Estampas atemporales

Sorolla, la magia de la luz del Mediterráneo en nueve pinturas imprescindibles

El Sorolla más social

El Sorolla más social

El 10 de agosto de 1923 moría en su residencia madrileña de Cercedilla Joaquín Sorolla y Bastida, el pintor de la luz y del Mediterráneo. Chicos en la playa es sin duda su pintura más conocida, un óleo que representa perfectamente su estilo de escenas sencillas y costumbristas, reflejo de los colores y de la luz de las playas mediterráneas, pero también del bienestar y el optimismo que invadía al pintor durante sus largas estancias en la costa valenciana, reflejadas en ocho pinturas imprescindibles.

1 /11
El regreso de lapesca

Picture Alliance

1 / 11

El regreso de la pesca

El regreso de la pesca muestra a cinco pescadores remolcando su barca hasta la arena ayudados por un par de bueyes después de una dura jornada de trabajo. Una escena cotidiana para Sorolla, que pasó su infancia y juventud en los barrios marineros de valencia. Fue pintado en 1894 y supuso el primer gran éxito internacional de Joaquín Sorolla. Participó en el Salón de París de ese año y fue adquirido por el estado francés. Actualmente cuelga de las paredes del Museo de Orsay, en París.

Captura de pantalla 2023 07 27 a las 12 54 56

2 / 11

Una infinita paleta de blancos

El sol del atardecer ilumina la escena. La pintura capta los diferentes blancos del reflejo del sol en el mar, la camisas de los pescadores y la vela con sus sombras. El cielo y el mar mezclan el blanco y el azul para reflejar el brillo cegador de la luz solar desde su posición baja.

World History Archive / Cordon Press

3 / 11

El pescador

Pescadores que van y vienen con sus carros, ganado que tira de las barcas hacia la arena o vendedores ambulantes de pescado en la playa. Las escenas costumbristas que recrearía el Sorolla adulto beben también de recuerdos idealizados de infancia. El pescador (1904), muestra a un niño con su botín de pesca acumulado a lo largo del día.

Cordon Press

4 / 11

Luz y vida

"Cuanta más luz en las pinturas más vida, más verdad y más belleza", decía Joaquín Sorolla. Niños corriendo en la playa es un lienzo que Sorolla pintó en 1908 en Valencia que pertenece al Museo de Bellas Artes de Asturias. La pintura funciona como una foto, capta un instante de alegría y de juego con el muchacho desnudo suspendido en el aire durante su carrera. La luz se refleja brillante en su piel mojada, recreada con pinceladas húmedas, igual que la arena mojada en la que se reflejan las imágenes de los protagonistas. El sol ilumina la escena desde el puto de vista del espectador como delata el niño que se pone la mano delante del rostro para no deslumbrarse.

Museo Sorolla

5 / 11

Enamorado del natural

"Hoy seguí dibujando cada vez más enamorado del natural, tanto, que entre el mar, el sol espléndido, me parecía estar en mis felices días de la playa". Arriba, La hora del baño muestra a dos niñas con el característico bañador/vestido que debían usar, a diferencia de los niños que corrían desnudos por la arena. A la derecha, el pintor trabajando en la pintura en 1909.

Cordon Press

6 / 11

El pie herido

Muchos críticos de la época incluyeron a Sorolla dentro del impresionismo. Ciertamente su preferencia por la luz y por la pintura al aire libre o su técnica de pinceladas vivaces lo asemejaban a los pintores de esta corriente. Pero a él no le gustaba que lo calificaran como tal. El pie herido (1909), otra estampa cotidiana en las playas de Valencia, con los niños y el mar al fondo convertidos en simples lametazos de pincel.

Cordon Press

7 / 11

El baño del caballo

El baño del caballo (1909), expuesto en el Museo Sorolla de Madrid, es un ejemplo de obras maestra de un tema simple. Es Es uno de los cuadros más populares del pintor. La escena, muy cerrada, está compuesta por una sinfonía de blancos, azules y ocres que recrean las sombras, brillos y efectos de la luz que inciden sobre las figuras y el paisaje.

Pintor al aire libre

J. Antonio Esparza / Museo Sorolla

8 / 11

Pintor al aire libre

El tamaño de alguna de sus pinturas, obligaba muchas veces a trajinar y montar a diario un equipo considerable. Durante esas jornadas se entregaba a una actividad frenética a juzgar por sus palabras: "Me sería imposible pintar despacio al aire libre, aunque quisiera… No hay nada inmóvil en lo que nos rodea. El mar se riza a cada instante; la nube se deforma, al mudar de sitio […] pero aunque todo estuviera petrificado y fijo, bastaría que se moviera el sol, que lo hace de continuo, para dar diverso aspecto a las cosas". Sobre estas líneas, Sorolla trabajando en El baño del caballo en verano de 1909

Gtres

9 / 11

El niño con el barcquito

Un niño juega con un barquito en El balandrito, pintado en 1909. Sorolla usa aquí el recurso del plano cerrado en extremo para fijar la atención sobre la concentración infantil par hacer flotar su barquito de juguete. El barco parece dividir en dos mitades el agua, más grisácea a la derecha del espectador y de un azul más intenso al otro lado. Sobre el mar destaca el reflejo del niño y su juguete, deformado por el oleaje suave, pintado con maestría.

shutterstock editorial

Shutterstock

10 / 11

Chicos en la playa

Chicos en la playa (1909) es sin duda la obra más icónica de Joaquín Sorolla y la culminación de su serie de cuadros infantiles en medios acuáticos. El propio pintor la eligió entre las que consideraba sus mejores obras para donarla al Museo de Arte Moderno. En esta ocasión, las pinceladas amplias blancas de Sorolla dejan paso a las tonalidades marrones y amarillentas para captar la cambiante luz y el color de la arena y los cuerpos de los niños sobre ella. Los brillos sobre la piel del primer niño, el menos mojado, son empastes de color blanco mate. En el segundo, más intensos y claros, y muy luminosos en el del fondo, que está medio sumergido en el agua. 

Shutterstock

11 / 11

Familia, su otra pasión

Paseo a orillas del mar (1909) refleja a su esposa y a su hija caminando por la playa valenciana. En esta pintura, además del ambiente marítimo consigue recrear la brisa que parece va a hacer volar la sombrilla de su esposa o el velo que cubre su rostro. Sorolla sentía verdadera devoción por su familia, sobre todo por su mujer, Clotilde, a la que retrató en multitud de ocasiones.

Para saber más

Autorretrato

Joaquín Sorolla, el pintor de la luz del Mediterráneo

Leer artículo