Antiguo Egipto

Tebas, la gran capital de Egipto

Durante el Reino Nuevo, la ciudad que los griegos llamaron Tebas acogió la fastuosa corte de los faraones y el poderoso clero de Amón, para quienes trabajaron innumerables talleres y haciendas agrícolas

Tebas Karnak

Tebas Karnak

El santuario del dios Amón en la antigua Tebas fue el más grande y más influyente de todo Egipto. En la imagen, sala hipóstila del templo de Karnak, con sus colosales columnas, terminada por Ramsés II.

Foto: Gargolas / Getty Images

Conocida por los antiguos egipcios como Waset, «la poderosa», Tebas se situaba en el Alto Egipto, a unos 650 kilómetros al sur de la actual capital, El Cairo, en el término de la moderna localidad de Al-Uqsur o Luxor. El lugar formaba parte del cuarto nomo o provincia del Alto Egipto, donde se adoraba a Montu, el dios halcón de la guerra, y más tarde también a Amón, «el oculto». Este último dios junto con su esposa Mut y su hijo Khonsu formaban la llamada tríada tebana.

Cronología

Una ciudad milenaria

2050 a.C.

Montuhotep II, fundador del Reino Medio, fija la capital del país en Tebas. Construye su tumba y su templo funerario en la orilla occidental del Nilo.

2000-1800 a.C.

Los faraones de la dinastía XII inauguran el recinto de Amón en Karnak, con un primer templo del que hoy se conservan pocos restos.

1500 a.C.

Amosis funda la dinastía XVIII y el Reino Nuevo, y vuelve a fijar la capital del país en Tebas tras un período de inestabilidad política.

1504-1492 a.C.

Tutmosis I es el primer faraón enterrado en el Valle de los Reyes, y erige un templo funerario ubicado en el límite de la zona cultivada.

1099-1069 a.C.

Ramsés XI, que gobierna desde Pi Ramsés, aparta al poderoso sumo sacerdote de Amón, Amenhotep, y lo sustituye por un militar, Herihor.

La ciudad de Tebas desempeñó un importante papel durante la dinastía XI (h. 2050 a.C.), pero fue en tiempos del Reino Nuevo, hacia 1550 a.C., cuando adquirió su mayor relevancia. Los faraones de la dinastía XVIII reconstruyeron la urbe y la convirtieron en su capital. Mientras que en la orilla occidental del Nilo, en la necrópolis tebana, los reyes ordenaban construir espectaculares templos mortuorios, en la ribera oriental, donde se extendía la mayor parte de la ciudad, estos soberanos levantaron magníficos templos en honor de la tríada tebana, agrupados en los dos grandes recintos de Karnak y Luxor de los que aun hoy se conservan impresionantes vestigios. Los templos de Karnak y de Luxor y sus vías procesionales vertebraban una ciudad de la que sabemos que era muy amplia y densamente poblada. De la fama de la ciudad es prueba que Homero se refiriera a ella como «la de las cien puertas».

Amón

Amón

Desde el Reino Nuevo, Amón se convirtió en el dios tutelar de los faraones. En la imagen, estatua de Amón protegiendo a Tutankhamón. Museo del Louvre, París.

Foto: Bridgeman / ACI

Los restos de la antigua Tebas se encuentran sepultados por gruesas capas de sedimentos bajo la actual ciudad de Luxor. Mientras que los grandes templos de Luxor y Karnak se mantienen aún en pie 3.500 años después de su construcción, poco queda de las estructuras urbanas que los rodeaban. La razón de ello es que, desde la época más remota, el material básico y más comúnmente utilizado para la construcción –también el más económico y asequible en el país regado por el río Nilo– fue la arcilla. Con limo del Nilo, paja triturada y arena se modelaban ladrillos en paneles rectangulares de madera y se ponían a secar al sol por millares, pero como no se cocían, estos ladrillos han soportado muy mal el paso del tiempo, a diferencia de la piedra, el material usado de forma preferente en la construcción de templos y tumbas.

Pese a ello, es posible conocer cómo vivieron los antiguos tebanos acudiendo a una fuente de información de excepcional valor: las tumbas que numerosos nobles y funcionarios de la corte faraónica se hicieron construir en la ribera occidental del Nilo. Muchas de ellas conservan escenas pintadas en sus muros y maquetas de madera que evocan con gran realismo el tipo de casas y el modo de vida de sus habitantes.

Ttumba de Rekhmire

Ttumba de Rekhmire

Pintura de la tumba de Rekhmire, en Tebas, con escenas de fundición de metal (arriba) y de fabricación de adobes (abajo).

Foto: DEA / Album

La vida en miniatura

Las maquetas de madera llaman particularmente la atención. Se trataba de conjuntos de figuras humanas y modelos de casas en miniatura que mostraban las actividades que se desarrollaban en la hacienda de un gran señor. Se colocaban en las tumbas para proveer eternamente de alimento al difunto, igual que las pinturas y los relieves murales, que contenían escenas agrícolas y artesanales similares. El conjunto más importante de este tipo de maquetas procede de la tumba de Meketre (TT280), un personaje que fue canciller de varios faraones y vivió en Tebas durante el Reino Medio (hacia 2050 a.C.). Cuando se descubrió la tumba, en 1895, se observó que los relieves murales habían sido destruidos ya en la Antigüedad por saqueadores y por los efectos de las lluvias torrenciales.

