Tras un enorme mostacho muy típico de su época se escondía el serio semblante de Salomon August Andrée, un hombre con una insaciable sed de conocimientos y aventuras. Pero lo que Andrée no podía saber es que esa ambición acabaría costándole la vida. Nacido el 18 de octubre de 1854 en la localidad sueca de Gränna, Andrée era un tipo inconformista al que le gustaba averiguar las cosas por sí mismo y que se hacía constantes preguntas sobre el mundo que le rodeaba, cuestiones a las que pretendía dar una respuesta inteligente y lógica.
A principios del siglo XX, la exploración ártica era el sueño de cualquier aventurero, como Andrée, quien, evidentemente, no era una excepción. El ingeniero sueco veía cómo sus vecinos noruegos realizaban conquistas una detrás de otra y organizaban expediciones para adentrarse en los lugares más remotos del globo. Exploradores como Fridtjof Nansen, quien, a bordo del revolucionario Fram, un buque capaz de resistir la presión lateral de los hielos, era la envidia de Andrée. Finalmente, decidido a no quedar atrás en aquella inacabable carrera por viajar a los destinos más helados del planeta, fue cuando el sueco se planteó una idea que muchos tildaron, como mínimo, de alocada: llegar al Polo Norte en globo.

El globo de Salomon August Andrée antes de partir en su peligrosa aventura.
Foto: PD
¡Es posible volar al Polo Norte!
Y es que la pasión por la aventura le venía de lejos. Con apenas veintidós años, en 1876, Andrée asistió a la Exposición del Centenario en Filadelfia, donde trabajó como conserje en el Pabellón de Suecia. Durante su estancia americana, el joven conoció al aeronauta estadounidense John Wise, lo que marcaría el inicio de su fascinación por los viajes en globo. Una vez de regreso a su país, entre los años 1880 y 1882, Andrée se convirtió en asistente del Instituto Real de Tecnología y participó en una expedición científica a la isla Spitsbergen (la más grande de Noruega, situada al norte, y la única que mantiene una población permanente), dirigida por el meteorólogo Nils Ekholm, en la que se ocupó de estudiar la electricidad del aire. Pero, paradójicamente, serían esos fuertes vientos lo que hicieron fracasar la expedición.
Con veintidós años en 1876, Andrée asistió a la Exposición del Centenario en Filadelfia, donde trabajó como conserje en el Pabellón de Suecia.

Partida del Örnen (El Águila) el 11 de julio de 1897.
Foto: Andréemuseet, Gränna, Suecia
En 1893, Andrée persuadió al editor del Aftonbladet, un periódico vespertino de Estocolmo, para que le proporcionara un globo aerostático que sirviera "para promover el bienestar público y la ciencia”. Bautizado como Svea, Andrée realizó nueve viajes en él (entre ellos, una increíble travesía sobre el mar Báltico) recorriendo un total de 1.500 kilómetros. Durante sus vuelos, el explorador realizó numerosas observaciones meteorológicas, estudió la velocidad del aparato y probó las cuerdas de remolque que él mismo había inventado y con las que podía maniobrar el globo. Andrée se convirtió, de este modo, en el primer aeronauta de Suecia, y precisamente por ese motivo no pudo compartir ni contrastar sus conocimientos y experimentos con nadie. Pero, a pesar de ello, en 1895 sorprendió a todo el mundo al hacer un anuncio increíble: "¡Es posible, y factible, que un globo vuele al Polo Norte!".
¿Cómo puede un globo permanecer tanto tiempo en el aire?
Andrée puso tanta pasión en su su proyecto que incluso los más escépticos finalmente accedieron a escuchar sus explicaciones: "Los vientos son constantes", señaló el ingeniero. "Desde Spitsbergen casi se puede contar con un viento del norte de dos semanas de duración. Llevará un globo a través del techo del mundo y más allá de Alaska", afirmaría convencido el aeronauta. Pero "¿Cómo puede un globo permanecer en el aire tanto tiempo?", le preguntaron, a lo que Andrée contestó sin dudarlo: "En el verano, las condiciones serían ideales. La luz del día constante mantendría la variación de temperatura dentro de unos pocos grados. Por lo tanto, el gas no se expandiría mucho ni se contraería. El resultado sería una cantidad mínima de fugas y no sería necesario cerrar con válvula del precioso gas. Al unir una vela a la bolsa, un globo podría aumentar la velocidad para cubrir la distancia dentro del período de 15 a 20 días de flotabilidad que podría tener su embarcación".
Al unir una vela a la bolsa, un globo podría aumentar la velocidad para cubrir la distancia dentro del período de 15 a 20 días, según las previsiones de Andrée.

