En los antiguos tiempos de la República, los romanos no eran muy exigentes con la higiene personal. En sus casas tenían apenas pequeños cuartos de baño (lavatrinae) en los que se lavaban cada día los brazos y, una vez cada nueve días, las piernas y el cuerpo entero; así al menos lo aseguraba el político y escritor Catón. Fue únicamente a principios del siglo II a.C., por influencia de los griegos, cuando los romanos adquirieron la refinada costumbre de bañarse a diario, lo que trajo consigo la necesidad de construir espacios apropiados, dotados de agua caliente.
De esta forma se construyeron en Roma cientos de baños (balnea), establecimientos privados y poco lujosos por lo general. Fue a finales del siglo I a.C. cuando empezaron a construirse también baños públicos de mayores dimensiones que los balnea, llamados termas (thermae), que brindaban gratuitamente numerosos atractivos para el entretenimiento y la salud de los ciudadanos: además de las saunas y piscinas para el baño, las instalaciones contaban con palestras, bibliotecas, pórticos y jardines, caracterizados por la grandiosa envergadura de los espacios y la suntuosidad de su decoración.

Busto del emperador Trajano expuesto en la Gliptoteca de Múnich.
Busto del emperador Trajano expuesto en la Gliptoteca de Múnich.
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Unos baños modélicos
Las primeras grandes termas públicas de Roma fueron construidas por Marco Agripa a finales del siglo I a.C. Se hallaban en el Campo de Marte, cerca del Panteón, un gran templo que Agripa había levantado en honor del emperador Augusto y en el que se exaltaba la dinastía del soberano. Décadas más tarde, en 62 d.C., Nerón erigió un nuevo establecimiento termal. Unos años después, un incendio devastó el Campo de Marte y dañó gravemente ambas termas, lo que obligó al emperador Domiciano a ordenar su restauración.
Las primeras grandes termas públicas de Roma fueron construidas por Marco Agripa a finales del siglo I a.C.

Pompeyanas en el frigidarium, cuadro pintado por el artista brasileño Pedro Weingartner en el año 1897 y expuesto en la Pinacoteca APLUB de Porto Alegre.
Pompeyanas en el frigidarium, cuadro pintado por el artista brasileño Pedro Weingartner en el año 1897 y expuesto en la Pinacoteca APLUB de Porto Alegre.
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Mientras tanto, en el monte Oppio, el hermano de Domiciano, Tito, habilitó para el público las termas de la residencia imperial de Nerón, la Domus Aurea. El poeta Marcial celebró en un epigrama la velocidad con la que se había devuelto al pueblo lo que había sido propiedad particular del "tirano" Nerón: "Aquí, donde admiramos las termas, regalo velozmente construido, la propiedad de un soberbio quitaba a los pobres un techo […]. Roma ha sido restituida a sí misma y bajo tu gobierno, oh César, están a disposición del pueblo las delicias que antes estaban reservadas al tirano".
Los sofisticados baños de Trajano
Pero en el año 104, dos décadas después de su inauguración, las termas de Tito y los últimos reductos de la Domus Aurea ardieron en otro incendio. Sobre los restos de estos edificios, Marco Ulpio Trajano, emperador desde el año 98, erigió unos grandiosos y modernos baños, los primeros en los que quedó definida la organización de las termas imperiales, según un modelo que siguieron Caracalla y Diocleciano.
Estas termas fueron una obra muy innovadora por su decoración, por la distribución de los espacios internos y por la ubicación del complejo en una perspectiva urbana muy estudiada. Los logros arquitectónicos que en ellas se alcanzaron fueron posibles gracias a nuevos conocimientos técnicos, experimentados durante las décadas anteriores en Asia Menor y el Próximo Oriente.
Los logros arquitectónicos que se alcanzaron en las termas de Trajano fueron posibles gracias a nuevos conocimientos técnicos.

