En 2020 se cumplen 500 años de la muerte de uno de los grandes genios del Renacimiento, Rafael Sanzio. Este debería haber sido su año, pero el coronavirus le ha robado vilmente protagonismo. Varias exhibiciones que deberían haber tenido lugar desde principios de año han debido cancelarse ante la crisis de salud a la que enfrenta el mundo y que ha azotado de manera especialmente brutal a Italia.
La gran exhibición monográfica del artista, montada en El Scudirie del Quirinale, que iba a estar abierta de marzo a junio, ha quedado en pausa, como pausado ha quedado el arte en Italia y en el mundo. Sin embargo, no todo se perdió y sí que tuvo Rafael una gran celebración, aunque fuera únicamente durante una semana. Durante siete días la Capilla Sixtina se engalanó con los 10 tapices que Rafael diseñó en 1515 para dicha estancia, más de cinco siglos más tarde.

Un miembro de la Guardia Suiza Pontificia, el cuerpo militar encargado de la seguridad del papa y de la Santa Sede, en la Capilla Sixtina durante los trabajos de colocación de los tapices.
Foto: Fernanda Chandler
El cuidadoso montaje de los tapices
Desde las 9 de la mañana del domingo 16 de febrero, un batallón de conservadoras con cascos blancos, cargadores, técnicos de manutención, curadores, administrativos, fotógrafos, soldados de la guardia suiza, etcétera ocupaban la Capilla Sixtina trajinando andamios, herramientas, cámaras, papeles y, sobre todo, los codiciados tapices del maestro romano del Renacimiento. Caminaban de aquí para allá sin parar bajo la mirada de un Dios concentrado en darle vida a Adán y un Cristo que muestra su determinación, en el juicio final, en condenar a los de su izquierda y perdonar a los de su derecha en los frescos más famosos del mundo.
Los tapices se montaron en el lugar donde se reúne el cónclave para elegir nuevo papa.
Hablando sobre esta iniciativa, la directora de los Museos Vaticanos, Barbara Jatta explicaba que “esta semana, con los tapices en la capilla, se completa en su totalidad la historia visual de la salvación”. Sin duda un homenaje en toda regla a uno de los grandes artistas del Renacimiento. “Traer el conjunto de los tapices a este recinto es la mejor manera que puede haber para conmemorar los 500 años de la muerte de Rafael” apunta Jatta.
La historia de los tapices de Rafael
Fue en 1515, cuando el papa León X (Giovanni de Medici) le encargó a Rafael Sanzio la creación de diez tapices que se agregarían al programa artístico y al discurso teológico de la Capilla Sixtina. Para esas fechas Rafael ya era un artista consagrado y distinguido en los pasillos del Palacio Apostólico, por su trabajo en los frescos de lo que hoy se conoce como las Stanze di Raffaello.
El artista se dio a la tarea de crear diez dibujos (cartoni) con escenas basadas en el quinto libro del Nuevo Testamento, Los Hechos de los Apóstoles. Milagrosamente, estos dibujos han sobrevivido y se pueden apreciar en el Victoria and Albert Museum de Londres.
Los diseños de Rafael fueron llevados a Bruselas para ser tejidos en lana, seda, plata y oro de 1516 a 1521 en el prestigioso taller de Peter Van Aelst. Siete de ellos colgaron por primera vez en la capilla el 26 de diciembre de 1519. Seguramente, esta fue la única oportunidad que tuvo el artista de ver algunos de los tapices en la capilla, ya que murió el 6 de abril de 1520 a la edad de 37 años, cuando todavía no estaban todos terminados.
Los tapices fueron pensados para que colgaran a nivel de la vista de las personas y vistieran la parte inferior de la capilla con el propósito de engalanarla durante celebraciones y días festivos. Todavía hoy se pueden ver en las paredes los ganchos originales del siglo XVI, mismos que los curadores, por no lastimar la tela de los tapices no usaron, y los remplazaron sin ningún empacho por el prosaico velcro.
Los tapices fueron diseñados con el propósito de engalanarla durante celebraciones y días festivos.

Varios operarios trasladan los tapices de Rafael cuidadosamente enrollados.
Foto: Fernanda Chandler

Varios operarios desenrollan uno de los tapices ante la atenta mirada de un miembro de la Guardia Suiza Pontificia.
Foto: Fernanda Chandler

