"Siempre seré una prisionera política del nombre de mi padre". Estas palabras fueron escritas por la estadounidense Lana Peters en 2009, poco antes de su muerte, que tuvo lugar en 2011. Pero ¿quién era esta mujer que huyó desde su Rusia natal para refugiarse en Estados Unidos? Su verdadero nombre era Svetlana Iosifovna Stalin, y era hija del hombre que había gobernado la Unión Soviética con mano de hierro, Yosif Stalin. De hecho, era su única hija (tenía dos hermanos varones: Yákob y Vasili). Svetlana nació el 28 de febrero de 1926 y, tras la muerte de su padre en 1953, decidió adoptar el apellido de su madre y llevar el nombre de Svetlana Alillúyeva.
Una vida en la oscuridad
Los primeros años de la vida de Svetlana fueron como los de cualquier otro niño normal. Su padre la llamaba "gorrioncito", y jugaba con ella. Pero toda esta felicidad pronto se vino abajo cuando la madre de Svetlana, Nadezhda Alilúyeva, se suicidó cuando la pequeña tenía apenas seis años. De hecho, Svetlana pasaría el resto de su infancia en el equivalente a una jaula dorada, privada de libertad. Incluso tuvo problemas para tener relaciones con chicos de su edad. Por ejemplo, su primer novio, un escritor de origen judío, fue enviado a un gulag en Vorkutá ubicado en el círculo polar ártico. Desde entonces, su padre decidió que en cualquier cita que tuviera su hija debía estar presente un miembro del KGB.

Los primeros años de la vida de Svetlana Allilúyeva fueron bastante felices. Pasaba algunos ratos con su padre, quien la llamaba cariñosamente "gorrioncito" y con quien tenía buena relación, como se puede ver en esta imagen de 1937.
Foto: Cordon Press
De hecho, la relación de Stalin con su hija, tal como recoge la escritora Monika Zgustova en su biografía novelada Las rosas de Stalin (publicada en 2016) se fue deteriorando inexorablemente: "La actitud de Stalin hacia el mundo cambió después del suicidio de su mujer. Se volvió una fiera mucho más sanguinaria que antes. No se volvió a casar y tenía la sensación de que si él sufría todos los demás debían sufrir. Durante algunos años siguió siendo cariñoso con ella (con Svetlana), pero poco después, cuando vio que ya no era su niñita y que empezaba a ser una persona independiente, comenzó a castigarla". La autora cuenta asimismo en su obra que a Stalin le gustaba humillar tanto a los miembros de su familia como a los prisioneros que estaba a punto de ejecutar. Al parecer, una vez llegó a decirle a la propia Svetlana, delante de sus oficiales, que era fea y no servía para nada. Según Zgustova: "Los que estaban a punto de ser ejecutados, al ver a Stalin se ponían de rodillas, le pedían clemencia y él se reía a carcajadas. Decía, 'mira el cobarde este'. Le gustaba humillar a la gente, incluso a los miembros de su propia familia: uno de los hermanos de Svetlana intentó suicidarse, no lo consiguió y Stalin se rió en su cara".
Durante algunos años Stalin siguió siendo cariñoso con Svetlana, pero poco después, cuando vio que ya no era su niñita y que empezaba a ser una persona independiente, comenzó a castigarla, según Monika Zgustova.
A los 17 años, Svetlana se enamoró de Grigori Morózov, que también era judío, y aunque su padre se opuso a la boda, los jóvenes se acabaron casando. En 1945 Svetlana dio a luz a su primer hijo, Yosif, pero la pareja se divorció en 1948. Un año después, en 1949, y a instancias de su padre, Svetlana se casó por segunda vez con Yuri Zhdánov, hijo del líder soviético Andréi Zhdánov, quien adoptó a su hijo Yosif. En 1950, Svetlana dio a luz a su hija Yekaterina, pero ese mismo año la pareja también se divorció.

