Sinhué, aventuras de un egipcio en el exilio

Tras el asesinato de Amenemhat I, y por temor a posibles represalias, Sinuhé huye de Egipto y se refugia en el Próximo Oriente, donde se convertirá en un hombre rico y respetado. Así empieza la Historia de Sinuhé, uno de los relatos más famosos del antiguo Egipto

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Foto: Bpk / Scala, Firenze

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Conjura y exilio

El Papiro de Berlín 3022 (en la imagen) es el que conserva la copia más completa de la Historia de Sinuhé, un noble que huye de Egipto para evitar las luchas por la sucesión tras el asesinato de Amenemhat I. Museos Estatales, Berlín.

Foto: Metropolitan Museum / Scala, Firenze

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Dintel de Amenemhat I

Amenemhat fundó una nueva capital, Iti-Tauy, al sur de Menfis, cerca de la cual hizo construir la necrópolis de el-Lisht, donde se alza su pirámide. Arriba, relieve con la imagen del faraón. Museo Metropolitano, Nueva York.

Foto: Barry Iverson/ Alamy / Aci

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El dignatario Hotep

Statua-cubo de la Dinastía XII. Museo Egipcio, El Cairo. 

Foto: Bridgeman / Aci

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Los peligros del extranjero

Otros textos, como Las aventuras de Unamón, también narran las peripecias de sus protagonistas fuera de Egipto. En este caso, durante un viaje naval a Biblos. Abajo, maqueta de barco del Imperio Medio. Museo Ashmolean, Oxford. 

Foto: Erich Lessing / Album

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La necesidad de morir en Egipto

Sinuhé anhelaba morir en Egipto, ya que un egipcio debía ser enterrado según las tradiciones de su país. Abajo, mesa de ofrendas para el difunto. Estela funeraria. Dinastía XII. 

Foto: British Museum / Scala, Firenze

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Estela de Sesostris I

Procedente de Elefantina. Museo Británico, Londres.

Foto: British Museum / Scala, Firenze

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Uno de los óstraca en los que se inscribió la Historia de Sinuhé. Dinastía XIX, Museo Británico.

Versiones del relato de Sinhué

La versión más completa y antigua que conocemos del relato de Sinuhé es la conservada en el papiro Berlín 3022, que fue descubierta en una tumba tebana a mediados del siglo XIX. Posee 311 líneas de texto, si bien le faltan justo las primeras. Este papiro data de la dinastía XII, en torno al año 1800 a.C. De esa misma dinastía datan otros papiros que sólo aportan pequeñas partes de la historia. Otro ejemplo muy completo es el papiro Berlín 10499, de la dinastía XIII (hacia 1700 a.C.), que fue encontrado por James Quibell dentro de una caja llena de textos médicos, literarios y administrativos en una tumba cercana al Ramesseum, el templo funerario del faraón Ramsés II. En cuanto a los óstraca (fragmentos de cerámica o piedra), la mayoría procede del yacimiento de Deir el-Medina y seguramente son de época ramésida, es decir, más de seiscientos años posteriores al papiro Berlín 3022. La mayoría sólo presenta parte del inicio del relato, pues son ejercicios de los aprendices de escriba en los que primaba la caligrafía y el modo de plasmar un texto en egipcio clásico. En cambio, un ostracon del Museo Ashmolean de Oxford, con 130 líneas de texto, conserva buena parte del relato. 

Foto: Dea / Scala, Firenze

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Estatuilla de Sesostris I

El rey realizó una política expansiva y estableció la frontera sur del país en la segunda catarata del Nilo

Foto: Dagli Orti / Art Archive

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La pirámide de Amenemhat I

El faraón construyó su complejo funerario en la necrópolis de el-Lisht, cerca de Iti-Tauy, como haría su hijo Sesostris I más tarde. Debido al expolio de los materiales constructivos, la pirámide apenas se ha conservado.