Años más tarde, en 1919, mientras realizaba un mapa de la necrópolis tebana, Herbert Winlock descubrió en la tumba una cámara secreta, intacta y oculta bajo el pavimento, donde el difunto había ordenado guardar un conjunto de maquetas funerarias de madera pintadas en vivos colores que representan escenas de la vida cotidiana de su época. Entre ellas, aparece una que representa la residencia de Meketre: un tipo de casa provista de una galería con columnatas pintadas, con un jardín de tupidas plantas y bellos sicomoros plantados en torno a una alberca con peces.

Tumba de Ineni

Tumba de Ineni

Foto: Met / Album
Maqueta jardín egipcio

Maqueta jardín egipcio

Maqueta que representa un jardín doméstico. Tumba de Meketre. Museo Egipcio, El Cairo.

Foto: Listz Collection / Aci

Jardines y talleres

Este tipo de casas con jardín debieron de ser habituales entre la élite tebana, pues aparecen representadas en la decoración de otras tumbas privadas. En una escena de la tumba del arquitecto Ineni, que desempeñó un papel importante en la actividad constructiva de los faraones Tutmosis II, Hatshepsut y Tutmosis III (todos del Reino Nuevo), se recrea un jardín protegido por una muralla de tierra batida, con dos puertas. Junto a la imagen, una inscripción jeroglífica nos detalla los árboles que Ineni tenía en su jardín: sicomoros, acacias, algarrobos, sauces y diversos árboles frutales como el granado, la higuera, la palmera datilera, el azufaifo o la persea, cuyo fruto sabe a manzana, además de vides. En otras escenas el difunto aparece delante de su casa –con jardín, estanque e incluso con huerto– preparando una ofrenda para los dioses y, con cierta frecuencia, acompañado de su esposa. La vivienda se suele dibujar aislada, como un lugar espacioso y sombreado, con abundante agua y arboledas a su alrededor.

Taller egipcio

Taller egipcio

Operarios fundiendo oro. Escena de la mastaba de Niankhnum y Khnumhotep en Saqqara. Dinastía V.

Foto: AKG / Album

Ciertamente, las viviendas provistas de galerías porticadas y columnas, rodeadas por jardines con huertos y con un estanque con flores de loto y aves acuáticas no eran representativas de la realidad cotidiana de la mayoría de los habitantes de Tebas. En los barrios más pobres, constituidos por un laberinto de callejuelas estrechas y retorcidas, densamente pobladas, las viviendas eran casas pequeñas, de una o dos habitaciones, apiñadas unas con las otras, donde la ilusión del verde y un poco de sombra la otorgaba sólo algún que otro árbol. La vida de la gente corriente no debía de ser fácil en aquellas construcciones donde se hacinaban, probablemente antihigiénicas y superpobladas. Relieves, pinturas y maquetas de madera han restituido una rica iconografía de la población tebana y sus oficios. Fuera de los ambientes oficiales de la corte y del clero había un sinnúmero de personas que debían trabajar duro para sobrevivir.

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Inspirándose en esta realidad, los artistas representaron carniceros descuartizando terneros, panaderos y cerveceros amasando la harina de cebada en sus obradores, talleres de tejedoras confeccionando túnicas, alfareros modelando vasijas de arcilla en el torno, carpinteros y ebanistas con sierras de mano que cortan y sierran en planchas los troncos de árboles, escultores sentados sobre taburetes o sobre un bloque de piedra usando la azuela, el mazo, el cincel o el bruñidor para dar vida a su creación, orfebres y fundidores de metal, zapateros, albañiles, lavanderos y, en suma, toda la gama de expertos obreros manuales orgullosos de su destreza y pericia, más allá de lo que fatuos escribas pudieran decir de ellos para deshonrar y hasta denigrar su trabajo, como en el texto satírico conocido como la Sátira de los oficios, donde un tal Dua Khety compara la profesión de escriba con las demás destacando sus ventajas.

Podemos suponer que los talleres de artesanos especializados se agrupaban a lo largo de una o varias calles de la ciudad de Tebas, como en los bazares de Estambul o de El Cairo en la actualidad. El trabajo en los talleres era supervisado por un director general, al que se muestra en las pinturas murales de las tumbas a mayor tamaño que los artesanos.

Luxor

Luxor

El Templo de Luxor fue el segundo gran santuario que se alzaba en la ciudad de Tebas. Lo construyó Amenhotep III y posteriormente lo amplió el faraón Ramsés II.

Foto: shutterstock

Cultivos, mercados y templos

En las escenas de vida cotidiana que ilustran los muros de las tumbas tebanas también es habitual encontrar representaciones de hombres y mujeres trabajando en los campos. El riego, gestionado a través de un sistema de canales y de diques controlados por el Estado, permitía explotar al máximo las tierras que circundaban la ciudad y hacerlas aún más fértiles. Las herramientas agrícolas que utilizaban los campesinos eran sencillas, pero eficaces: la azada, el arado, uncido a menudo a bueyes, y la hoz para segar el trigo y la cebada. Los cereales recolectados se conservaban en silos. De ello encontramos una muestra en las maquetas de madera que representan graneros, en las que aparecen varios escribas que registran la cantidad de cereal que está siendo almacenado.

