Leyenda o realidad

Los siete reyes de la antigua Roma

En los primeros siglos de su historia Roma fue una monarquía, que según la tradición constó de siete reyes. Sin embargo, debido a la falta de documentos de aquella época, muchos expertos creen que se trata de figuras legendarias o semilegendarias.

Rómulo lleva al templo de Júpiter las armas del vencido Acrón, de Jean-Auguste-Dominique Ingres

Rómulo lleva al templo de Júpiter las armas del vencido Acrón, de Jean-Auguste-Dominique Ingres

Foto: Colección de la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París (CC)

A principios del siglo IV a.C., una horda de galos saqueó Roma en uno de los episodios más traumáticos para la ciudad que un día sería, a la postre, el centro del mundo mediterráneo. Entre las muchas cosas que se perdieron en aquella ocasión, estaban los registros y crónicas de los primeros siglos de historia de la Urbe, un pasado que desde entonces quedaría teñido por la leyenda. Y de ese pasado, nada resulta más misterioso que los dos siglos y medio de monarquía que precedieron a la instauración de la República Romana.

Los siete reyes (ocho, en verdad) de Roma son figuras que la mayoría de expertos consideran legendarias, al menos hasta cierto punto: para afirmarlo se basan sobre todo en los largos periodos de reinado – entre veinte y cuarenta años por rey, algo realmente excepcional para la esperanza de vida de aquella época – y en diversas inconsistencias entre la historia tradicional y las pruebas arqueológicas, entre otros motivos. Como era costumbre en la Antigüedad, es probable que estos reyes ancestrales sirvieran para dar una pátina gloriosa a la fundación de la propia ciudad, un propósito que se culminó en tiempos de Augusto con la composición de la Eneida, que legitimaba a Roma como sucesora de la mítica Troya.

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Rómulo, el fundador

El primer rey de Roma habría sido su fundador mítico, Rómulo. Él estableció el pomerium, el límite sagrado de la ciudad, y mató a su hermano Remo por haberlo profanando entrando en él con armas. A continuación invitó a prófugos de las tierras cercanas a poblar la ciudad; y ante la falta de mujeres, organizó un banquete para raptar a las de la tribu vecina, las sabinas. Tras evitarse la guerra por la mediación de estas, ambos pueblos se unieron; y Rómulo compartió el resto de su reinado con Tito Tacio, el jefe de los sabinos, que sería así un octavo rey no incluido en la lista.

Según la tradición, Rómulo habría establecido las bases de la organización política de Roma, seleccionando a cien hombres de mayor linaje – a los que se añadirían luego otros cien tras la unión con los sabinos – como patres, de los cuales descendían los patricios, la nobleza romana. También instituyó los primeros sacerdotes, los augures, y la división política y militar en tribus y curias, que representaban a los ciudadanos. Tras su muerte fue divinizado como Quirino, uno de los dioses más antiguos de Roma.

Loba Luperca amamantando a Rómulo y Remo

Loba Luperca amamantando a Rómulo y Remo

Según la leyenda, una loba llamada Luperca protegió y amamantó a los gemelos Rómulo y Remo durante su infancia, por lo que este animal se convirtió en el símbolo de Roma. 

Foto: iStock

Numa Pompilio, el devoto

El segundo rey de la lista tradicional fue Numa Pompilio, yerno de Tito Tacio y el primero de los reyes sabinos de Roma. Este fue un rey recordado sobre todo por su devoción a los dioses, puesto que instituyó los grandes colegios sacerdotales como el de las vestales, los flamines y los pontífices; y bajo su reinado se crearon los templos más antiguos de Roma, los de Vesta y Jano.

Más que ningún otro rey, Numa Pompilio parece encarnar los ideales de justicia, virtud y piedad. Por ese motivo, no sería extraño suponer que se trate de una figura creada ad hoc para representar dichos ideales y servir como un modelo del ciudadano romano. También, y esto entra en contradicción con la historia romana, es recordado como un rey pacífico: se decía que durante su reinado no hubo ni una sola guerra, algo bastante difícil de creer en una época como aquella.

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Tulo Hostilio, el belicoso

En cambio, el tercer rey de la lista parece encarnar todos los defectos en los que no debería caer – y sin embargo cayó frecuentemente – Roma. De origen latino y emparentado con Rómulo, Tulo Hostilio fue, como su propio apellido indica, un rey belicoso y déspota; vivía para la guerra y descuidó todos los ideales que representaba su predecesor, Numa Pompilio, si bien es cierto que representa otra faceta de Roma, las ansias de conquista.

Durante su reinado se produjo, según la tradición, un suceso que despierta muchas sospechas entre quienes dudan de la existencia de estos reyes antiguos: la destrucción de Alba Longa, la ciudad natal de Rómulo y Remo, fundada por los prófugos troyanos. La aniquilación de la “ciudad madre” de su fundador habría supuesto un acto sumamente irrespetuoso por el que los dioses habrían castigado a Roma con una plaga; el propio rey habría muerto fulminado por un rayo del dios Júpiter.

