Convertido en el conflicto más importante y devastador de la historia, la Segunda Guerra Mundial involucró de manera directa o indirecta a decenas de países de todo el mundo. Divididos en dos bandos principales, las potencias del Eje estuvieron lideradas por la Alemania nazi, la Italia fascista de Mussolini y el Imperio japonés. Por su parte, las potencias Aliadas estuvieron comandadas por el Reino Unido, con Winston Churchill a la cabeza, Estados Unidos, liderado por el presidente Franklin D. Roosevelt, y la Unión Soviética de Iósif Stalin.
Las potencias del Eje
A las tres potencias del Eje se unirían otros países que desempeñaron su papel como fuerzas de apoyo, aportando tropas y suministros. Los sistemas de gobierno de estos países, muy similares entre ellos, hicieron posible una alianza que (con el apoyo tácito de España) estaba formada por gobiernos dictatoriales o autoritarios que compartían grandes dosis de nacionalismo y una política exterior extraordinariamente expansionista.

Entrada de Adolf Hitler en Danzig el 19 de septiembre de 1939.
Foto: Cordon Press
Alemania
Tras su llegada al poder en el año 1933, Adolf Hitler puso fin a la República de Weimar (régimen político vigente en Alemania entre los años 1918 y 1933, que surgió después de la disolución del Imperio alemán, tras su derrota en la Primera Guerra Mundial) e instauró el dictatorial Tercer Reich. Hitler impulsó políticas nacionalistas, antisemitas y expansionistas con el fin de reunir en un único estado a todos los alemanes, asegurar la supuesta pureza racial del pueblo alemán o ario y proporcionarle el espacio vital o Lebensraum al que consideraba que tenía derecho. Éstas fueron las razones subyacentes en la ideología nazi que condujeron a la anexión de Austria y de los Sudetes checos en 1938, a la invasión de Checoslovaquia en marzo de 1939 y a la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939, lo que daría inicio a la Segunda Guerra Mundial. Dos días más tarde, el 3 de septiembre de 1939, Reino Unido y Francia declararon la guerra a Alemania. Por su parte Italia, que había firmado el denominado Pacto de Acero con el Tercer Reich, se unió a la causa de Adolf Hitler. De este modo, Alemania, que contaba con el ejército más numeroso y preparado de este bando, se convirtió en la principal potencia del Eje.
Italia
Desde su ascenso al poder en 1922, Benito Mussolini, fundador del Partido Nacional Fascista de Italia, instauró en el país una política nacionalista y expansionista que acabaría influyendo en el propio Adolf Hitler. En el año 1936 se firmó un tratado de amistad, conocido como Pacto de Acero, entre ambas naciones, que ya se habían enfrentado a la Sociedad de Naciones Europea, precursora de las Naciones Unidas.
Mal preparada para la guerra, las aventuras bélicas de Mussolini acabaron implicando a su aliado alemán, que tuvo que acudir en su ayuda, como sucedió con el ataque a las fuerzas británicas en Egipto desde Libia, en junio de 1940, o la invasión de Grecia, en octubre de ese año. En 1943, los Aliados invadieron gran parte de Italia y el gobierno de Mussolini cayó, siendo este encarcelado. Finalmente, gracias a la ayuda de Adolf Hitler, el dictador italiano pudo escapar y formar la República Social Italiana, más conocida como República de Saló, en la zona de la Italia ocupada por la Alemania nazi, a la que siguió prestando su apoyo.
Japón
Japón se había apoderado de la provincia china de Manchuria en 1931, instalando allí un Estado títere, y en 1937 invadió China. Su derrota en la batalla de Jaljin Gol ante la URSS en 1939 detuvo la expansión japonesa hacia el norte, llegando a un acuerdo de neutralidad con los soviéticos. Las tres potencias del Eje firmaron el 27 de septiembre de 1940 el llamado Pacto tripartito, cimentado en la existencia de la URSS como enemigo de Alemania y Japón.
El Imperio japonés sí que fue capaz de librar por su cuenta la guerra del Pacífico, conflicto que tuvo su inicio en 1941 cuando Japón decidió atacar sin previa declaración de guerra Pearl Harbor, la base de la Flota del Pacífico estadounidense. Este hecho se revelaría clave para el futuro devenir de la guerra ya que supuso la entrada en la contienda de los norteamericanos, con lo que la balanza empezó a desequilibrarse irremediablemente para el Eje.
- Además de por estas tres potencias principales, el Eje también estuvo formado por otros países, cuyo papel fue más bien secundario:
- Aliados del Eje: Hungría, Rumania y Bulgaria enviaron tropas a los principales frentes de batalla y acabaron por unirse al Pacto Tripartito.
