Peinados antiguos

Rizos, melenas y barbas, el peinado en Mesopotamia

Los cráneos rasurados de los sacerdotes, los mechones de los esclavos y la melena de los reyes mostraban su condición social.

Relieve asirio que muestra a un rey con barba y cabello largo rizados, luchando con un león. Le acompaña un joven imberbe con el pelo corto.

Foto: iStock

En la antigua Mesopotamia, el peinado era un símbolo de civilización. Las personas que no cuidaban de su pelo eran comparadas con las bestias salvajes y, como ellas, pertenecían al mundo indómito y peligroso del caos exterior. En el Poema de Gilgamesh, Enkidu, el ser salvaje que surge como rival y luego compañero de Gilgamesh, es descrito de este modo: "Todo su cuerpo estaba cubierto de pelo, / tenía la cabeza llena de pelo como una mujer, / sus cabellos se elevaban en abundancia como Ashnan. / Comía hierba con las gacelas, /y bebía en el abrevadero de los animales". Por el contrario, los hombres y las mujeres civilizados, aquellos que vivían en el ordenado mundo urbano, sí se preocupaban por el aspecto de sus cabellos. Desde el VI milenio a.C. hay estatuas que muestran a hombres y mujeres cuidadosamente peinados.

Además, los diferentes estilos de peinado no fueron simples modas, sino una seña de identidad social. Reyes, sacerdotes, nobles, guerreros y magistrados llevaban un peinado que los identificaba y les daba prestigio. Un barbero especializado ejercía su oficio en palacios, templos y juzgados. Los barberos también se encargaban de "clarear la frente" de las personas convertidas en esclavos; el rapado despojaba a la persona de todo corte de cabello distintivo y, con él, de su individualidad, hundiéndolo en el anonimato.

Se consideraba un mal presagio la caída del cabello o la aparición de canas, especialmente en el caso de los reyes; para remediarlo existían conjuros y exorcismos que suponemos de escasa efectividad. Por otra parte, según se desprende de la mayoría de las representaciones artísticas y de los textos que conservamos, parece que el uso de pelucas fue prácticamente desconocido en la antigua Mesopotamia, a diferencia de Egipto, por ejemplo, donde estuvo muy extendido.

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Shamash, el dios del Sol, era también el dios de la justicia, por lo que era adorado por los reyes. Estatua de terracota realizada hacia el 1900 a.C. Museo Británico, Londres.

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Cabelleras regias

Las fuentes de información disponibles para el estudio del peinado son escasas a causa de la fragilidad de los materiales (desde el propio tejido capilar hasta los útiles y adornos empleados para cuidar y embellecer el pelo); y también son parciales, porque los elementos que se han conservado corresponden a unos cuantos períodos históricos y principalmente a las clases altas de la sociedad (y, entre ellas, más al hombre que a la mujer). Aun así, gracias a relieves, estatuas y pinturas conservados conocemos bien la evolución del peinado de los reyes mesopotámicos. Desde inicios del período de Uruk (3700-2900 a.C.), el rey-sacerdote aparece provisto de una tupida y larga cabellera, que se recoge con una cinta en la frente y que cae por detrás en forma de onda hasta la altura de los hombros. También llevaba una espesa y larga barba, al principio sin bigote; éste aparece hacia finales del período de Uruk y al principio del siguiente período, el Dinástico Antiguo (2900-2340 a.C.).

Gracias a relieves, estatuas y pinturas conservados conocemos bien la evolución del peinado de los reyes mesopotámicos.

En el casco de oro de Meskalamdug, procedente de las tumbas reales de Ur (2600 a.C.), podemos apreciar cómo era el peinado de las élites sumerias. El cráneo está cubierto por pequeñas ondas de cabello, mientras una gruesa trenza rodea la cabeza a la altura de la frente; bajo ella, una pequeña banda ciñe el cabello, que se cuela por debajo cayendo en forma de mechones cuidadosamente peinados.

Casco de oro del rey Meskalamdug, hallado en su tumba del cementerio real de Ur. Museo Británico, Londres.

Foto: Cordon Press

Durante la primera mitad del III milenio a.C. apareció un nuevo estilo de peinado real caracterizado por sus formas geométricas: una raya en medio de la cabeza dividía el peinado en dos mitades idénticas, de cada una de las cuales se hacían mechones que colgaban a modo de trenzas o de tirabuzones que caían en cascada por delante de los hombros, pasando a lado y lado de la barba hasta la misma altura de ésta, igualmente representada como una cascada de ondas horizontales.