La tripulación de la expedición, de izquierda a derecha, GVE Swedenborg (suplente), N. Strindberg, K. Fraenkel y Salomon August Andrée.
Foto: Andréemuseet, Gränna, Suecia
Así pues, el 31 de mayo de 1896, tras de más de un año de preparación, la expedición de Andrée partió de Estocolmo en medio de una gran expectación y, también, de un enorme fervor patriótico. Los titulares de todo el mundo se hicieron eco de la partida de André de la isla danesa de Spitsbergen a bordo del Örnen (El águila), un globo que contaba con el patrocinio de la Real Academia Sueca de Ciencias y con la financiación del rey Óscar II y del empresario Alfred Nobel. Pero la cosa acabó en fracaso. A pesar de ello, Andrée no se rindió. El 11 de julio de 1897 volvió a intentarlo junto al ingeniero Knut Frænkel y el fotógrafo Nils Strindberg. Andrée logró navegar durante 65 horas. Sin embargo, nada más despegar, las tres cuerdas deslizantes que se suponía que se arrastraban sobre el hielo y, por lo tanto, funcionaban como una especie de timón, se perdieron.
Héroe nacional
Ya en pleno vuelo, el globo se vio atrapado por los fuertes vientos provocados por una tormenta que azotaba con violencia la región. El viento y la lluvia formaron una capa de hielo sobre el globo que, debido al peso, le impedía volar adecuadamente. Por ese motivo, los expedicionarios se vieron obligados a descender sobre el hielo. A pesar de que el aterrizaje se realizó de manera controlada, una de las cuerdas se enganchó en una roca y Andrée y su grupo se hundieron en la banquisa (hielo a la deriva). Afortunadamente el globo pudo enderezarse y volar durante una hora más, aunque había sufrido graves desperfectos. Dos meses después, a principios de octubre, los expedicionarios llegaron a Kvitøya, una isla deshabitada del archipiélago noruego. Fue allí donde todos acabarían perdiendo la vida.
Tras más de dos meses volando, a principios de octubre los expedicionarios llegaron a Kvitøya, una isla deshabitada del archipiélago noruego.

Fotografía de Nils Strindberg en la que se ve a Andrée y a Knut Frænkel junto al Örnen poco después de su descenso a la banquisa.
Foto: PD
Las notas del diario y las observaciones terminan tan solo unos días después de la llegada del grupo a Kvitøya. ¿Qué pasó a continuación? Todo parece indicar que murieron al poco tiempo. Una de las teorías sugiere que los expedicionarios, desesperados, podrían haberse suicidado ingiriendo opio, aunque parece poco probable. Lo que sí es seguro es que las anotaciones indican que los tres hombres sufrieron problemas digestivos, enfermedades y agotamiento durante la travesía sobre el hielo, así que lo más probable es que sus muertes tuvieran algo que ver con la ingestión de carne de oso polar portadora de la Trichinella, un parasito que provoca la triquinosis. Existen más hipótesis, como la que sugiere el explorador Vilhjalmur Stefansson, que apunta en su libro Misterios sin resolver del Ártico a que Nils Strindberg pudo morir mientras perseguía un oso y que Andrée y Frænkel se asfixiaron con el monóxido de carbono de una estufa que no funcionaba bien mientras cocinaban en su tienda.

Control de equipos, en este caso un trineo. Desde la izquierda, Strindberg, Andrée y Swedenborg.
Foto: Andréemuseet, Gränna, Suecia
Sea como fuere, hasta que se encontró el último campamento de Andrée, en 1930, el destino de la expedición fue objeto de innumerables especulaciones. Ese año, la expedición noruega Bratvaag encontraría los restos de la expedición sueca, incluidos dos cuerpos, y un mes después, el navío M/KIsbjørn hizo nuevos hallazgos, entre ellos el de un tercer cuerpo. Se recuperaron también diarios, negativos fotográficos, una grabación, la embarcación y diversos utensilios. Por fin se había logrado localizar a los desaparecidos, cuya repatriación se convirtió en un evento nacional. Los exploradores suecos recibieron en su país un funeral de Estado y sus cuerpos fueron posteriormente incinerados. Sus cenizas reposan juntas en el cementerio Norra begravningsplatsen, en Estocolmo. Y hasta ahora no se ha logrado establecer con total certeza la causa de sus muertes en aquel lejano desierto de hielo.