Tentempié a la romana

Los restaurantes y tabernas en la antigua Roma

Aunque son famosos los banquetes romanos con abundante comida y vino, al mediodía los romanos solían comer poco y rápido. Existían diversos tipos de locales, según la comodidad y servicios que ofrecían.

Thermopolium Pompeya

Thermopolium Pompeya

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Por la mañana se comía en abundancia pero, para los romanos, el mediodía era una breve pausa entre las actividades de la mañana y de la tarde, necesaria solo para reponer fuerzas. Por su parte, los famosos y opulentos banquetes –obviamente, reservados para una reducida élite– solían organizarse durante la tarde y la noche. Es decir, lo que hoy llamaríamos almuerzo era a menudo un tentempié que convenía liquidar rápido para volver a las obligaciones diarias lo antes posible.

Diversos tipos de local

Existían tres tipos principales de locales, dependiendo de los servicios que ofrecían. El más completo era la caupona, que hoy sería una especie de hostal: ofrecían comida en la planta baja y alojamiento en las superiores, y las que estaban ubicadas fuera de las ciudades también disponían de un establo para los caballos. Dependiendo del espacio podían disponer de ambientes privados para grupos que quisieran pagar un extra por gozar de una mayor privacidad.

Existían tres tipos principales de locales para comer; caupona, popina y taberna.

Los otros dos tipos de local eran la popina y la taberna, parecidas a un bar. La diferencia entre ellas era que la popina disponía de mesas y sillas, mientras que en la taberna se comía de pie o en bancos colocados en el exterior del local. En ambas se servía comida rápida y menos elaborada que en la caupona, ya que la idea era comer rápidamente: la comida y la bebida se almacenaban en ánforas suspendidas de lo que hoy llamaríamos la barra del bar, de manera que se podían servir al instante. Esta “barra” disponía también de un espacio con agua para lavar los platos –muy velozmente y sin demasiada higiene– y de un pequeño brasero para calentar la comida que lo necesitara.

Thermopolium Pompeya

Thermopolium Pompeya

La palabra "thermopolium" (literalmente, "lugar donde se vende caliente") se utiliza para referirse a locales de comida rápida, como una popina o una taberna. Contrariamente a lo que su nombre indica, no solo se servían alimentos calientes. Eran muy populares, ya que el alojamiento en Roma era caro y muchos no podían permitirse una cocina privada.

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El menú romano

¿Pero qué comían los romanos como almuerzo? La comida de las popinae y tabernae era simple pero variada: legumbres, queso, fruta, huevos, aceitunas, verduras, tortas de farro o trigo, e incluso carne y pescado. Todo ello se condimentaba con salsas y aliños a base de miel, vino, vinagre y diversas especias: de entre estos, el condimento estrella de la gastronomía romana era el garum, una salsa preparada a base de vísceras fermentadas de pescado y de sabor muy fuerte.

La bebida solía ser vino diluido en agua, ya que el vino puro estaba reservado a los banquetes y ceremonias; puesto que a menudo terminaba avinagrándose, se empleaba la miel para endulzarlo. Otras bebidas populares eran el piperatum, una bebida que se obtenía mezclando agua caliente con vino, miel, pimienta y hierbas aromáticas; y la posca, una mezcla de vinagre y agua muy común por su bajo precio y porque prevenía infecciones de origen bacteriano.

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No solo comida

No todo el mundo tenía tanta prisa por dejar el local: del mismo modo que los bares hoy en día, en las popinae y otros locales la gente se reunía para matar el tiempo con juegos en grupo, entre los cuales los dados eran especialmente populares. Realmente los juegos de azar y las apuestas fueron prohibidas –algunos, igual que hoy en día, podían perder auténticas fortunas y a veces las riñas acababan con heridos e incluso muertos–, pero en la práctica a menudo se hacía la vista gorda siempre y cuando no se llamara mucho la atención.

A pesar de las semejanzas, había algo que hoy nos parecería chocante: estos locales ofrecían, además de comida y alojamiento, los servicios sexuales de las trabajadoras. No se trataba solo de esclavas, sino también libertas y mujeres pobres, a veces las propias hijas de quien llevaba el negocio. El doble rasero de la moralidad romana consideraba natural que un cliente pagara por tener sexo con las camareras, mientras que estas por el contrario eran un colectivo muy estigmatizado y visto como una alternativa barata a las prostitutas: este “servicio extra” tenía un precio similar a una copa de vino.