judit uffizi
Foto: Gallerie degli Uffizi
Àlex Sala
Periodista especializado en Arte e Historia del Arte
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Foto: Galleria Nazionale d'Arte Antica
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Un tema violento pero usual
Judit decapitando a Holofernes es el momento culminante del episodio bíblico que narra el asesinato del general asirio Holofernes por parte de la israelita Judit. La hebrea sedujo y emborrachó al temible general y, cuando este se quedó dormido, aprovechó para decapitarlo con su propia espada. El relato fue tenido como histórico hasta el siglo XIX y fue representado por diferentes artistas a lo largo de la historia, aunque ninguna de ellas tan sangrienta y real como el óleo Judit y Holofernes que pintó Caravaggio en 1599 y que en la actualidad cuelga de las paredes de la Galería Nacional de Arte Antiguo de Roma.
Foto: Museo nazionale di Capodimonte (i.) / Galleria degli Uffizi (d.)
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Una escena repetida
Artemisia Gentileschi debía conocer la obra del maestro del tenebrismo y, sin duda, se inspiró en ella para su pintura, añadiéndole más violencia y crudeza, si cabe. Gentileschi recreó profusamente el implacable plan de Judit y su sirvienta en varias obras a lo largo de su vida, con las dos mujeres metiendo la cabeza de Holofernes en un cesto o llevándosela al huir de la tienda de campaña del general. De hecho, la artista pintó al menos dos versiones de la decapitación de Holofernes: la primera es una pintura realizada hacia 1613 que en la actualidad está expuesta en el Museo de Capodimonte de Nápoles. En la imagen sobre estas líneas pueden observarse las dos obras, la versión de 1613, a la izquierda, y la de 1620, de mayor tamaño y plano más abierto.
Foto: Galleria degli Uffizi
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Realidad cruda
Entre ambas obras, Gentileschi realizó una evidente evolución artística. Pero también se aprecian modificaciones respecto a la obra de su admirado Caravaggio que aumentan la intensidad de la lucha, como la cantidad de sangre derramada y su distribución. En la pintura de Artemisia el chrorro de sangre brota de forma mucho más realista, salpicando a las dos mujeres, y el líquido se desparrama de manera mucho más veraz ensuciando las sábanas.
Foto: Galleria degli Uffizi
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Víctima indefensa
Por su parte, Holofernes yace en su cama con finas sábanas de blancas y de terciopelo rojo. Cuando quiere darse cuenta de la agresión que acabará con su vida ya es demasiado tarde. No puede ni gritar, ya que Judit ha seccionado sus cuerdas vocales con su propia espada.
Foto: Galleria degli Uffizi
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Protagonistas
En la comparación de la obra de Gentileschi y la de Caravaggio salta a la vista el nivel de implicación emocional de las dos protagonistas del asesinato. Mientras la Judit caravaggiesca y su asistenta se mantienen a una distancia prudencial de su víctima, Artemisia retrata a las dos mujeres en plena tensión física y mental para acabar con la vida de Holofernes. ¿Por qué esta saña? Durante toda su vida, Artemisia Gentileschi tuvo que enfrentarse al menosprecio masculino y al desprecio por no aceptar el papel que la sociedad reservaba a la mujer, en casa o en un convento. Pero el episodio más trágico de su vida fue, sin duda, la violación que sufrió a manos de uno de sus maestros y amigo de su padre, Massimo Tassi. El crimen se saldó con una leve condena que el violador no llegó a cumplir completa. Es por ello que la obra de Gentileschi se ha leído, muchas veces, como una venganza incruenta contra la maldad masculina y la violencia física que ejercen sobre las mujeres.
Foto: Galleria degli Uffizi
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Sororidad
La asistenta de Judit se limita a contemplar la escena, apartada, en la pintura de Caravaggio. En cambio, la escena recreada por Artemisia Gentileschi la implica directamente en el crimen, sosteniendo con fuerza los brazos del gigante asirio para que no pueda defenderse. La sororidad de la asistenta de esta Judit es, tal vez, la que no encontró Artemisia entre sus conocidas después de la violación.
Foto: Galleria degli Uffizi
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Una cuestión personal...
La identificación de Judit como Gentileschi es más que probable contemplando el rostro de la hebrea, un evidente autorretrato de la propia artista. La mirada y el esfuerzo físico de Judit/Artemisia, plasmado en unas muñecas que se retuercen para sujetar la cabeza de Holofernes y agarrarlo del pelo mientras le rebana el pescuezo, también evidencian una implicación emocional en lo que hace. Es algo personal.
Foto: Galleria degli Uffizi
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... Sin ninguna duda
Si quedaba alguna duda sobre la analogía entre Judit y Artemisia, el brazalete que luce la protagonista del cuadro la despeja. En él aparece una imagen de la diosa Artemisa, de la que proviene el nombre Artemisia. Artemisa, hija de Zeus y Leto, era la divinidad griega de la caza, los animales salvajes y las doncellas. A menudo se la representaba con un arco, un atributo característico de la diosa por su condición de divinidad cazadora.
Foto: Galleria degli Uffizi
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Texturas
La pintura va mucho más allá de la proyección vengativa y la rabia de su autora. Gentileschi crea verdaderas texturas para representar los diversos materiales, las sábanas de terciopelo rojo que cubren el cuerpo de Holofernes difieren de las finas telas que cubren la cama o el vestido sedoso de Judit. Todo ello contrasta con el frío acero de la hoja de la espada que parece reflejar la penumbra.
Foto: Galleria degli Uffizi
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Juego de luces y sombras
Pero si por algo destaca la obra de Artemisia Gentileschi es por su dominio del claroscuro, que nada tiene que envidiar al de su maestro Caravaggio. Un foco de luz de origen desconocido sirve para iluminar la escena, resaltar la agónica escena y dar volumen al cuadro gracias a la zona de penumbra que provoca la intensa luz.
Foto: Galleria degli Uffizi
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Volumen
Esta luz se desvanece gradualmente creando zonas de penumbra magistralmente trabajadas para dar volumen a los objetos. Es el caso de la cama en la que yace Holofernes, cuyos colores van perdiendo brillo e intensidad a medida que se alejan del foco de la obra hasta que el mueble se pierde en la oscuridad
Foto: Galleria degli Uffizi
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Un contraste dramático
Ese mismo foco de luz que ilumina y destaca lospersonajes dota a la pintura de un realismo reforzado con los contrastes de luz y oscuridad en las figuras. La proyección de sombras de las extremidades sobre las caras de Judit y su criada enfatizan asimismo el dramatismo de la escena.