Foto: Bridgeman / Aci

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Un médico cura el ojo a un paciente. Copia en papiro de una pintura mural

Adaptaciones del relato de Sinhué

La Historia de Sinuhé fue tomada como referencia e inspiración por dos conocidos escritores del siglo XX, Naguib Mahfouz, premio Nobel de Literatura en 1988, y el finlandés Mika Waltari. El egipcio Naguib Mahfouz publicó en 1941 la novela Awdat Sinuhi, que fue traducida al inglés en 2003 con el título de The Return of Sinuhe ("El regreso de Sinuhé"). El argumento sigue, en realidad, la historia del relato de Sinuhé contenido en los textos egipcios clásicos, con la diferencia de que Mahfouz realiza toda una serie de añadidos para completar la historia. Pero, sin duda, el Sinuhé más conocido es el de la novela Sinuhé el egipcio, la obra más exitosa del novelista Mika Waltari, publicada en finés en 1945. La novela fue llevada al cine en 1954 por el director Michael Curtiz. Waltari situó a su Sinuhé en tiempos del faraón hereje Akhenatón, unos seiscientos años después del Sinuhé del relato egipcio, convirtiéndolo en un médico real que a la muerte del monarca se ve obligado a exiliarse, iniciando un periplo por diversos países. Las situaciones políticas que expresa el autor probablemente buscan asimilarse a los difíciles años de la segunda guerra mundial, cuando se escribió la novela. 

Foto: Werner Forman / Gtres

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Capilla blanca de Sesostris I

Este templete fue erigido en el recinto de Karnak para conmemorar el jubileo del faraón. Durante el Imperio Nuevo, el edificio fue desmontado y sus piezas usadas de relleno en el tercer pilono del templo.

"La Residencia permanecía en silencio, los corazones afligidos, las puertas cerradas, los cortesanos con las cabezas en las rodillas y las gentes en lamentos". Con esta descripción del ambiente de desolación reinante en la corte de Egipto por la muerte de Amenemhat I empieza la Historia de Sinuhé, la composición literaria más conocida del antiguo Egipto y considerada una obra maestra.

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Las múltiples copias que se conservan de este texto demuestran la popularidad que tuvo en época faraónica. Fue muy usado por los aprendices de escriba, razón por la que se han conservado hasta 28 óstraca (fragmentos cerámicos o de piedra empleados para escribir y dibujar) y siete papiros que recogen diversas partes del relato. De ningún otro texto literario egipcio poseemos tal cantidad de copias.

Gracias a los óstraca y los papiros se ha podido reconstruir de principio a fin el relato de la Historia de Sinuhé, cuyo argumento se desarrolla a comienzos de la dinastía XII, a partir de la muerte de Amenemhat I y a lo largo del reinado de su hijo Sesostris I. El texto está lleno de acción, con inserciones de diálogos que incrementan su vivacidad, e incluso con transcripciones de las cartas intercambiadas entre el monarca y el protagonista, lo que otorga más realismo a la narración.

Todas las versiones conocidas del relato de Sinuhé se plasmaron en escritura hierática, una simplificación de la jeroglífica y la más utilizada por los escribas. Éstos solían escribir con tinta negra, usando la roja para los títulos o enunciados principales o para las revisiones y correcciones que los maestros pudieran hacer sobre el escrito original. Estos detalles, así como la caligrafía personal de cada escriba, se observan en las diversas copias conservadas. Por otra parte, el estilo del texto se enmarca en su mayor parte en el género del verso narrativo. De hecho, en algunas versiones el escriba marcó puntos en tinta roja para separar las oraciones principales, quizá para formar pareados.

Un noble al servicio del faraón

El protagonista de la historia es Sinuhé, cuyo nombre significa "hijo del sicomoro", un personaje que es presentado al principio del texto como el "noble, líder, juez, portador del sello real, administrador de los distritos del soberano en las tierras de los asiáticos, verdadero conocido del rey, su amado, seguidor" y "sirviente" de la reina Neferu, la gran esposa real de Sesostris I, lo cual denota su importancia y su cercanía al faraón y su familia. Por otro lado, esta introducción intenta asemejarse a los textos autobiográficos usualmente inscritos en muchas tumbas y en los que el egipcio hacía gala de su currículo.

