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El bosque en el que transcurren los relatos de Robin Hood estaba tan tamizado por la leyenda como sus reconstrucciones posteriores. Según las baladas, el principal bosque de sus correrías es el de Barnsdale, aunque con el tiempo se le ha asociado más a Sherwood, el bosque del rey al norte de la ciudad de Nottingham, cuyo sheriff era su gran enemigo. En la Edad Media, el entonces denominado Shirewood («Bosque del Condado») sufría una considerable deforestación, y las espesuras de roble y haya alternaban con pastos, monte de brezo y diversos asentamientos humanos. Más que la vegetación, lo que definía a un bosque eran las leyes forestales que imperaban en su territorio. Estas leyes, que se endurecieron tras la conquista normanda de Inglaterra en 1066, incluían penas extremadamente severas tanto por talar madera como por cazar los ciervos del rey. Sherwood era, en efecto, un apreciado coto de caza para los reyes ingleses. En 1485, el alzamiento de Enrique Tudor sorprendió a Ricardo III cazando en Sherwood. Desde allí cabalgó al sur para luchar en la batalla de Bosworth, en la que encontró la muerte.