La fotografía sobre estas líneas muestra a Svetlana sentada en el regazo de Lavrenti Beria, jefe del KGB, mientras Stalin revisa unos documentos en al fondo sentado en una mesa.
Foto: CC
Una vida nueva
Svetlana vio la luz al final del túnel en que se había convertido su vida trece años después de la muerte del dictador, cuando en 1963 se enamoró de un intelectual indio llamado Brajesh Singh. En 1965 la pareja intentó casarse, pero no pudo porque por aquel entonces la Unión Soviética prohibía a sus ciudadanos casarse con personas de origen extranjero. Tras la muerte de Singh, Svetlana tuvo que solicitar un permiso especial para poder llevar sus cenizas a la India y arrojarlas al Ganges. Svetlana dejó en Moscú a sus dos hijos y viajó hasta el subcontinente. Una vez allí, la vida de Svetlana, según sigue contando Monica Zgustova, sufrió un cambio radical y trascendental: "Quedó encandilada por la luz de aquel país, el sol, los colores, la gente... Era completamente distinto a lo que ella tenía en la Unión Soviética. Estaba rodeada de gente amable, en un pueblo donde podía pasear, dedicarse a estudiar... No le faltaba de nada. ¿Para qué volver?".
Svetlana vio la luz al final del túnel en que se había convertido su vida trece años después de la muerte del dictador, cuando en 1963 se enamoró de un intelectual indio llamado Brajesh Singh.
El 6 de marzo de 1967, Svetlana solicitó al embajador soviético en la India, Iván Benediktov, que le permitiera quedarse en el país, pero ante la insistencia del embajador en que regresara a Moscú, y sabiendo que si volvía ya no se le permitiría salir de nuevo de la Unión Soviética, Svetlana decidió coger su pasaporte y dirigirse a la embajada de Estados Unidos en Delhi, donde solicitó asilo político. La noticia provocó una gran conmoción a nivel mundial ya que en Estados Unidos se desconocía que Stalin tuviera un hija, y además en aquel momento Estados Unidos y la Unión Soviética se hallaban en plenas negociaciones para la apertura de consulados en ambos países. La noticia no pudo caer en peor momento.
"Traidora" a su país
Tras una breve estancia en Suiza, el 21 de abril de 1967 Svetlana llegó a Nueva Jersey, donde ofreció una rueda de prensa para denunciar las violaciones de los derechos humanos que se cometían en la URSS, lo que cayó como una bomba en su país. A partir de aquel momento, el gobierno ruso exigió que cualquier persona importante que solicitara asilo político en cualquier país extranjero antes tenía que ser interrogado por oficiales soviéticos. En 1970, Svetlana se casó con el arquitecto e ingeniero William Wesley Peters (de quien se divorciaría en 1973), con quien tuvo una hija llamada Olga. En esos años, Svetlana publicó un libro: Rusia, mi padre y yo (veinte cartas a un amigo), en cuyas páginas plasma sus recuerdos y vivencias, desde la niñez hasta la edad adulta. Los beneficios de las ventas la convirtieron en una mujer muy rica. A partir de entonces se dedicó a la realización de obras benéficas y prestó apoyo económico a diversas organizaciones, entre ellas un hospital en la India que llevaba el nombre de su amado Brajesh: Brajesh Singh Memorial Hospital.

En abril de 1967, el aeropuerto JFK de Nueva Jersey se convirtió en el primer suelo americano que pisaba Svetlana Allilúyeva. Había mucha expectación por su llegada, por lo que la hija de Iósif Stalin dio una rueda de prensa en la que condenó las violaciones de los derechos humanos que tenían lugar en la URSS.
Foto: Cordon Press
Tras una breve estancia en Suiza, el 21 de abril de 1967 Svetlana llegó a Nueva Jersey, donde ofreció una rueda de prensa para denunciar las violaciones de los derechos humanos que se cometían en la URSS, lo que cayó como una bomba en su país.
Por su parte, la Unión Soviética acusó a la hija de Stalin de inestabilidad mental, aunque según Monika Zgustova esto no es cierto. "He visto videos en ruso y he leído numerosos textos que se han escrito sobre ella, y existen toda clase de testimonios. Hay algunos, generalmente posteriores al comunismo, que la presentan con mejores ojos, pero la imagen que se da sobre ella es la de una mujer algo histérica. En realidad está todo muy manipulado, y los programas de televisión sobre la vida de Svetlana parecen dramatizarla aún más. ¡Como si su vida no hubiera sido lo suficientemente dramática!", afirma.
Svetlana Alilúyeva vivió también en Inglaterra, e incluso pudo regresar por un tiempo a la Unión Soviética. Una vez de vuelta en Estados Unidos se estableció en Richland (Wisconsin), donde vivió hasta su muerte, el 22 de noviembre de 2011 a los 86 años de edad, en una residencia de ancianos, a causa de un cáncer de colon. En una entrevista a un medio británico, poco antes de fallecer, Svetlana diría: "Viví mi vida como pude […] pero hubo una fatalidad. No puedes lamentarte sobre tu destino, aunque sí lamento que mi madre no se hubiera casado con un carpintero".