Mosaico de Sabratha, en Libia, que muestra unas sandalias de baño, tres estrígilas y la frase Salvom lavisse, "un baño es bueno para ti".
Mosaico de Sabratha, en Libia, que muestra unas sandalias de baño, tres estrígilas y la frase Salvom lavisse, "un baño es bueno para ti".
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Destaca el empleo de materiales ligeros en la realización del hormigón, como tufo giallo (una piedra volcánica amarilla), fragmentos de cerámica, ladrillo y escoria volcánica procedente del Vesubio. También se perfeccionó el cubrimiento de vastos espacios con bóvedas, superando las limitaciones de las vigas de madera. Todo ello se aplicó, además de a las termas, a otros edificios patrocinados por Trajano, que se distinguen por sus plantas complejas, su altura y sus grandes espacios interiores.
Apolodoro, arquitecto imperial
Los historiadores han calificado de revolución arquitectónica los cambios en la fisonomía de Roma bajo el gobierno de Trajano. Su artífice fue el arquitecto Apolodoro de Damasco, al que se atribuye la construcción de los mayores proyectos urbanísticos del emperador: las termas, un nuevo foro imperial –el más amplio y monumental de todos–, con los mercados anejos, y la reconstrucción del Panteón, erigido por Agripa un siglo antes.
Apolodoro también diseñó el puerto hexagonal de Ostia, en la desembocadura del Tíber. Esta ingente labor constructiva coincidió con el momento en que la ciudad alcanzaba su máxima expansión territorial y demográfica. Las termas constituyeron una etapa fundamental en esta remodelación de la capital. Su localización en el monte Oppio proveyó de un complejo para el ocio a los vecinos del barrio más poblado y popular de Roma, la Suburra, que se extendía a sus pies y trepaba por las laderas de otras dos colinas cercanas, el Quirinal y el Viminal.
Apolodoro también diseñó el puerto hexagonal de Ostia, en la desembocadura del Tíber.

Pompeyanas en el caldarium, cuadro pintado por Pedro Weingartnet y expuesto en la Pinacoteca APLUB.
Pompeyanas en el caldarium, cuadro pintado por Pedro Weingartnet y expuesto en la Pinacoteca APLUB.
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La construcción de los baños requirió un extraordinario esfuerzo de ingeniería. Fue necesario crear una plataforma artificial, de 330 por 315 metros, apoyada en parte sobre un sistema de bóvedas que cubría patios, jardines y estancias de la planta baja de la Domus Aurea, además de otras edificaciones vecinas, sobre la que se alzaron los edificios del conjunto termal, con una superficie tres veces mayor que la de las precedentes termas de Tito.
Millones de litros de agua
El aprovisionamiento de las grandes cantidades de agua necesarias para las termas y la evacuación del mismo volumen de líquido suponían un verdadero desafío de ingeniería hidráulica. El suministro de agua de los baños de Trajano estaba garantizado por el Aqua Traiana, un acueducto que tomaba las aguas de varias fuentes naturales próximas al lago de Bracciano (situado a 40 kilómetros al noroeste de Roma) y las conducía hasta un gran depósito situado en el ángulo nordeste de las termas. Este depósito fue conocido desde la Edad Media como Sette Sale (siete salas), ya que en aquella época quedaban al descubierto siete de las nueve galerías que lo formaban.
El aprovisionamiento de las grandes cantidades de agua necesarias para las termas y la evacuación del mismo volumen de líquido suponían un desafío.

Mujeres en las termas. Cuadro por Lawrece Alma-Tadema. 1909. Tate Britain, Londres.
Mujeres en las termas. Cuadro por Lawrece Alma-Tadema. 1909. Tate Britain, Londres.
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El depósito de Sette Sale constaba de dos pisos, cada uno de los cuales estaba dividido en nueve dependencias paralelas, comunicadas entre sí por aberturas. El piso inferior tenía la función de sobreelevar las nueve galerías superiores, que funcionaban como el verdadero depósito, con capacidad para ocho millones de litros de agua. Un gran canalón excavado a lo largo de la fachada del edificio conducía el agua que se almacenaba allí hasta el interior de las termas mediante cañerías de plomo, las fistulae.
Hoy en día, los escasos restos de las termas de Trajano se hallan diseminados en un parque arqueológico acondicionado en la década de 1930. Sin embargo, es posible restituir la planta original gracias a algunos dibujos renacentistas –como los conservados en el Codex Destailleur de Berlín, fechado en el 1545– y a la Forma Urbis, un plano de Roma grabado sobre lastras de mármol, de principios del siglo III. Según la reconstrucción arquitectónica aceptada, la distribución de los diferentes espacios respondía al recorrido rutinario de los usuarios de las termas, bien conocido gracias a las numerosas anécdotas transmitidas por escritores como Marcial o Séneca.
El itinerario del bañista
En el proyecto de las termas, Apolodoro de Damasco dispuso las diferentes estancias de forma simétrica, siguiendo un eje longitudinal. El conjunto tenía una orientación nordeste-sudoeste, innovadora respecto a los baños anteriores, con el fin de proteger el complejo de los vientos dominantes y de disfrutar al máximo del calor solar en las últimas horas del día, cuando era mayor la afluencia de usuarios. El bañista ingresaba en las termas por un propileo o entrada monumental situada al norte.
Acto seguido, accedía al pórtico de una gran piscina (natatio), desde donde podía avanzar a derecha o a izquierda indistintamente, ya que todos los espacios estaban duplicados simétricamente. El bañista se encaminaba a los vestidores (apodyteria) para despojarse de sus ropas, que quedaban a cargo de un capsarius. Desde allí, desnudo y, por lo general, untado de aceite perfumado, se dirigía a la palestra, un gran patio porticado, en el que podía entrenarse físicamente e incluso participar en torneos de juego de pelota, compitiendo con los miembros de un colegio de atletas que tenía su sede en los aledaños del complejo termal, tal como atestiguan algunas inscripciones allí encontradas.
Tras desnudarse, el bañista se dirigía a la palestra, un gran patio porticado, en el que podía entrenarse.

