, el Olympic, en 1911. En el momento del choque contra el iceberg, 20 minutos antes de la medianoche, Smith se había retirado a sus aposentos a descansar. Se le ha acusado de tomar decisiones muy caóticas tras ponerse al mando de las operaciones de evacuación. Demoró la bajada de los botes y perece ser que hizo poco más que deambular por el barco durante las dos horas que este permaneció a flote. El capitán se hundió con el Titanic sin, aparentemente, hacer ningún esfuerzo por sobrevivir. Su cuerpo nunca fue hallado.
William Murdoch
Era el primer oficial a bordo. Había nacido en Escocia en 1873 y desde finales de la década de 1890 formaba parte del cuerpo de oficiales de la White Star, donde fue ascendiendo en el escalafón hasta convertirse en 1907 en el primer oficial de Smith en el Adriatic, al transatlático que realizó la ruta Southampton-Nueva York entre ese año y 1911. Como oficial al mando, Murdoch fue el responsable de la orden de virar a babor al ver el iceberg que acabaría siendo fatal para el Titanic, ya que la masa de hielo resquebrajó el casco del barco por debajo de la línea de flotación. Hay quien sostiene que un choque frontal habría detenido el barco pero no lo habría hundido. A pesar de ello, parece que la maniobra de Murdoch fue la lógica al encontrarse delante de la mole helada de forma súbita. Durante la evacuación, el primer oficial siguió la regla de “mujeres y niños primero". La comisión de investigación británica sobre el hundimiento concluyó que no tuvo culpa en el accidente. Murió en el naufragio y su cuerpo, como el de Smith, nunca ha sido recuperado.
Frederik Fleet
Estaba a cargo de la vigilancia la noche del desastre. Provenía de una humilde familia de Liverpool y tenía 24 años en el momento del accidente. De niño fue abandonado por su madre y pasó por diferentes familias de acogida hasta que a partir de los 12 años se embarcó como marino en varios barcos hasta enrolarse en el Oceanic, donde sirvió durante cuatro años, pero nunca como vigía. En el momento del accidente estaba de guardia y, a pesar de avisar de la proximidad del iceberg, se le acusó de no estar suficientemente atento y hacerlo demasiado tarde. Más adelante la investigación averiguaría que los vigías no contaban con prismáticos, imprescindibles para hacer bien su trabajo. Durante la evacuación, Fleet ayudó a bajar el primer bote y fue puesto al mando del mismo. Sobrevivió y acabó suicidándose en 1965 víctima de una depresión que arrastraba desde hacía años.
Joseph Bruce Ismay
Este empresario pertenecía a una dinastía de navieros, propietaria de la White Star Line. A la muerte de su padre, en 1899, se convirtió en presidente de la naviera familiar a los 37 años de edad. Suya era la visión de construir grandes barcos que hicieran la ruta transoceánica convertidos en verdaderas ciudades flotantes de lujo y el Titanic debía ser su estandarte. Ismay se convirtió en el gran señalado por la prensa y la opinión pública: se lo acusó de obligar al capitán a navegar a gran velocidad para llegar antes a puerto, de escatimar en materiales de construcción para abaratar costes y de comportarse como un cobarde durante la evacuación al subirse él mismo a un bote salvavidas quitando el lugar a otra persona. Lo cierto es que Ismay colaboró en el salvamento hasta que no quedó nadie más en la zona en la que estaba y solo entonces subió a uno de los botes, que de todas maneras bajaban medio vacíos. Sobrevivió, pero en 1913 tuvo que dimitir de su cargo.

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El capitán Andrew Smit (a la izquierda) y el propietario del Titanic, Josep Bruce Ismay, fueron señalados en cierto modo como responsables del hundimiento.
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Thomas Andrews
Ingeniero de 39 años en el momento del accidente y era el ingeniero jefe a cargo del diseño de las naves construidas en los astilleros Harland & Wolff, donde se construyó el Titanic. Andrews viajaba en el Titanic para supervisar que todo funcionaba correctamente y detectar posibles mejoras. Durante el viaje, al parecer, tomó gran cantidad de notas y ayudó a la tripulación a conocer el barco y los detalles de su funcionamiento. En el momento de la colisión, Andrews estaba en su camarote revisando los planos del Titanic y apenas notó la colisión. Avisado por el capitán Smith, acudió al puente de mando donde, planos en mano, certificó que al Titanic le quedaban dos horas sobre la superficie del océano. Avisó con un megáfono a los botes que se habían hecho a la mar medio vacíos para que regresaran y cargaran a más gente. Según los informes, fue visto por última vez en la sala de fumadores de primera clase sin su chaleco salvavidas. Había decidido hundirse con su criatura.
Sea como sea, el desastre del Titanic parece que fue consecuencia de una serie de malas decisiones y detalles de mala suerte que abocaron al barco a su hundimiento y a la muerte de 1.500 personas. Después del naufragio se llevaron a cabo dos comisiones de investigación, una en Reino Unido y la otra en EE.UU., que adoptaron medidas para evitar los fallos que habían motivado y agravado tal catástrofe, como la obligación de llevar botes salvavidas para todo el pasaje, mejorar los compartimentos estancos de los barcos, la preparación de las tripulaciones para emergencias o habilitar rutas más meridionales en tiempos de deshielo.