- Co-beligerantes: Finlandia, Tailandia, Irán e Irak combatieron contra los mismos enemigos que las potencias del Eje, aunque sin ser sus aliados.
- Gobiernos colaboracionistas: Alemania contó con el apoyo de diversas entidades estatales formadas en los territorios europeos ocupados por el Eje: la Francia de Vichy; el Protectorado de Bohemia y Moravia, la República Eslovaca, surgidos de la partición de Checoslovaquia; el Estado Independiente de Croacia, el Estado Independiente de Montenegro y el Gobierno Nacional de Salvación de Serbia, nacidos tras la conquista de Yugoslavia; el Gobierno General de Polonia; ls República Social Italia, formada tras la invasión aliada de Italia, o el Gobierno Nacional de Hungría, nacido después de que los alemanes depusieran al regente Miklós Horthy.
Los Aliados
Por su parte, las principales potencias del bando aliado fueron en un principio Francia y Gran Bretaña, los primeros países en declarar la guerra a la Alemania de Hitler tras la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939. Días más tarde se les unieron países como Canadá, Australia y Nueva Zelanda luego lo hicieron la URSS, tras la invasión de su territorio por Alemania en junio de 1941, y Estados Unidos, después del bombardeo de Pearl Harbor en diciembre de ese mismo año. Además de estas cuatro potencias, muchos gobiernos mostraron su apoyo a los Aliados tanto en Asia como en Europa, América del Sur, África y Oceanía.

Winston Churchill (izquierda), Franklin D. Roosevelt (centro) y Iósif Stalin (derecha), los principales dirigentes aliados en Yalta.
Foto: PD
Gran Bretaña
Deseosos de evitar una contienda como la Gran Guerra, que había costado millones de vidas e ingentes recursos económicos, y creyendo que sus medios militares aún no estaban a la altura de los de Alemania, los británicos aceptaron la de Austria y de los Sudetes checoslovacos por Hitler para darle satisfacción. Pero la invasión de Polonia en septiembre de 1940 reveló el fracaso de esta política, llamada “de apaciguamiento”, seguida por el primer ministro Neville Chamberlain. Su sustitución por Winston Churchill, partidario de luchar, hizo que Hitler perdiera la esperanza de llegar a un acuerdo con el Reino Unido que había abrigado hasta entonces.
Francia
Francia, junto con el Reino Unido, declaró la guerra a Alemania tras la invasión de Polonia. Pero sus ejércitos no estaban lo suficientemente bien preparados para vencer a unas tropas alemanas que, haciendo uso de su famosa guerra relámpago (blitzkrieg), lograron derrotar al ejército francés sin demasiadas dificultades. Tras su conquista, Francia se dividió en dos zonas: la ocupada por los alemanes y la llamada Francia de Vichy porque tenía su capital en esta ciudad; era un Estado satélite con el general Pétain, un antiguo héroe de la Gran Guerra, como su líder. Frente a este régimen colaboracionista se situaba la Francia Libre del general De Gaulle, exiliado en Londres.
Unión Soviética
Ante las reticencias de franceses y británicos a llegar a un acuerdo con la URSS, y con el fin de preparar tiempo para enfrentarse a una guerra inevitable, la URSS de Stalin firmó en agosto de 1939 un tratado de no agresión con Alemania (el llamado pacto Ribbentrop-Mólotov, por los ministros de exteriores que lo acordaron) que incluyó el reparto de Polonia entre ambos Estados y la división de Europa Oriental en esferas de influencia. Hitler rompió el pacto al invadir la Unión Soviética en 1941, lo que provocó la inmediata declaración de guerra por parte de Stalin. Con ello, la URSS se sumaba al Reino Unido, el único país de Europa que resistía el embate del Tercer Reich.
Estados Unidos
En un primer momento, el gobierno y los ciudadanos estadounidenses se hallaban divididos sobre la necesidad de entrar en un conflicto armado en Europa. Así, a pesar de abastecer con armas a Gran Bretaña, Estados Unidos permaneció neutral durante los dos primeros años de guerra, aunque el ataque sin previo aviso de los japoneses a Peral Harbor en 1941 acabó de decidir a los remisos estadounidenses a participar activamente en la contienda. Franklin D. Roosevelt, por aquel entonces presidente del país, declaró la guerra a Japón y, con ello, a Alemania e Italia, lo que supondría un cambio radical en el devenir del enfrentamiento a favor de los Aliados.