Historia del Arte

Los secretos artísticos que esconde el "Adán y Eva" de Durero

adan y eva

adan y eva

Foto: Museo del Prado

Grabador, pintor y xilógrafo excepcional, Alberto Durero es el mayor exponente del Renacimiento alemán. Admirador del arte italiano, se interesó por la representación de las perfectas proporciones humanas y a inicios del siglo XVI ejecutó estas dos pinturas tras regresar de su segundo viaje a Italia, donde se había empapado de las corrientes revolucionarias que sacudían allí el mundo del arte.

Adán y Eva son un perfecto ejemplo de la síntesis de los gustos italianos imperantes en esa época por la búsqueda del ideal de belleza humano y las proporciones perfectas y la tradición alemana en los detalles, que pueden apreciarse en un trabajo minucioso tanto de los retratados como de los elementos que los rodean.

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Humanismo alemán

Foto: Städel Museum

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Humanismo alemán

Durero realizó en 1504 este grabado: Adán y Eva (La caída del hombre) –considerado el antecedente directo de las obras del Prado– en el que ya dejó patente su dominio del dibujo y sus conocimientos de anatomía humana.

De escena simbólica...

Foto: Städel Museum

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De una escena simbólica...

El grabado debe ser leído en clave religiosa. En él aparecen numerosos elementos que simbolizan el pecado original y la caída en desgracia de la humanidad, por culpa según el relato religioso de la mujer. El gato a los pies de Eva encarnaría la astucia, mientras que el ratón encarnaría la docilidad de Adán.

oda cuerpo

Foto: Museo del Prado

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... A una oda al cuerpo humano

Las pinturas del Prado, en cambio, ya no reflejan un tema religioso, sino que son dos estudios de desnudos. Durero ya no está preocupado por la lectura religiosa y las enseñanzas morales derivadas del episodio del Génesis, ahora sitúa sus figuras sobre un fondo negro y prescinde de elementos supérfluos. Tan solo mantiene el árbol del bien y del mal (casi escondido) y la serpiente. Lo importante es el cuerpo humano, su belleza y armonía.

Regreso a los clásicos

Foto: Galleria degli Uffizi

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Regreso a los clásicos

Durero tomó contacto en Italia con las nuevas inquietudes artísticas que se interesaban por los temas de la mitología clásica y el estudio y representación del cuerpo humano y la belleza. Los artistas italianos canalizaron la representación carnal a través de imágenes de seres mitológicos de la antigüedad clásica. El nacimiento de Venus, ejecutada en la década de 1480, recoge esos nuevos aires que se imponían en el mundo del arte en Italia.  

¿Sensualidad fuera de lugar?

Foto: Museo del Prado

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¿Sensualidad fuera de lugar?

A diferencia de los artistas italianos, Durero eligió figuras de la religión cristiana, que no estaban asociados a la imagen de sexualidad y hedonismo que imperaba en la mitología clásica. Sus miradas parecen ir al encuentro. Adán entreabre la boca en un gesto y una mirada de deseo que al juntar los retratos parece dirigida a Eva. Ella, a pesar de caminar hacia adelante, gira su mirada en dirección a donde estaría su pareja.  La exaltación de la belleza y de la sensualidad de personajes bíblicos, más propia de la mitología grecolatina, puede leerse en clave simbólica como el reflejo de la perfección de la creación de Dios antes que el pecado la estropeara.

Venus y Eva

Fotos: Galleria degli Uffizi / Museo del Prado

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Venus y Eva

El parecido de su Eva con la Venus de Botticelli es evidente. Incluido el uso de un ligero contraposto en el cuerpo de Eva, generado por la posición avanzada de su pie derecho. Aunque en sus viajes a Italia no pasara por Florencia, ya que su destino era la ciudad de Venecia, viendo ambas figuras cuesta creer que Durero no conociera la existencia de una obra cuya fama traspasaba fronteras.

Fotos: Bridgeman / Museo del Prado

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Modelos clásicos

Lo cierto es que todas estas representaciones renacentistas, incluída la Venus de Botticelli, bebían de las fuentes clásicas, en concreto de las Venus púdicas, llamadas así porque dejaban ver sus pechos mientras se cubrían el pubis. Es el caso de la Venus Capitolina, expuesta en los Museos Vaticanos.

Fotos: Bridgeman / Museo del Prado

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Adán y Apolo

De la misma manera, Adán es representado como un Apolo. Joven, con un cuerpo moldeado pero para nada exagerado. La escultura sobre estas líneas, del sigo I d.C., copia de un trabajo de Praxíteles ( siglo IV a.C.) es un ejemplo de las formas que los artistas renacentistas estaban recuperando para sus creaciones.  

Foto: Museo del Prado

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El cuidado de los detalles

Durero cuida cada elemento de la pintura, como el tallo astillado al coger el fruto. El manzano está representado con un realismo extraordinario.prueba de su pericia como dibujante son el tronco ahuecado en su base y colonizado por el musgo y las hojas de las ramas, cuidadas en cada mínimo detalle hasta parecer reales.

Foto: Museo del Prado

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Personajes muy humanos

A pesar de que encarnan un ideal de belleza serena típico de la antigüedad, la maestría en los detalles de Durero otorga un gran naturalismo a las dos figuras, Unos labios carnosos (ella con un lunar en el mentón y él con los incisivos ligeramente separados), músculos en tensión, con la vena marcada en el brazo de Adán, o los pliegues de la piel de las rodillas de Eva son detalles que humanizan a los personajes.

Foto: Museo del Prado

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Maestro de las manos

Si hay alguna parte del cuerpo humano difícil de representar, aunque no lo parezca, son las manos. Alberto Durero era un verdadero virtuoso recreando estas extremidades. Las de Adán y Eva muestran delicados gestos para asir las ramas o la reluciente manzana.  

Para saber más

Auto retrato de Alberto Durero realizado en el año 1497 y que puede admirarse en el Museo del Padro de Madrid.

Alberto Durero, el genial pintor del Renacimiento alemán

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