En el apogeo del III Reich, nadie estaba a salvo de ser delatado, de los juicios arbitrarios o de ser ejecutado. Teniendo en cuenta esas peligrosas circunstancias, puede surgir la pregunta ¿no había nadie que hiciera algo al respecto? La respuesta es un rotundo sí. En aquella época surgieron algunos movimientos de resistencia formados por socialdemócratas o comunistas, había otros de carácter religioso, tanto católicos como protestantes, y otros estuvieron compuestos por intelectuales alemanes, como es el caso de un grupo de alumnos de la Universidad de Múnich conocidos como "La Rosa Blanca".
Honradez y vergüenza
Con el lema "la pluma contra la espada", La Rosa Blanca era un grupo reducido de alumnos de la Universidad de Múnich, liderados por los hermanos Sophie y Hans Scholl. Junto a ellos había otros estudiantes como Christoph Probst, Willi Graf y Alexander Schmorell. El profesor Kurt Huber se uniría al grupo más tarde por recomendación de Sophie Scholl. La temible Gestapo, la eficaz policía política del Tercer Reich, sabía de las actividades de este grupo, pero era incapaz de frenar su expansión o de descubrir la identidad de sus miembros.
La terrible Gestapo, la eficaz Policía del Tercer Reich, sabía de las actividades de este grupo, pero era incapaz de frenar su expansión o descubrir la identidad de sus miembros.
Inspirados por los sermones del obispo de Münster, el cual también era un firme opositor del nazismo, Hans y sus compañeros empezaron a distribuir panfletos escritos a máquina denunciando al régimen. Con frases tan incendiarias como "cualquier alemán honesto se avergüenza de su gobierno actual" o "un gobierno que comete los crímenes más horribles, crímenes que sobrepasan ilimitadamente cualquier medida humana", los miembros de La Rosa Blanca afirmaron que cualquiera que no actuara era cómplice de esos crímenes y suplicaron a toda la población que se organizase en una gran "resistencia pasiva".
La Gran Alemania
La Rosa Blanca también denunció en un segundo panfleto las atrocidades cometidas contra la población judía: "Aquí vemos el más espantoso crimen en contra de la dignidad humana, un crimen que no tiene paralelo en toda la historia puesto que los judíos también son seres humanos". Tampoco se mordían la lengua a la hora de criticar al Führer: "Todas las palabras que salen de la boca de Hitler son mentiras". Llenos de referencias a Goethe, Aristóteles, Schiller, el libro del Eclesiastés o a Lao-Tse, los panfletos concluían con frases como éstas: "No guardaremos silencio" o "Somos su conciencia. La Rosa Blanca no los dejará en paz".
Los panfletos concluían con frases como éstas: "No guardaremos silencio", "Somos su conciencia. La Rosa Blanca no los dejará en paz".
A finales de junio y mediados de julio de 1942, estos panfletos aparecieron en buzones de correos y se difundieron entre los estudiantes afines al movimiento. El propio Hans, como miles de jóvenes de su edad, había formado parte de las Juventudes Hitlerianas y había creído en la gran Alemania que propugnaba Hitler. Pero a pesar de su patriotismo, todos creían que el gobierno nacionalsocialista ocultaba un lado oscuro y que su aclamado líder no era la persona que muchos creían. Durante la contienda, Hans, Schmorell, Graf y Probst fueron enviados al frente oriental donde pudieron comprobar en persona el descalabro militar tras la derrota alemana en Stalingrado donde 300.000 soldados fueron abandonados a su suerte por su propio líder.

Fotograma de la película "La Rosa Blanca" dirigida por Michael Verhoeven en 1982, con Lena Stolze y Wulf Kessler como Sophie y Hans Scholl respectivamente.
Foto: CordonPress
El fin de la asociación
Al regresar del frente, el grupo emitió dos panfletos más, en los que advertían de que tras el fracaso en Stalingrado la derrota final era inevitable. En dichos panfletos se formulaba una pregunta: "¿Tendremos que ser por siempre una nación odiada y rechazada por toda la humanidad?". No conformándose sólo con los panfletos, Hans, Schmorell y Graf salían por las noches y hacían pintadas en la avenida principal de Múnich en las que podía leerse: "Abajo Hitler" y "Libertad".