Estrígilas de bronce del siglo I d.C. expuestas en la Gliptoteca de Múnich.
Estrígilas de bronce del siglo I d.C. expuestas en la Gliptoteca de Múnich.
MatthiasKabel CC BY-SA 3.0
Tras el entrenamiento físico, se iniciaba el baño propiamente dicho en salas caldeadas, unas con piscinas de agua caliente (caldarium) y otras provistas de piscinas de agua templada (tepidarium). Para refrescarse, el bañista pasaba a la gran basílica central, cubierta por tres altas bóvedas de arista y dotada de cuatro bañeras de agua fría (frigidarium). Por último, se sumergía en la natatio, una piscina descubierta de agua fría, de un metro de profundidad. Una inscripción hallada en las termas informaba de que allí fueron admitidas por primera vez las mujeres para tomar baños en público.
Terminadas las abluciones y vestido de nuevo, el bañista abandonaba el cuerpo central de las termas, destinado exclusivamente al cuidado del cuerpo, y salía a pasear por los jardines que lo circundaban, rodeados de pórticos ricamente decorados, ninfeos o fuentes monumentales y bibliotecas. Allí encontraba a conocidos con los que conversar y concretar el lugar y la hora de la cena.
Una temperatura ideal
Las estancias estaban caldeadas gracias a la prolongada exposición a los rayos del sol, que penetraban a través de los grandes ventanales con doble acristalamiento del caldarium, así como a un sofisticado sistema de circulación de aire caliente bajo el suelo y a través de las paredes y de las bóvedas, que permitía calentar al menos otras seis salas, además del tepidarium y del caldarium.
Unas calderas (praefurnia) situadas en el subsuelo calentaban las aguas del baño (suspensurae) del complejo y al mismo tiempo generaban el aire caliente que circulaba bajo el suelo de las termas. Este suelo estaba suspendido sobre una serie de pilares de ladrillo con los que se creaba una cámara de aire; era el sistema denominado hipocausto, cuya invención Plinio el Viejo atribuía a Sergio Orata, un piscicultor de los Campos Flégreos.
El suelo estaba suspendido sobre pilares de ladrillo con los que se creaba una cámara de aire; era el sistema denominado hipocausto.

Estructura bajo el suelo para calentar el agua del caldarium en unas termas romanas.
Estructura bajo el suelo para calentar el agua del caldarium en unas termas romanas.
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Para regular la temperatura, los esclavos públicos al servicio de las termas abrían o cerraban las bocas del horno desde un pasadizo subterráneo bajo el caldarium. El humo de la combustión y el aire caliente viajaban por el interior de los tabiques y de las bóvedas a través de tubos de cerámica (tubuli), de sección rectangular o circular. Se disponía, además, de válvulas para regular la velocidad de evacuación de los humos y la temperatura de las salas, que podía alcanzar hasta 50 ºC.
Una innovadora testudo
Para calentar el agua, en las termas de Trajano estaba instalada una testudo alvei bajo cada una de las cuatro bañeras del caldarium. La testudo consistía en un recipiente de bronce semicilíndrico, que se colocaba directamente sobre el horno, con la convexidad hacia arriba (como si fuera un caparazón de tortuga) y en contacto con la piscina en uno de sus extremos.
Al estar la testudo por debajo de la mitad inferior de la bañera y al ser más ligera el agua caliente que la fría, se producía un movimiento circular continuo que permitía el calentamiento constante del agua fría al entrar en el recipiente y la liberación del agua caliente hacia la piscina. Además de este sistema, las termas estaban provistas de otras instalaciones para calentar el agua, como dracones o miliaria, conocidas a partir de las descripciones de Vitrubio.
Se producía un movimiento circular continuo que permitía el calentamiento constante del agua fría.

Exedra de las antiguas termas de Trajano, construidas en Roma.
Exedra de las antiguas termas de Trajano, construidas en Roma.
rabax63 CC BY-SA 4.0
Las termas de Trajano estuvieron en uso hasta fines del siglo IV, cuando fueron ampliadas y decoradas por Julio Félix Campaniano, prefecto de Roma. Quedaron definitivamente abandonadas tras un incendio ocurrido en el siglo IX. Desde entonces, sus muros se utilizaron como una enorme cantera de la que se extraían materiales destinados a nuevas construcciones, y hasta finales del siglo XIX fueron confundidas con sus predecesoras, las termas de Tito.