arqueología griega

Spyridon Marinatos, el descubridor de Akrotiri y el final de la civilización minoica

Tras varios intentos, el arqueólogo griego Spyridon Marinatos pudo por fin dar con la ciudad desaparecida de Akrotiri, en la pequeña isla de Thera, en el mar Egeo, destruida por una explosión volcánica cataclísmica que tuvo lugar en el segundo milenio antes de nuestra era. Con este sensacional hallazgo, Marinatos logró resolver uno de los principales enigmas que envolvían a la civilización minoica y su dramático final.

Ruinas de la antigua ciudad de Akrotiri descubierta por el arqueólogo griego Spyridon Marinatos. Foto: iStock

Un grupo de pescadores de la isla de Thera, en el mar Egeo, se prepara para salir a faenar, como cada día, cuando de repente ante sus ojos se alza una nube negra como el carbón que brota desde la cima de la montaña que domina la isla, cerniéndose sobre ellos. De pronto, como si las puertas del infierno se hubieran abierto de par en par, un rugido como surgido del propio Averno desencadenó lo que en poco días se convertiría en una devastación total. Aquel día apocalíptico, las gentes de aquella pequeña isla del Mediterráneo vieron como su mundo desaparecía para siempre. Una lluvia de cenizas y piedra pómez empezó a cubrirlo todo, y los terremotos se sucedían sin descanso.

Pero lo peor aún estaba por llegar. La cámara magmática del volcán, que había permanecido dormida durante mucho tiempo, se vació en un abrir y cerrar de ojos mientras una nube piroclástica lo barría todo, enterrando a los habitantes de la isla que no pudieron huir y a las edificaciones que con tanto trabajo habían construido bajo un deposito de rocas de más de sesenta metros de grosor. Todo quedó oculto durante más de 3.600 años, hasta que en 1967 el arqueólogo griego Spyridon Marinatos lo devolvió de nuevo a la luz.

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Nacido el 4 de noviembre de 1901 en Lixoúrion, en la isla griega de Cefalonia, Spyridon Marinatos estudió Arqueología en las universidades de Atenas, Berlín y Halle, convirtiéndose en profesor de la Universidad de Atenas e inspector general de los servicios arqueológicos de Grecia. Marinatos comenzó su carrera en la isla de Creta como director del Museo de Heraclión en 1929. Allí conoció al también arqueólogo británico Arthur Evans, famoso por sus excavaciones en Cnosos. Los primeros trabajos de Marinatos en Creta fueron en los yacimientos de Dreros Arkalochori, Vatípetro y Gazi, y proporcionaron hallazgos de gran interés. Marinatos tenía la firme convicción de que los micénicos, los antiguos habitantes de la Argólida, en el Peloponeso, fueron, de hecho, los primeros griegos, por lo que dirigió todas sus investigaciones hacia los enclaves micénicos del Peloponeso incluidas las tumbas reales de Routsi, cerca de Pilos. Marinatos también fue el descubridor de los emplazamientos donde tuvieron lugar las famosas batallas de las Termópilas (480 a.C.) y de Maratón (490 a,C.), los célebres choques entre griegos y persas acaecidos durante las guerras médicas y que terminaron con la victoria griega.

Marinatos tenía la convicción de que los micénicos, los antiguos habitantes de la Argólida, en el Peloponeso, fueron los primeros griegos, por lo que dirigió todas sus investigaciones hacia los enclaves micénicos del Peloponeso.

Grabado que representa la erupción del volcán de la isla de Thera en el año 1866.

Foto: Cordon Press

Recipientes cerámicos encontrados durante las excavaciones en el yacimiento de Akrotiri.

Foto: iStock

Pero Marinatos lograría la fama sobre todo por sus excavaciones en el yacimiento de Akrotiri, en Thera, la isla que en el segundo milenio antes de Cristo fue devastada por una colosal erupción volcánica. Aunque cuando el arqueólogo puso su mirada sobre Akrotiri (que de hecho era el nombre de un pueblo situado en la costa occidental de la isla), el lugar ya había sido parcialmente excavado a finales del siglo XIX (pero nunca identificado), primero por el barón Hiller von Gaertringen, arqueólogo y filólogo alemán, y después por el vulcanólogo francés Ferdinand Fouqué, que descubrió entre los restos de una cantera de puzolana (una piedra volcánica) dos tumbas abovedadas. Fouqué estaba seguro de que bajo la lava se escondía una ciudad y que posiblemente podría estar tan bien conservada como Pompeya. Sus excavaciones en 1862 sacaron a la luz algunos restos humanos (los únicos hallados hasta el momento), pero el francés nunca obtuvo el permiso de las autoridades para realizar excavaciones más allá de unos muros exhumados. Por su parte, el químico griego M. Christomanos, que había acudido a la isla en 1866 para observar en persona la erupción volcánica que estaba teniendo lugar en aquel momento, determinó que los hallazgos de la zona eran anteriores a las edificaciones griegas que se alzaban sobre los sólidos estratos de lava. Al final, quienes sí consiguieron un permiso de las autoridades para excavar, en 1870, fueron los arqueólogos franceses Henri Mamet y Henri Gorceix, de la Escuela Francesa de Atenas, que exhumaron frescos, cerámica y numerosos objetos de bronce y plomo.