Detalle de algunos de los tapices que volvieron a su lugar original durante algunos días.
Foto: Fernanda Chandler
Bajo los frescos de artistas del Renacimiento temprano, como Botticelli, Perugino y Ghirlandaio en un despliegue de colores, de dorados y de plateados, Rafael extendía su arte con pasajes de la vida de San Pedro y San Pablo para reclamar su lugar en lo que se podría entender como el salón de la fama del Renacimiento. Continuando hacia arriba con la mirada los ojos acaban posándose en una de las obras maestras de este periodo histórico: los famosos frescos del techo de Miguel Ángel realizados en 1512 para narrar la historia de la creación según El Génesis. De hecho, 15 años después de la elaboración de los tapices, Miguel Ángel regresó a La Capilla, en medio de la turbulencia del protestantismo, para pintar el fresco del Juicio Final en la pared detrás del altar.
Pero no es solo Rafael era el interesado en dejar en este espacio su huella. Los tapices sirvieron de igual manera a su mecenas, León X, para afirmar su posición como heredero legítimo del prestigio de los papas que lo precedieron. Es por eso que, en el borde de algunos de los pasajes representados como La Muerte de Ananías, o Jesús Encomienda sus Ovejas a Pedro se ve el símbolo de Los Medici, así como escenas de la vida del mismo Giovanni de Medici (León X) antes de subir al trono papal.

El equipo del Vaticano hace historia mientras cuelga los tapices de Rafael que por primera vez desde el S. XVI están juntos en el lugar que les corresponde dentro de la Capilla Sixtina.
Foto: Fernanda Chandler

Para colocar los tapices centenarios tuvieron que montar un sistema de andamiaje en el interior de la Capilla Sixtina.
Foto: Fernanda Chandler
La tortuosa historia de los tapices
Mientras dirige las maniobras, la curadora, Alessandra Rodolfo, nos cuenta la larga y tortuosa historia de los tapices. “La ventana de tiempo en que los diez tapices pudieron estar en la capilla es asombrosamente breve. No sabemos la fecha exacta en que llegó el último tapiz a Roma” apunta Alessandra Rodolfo. Lo cierto es que muy pronto, en diciembre de 1521, solo veinte meses después de Rafael, León X muere a los 45 años. “Para pagar sus numerosas deudas, siete de los tapices debieron ser empeñados. Otros fueron robados por las tropas de Carlos V en 1527 durante el saqueo de Roma”, explica Rodolfo.
El conjunto fue dividido y comenzó una gira peripatética de los tapices. Unos fueron vendidos al mejor postor y otros robados por piratas para terminar en lugares como Lyon, Nápoles, Venecia, Constantinopla y Túnez. Más tarde algunos regresarían a Roma con el papa Julio III en 1554, únicamente para ser robados nuevamente por Napoleón. Finalmente, en el S. XIX regresaron al Vaticano, pero no a su sitio en la capilla, sino a San Pedro y otros lugares del Palacio Apostólico, hasta que, desde hace 50 años, se exhiben por rotación en las galerías de la pinacoteca vaticana detrás de un vidrio protector. “Y es que, aunque el lugar legítimo de los tapices es el interior de la capilla, por su protección no pueden quedarse permanentemente en ella debido al gran número de visitantes”, apunta la curadora.
"Algunos de los tapices nos han llevado hasta cinco años de trabajo de restauración, verlos ya colgados es profundamente emocionante" explica Chiara Pavan, líder del equipo de los tapices.
Cinco mujeres vestidas de uniforme blanco que forman el equipo de restauración de textiles del Vaticano, se mantienen alertas de cada movimiento de los tapices mientras son traídos, desenrollados y colgados en su sitio. Chiara Pavan, líder del equipo, explica lo complejo y largo que es el proceso de conservación, “algunos de los tapices nos han llevado hasta cinco años de trabajo de restauración, verlos ya colgados es profundamente emocionante”.

Sor Maria Smolen, polaca que trabaja en el departamento de restauración del Vaticano por años, nos habla del brillo de los hilos de oro y de plata en la cara de San Pablo en uno de los tapices.
Foto: Fernanda Chandler

Varias conservadoras trabajan minuciosamente en los tapices de Rafael.
Foto: Fernanda Chandler
Una sala artística integral
El conjunto de frescos en la capilla sigue un discurso teológico basado en el Antiguo y el Nuevo Testamento; un programa iconográfico que va desde el principio de la creación, que comienza con Dios padre separando la luz de las tinieblas, hasta los frescos de la historia de Moisés, pasando por la genealogía de Jesús y pasajes importantes de su vida. Los tapices de Rafael dan continuidad no solo al prestigio de los artistas que plasmaron estas imágenes, sino, sobre todo, a esta narrativa teológica que al pintar con hilos la vida de los apóstoles completa el programa iconográfico de La Capilla Sixtina.
Rafael tuvo una muerte prematura a sus 37 años, irónicamente, a consecuencia de unas fiebres. Después de 500 años su suerte no ha cambiado y otras fiebres lo persiguen para arrebatarle esta vez su merecido homenaje. Sin embargo, en esta ocasión, el artista se puso vivo y se adelantó para lograr tener durante siete días el despliegue majestuoso de su arte en uno de los espacios más hermosos del mundo. Deberemos esperar, quizás, otra fecha tan significativa como los 500 años de la su muerte para que el Vaticano vuelva a vestirse de gala con sus tapices y enseñe al mundo, entre cuatro paredes, la historia completa de la salvación.