El faraón fue asesinado en su palacio mientras dormía, como se describe en las Instrucciones de Amenemhat

La acción de la Historia de Sinuhé se inicia con la muerte de Amenemhat I en el año 30 de su reinado, un regicidio que no se describe como tal en el relato, pero del que hablan otros documentos históricos. El faraón fue asesinado en su palacio mientras dormía, como se describe en las Instrucciones de Amenemhat, un texto en el que el espíritu del rey relata su muerte a su hijo y sucesor, y le aconseja sobre cuestiones de gobierno. En la Historia de Sinuhé tampoco se indica si la inesperada muerte de Amenemhat provocó revueltas en Iti-Tauy, la capital fundada por el faraón, como si se hubiera decidido dejar caer un velo de misterio sobre la muerte del rey y la reacción posterior de Sinuhé.

Sí se indica en la historia que Sesostris I regresaba de una campaña contra los libios en aquel momento, por lo que se enviaron mensajeros para informarle de la muerte de su padre. Ante la terrible noticia, y sin que se explique en el texto, Sinuhé, que acompañaba al ejército del príncipe heredero, reaccionó como si algún sentimiento de culpabilidad le acompañara: "Un temblor recorrió mi cuerpo y me marché a saltos buscando un escondite; me metí entre dos arbustos".

La huida de Sinuhé

Sinuhé comienza su extraña huida remontando el Nilo desde el oeste del Delta hasta la meseta de Gizeh, y a la altura de un pueblo llamado Negaur cruza el río en una balsa sin timón, aprovechando el viento del oeste. Tras pasar por la cantera de Gebel Ahmar, cerca del actual El Cairo, seguirá por el este del Delta, hasta los Muros del Gobernante, en la frontera oriental del país, una especie de sistema de fortificaciones levantado por Amenemhat I para evitar las incursiones de los pueblos asiáticos. Cuando llega a la zona de los Lagos Amargos, al norte del istmo de Suez, Sinuhé se halla al borde de la muerte: "Tuve un ataque de sed. Estaba deshidratado, mi garganta reseca. Me dije: “Éste es el sabor de la muerte”.

En ese estado de postración es hallado por unos nómadas que le salvan. Numerosos documentos de esta época hablan de la llegada pacífica de asiáticos a la región del Delta, bien por motivos comerciales –como se muestra en una pintura de la tumba del gobernador Khnumhotep II en Beni Hassan– o simplemente para pasar temporadas en las fértiles tierras aluviales que, especialmente en época de carestía, servían como pasto para su ganado.

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Una vez en Qedem, cerca de Biblos, Sinuhé conoce a Amunenshi, gobernante de la región del alto Retenu, en Siria. Cuando éste le pregunta por la situación en palacio y por su extraño viaje, Sinuhé vuelve a obviar los graves acontecimientos, pero al tiempo recalca su inocencia: "No fui acusado, no se me escupió. No se escuchó ninguna crítica, no se pronunció mi nombre en boca del heraldo. No sé qué me llevó hasta esta tierra extranjera". Sinuhé, acto seguido, describe la grandeza y buenas maneras del nuevo faraón, Sesostris I, y aconseja a Amunenshi que le escriba y le sea leal como lo fue con su padre Amenemhat I, con quien había tenido relaciones diplomáticas. En este momento, nada hace presagiar que Sinuhé, que en Egipto se había mostrado temeroso y huidizo, incluso cobarde, vaya a distinguirse por todo lo contrario en su nuevo país.

Soldado valeroso

Nuestro protagonista se integra en la tribu del príncipe Amunenshi y se casa con su primogénita, convirtiéndose de este modo en jefe tribal y yendo a vivir a un lugar fronterizo llamado Iaa, que es descrito como un auténtico vergel, una tierra fértil, rica en miel, aceite, frutas, cereal y ganado. Tras largos años, incluso sus hijos se convertirán en jefes de tribu. Sinuhé, además, combatirá contra los beduinos asiáticos como comandante de las tropas del gobernante del alto Retenu, demostrando continuamente su valía.