El ciclo decorativo de las tumbas tebanas del Reino Nuevo es tan variado que incluso podemos ver «escenas de mercado»: hombres y mujeres, apostados junto a los embarcaderos y muelles, intercambian alimentos –legumbres, frutas, hortalizas o pescado– por objetos elaborados, ya sean telas, collares, sandalias o vasos de cerámica. A estos mercados fluviales llegaba todo tipo de embarcaciones que se empleaban tanto para el transporte de personas como de mercancías. Algunas naves llevaban una tripulación sorprendentemente numerosa, que se requería para impulsar la nave a remo cuando el viento o la corriente del río no bastaban.

La influencia económica y política de los sumos sacerdotes de Amón en Tebas creció sin cesar, y a finales del Reino Nuevo eran tan poderosos como el faraón.

La descripción de la vida en la ciudad de Tebas no estaría completa si no prestáramos atención al clero del principal dios de la ciudad, Amón, que dedicaba gran parte de su jornada a las tareas relacionadas con el culto. La actividad en los templos ocupaba a una amplia y privilegiada franja de la sociedad tebana. El templo egipcio era una entidad religiosa y económica muy poderosa y compleja, que poseía, gracias a concesiones del faraón, tierras de cultivo, almacenes llenos de productos y haciendas de toda clase.

El sacerdocio de Amón en Tebas era tan rico que no podía compararse con un templo menor, en un pueblo o aldea agrícola. La casta sacerdotal de Tebas era muy numerosa, y el faraón le concedía privilegios de todo tipo. Es bien sabido que la influencia económica y política de los sumos sacerdotes de Amón en Tebas creció sin cesar, y a finales del Reino Nuevo eran tan poderosos como el faraón. La vida no debió de ser aburrida en aquella ciudad surgida en torno a los palacios de los faraones y los templos de Karnak y Luxor, poblada por multitudes bulliciosas en continua e incesante actividad, llena de ruidos y murmullos, con un conglomerado de áreas residenciales, calles con talleres artesanales y un puerto activo adonde llegaba toda clase de productos y personas procedentes de todas partes. No en vano, y desde su comienzo, Tebas estaba destinada a convertirse en una de las grandes capitales del mundo antiguo.

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Trueque en Egipto

Trueque en Egipto

Foto: AKG / Album

El trueque, más útil que la moneda

Antes de que se introdujera y aceptara la moneda, la base del comercio en el antiguo Egipto era el trueque. De hecho, en el país del Nilo no se acuñó moneda como tal hasta el siglo IV a.C., cuando ya hacía tiempo que circulaba en el mundo griego. E incluso después de la introducción del sistema monetario el trueque se siguió utilizando ampliamente, sobre todo en el campo, para cuestiones prácticas como las transacciones de la vida cotidiana. Había que ser muy habilidoso en el arte del intercambio para que a uno no le cobrasen más de la cuenta, tal como decía una conocida máxima: «No bebas agua en la casa de un mercader; te la pondrá en la cuenta».

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Procesión de Amón

Procesión de Amón

Foto: Publiphoto / Age Fotostock

Los viajes sagrados del dios Amón

las dos festividades religiosas tebanas más importantes del calendario litúrgico del Reino Nuevo eran la Hermosa Fiesta del Valle y la Fiesta de Opet. Ambas tenían como protagonistas a los dioses de la tríada tebana: Amón, Mut y Khonsu. Durante la Hermosa Fiesta del Valle, la estatua de Amón era llevada en procesión de una orilla a otra del Nilo para recorrer los templos funerarios y las necrópolis. La Fiesta de Opet transcurría entre el templo de Karnak y el de Luxor, a lo largo de la avenida de tres kilómetros flanqueada por esfinges que los conectaba. En esta ocasión, la estatua de Amón partía en solemne procesión desde su residencia en Karnak hacia Luxor, para unirse con su esposa Mut.

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Banquete egipcio

Banquete egipcio

Foto: Heritage / Age Fotostock

Fiestas, banquetes y mucha bebida

A juzgar por las escenas conservadas en las tumbas de los nobles del Reino Nuevo, la vida de los antiguos tebanos estuvo llena de momentos de diversión, que iban desde la caza y la pesca hasta la celebración de banquetes en los que no faltaban la música, las bailarinas y la bebida. El vino siempre está presente en las fiestas de las clases altas; la cerveza, en las celebraciones del conjunto de la sociedad. Pero el alcohol podía tener efectos perjudiciales para la salud y ya la literatura sapiencial previene contra sus efectos: «La cerveza hace que dejes de ser un hombre. Eres un remo encorvado en una barca, que no obedece a nada. Oh, si supieras que el vino es una abominación…».

Este artículo pertenece al número 198 de la revista Historia National Geographic.