Por las noches, los miembos de La Rosa Blanca hacían pintadas en la avenida principal de Múnich en las que podía leerse: "Abajo Hitler" y "Libertad".
El 18 de febrero de 1943, Hans y Sophie, decididos a distribuir panfletos en la universidad, dejaron varios paquetes en los pasillos. Cuando estaban a punto de irse, Sophie vio que había unas copias en su maleta. Se dirigió a lo alto de una de las escaleras que daban a un patio y los lanzó, sin darse cuenta de que Jakob Schmid, el encargado de mantenimiento y un ferviente simpatizante del partido nazi, la estaba mirando. Rápidamente, Schmid cerró las puertas de la facultad y comunicó a las autoridades el incidente. Los hermanos fueron arrestados y trasladados al palacio de Wittelsbach, el cuartel general de la Gestapo, donde poco después también llegó arrestado Christoph Probst. Fueron interrogados durante varios días, pero se negaron a implicar al resto de integrantes del grupo. "Desde las llamas de Beresina y Stalingrado los muertos nos convocan", ése fue el último panfleto lanzado por La Rosa Blanca.
¡Que viva la libertad!
El juicio contra los miembros de La Rosa Blanca fue, evidentemente, una pantomima. El encargado de dirigir el proceso fue Roland Freisler, un abogado, militar, político y presidente del Tribunal Popular o Corte del Pueblo, que llegó desde Berlín expresamente para ello y actuó más como fiscal que como juez. A lo largo del juicio, Freisler no dejó de gritar, de golpear la mesa y de tachar de traidores a los jóvenes acusados. Después de tres horas de juicio, el juez dictó sentencia: culpables de alta traición. Para aquel delito sólo había una pena: la muerte. Freisler estableció que fuera por decapitación, y tan sólo unas poca horas después de haberse dictado la sentencia, la tarde del 22 de febrero de 1943, se llevaron a cabo las ejecuciones.
Condenados por alta traición, los acusados fueron condenados a morir decapitados. La sentencia se llevó a cabo tan sólo unas pocas horas después del juicio.
Los padres de Sophie y Hans les visitaron antes de su ejecución y su madre les dijo: "Estoy orgullosa de vosotros". Por su parte, el padre tuvo una acalorada intervención durante el juicio ante el temible juez Roland Freisler: "Si nadie defiende a mis hijos lo voy a hacer yo. Hoy somos nosotros, pero mañana será su turno, nosotros estamos en la verdad, pero usted no". Sophie fue la primera en subir al cadalso donde esperaba la guillotina. Tras ella, le llegó el turno a Cristoph Probst. Hans Scholl, al grito de "que viva la libertad", fue el último. Tras las ejecuciones, la Gestapo prosiguió con sus investigaciones y los demás miembros de La Rosa Blanca acabaron detenidos. Entre abril de 1943 y octubre de 1944 se celebraron los juicios que se saldaron con cuatro nuevas condenas a muerte y numerosas penas de prisión por colaboración.
"Si nadie defiende a mis hijos lo voy a hacer yo. Hoy somos nosotros, pero mañana será su turno, nosotros estamos en la verdad, pero usted no".
Con la muerte de sus fundadores, La Rosa Blanca desapareció, pero sus palabras, la única arma que aquellos jóvenes idealistas emplearon contra el régimen nazi, no cayeron en el olvido. Una copia de su último panfleto cayó en manos del abogado alemán, contrario al nazismo, Helmuth James Graf von Moltke, quien, con la ayuda de colaboradores en los países nórdicos, hizo llegar el último panfleto a Londres. Los aliados lanzaron miles de estos documentos sobre Alemania desde sus aviones. Bajo el titulo El manifiesto de los estudiantes de Múnich, en ellos se podía leer: "Nuestro pueblo se alza contra la esclavización de Europa a manos del nacionalsocialismo en una nueva irrupción de libertad y honor". Pero aquellos panfletos no provocaron ninguna oposición activa contra el régimen nazi entre la población alemana.