Un día, un héroe y campeón de Retenu reta a Sinuhé y acuerdan batirse al amanecer. Las tribus de ambos permanecerán expectantes siguiendo las reglas tribales, según las cuales la autoridad es personal pues el devenir de la tribu quedará marcado únicamente por el resultado del combate entre los dos jefes. En este fragmento algunos autores han querido ver el prototipo literario del enfrentamiento bíblico entre David y el gigante filisteo Goliat.

Éste es el momento álgido de la historia: Sinuhé logra derrotar a su rival y arrebatarle todas sus pertenencias, alcanzando el momento de mayor gloria en su país de adopción. Pero cuando su estancia allí se prolonga y le llega la vejez, su corazón sigue apesadumbrado por estar lejos de Egipto: "Mi casa es hermosa, mi posición es privilegiada, pero mi pensamiento permanece en palacio. ¡Oh dios! cualquiera que seas que has dictaminado esta huida, sé clemente, sin duda permitirás que vuelva a ver el lugar en el que mi corazón siempre ha permanecido […] ¿Qué hay más importante que mi cuerpo sea enterrado en la tierra donde nací?".

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El deseo de Sinuhé de volver a Egipto llega a oídos del faraón Sesostris I, que en una carta le manifiesta su deseo de que vuelva: "No mueras en la tierra extranjera, que no te entierren los cananeos, que no te envuelvan en una piel de carnero a modo de ataúd […], piensa en tu cuerpo y vuelve". Sesostris no plantea acusaciones o reproches, pero en su respuesta a la misiva real, Sinuhé insiste en desconocer qué le motivo a huir: "Esta huida no la había previsto, no estaba en mi corazón, no la había premeditado, no sé lo que me trajo hasta este lugar […] Tenía miedo, aunque no se me iba persiguiendo".

Antes de volver a Egipto, Sinuhé deja sus propiedades y el mando de la tribu a su hijo mayor. El regreso lo hace a través de los Caminos de Horus, la ruta militar y comercial que seguía la costa palestina en dirección a la fortaleza de Tjaru, la puerta de entrada a Egipto. Una vez en palacio, el exiliado se postra ante el rey. La visión del faraón impacta a Sinuhé, quien vuelve a revivir sus miedos y deja su vida en manos del monarca: "Yo era como un hombre atrapado por la oscuridad, mi ba se había ido, mi cuerpo desfallecía, mi corazón no se encontraba en mi cuerpo, y no distinguía entre la vida y la muerte".

Tras sus años en Siria, el aspecto y la vestimenta de Sinuhé son los propios de un cananeo. Su estado físico, además, hace que ni los príncipes egipcios sean capaces de reconocerlo. Pero sí el rey: "Él no ha de temer. Él no ha de tener miedo. Él será un amigo entre los nobles, será colocado en medio de los cortesanos".

Mi ba se había ido, mi cuerpo desfallecía, mi corazón no se encontraba en mi cuerpo, y no distinguía entre la vida y la muerte

Al salir del palacio, Sinuhé es acompañado a la casa de un noble, donde es aseado y engalanado: "Se me quitaron años de encima, estaba afeitado, mi pelo peinado. Abandoné la suciedad del desierto y las vestimentas de quienes recorren la arena, y me vestí con lino, me ungí con el mejor aceite, y dormí sobre una cama". Sinuhé renuncia a su ser cananeo para volver a renacer como egipcio gracias a la voluntad del faraón. Se le regala la casa de un potentado y se le proporciona abundante sustento diario, y –lo más importante– se le concede una tumba de piedra y decorada, con un completo ajuar y el servicio funerario asegurado. Así podrá acabar sus días en Egipto, donde siempre había permanecido su corazón. "Su Majestad fue quien hizo que se llevara a cabo [...] Permanecí bajo los favores del rey hasta el día de partir".