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Marinatos estaba firmemente decidido a excavar en la zona de Akrotiri, pero la situación política y económica en Grecia en la década de 1920 no era la mejor. El arqueólogo volvió a intentarlo en 1930, de nuevo sin éxito. Al final Marinatos decidió trasladarse a Creta, pensando que su proximidad con la isla de Thera le podría ofrecer pistas valiosas sobre la antigua y devastadora catástrofe volcánica que partió la pequeña isla en dos. Para iniciar sus trabajos, Marinatos eligió Amnisos, un lugar donde el geógrafo griego Estrabón aseguraba que se encontraba el puerto de Cnosos, el gran complejo palacial minoico de la isla. En 1932, Marinatos descubrió allí una villa con frescos (entre los que se encontraba el famoso Fresco de las Lilas), restos de piedras muy toscas y ceniza que rápidamente asoció con la erupción del volcán de Thera. Los hallazgos de Marinatos le ayudaron a perfilar su polémica teoría sobre la desaparición de la Atlántida, que formuló en 1935 y que más tarde matizaría en un articulo publicado en la revista Antiquity en 1939, y después en otro publicado en 1950. De hecho, Marinatos no afirmaba que Thera fuese la Atlántida, sino que una catástrofe como la que ocurrió en la isla podía haber contribuido al surgimiento de la leyenda.

Los hallazgos de Marinatos le ayudaron a perfilar su teoría de que la desaparición de la Atlántida que formuló en 1935 y que más tarde matizó en un articulo publicado en la revista 'Antiquity' en 1939.

Fresco que muestra a dos jóvenes púgiles que decoraba el muro de una casa en Akrotiri, en la isla de Thera.

Foto: PD

Fresco de la Casa del Oeste, en Akrotiri, en el que se representa a una flota minoica que regresa a puerto o durante una festividad religiosa. 

Foto: PD

El estallido de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil en Grecia volvieron a retrasar el inicio de las excavaciones de Marinatos en Thera hasta 1960, año en el cual el arqueólogo volvió a solicitar a las autoridades los permisos necesarios, que no llegarían hasta siete años más tarde. Al final, en 1967, y con la ayuda de unos aldeanos, Marinatos inició las difíciles excavaciones en un yacimiento que estaba completamente cubierto por una gruesa capa de lava. El estudio sistemático de la zona puso al descubierto estructuras que podían corresponder a los restos de una ciudad de la Edad del Bronce con casas de dos y tres pisos, talleres y canalizaciones de agua y desagües. Entre los objetos sacados a la luz había multitud de pithoi, tinajas de gran tamaño empleadas para almacenar vino, cereales y aceite. Pero, por encima de todo, lo que más maravilló a los arqueólogos fueron los hermosos frescos pintados con vivos colores que decoraban los muros de las casas: figuras de púgiles, delfines, plantas, golondrinas revoloteando y un soberbio fresco en el que puede verse lo que parece el regreso a Akrotiri de una gran flota, o tal vez se trate de la celebración de un gran festival religioso en el mar. Tras una minuciosa restauración, la mayoría de estos frescos se enviaron a Atenas donde hoy se exponen en el Museo Arqueológico Nacional.

Las excavaciones de Marinatos en Akrotiri se prolongaron hasta 1974, cuando un desgraciado accidente en el mismo yacimiento acabó con su vida el 1 de octubre de aquel mismo año. Spyridon Marinatos murió al pie del cañón, desempeñando el trabajo de su vida. Su cuerpo fue enterrado en el yacimiento al que dedicó tantos años. Las excavaciones de Marinatos en Akrotiri demostraron que la ciudad pertenecía a la misma sofisticada civilización que se había desarrollado en la cercana isla de Creta, y sus resultados parecieron por fin dar una respuesta viable a una de las mayores incógnitas de la arqueología: la desaparición de la civilización minoica. Tras la muerte de Marinatos, las excavaciones en Akrotiri fueron retomadas por su ayudante Christos Doumas, que aún sigue al frente de las mismas. Gracias a los sondeos realizados por su equipo entre los años 1999 y 2001 se descubrió que Akrotiri había estado habitada desde el Neolítico, y gracias a ellos los investigadores pudieron estudiar más a fondo las fases de ocupación humana que precedieron a la fatídica erupción que enterró a esta avanzada ciudad del segundo milenio y la preservó para las generaciones futuras.