Lago Albano

Lago Albano

A orillas del lago Albano se encontraba la ciudad Alba Longa, fundada por Ascanio, el hijo del héroe troyano Eneas.

Foto: Inga Tomane

Anco Marcio, el enigma

El cuarto rey de Roma fue Anco Marcio, el nieto de Numa Pompilio, de quien habría heredado el carácter devoto, aunque no pacifista. Representa, en cierta medida, un equilibrio entre las virtudes de sus predecesores: expandió los dominios romanos, se preocupó de las instituciones políticas y religiosas y construyó las primeras grandes obras urbanísticas de la ciudad, como la ampliación de las murallas, el primer puente sobre el Tíber y puerto de Ostia, que tendría una gran importancia para la historia de la Urbe. También estableció nuevos pobladores, deportados de las ciudades conquistadas, que serían los primeros plebeyos, sin los mismos derechos ni obligaciones que los habitante originarios, los patricios.

Algunos estudiosos sostienen que Anco Marcio no es solo un personaje ficticio, sino una duplicación del propio Numa Pompilio o tal vez el original, siendo Numa Pompilio tan solo una encarnación de la faceta religiosa de Anco Macio: una posible prueba de ello es que este último a veces aparece mencionado como Numa Marcio. Ambos destacaron por su carácter devoto, pero Anco Macio destacó por instituir el concepto de la “guerra justa”, es decir, las condiciones que se debían cumplir para declarar la guerra con el beneplácito de los dioses.

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Tarquinio Prisco, el constructor

El quinto rey fue Lucio Tarquinio Prisco, un migrante de origen etrusco que fue adoptado por Anco Marcio. A él se le atribuyen la mayoría de las grandes obras de ingeniería de la Roma arcaica: la construcción del Circo Máximo y la promoción de los primeros espectáculos de masas; el drenaje de las marismas situadas al pie de las colinas romanas, en cuyo lugar se empezó a construir el Foro; y especialmente la Cloaca Máxima, el sistema de alcantarillado más antiguo del mundo que aún sigue en funcionamiento.

Tarquinio Prisco fue el responsable de convertir Roma en una potencia regional: sometió definitivamente a las tribus vecinas del Lacio, los sabinos y los latinos; y venció a una coalición de ciudades etruscas, marcando el principio de la derrota y asimilación de esta cultura por parte de los romanos. Esto comportó una notable reforma política y militar de la sociedad romana, de ahí la necesidad de impulsar la construcción de infraestructuras y de crear espacios de reunión como el Foro y el Circo.

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Servio Tulio, el legislador

A Tarquinio Prisco le sucedió su yerno Servio Tulio, también de origen etrusco. Su reinado se centró en las reformas necesarias debido a la expansión territorial y demográfica de Roma, especialmente en el ámbito legislativo, pero también urbanístico, con la creación de las primeras murallas que abarcaban las tradicionales siete colinas.

Su legislación tuvo un impacto perenne en la historia de Roma, puesto que por una parte ligaba el poder político a la riqueza (lo cual favorecía a los patricios) pero por otra aseguraba que los plebeyos tuvieran también sus representantes electos para velar por sus derechos. Para ello creó el primer censo de la historia romana, basado por una parte en el poder adquisitivo y por otro en lo que podríamos llamar barrios de la ciudad, creando diversos organismos de representación ciudadana en base a estos factores.

El Foro de Roma

El Foro de Roma

El Foro fue el espacio público más importante de la ciudad y un lugar en constante crecimiento, desde la época monárquica hasta la imperial.

Foto. Marcel Roblin (CC)

Tarquinio, el Soberbio

El apodo del séptimo y último rey de Roma lo dice todo. Lucio Tarquinio, llamado "el soberbio", era nieto (o menos probablemente, hijo) de Tarquinio Prisco y accedió al trono en el apogeo del poder de la monarquía romana, algo que aprovechó en beneficio propio: las fuentes clásicas mencionan que gobernó como un tirano, mediante la violencia y el terror, lo que finalmente provocaría su caída. La gota que colmó el vaso fue la violación de Lucrecia, una patricia romana, a manos de su hijo: esta prefirió el suicidio a vivir con su honor “mancillado” y un pariente suyo, Lucio Junio Bruto, incitó al Senado a expulsar a los Tarquinios de Roma y establecer una república.

El final de la monarquía romana dejó una impronta imborrable en la memoria colectiva de Roma, que desde entonces detestó la monarquía como sistema político. Siglos más tarde Julio César fue asesinado por un descendiente de Bruto, bajo la acusación de querer coronarse rey; y los emperadores romanos se guardaron mucho de adoptar títulos y maneras reales: quienes actuaron como tales, como Calígula o Nerón, generalmente terminaron asesinados.

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