Sin embargo, también había soberanos que se rasuraban por completo la cabeza, e incluso la barba. En el período neosumerio (2112-2003 a.C.), esta costumbre expresaba la función sacerdotal del rey, que entonces destacaba frente al papel básicamente militar de los monarcas anteriores. En la misma época, los reyes se cubrían con birretes característicos, como muestran las estatuas del príncipe Gudea de Lagash.

También había soberanos que se rasuraban por completo la cabeza, e incluso la barba.

Estatua de Gudea, príncipe de la ciudad sumeria de Lagash.

Foto: Cordon Press

Posteriormente, los reyes asirios volvieron a llevar el cabello largo y siempre rizado (asomando por debajo del gorro), así como la barba. Durante los períodos neoasirio y neobabilónico (siglos X-VII a.C.), los peinados reales presentaron un mismo aspecto: una cabellera espesa, larga, lisa pero acabada en rizos (a veces toda rizada), que caía por encima de los hombros. Las barbas eran rizadas, mucho más espesas, anchas y cuadrangulares, y en ocasiones combinaban franjas de pelo alisado con otras rizadas.

El peinado femenino

En el caso de las mujeres, el cabello expresaba su categoría social y su respetabilidad. La primera distinción se daba entre aquellas que se cubrían el pelo y las que lo exhibían. Existen textos del II milenio a.C. (las tablillas de las colonias asirias en Anatolia, las cartas del palacio real de Mari y algunas leyes del período asirio medio) que indican la obligación de usar velo al salir de casa por parte de las mujeres casadas y viudas, las hijas menores de edad, las sacerdotisas casadas y las concubinas de su señor. Quedaban al margen de tales leyes las prostitutas, las esclavas y las concubinas que no estuviesen casadas. Las esclavas o prostitutas que intentaban ocultar su condición social cubriéndose los cabellos se exponían a recibir cincuenta bastonazos y a que les quitaran sus vestidos. Y quien, sabiendo que una mujer llevaba velo indebidamente, no lo denunciase, además de los cincuenta latigazos recibía un castigo suplementario y ciertamente escarnecedor: según prescribe un texto legal, "le agujerearán las orejas, le pasarán una cuerda por ellas y se la atarán a la nuca, y él, durante un mes entero, realizará trabajos forzados al servicio del rey".

Las esclavas o prostitutas que intentaban ocultar su condición social cubriéndose los cabellos se exponían a recibir cincuenta bastonazos y a que les quitaran sus vestidos.

En cuanto a los peinados femeninos propiamente dichos, disponemos de pocos datos sobre las reinas, dado que en el arte de la época sólo se representaba a las diosas o a sus sacerdotisas, cuyas imágenes constituyen el máximo exponente de la autoridad femenina.

Tocado de la reina Puabi, descubierto en el cementerio real de Ur. Museo Británico, Londres.

Foto: Cordon Press

Así, para el período de Uruk, en el IV milenio a.C., contamos con el relieve de la parte superior del llamado Vaso de Uruk, que muestra a una diosa con un tocado bajo el que se puede distinguir una larga y espesa melena ceñida a la frente por una banda, y que le cae por detrás de las orejas hasta la cintura. También se conservan estatuillas de mujeres "orantes", que lucen gran variedad de peinados. Principalmente se llevaba el pelo largo, pero no se dejaba caer, sino que se recogía en la parte trasera y superior de la cabeza, ya fuera en una red, bajo un enorme gorro o peinado en un alto moño.

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De lo aparatoso a lo sencillo

En la época de Ur, hacia 2600 a.C., no hay duda de que las mujeres de clase elevada adoraban el fasto: sus espectaculares peinados se acompañaban de gran cantidad de joyas, tocados, agujas, cintas y ornamentos femeninos localizados en las tumbas reales de Ur.

Las mujeres de clase alta acompañaban sus peinados con gran cantidad de joyas, tocados, agujas, cintas y ornamentos femeninos.

Relieve del palacio de Asurbanipal en Nínive donde se representa al rey junto a su esposa durante un banquete en el jardín.

Foto: Cordon Press

En los períodos posteriores, los peinados femeninos se volvieron más sencillos. En la mayoría de imágenes que nos han llegado, las mujeres aparecen con una larga cabellera que se recogía en la frente con una cinta o pañuelo. Una de las representaciones más conocidas es la de la esposa del rey asirio Assurbanipal, que aparece junto a él en un banquete; en esta ocasión, la soberana luce un peinado hasta los hombros, rizado en la parte superior de la cabeza, pero liso por debajo de la corona y rizado de nuevo al final; no más elegante, desde luego, que el de las sirvientas que aparecen tras ella.